La mexicana Esther de Anda dejó de consumir carne de cerdo tras los primeros anuncios de la aparición de la fiebre porcina en este país. «Dicen que es sano consumirla, pero ahora prefiero comer pescado o pollo», dijo a IPS.
La industria porcina quedó en entredicho con la epidemia de influenza que desde el 24 de abril ha infectado a 97 personas y ha matado a ocho en este país, según cifras de casos comprobados en laboratorio, aunque el gobierno mexicano y el sector empresario han asegurado que la carne está libre de pecado.
La empresa estadounidense de biovigilancia Veratect presume de haber identificado el 30 de marzo los primeros brotes del nuevo virus A/H1N1 en el municipio de Perote, sudoriental estado de Veracruz, a unos 800 kilómetros de la capital mexicana.
En su sitio web, la empresa fundada en 2007 y con sede en el noroccidental estado de Washington, sostiene que avisó desde el 6 de abril de estos casos a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos y a la Federación Internacional de la Cruz Roja.
En Perote está instalada la industria porcina de la empresa Granjas Carroll. La mitad de la propiedad de esa compañía es de la corporación estadounidense Smithfields, la mayor productora de carne de cerdo del mundo.
La Secretaría (ministerio) de Salud de México confirmó el miércoles que el primer caso de la influenza porcina se registró en esa comunidad, aunque la primera víctima mortal, el 12 de abril, fue una empleada de la oficina nacional de impuestos del sureño estado de Oaxaca.
Investigadores y activistas acusan a la industria porcina de sostener instalaciones superpobladas y de escasa higiene, y de contaminar el suelo y el agua de las zonas donde está instalada.
La activista Silvia Ribeiro, portavoz en América Latina del no gubernamental Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración, con sede en Canadá, cree que esta situación sanitaria obedece al sistema de cría industrial de animales, dominado por grandes empresas trasnacionales, y se repetirá mientras existan instalaciones agropecuarias que son criaderos de enfermedades como la influenza porcina.
Las empresas rechazaron estos señalamientos. Alejandro Ramírez, director adjunto de la Confederación de Porcicultores Mexicanos, negó que la cría de cerdos fuera la causa de la epidemia y estimó en 80 por ciento la caída del consumo en este país. Los mexicanos consumen unos 13 kilogramos anuales de carne de cerdo por persona.
«Es una situación crítica y buscamos soluciones. Queremos determinar qué hacer con la carne detenida», dijo Ramírez a IPS.
Tras una visita al establecimiento de Perote el 30 de junio de 2007, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, determinó que Granjas Carroll incurrió en irregularidades en materia de riesgos ambientales, residuos peligrosos, aire, agua, suelo y subsuelo.
La Procuraduría estableció un plazo hasta el 30 de junio de este año para que Granjas Carroll corrigiera esas fallas y obtuviera el certificado oficial de empresa limpia.
Unos 6.000 porcicultores producen más de un millón de toneladas de carne por mes, con una cabaña de 14 millones de animales, entre ellos 900.000 hembras en producción. La densidad es de 500 vientres por granja.
En un intento de calmar el alboroto, el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, dijo el miércoles que «es totalmente confiable la carne de cerdo, que no quepa la menor duda, la carne de cerdo mexicana está limpia, es sana, confiable para comerla aquí y en cualquier parte del mundo».
Respaldados por la OMS, los productores mexicanos quieren que la infección cambie de nombre, de fiebre porcina a fiebre norteamericana, para evitar la satanización de este alimento.
El virus A/N1H1 contiene material genético de influencia humana, porcina y aviar.
En abril de 2008, la estadounidense Pew Commission on Industrial Farm Animal Production (Comisión Pew sobre Producción Agropecuaria Industrial) concluyó, tras una investigación de dos años y medio, que el actual sistema productivo implica a menudo riesgos inaceptables para la salud pública, el ambiente y el bienestar de los animales.
De carácter independiente, esa comisión se estableció para desarrollar ese análisis, a cargo de 15 miembros provenientes de campos como la veterinaria, la salud pública, la agricultura, las empresas, el gobierno y la sociedad civil.
Los investigadores concluyeron que los efectos negativos de este sistema son demasiado altos y la evidencia científica muy fuerte como para ignorarla.
«Se deben aplicar cambios significativos desde ahora. Y aunque algunas áreas de la agropecuaria han reconocido estas amenazas y han tomado medidas, queda claro que la industria tiene un largo camino por recorrer», subrayó el informe «Putting Meat on The Table: Industrial Farm Animal Production in America» (Poniendo la carne sobre la mesa: La agropecuaria industrial en Estados Unidos).
En México se encuentra una misión del Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), encabezada por Moisés Vargas Terán, oficial de salud animal del organismo internacional, para despejar las dudas sobre la eventual responsabilidad de la industria porcina en la epidemia.
«No hay nada que revisar, porque las granjas operan con medidas fitosanitarias. La mejor solución es retomar el consumo», insistió Ramírez.
Ante el umbral de la sospecha, vecinos centroamericanos, Ecuador y China vetaron el ingreso de cerdo mexicano a sus territorios. Y Egipto optó por exterminar a las 300.000 cabezas de su cabaña porcina.
La Organización Mundial de Sanidad Animal dijo este jueves que no deben sacrificarse cerdos por la gripe porcina, pues esa decisión no ayudará a la protección de las personas y los animales.
Mientras, el titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Alberto Cárdenas Jiménez, aseguró que los consumidores pueden confiar en la carne de cerdo, ya que ésta no es el agente transmisor del virus.