Manuel David Orrio nos cuenta, en La Habana, su experiencia como miembro de la Seguridad cubana durante 11 años, en los que estuvo infiltrado entre los «periodistas independientes» financiados y formados por la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Además, hace aportaciones críticas al actual periodismo en Cuba – ¿Por qué se les […]
Manuel David Orrio nos cuenta, en La Habana, su experiencia como miembro de la Seguridad cubana durante 11 años, en los que estuvo infiltrado entre los «periodistas independientes» financiados y formados por la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Además, hace aportaciones críticas al actual periodismo en Cuba
– ¿Por qué se les llama periodistas «independientes»?
– Habría que preguntarse si existe algún periodista independiente. Desde el punto de vista del discurso norteamericano contra Cuba, el periodista independiente es un periodista que se presenta como independiente del gobierno (cubano), en realidad un periodista contra el gobierno, y que responde de una manera muy clara a los dictados de la política de EEUU hacia Cuba, en aspectos como la redacción y selección de noticias o temáticas.
– El haber estado en la boca del lobo te habrá granjeado amigos y enemigos.
– En mi labor como miembro de la Seguridad hubo dos etapas: una, en la que tenía la fachada de opositor político, que implicaba informar, dividir y destruir; la otra, mi paso al llamado «periodismo independiente», fue una decisión de la Seguridad del Estado. Cuando se produce la eclosión del «periodismo independiente», se produce también un cambio en mi misión, lo que me lleva a un dilema ético: para poder cumplir la misión tenía que convertirme en un buen periodista independiente creíble y, por tanto, realizar contrarrevolución. Era una tremenda paradoja defender la Revolución haciendo contrarrevolución. Ante todo tenía que rendir homenaje a mi camarada de armas, mi maestro y amigo, Néstor Baguer, también infiltrado, fallecido hace varios años. Ahí hubo misteriosas corrientes entre él y yo, ya que al principio ninguno de los dos sabía de la misión del otro. Con su maestría, logré solucionar el dilema ético sobre la base de dos principios: primero, la verdad, aunque sea motivo de escándalo; el segundo, adaptar mi lenguaje periodístico a normas éticas internacionalmente reconocidas. Estas fueron las dos soluciones, aunque hubo una tercera: no estar en paz con nadie, lo mismo eres crítico con el gobierno que con los EEUU, que con los movimientos opositores del país. Así, curiosamente, le caí muy bien a los norteamericanos, que me convirtieron en una «fuente de información estable».
– Esta experiencia también te habrá servido para conocer cómo funcionan los llamados periodistas «independientes».
– En el año 2000, cuando estaba en lo más álgido la batalla por el retorno de Elián González a Cuba, a mí se me ocurrió, en una tarde de locura en el Barrio chino, hacer una lista de personas que habían pasado por el «periodismo independiente» en los últimos cinco o seis años. El 70% ya había abandonado el país con visa de refugiado político; había una gran cantidad dentro del 30% restante que tenía una motivación completamente pecuniaria; y había una minoría que se podía considerar opositora al sistema político cubano, y que eran verdaderamente adversarios. Respeto mucho a los adversarios.
El motivo principal de muchos de los «periodistas independientes» es irse de Cuba, lo que determina muchas cosas de su labor. Porque si pretendes alcanzar una visa de refugiado político, en primer lugar, tienes que construir un expediente de perseguido político, lo cual predefine tus noticias, las formas en que actúas y tu estilo de redacción. Creo que este periodismo aprovechaba las fallas de la prensa cubana. Hay un aspecto que yo critico mucho y es que, por políticas informativas que no acabo de entender, la prensa cubana se deja robar primicias, tanto por la prensa extranjera acreditada en Cuba como por parte de esta «prensa independiente».
– ¿Qué elementos positivos y negativos podrías mencionar del periodismo actual en Cuba?
– Es mejor buscar los positivos. El primero es la entrega personal de los periodistas cubanos a su trabajo. El segundo, el surgimiento de generaciones jóvenes de periodistas, después del año 1995 aproximadamente, que son periodistas talentosos, que aman su profesión y abandonan la rutina y, por ello, están haciendo sin lugar a dudas un periodismo nuevo. En cuanto a lo negativo, aunque la prensa tiene un código ético, falta algo decisivo, que es que tenga un estatus jurídico, que exista, por ejemplo, una ley de prensa que fije los deberes y derechos del periodista y que las cosas no estén en manos de censuras arbitrarias o al arbitrio de un director.
Con el periodismo que se está realizando en Cuba, considero que el código ético de la Unión de Periodistas de Cuba no está agotado. Yo pienso que el mejor código de ética del mundo es el de la Asociación de Periodistas de Hong Kong, con diez mandamientos, como la Biblia: no robar, no mentir, no dejarse sobornar, no entrar en conflictos de interés… Y con este sencillo código, la Asociación de Periodistas de Hong Kong resuelve todos los problemas éticos que se le pueden presentar a un periodista con una sencillez increíble y adaptable a cualquier medio de comunicación social.
Nuestro periodismo, en las particularidades de nuestra sociedad, que no es una sociedad normal -y es anormal no por algo negativo sino por algo positivo- ha logrado un milagro. Nosotros, pese a todo, hemos logrado construir un Estado de derecho viviendo en las condiciones de un estado de sitio.
– ¿Esas condiciones de «estado de sitio» crean presión a la hora de hacer el trabajo?
– Crean presión en los periodistas porque éstos parten del concepto de no dar armas al enemigo. Pero creo que tenemos una orientación precisa de Fidel, que se puede encontrar en el libro de Ignacio Ramonet «Cien horas con Fidel» (Biografía a dos voces). Nos dice que aquí ha habido siempre la tendencia a considerar que el hablar de cosas negativas daría armas al enemigo, pero que no es así, es todo lo contrario. Una vez un periodista norteamericano me preguntó si yo había escrito mentiras cuando era «periodista independiente» y yo le dije que no, que yo escribía verdades con un lenguaje para un medio, y ahora voy a seguir escribiendo verdades con un lenguaje para otros medios. El 4 de abril de 2010, con ocasión del aniversario de mi destape como agente de la Seguridad, abrimos en el periódico «Vanguardia» de Villaclara el foro «Orrio versus Orrio», cuyo objetivo es analizar, a partir de mi obra anterior, si Orrio se desdice como periodista. Y hasta ahora nadie me ha ganado una discusión.
– Supongo que el destape fue para ti toda una liberación que te permitió volver a ser tú mismo.
– Los sentimientos fueron muy contradictorios. La misión planteó costos personales inmensos. Me dijo hace poco un colega que era una compensación moral el hecho de haber estado en medio de la Historia, siendo protagonista. Y le puse este ejemplo: yo me sentía un caballero de la Mesa Redonda, con la única diferencia de que el rey no se llamaba Arturo sino Fidel.
– ¿Han cambiado esos «periodistas independientes»?
– El bloguero es la transformación del «periodista independiente» en las circunstancias digitales. Es el caso de Yoani Sánchez. Hay que empezar a hablar en Cuba no sólo de guerra mediática sino de ciberguerra. Lo que se ha producido es una transformación. No se puede perder de vista que, desde el inicio de los noventa hasta abril de 2003, EEUU, a través de sus Servicios Especiales y de su Oficina de Intereses en La Habana, creó una generación de líderes contrarrevolucionarios y se le acabó en nada, de un plumazo, con la detención de los famosos 75.
Y el cambio de estrategia e imagen viene porque ya está deteriorada la imagen de los «periodistas independientes». Hay que tener presente, con el mayor respeto, que cuando ese «periodismo independiente» existía, había un Raúl Rivero, al que yo respeto mucho como profesional. Y había otro grupo de personas que se habían hecho periodistas sobre la marcha y que eran capaces de hacer algo decente desde el punto de vista periodístico, aunque fueran enemigos. Ahora no tienen nada de eso, y había que inventar otra cosa, porque, para colmo, el otro que tenían era Manuel David Orrio y resultó ser de la Seguridad. Vieron que había que buscar un diseño nuevo y apareció el tema de los blogueros. Yoani es una persona de la calle, una mujer que está contando historias, no es periodista, no está obligada a cumplir unos requisitos profesionales, da igual si escribe bien o no. Un fallo fue cerrar el acceso al blog al interior de Cuba, eso fue un error, porque la convirtió en víctima. Hasta ese momento nadie hablaba de Yoani. Como decía Marx, «la censura rodea a cualquier libro prohibido de una aureola de martirio». Creo que en este asunto se han cometido varios errores.
– ¿Te ofrecieron dinero a ti también?
– Yo pude ir un poco más lejos. Pertenezco a un grupo de doce ex agentes de la Seguridad. En el año 1993, en plena crisis profunda del Período especial, yo necesitaba unas vitaminas y se las pedí a mi oficial entrenador de la Seguridad. Él me dijo: «¿tú pidiéndome vitaminas a mí? Tú estás loco, ve y pídeselas a Elizardo Sánchez, que él tiene». El principio ético que funcionó entre nosotros fue ese. No le costamos un centavo al estado cubano: las armas y el dinero se los robamos al enemigo.
A partir de 1998, buena parte del dinero que entraba en Cuba lo hacía por la Western Union o por Transcard. Los «periodistas independientes», los «disidentes» recibían el dinero y lo cobraban en cualquier banco mediante una tarjeta Transcard. Y yo también, por supuesto. Una gran parte del dinero estaba bajo control bancario, todos lo sabíamos, pero cuando le sigues la pista al dinero llegas a la National Endowment for Democracy y a la USAID (Agencia de Cooperación al Desarrollo del Gobierno de EEUU). Está todo claro, es muy simple y además se demostró.
Otra autocrítica que tendría que señalar es que deberíamos haberlo hecho todo lo más público posible, ahí estaban las pruebas, no había más que hablar. En Cuba padecemos el síndrome del misterio y lo que deberíamos haber hecho era hacerlo público desde el primer momento. Si en los registros que se hicieron, se ocuparon más de 100.000 dólares solo en efectivo…
Pero, independientemente de los errores, cuando a mí me presentaron al pueblo, cuando me «destaparon», fue un momento tremendamente emocionante. Yo tengo una historia en el barrio, mi familia tiene una historia revolucionaria antibatistiana y yo tengo mi historia. De repente, un día ese hijo se convirtió en traidor y once años más tarde se produjo la presentación. Allí había decenas de personas con los ojos arrasados de lágrimas, y yo recuerdo que pedí hablarle a la gente y les dije: «Cuba dista de ser una sociedad perfecta, pero es perfectible. Pero aquí no se está discutiendo eso, sino nuestro derecho a decidir sobre nuestro destino -errores incluidos- sin la injerencia de gobiernos extranjeros. Ese fue el sentido de mi lucha durante estos once años y va a ser el sentido de mi lucha durante toda mi vida».
– Me decías que en ese momento no sabías qué hacer con tu vida…
– Para mí una cosa clara es que me enamoré perdidamente del periodismo. Un momento feliz de mi vida, de éxtasis, fue cuando vi mi primer artículo publicado en primera plana, ¡a pesar de ser en el «Nuevo Herald»!. Era un artículo sobre Eduardo Chivás, un destacado político cubano de la primera mitad del siglo XX. Y a partir de ahí, descubrí que había nacido para el periodismo y me lo tomé muy en serio. Tenía claro que quería seguir siendo periodista, y por ese camino ha surgido mi vida nueva, en la que estoy muy feliz. No pienso mirar atrás ni para coger impulso, como decimos en Cuba.
Me siento muy feliz. Primero porque cumplí una misión. Yo soy una persona con una discapacidad física, y soy un activista social en el tema de la promoción de los derechos de las personas discapacitadas en Cuba. Tenía la frustración de que, como discapacitado, no podía cumplir mi sueño, que era ser militar y cumplir misiones internacionalistas. Y de repente, un día me encontré, un poliomielítico, pedaleando en La Habana en los años más duros del Período especial. Una noche me comí dos coles del hambre que tenía y en esas condiciones estaba luchando para el Estado cubano. Todos hemos tenido, de una manera u otra, la oportunidad de defender a la Patria.
Mi futuro, que se relaciona con ese pasado, es la mayor experiencia personal. Aquí estoy haciendo periodismo y pienso morirme haciendo periodismo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.