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El polémico Kursaal donostiarra movió 95 millones de euros en 5 años de congresos, música, jazz y cine

Fuentes: Maverick Press/Rebelión

NO se discierne, hoy, si el edificio del «Kursaal» de San Sebastián, diseñado por el arquitecto Rafael Moneo, inaugurado el 3 de junio de 1999 y concebido como dos cubos translúcidos, en ocasiones espejo de crepúsculos, cuya estructura dinámica sugiere el célebre oleaje de la Zurriola ( la bravía barra del Urumea) ha cautivado ya […]

NO se discierne, hoy, si el edificio del «Kursaal» de San Sebastián, diseñado por el arquitecto Rafael Moneo, inaugurado el 3 de junio de 1999 y concebido como dos cubos translúcidos, en ocasiones espejo de crepúsculos, cuya estructura dinámica sugiere el célebre oleaje de la Zurriola ( la bravía barra del Urumea) ha cautivado ya el ojo del nativo, o si —suele ocurrir— el nativo se ha dejado llevar por la habituación, que jamás es neutral. Nos vamos a olvidar de los rifirrafes, argumentos, teorías, controversias técnicas y estimaciones metafísicas que el rupturista proyecto provocó en una ciudad de tradición burguesa y comercial. Hace más de cinco años, los ‘cubos de Moneo’ inundaban las mesas de redacción y enfrentaban (retóricamente) tanto al vulgo chiquitero como a los presuntos entendidos vascos, en particular guipuzcoanos, hasta límites de negarse el saludo y de comportarse como banderizos. Ni el fútbol, ni la Plaza de Toros, han movido tamaña visceralidad en la Bella Easo. Porfiaban los estetas espontáneos en plena Avenida de la Libertad. Se distribuían octavillas. La agitación más pintoresca fue la iniciativa beligerante del psiquiatra y urbanista donostiarra Antonio Mendizábal de montarse un local encristalado (anti-Moneo) en pleno centro de la Villa. En él acumuló maquetas, pósters, diagramas exactos, sátiras en pliego, citas de especialistas internacionales, alternativas muy bien delineadas y sobre todo cálculos de audiometría que ponían en cuestión la aptitud del nuevo local para reproducir la calidad sonora de diversas sinfonías pautadas para ejércitos de músicos con su respectivo instrumental (Ravel, pongamos). Mendizábal también es melómano y pianista, entre dos diagnósticos. Puede decirse, quizás por la proporción demográfica, que los ‘cubos de Moneo’, que ahora se ven pero no se miran (ya han encajado en la rutina y la retina) movieron durante casi diez años más tinta y saliva que el Guggenheim de Bilbao, dato que no es baladí. En el transcurso imparable de proyección y alzado del nuevo «Kursaal» sobre el solar abierto por la defunción de un edificio belle-époque cuya reconstrucción tal-cual, en pastiche, hubiese resultado deficiente en lo utilitario y cursi y reaccionaria en lo visual, se puso en duda su necesidad, su estabilidad, la seguridad interior, la idoneidad de la metalurgia de soporte, la inhumación del paisaje de marjal que degradaba el barrio <>de Gros y, en fin, funcionó el reflejo de xenofobia paisajística de una ciudad muy pastelera y aferrada a su condición de París en miniatura, su francofilia gascona y sus ‘skylines’ sacralizados. Frente a ellos, la muy nutrida legión de vanguardistas emboscados en la urbe. Una historia que se repite y repetirá.
Estética y estadística
Quedan recalcitrantes, pero se les oponen ya la cruda realidad, muchos atardeceres esplendorosos, el gancho del resultado final y, cómo no, los 95 millones de euros que lo que fuera antaño un decrépito casino ha movido en este quinquenio de actividad continua. Al final las arcas constituyen un vector capaz, en esta era de cifras y módulos de ganancia, y aunque el bienestar no se reparta, de convencer en parte a la oposición más pertinaz. Los documentos oficiales, encuestas y opiniones recabadas reseñan el presunto júbilo que esa pingüe cantidad produce en la ciudadanía de a pie que atraviesa el puente pensando en su bolsillo, y agregan la práctica unanimidad de aquélla en torno al formato, iridiscencia y chic del Kursaal en la desembocadura del río. Se subraya que todas estas circunstancias rebasan las expectativas, cosa normal si uno se retrotrae, como hemos hecho, a los años en que se plantearon las raíces de lo que, quieras que no, terminaría siendo una realidad ajena a todo plebiscito, y se armó en Donostia un, por qué no, enriquecedor guirigay. Pero regresando a ese balance dinerario, los 95 millones de euros, diremos que se han generado a través de los aproximadamente dos millones de personas registradas en eventos, principalmente, congresuales. La mayor parte de las 1.265 convocatorias registradas por el edificio de la Zurriola se refieren a ferias internacionales y estatales, convenciones y asambleas temáticas.. Se sitúa a Donostia entre las 4 capitales con mayor afluencia de comisionados en este tipo de celebraciones. En cuanto a la bolsa laboral, el Kursaal emplea a 140 personas entre plantilla fija y subcontratas de empresas de servicios (los de Seguridad, entre otros). Siempre según los sondeos oficiales (que jamás se pronuncian en contra), la disidencia respecto del neo-Kursaal de Moneo ha descendido en Guipúzcoa a un tenaz 14%, que no es poco. Si se anuncia que a favor queda un 86% —carecemos de baremos donostiarras residentes— el resultado es triunfal. Añadir que el 80% aprueba la celebración en el recinto aludido de los festivales de Jazz y Cine, la Quincena Musical, acogida por los ‘cubos’ pese a las tesis acústicas del psiquiatra Mendizábal, y los cónclaves ya citados es sacar el rábano por las hojas. El 20% de nostálgicos que procuran a la urbe del Urumea su encanto conservador y ligeramente helvético debe ser tenido en cuenta y respetado. De la encuesta realizada, una vez cumplido el primer quinquenio de los ‘cubos de Moneo’, se desprende otrosí que ocho de cada diez requeridos se congratula de su existencia por los beneficios económicos que para la economía guipuzcoana, tan diversificada, suponen. Concluye el informe con la apreciación de que más de la mitad de los inquiridos ha asistido a alguna de las actividades en él celebradas. No son muchos. Separemos, pues, continente de contenido y recréese la vista en la infraestructura de Rafael Moneo y su osado concepto arquitectónico para Donostia, mientras la fiducia queda para el eterno sector-servicios, hoteles, restaurantes y fideicomisos del glamour y la compraventa. No exageremos.