Recomiendo:
0

Porno & pedagogía de la crueldad

El porno no está en la pantalla

Fuentes: Rebelión

Sobre el uso del cuerpo femenino en la cultura de consumo y de la espectacularidad para interés y disfrute de lo masculino.

Pensarnos con sinceridad nos obliga al clic, a dejar de hacernos los ciegos con la violencia que reproducimos por aprendizaje de casa y pereza mental. Uno de los signos más distintivos de nuestra historia presente es la forma en que espectacularizamos nuestra vida social. No nos podemos ver en una trama de situaciones de mediano plazo. No nos permitimos historizarnos para dotar de sentido nuestra agencia, nuestra capacidad de acción y cambio. Sin pensarlo mucho objetivamos nuestras situaciones en un inmediatismo que hace de los cuerpos, sensaciones, sentimientos, pura mercancía. Desechamos y nos sentimos desechados.

Entra ella y se va desvistiendo,

lentamente y casi sonriendo

alta, blanca, algo exuberante,

dice: «Hola» y camina hacia adelante

El cuerpo femenino está expuesto, en particular, a esa manera de consumir y espectacularizar. La pornografía no está reservada al disfrute de las perversiones que creemos «innatas» -que reservamos para la comodidad del ser en soledad- , de la libido fácil, de la autocomplacencia necesaria. No, de ninguna manera. La pornografía educa más de lo que creemos. Refleja más de lo que callamos. Hay una contradicción entre ese derroche de sadismo con el que nos identificamos y la moralina que nos impide exteriorizarla. Sin embargo damos por aceptada la exposición de la desnudez de una mujer inexistente, 90 60 90, un objeto, un maniquí. Consumimos la imagen y procuramos acercarnos a esa mercancía de las pantallas, de las revistas, del show. Deseamos como el consumo nos ha enseñado a desear.

Mira al hombre pequeño que se raya

 cuando ella sale de la pantalla.

Y el hombre la acuesta sobre la alfombra,

 la toca y la besa, pero no la nombra.

¿No es paradigmático entrar a una página porno cualquiera y ver que todas las imágenes nos muestren el sometimiento brutal de las mujeres? ¿No nos revela esa excitación una relación atroz? La industria del porno es la industria que más mueve dinero después de la militar. El belicismo y la espectacularidad se ceban juntos porque cuentan con nuestra venia.

Se contiene, suda y después,

con sus tijeras plateadas, recorta su cuerpo,

le corta su pelo, deforma su cara,

y así mutilada la lleva cargada hasta la pantalla

justo a la mañana.

A Lucía no la mataron dos sádicos. A las mujeres violadas, asesinadas y desechadas las matan hombres que sinceran su apetito de horda, su necesidad de espectacularizar las aberraciones que encuban, varones que realizan los deseos alimentados detrás de un escritorio. Son los mismos que se permiten en menor escala ningunearnos por la forma de nuestros cuerpos porque hay una trama ideológica que les habilita a tratarnos como un maniquí, y a ultrajarnos como ven que somos ultrajadas en las pantallas. Gran problema se presenta cuando volvemos nuestro rostro, no con la mirada de la actriz a la que le dan por el orto como un animal, con esa sonrisa o el dolor que les calienta ¡No! Tienen que vernos la cara de asco y una respuesta que ellos toman como un insulto ‘Eh loca, qué violenta’ ¿Nos hablan de violencia señores? ¿De verdad creen que nos tienen que «perdonar» cuando no realizamos la escena de la sumisión con la cara de maltrato que les pone duros?

No conozco tu nombre ni se más quien sos,

vi tu nombre en el diario y nadie te vio,

la pantalla que sangra ya nos dice adiós.

Si ser radical es imponernos como humanas, van a tener que bancársela porque no estamos dispuestas a seguir siendo la concha y el culo sobre el que se masturban cuando se manosean la ideología con una mano mientras con la otra hacen clic. Un clic que estalla rotundo fuera de la pantalla, estruendo que nos ensórdese en las calles, las casas, el tren, las aulas. Un clic que termina en la mujer tirada en un basurero. ¡No quiero tu piropo, tu insulto, tus manos sobre mi cuerpo; no quiero ser la performance de tu deseo!.
 
Te veré en 20 años en televisión,

cortada y aburrida,

a todo color

 a todo color

a todo color

Ni una menos no es una consigna, es la urgencia de construir otras formas de sociabilidad. La empatía es un buen antídoto a la despersonalización del consumismo. Debemos poner la conciencia en marcha. Podemos representarnos, desearnos y excitarnos de otra forma (?) si dejamos de asumir como natural la globalización de lo atroz.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.