La Administración norteamericana que gasta anualmente millones para acusar falsamente a Cuba de obstaculizar la libre circulación de libros, acaba de confiscar en la frontera mexicana a cientos de libros en idioma inglés destinados a la Biblioteca de la Universidad de La Habana. Colmo de lo absurdo, entre las obras secuestradas, se encuentran títulos tan […]
La Administración norteamericana que gasta anualmente millones para acusar falsamente a Cuba de obstaculizar la libre circulación de libros, acaba de confiscar en la frontera mexicana a cientos de libros en idioma inglés destinados a la Biblioteca de la Universidad de La Habana. Colmo de lo absurdo, entre las obras secuestradas, se encuentran títulos tan «controvertidos» como El Principito, del francés Antoine de Saint-Exupéry, y El Amante de Lady Chaterley del escritor británico David Herbert Lawrence.
Los libros decomisados son parte de los objetos retirados a la Caravana de la Amistad de los Pastores por la Paz, por los agentes de las Aduanas de Estados Unidos en el puesto fronterizo de McAllen, Texas, el 21 de julio, bajo órdenes expresas del Departamento del Comercio.
La lista de los libros confiscados es alucinante. Aquí, unos de los autores cuyas obras están ahora detrás de los barrotes de los almacenes del Departamento de la Seguridad de la Patria, en Hidalgo, Texas.
• Las Memorias de Sir Winston Churchill cuyos conceptos políticos no eran precisamente de izquierda (Closing, the ring, The grand alliance, The finge of fate, etc.)
• El Principito de Antoine De Saint-Exupéry, el cuento mítico del escritor y aviador francés.
• La novela El Gran Inquisidor (Los Hermanos Karamazov) de Fedor Dostoievski con su título premonitorio.
• Ernest Hemingway, el más famoso novelista norteamericano, conocido por su amor a la isla de Cuba, es también víctima de los aduaneros imperiales con The sun also rises.
• D.H. Lawrence y su Amante de Lady Chaterley (Lady Chaterley’s lover), prohibida en Inglaterra hasta 1960, un clásico de la literatura romántica.
• Qué Verde Era Mi Valle (How green was my valley), el best-seller del autor norteamericano Richard LLewellyn cuya versión cinematográfica conoció un enorme éxito.
• La Edad de razón del francés Jean-Paul Sartre, que por cierto apareció listado en el Index Librorum Prohibitorum o «Índice de libros prohibidos» de la Iglesia hasta 1948.
• El encantador Veinte mil leguas de viaje submarino, del francés Jules Verne, tampoco escapó a la atención de los aduaneros de Bush.
Siglos después de que fray Tomás de Torquemada impulsó la destrucción de libros, lo que abriría el camino a la Inquisición, la Administración Bush que ordenó este año una revisión acentuada de las donaciones transportadas por los Pastores llegó al extremo de retener a libros que en gran parte circulan en biblioteca o están en la venta en Cuba en su edición original o en su versión en español.
DONDE APRECE LA MANO DE LA CIA
La medida parece más absurda aún cuando se sabe que los bibliotecarios estadounidenses fueron señalados como posibles «colaboradores» en el plano de anexión elaborado por el Departamento de Estado – el Informe al Presidente de la Comisión Para la Asistencia a una Cuba Libre- aunque estos mismos se negaron, repetidamente, a prestarse a esta maniobra sucia desarrollada por los EE.UU. contra Cuba.
El representante más conocido de las operaciones realizadas bajo orientaciones de la Casa Blanca en apoyo a esta política oficial es sin duda el neoyorquino Robert Kent, alias Robert Emmet, que fundó en 1999 una organización llamada Amigos de Las Bibliotecas Cubanas, a favor de las llamadas bibliotecas «independientes» en Cuba creadas bajos auspicios de la Sección de Intereses de Estados Unidos.
En un texto publicado recientemente por el respetado sitio web norteamericano Counterpunch.com, bajo el título The Scheme to Infiltrate Cuba’s Libraries (El Plan para infiltrar a las bibliotecas de Cuba), la periodista de investigación norteamericana Diana Barahona, de South Beach, California, cuenta de manera detallada cómo Kent, en un viaje a Cuba en mayo de este mismo año 1999, realizó una misión cuyo perfil lo identifica indudablemente con los servicios de inteligencia norteamericanos:
«Kent contactó con Aleida Godínez, una agente de la inteligencia que se hacía pasar por disidente», reporta Barahona. «Godínez afirma que Kent se presentó como Robert Emmet y hasta portaba un pasaporte con ese nombre. Él dijo que había llegado como enviado del ex-agente de la CIA, Frank Calzón, actualmente director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre. Emmet no llevó libros y tampoco pasó tiempo estudiando ninguna biblioteca; «Él resaltó mucho el papel de la prensa independiente», dice Godínez. «Él no dijo nada en absoluto acerca de las llamadas bibliotecas independientes. Apenas me comentó que era bibliotecario».
«Más bien, Kent llegó con equipos de espionaje («una cámara, un radio onda corta, un transmisor y receptor de 10-bandas, y un reloj marca Cassio») y mucho dinero en efectivo. Pero el aspecto más perturbador de la visita del bibliotecario fue que, según Godínez, Kent le pidió que le ayudara – con dibujos y fotografías – a describir las medidas de seguridad para la casa del vicepresidente del Consejo de Estado, Carlos Lage Dávila. Godínez dice que él le dio $100 para que comprara película para ese fin. Como se comprenderá, «Emmet» fue detenido y expulsado por espionaje».
CALZÓN, KENT-EMMET, COLAS Y MENARD S.A.
Hay que añadir acerca de Frank Calzón, que Kent-Emmet dijo representar, es un individuo de origen cubano conocido desde décadas por su vinculación con la CIA que perteneció a la organización terrorista Abdala. Pasó posteriormente al cargo de Director Ejecutivo de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) cuyo comité paramilitar financió las actividades del terrorista internacional Luis Posada Carriles.
También vinculado a las campañas norteamericanas sobre el tema de las bibliotecas, se encuentra Ramón Humberto Colás, otro afiliado de la FNCA, que se autotitula «fundador» de una fantasiosa red de bibliotecas «independientes» en Cuba.
El miamense Colas, quién dejó en la ciudad cubana de Las Tunas el recuerdo de un playboy más aficionado a los centros nocturnos que a la lectura, descubrió sin embargo la llave de la fortuna al convencer sus padrinos de la USAID y de la NED a otorgarle jugosos subsidios. Otro plato fuerte de la estrategia propagandística de la Casa Blanca hacia Cuba, Robert Ménard, el Secretario perpetuo de Reporteros sin Fronteras, está penetrando el mundo de las bibliotecas con una agresividad proporcional a sus ingresos ocultos y millonarios.
Ménard negó rotundamente en varias oportunidades conocer a Frank Calzón hasta que apareciera en Bruselas, en marzo del 2004, en una reunión de eurodiputados con el personaje. El 27 de marzo último, el investigador francés Thierry Meyssan publicó un artículo donde reveló que Robert Ménard negoció un sabroso contrato con Otto Reich y el Center for a Free Cuba de Calzón, en el 2001.
Mientras Kent-Emmet, Colas y Ménard, orientados por la CIA y sus sucursales, siguen desarrollando sus campañas contra Cuba, los libros destinados a la biblioteca de la Universidad de La Habana siguen en su jaula de Hidalgo. Más propensa a encarcelar a sospechosos en sus cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo, la Administración Bush ha enseñado sin embargo en Tejas otra aberración de su guerra sucia contra la Isla que se niega a rendirse.
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CONGRESO DE LA IFLA EN OSLO
Las organizaciones de bibliotecarios más importantes del mundo, entre ellas, ALA, IFLA y CLA, han adoptado acuerdos que refutan de manera clara las campañas de desinformación dirigidas por Kent y Colas por cuenta del gobierno norteamericano. La IFLA realizará a partir del 14 de agosto próximo en Oslo, Noruega, su congreso anual donde reaparecerán los agentes del imperio cuyos presupuestos, aumentados de manera espectacular por la Administración de George W. Bush, son consagrados en su mayor parte a costosas giras internacionales.