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Entrevista a Armando Fernández Steinko sobre países e invenciones (y III)

«El procés ha puesto a cada uno en su sitio, ha desbanalizado las intenciones y las retóricas nacionalistas»

Fuentes: Rebelión

Armando Fernández Steinko es profesor en la Universidad Complutense de Madrid *** Nos habíamos quedado aquí. ¿Las izquierdas no han tenido proyecto propio de país? ¿Cuál proyecto ha sido entonces el suyo? Pensaban que eso de dedicarse a inventar países era una cosa extravagante propia de partidos minoritarios y objetivos exóticos, que esta agenda se […]

Armando Fernández Steinko es profesor en la Universidad Complutense de Madrid

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Nos habíamos quedado aquí. ¿Las izquierdas no han tenido proyecto propio de país? ¿Cuál proyecto ha sido entonces el suyo?

Pensaban que eso de dedicarse a inventar países era una cosa extravagante propia de partidos minoritarios y objetivos exóticos, que esta agenda se iba a ir disipando con la globalización pues esta, así el argumento pero también la intuición política de fondo, iba a empujar automáticamente a los nacionalismos fuera del escenario político. Aceptadas estas premisas era y sigue siendo difícil tomarse en serio el intento de crear un nuevo país. En realidad yo creo que más bien se ha tratado de una especie de escapismo: se decía que no había que hacer nada pero, en realidad, no se sabía hacer nada, no había inventiva ni recursos políticos para intentarlo con lo cual resultaba mucho mejor tratar a «España» como a un ente tan natural e inamovible como «Cataluña» o «Euskadi». Era mucho más fácil y también más cómodo abrazar la causa pasiva de la globalización y de la construcción de Europa en espera de que ellas solas se ocuparan de solucionar el problema y sin poder calcular naturalmente las consecuencias que podía llegar a tener esta pasividad, consecuencias que empezaron a hacerse visibles cuando José María Aznar se apropió de los espacios vacíos dejados por las izquierdas para plantar una inmensa bicolor en la Plaza de Colón, meternos en una guerra patriótica y mandar a sus chicos a la Isla de Perejil. El procés le ha pillado a mucha gente soñando el sueño de que el tema nacional no era importante a pesar de que los gobiernos nacionalistas gestionan territorios que casi suman la mitad del todo el PIB del país. Lo bueno es que al menos ha obligado a todo el mundo a despertarse.

Por lo demás, uno de los intelectuales más conocidos y reconocidos de Podemos y de Unidos Podemos, Manuel Monereo, no ha dejado de escribir sobre n nuevo proyecto de país. ¿No le hacen caso… o le han hecho demasiado caso?

Lo que escribía Monereo antes del 1 de octubre apuntaba en el sentido correcto y yo tenía la esperanza de que su vinculación a la dirección de Podemos iba a permitirle, al menos a esta organización, superar el síndrome de Estocolmo. Pero no sé cómo se toman ahí las decisiones, desde luego no a la luz del día y además todo esto no es fácil pues exige un golpe encima de la mesa, un «¡hasta aquí hemos llegado!» bastante decidido y que me temo que las cosas no han madurado políticamente todavía hasta ese punto y las coaliciones con los movimientos nacionalistas de izquierdas mandan por encima de todo como han mandado también en el PSOE-PSC y no digamos que en Izquierda Unida: en el seno de los partidos de la izquierda sigue prevaleciendo no sólo el funcionamiento, sino sobre todo el imaginario confederal y precisamente por ello creo que el cambio sólo se puede producir desde fuera de estos partidos. En cualquier caso: liberarse del síndrome de Estocolmo significa identificar la principal arma política utilizada por el nacionalismo en las tres últimas décadas para mantener secuestrada a la izquierda: la cuestión democrática. Abordar la cuestión democrática es rechazar, de una vez por todas por antidemocrático e inaceptable, que los derechos de los unos puedan librarse a costa de los derechos de los otros. Pasa por abordar históricamente el famoso derecho a la autodeterminación, por aproximarse también históricamente al problema del estado mismo e identificar lo que este significa hoy y dejar de hacer comparaciones entre el estado español moderno, con el zarista de 1917, el imperio otomano, el régimen de Franco o los estados occidentales de antes de la segunda guerra mundial y presupuestos públicos por debajo del 10% del PIB. Y pasa por desmontar la retórica del «derecho a decidir» que es, como ha señalado Miguel Candel, una expresión redundante y vacía inventada por Ibarretxe para alcanzar sus   propios objetivos, pero que en la práctica se convierte en un sórdido «derecho a dividir» que obliga a las personas, sobre todo a aquellas con identidades mixtas, a optar por una de las dos para posicionarse frente a una dicotomía impuesta que, literalmente, las destruye. En definitiva, pasa por desenmascarar la estrategia de construcción de una nación eterna en busca de su independencia para despejar el camino hacia la construcción de un país nuevo en el que quepamos todos y basado en los principios de solidaridad, de sostenibilidad y de justicia social, y dotado de políticas redistributivas horizontales y verticales.

Si la cosa es tan fácil, tan evidente, ¿cómo es que no se dan cuenta?

No hay que subestimar la fuerza de la inercia en política, de las frases hechas, de las convenciones, de los rituales y también de las propias identidades partidarias que, como hemos visto, pueden reducir mucho la capacidad de las organizaciones de identificar la realidad que tienen delante de sus propias narices. Además siempre se le puede echar a otros la culpa de los propios errores: las cloacas del Estado, el poder los medios de comunicación, las traiciones personales etc El hecho es que todos estamos pagando un enorme coste por el procés pero que este, al menos tiene esa ventaja: ha puesto al descubierto las verdaderas intenciones de los nacionalistas sacado a la luz pública sus verdaderas intenciones y los argumentos en los que se apoya, una parte de los cuales permanecía hasta ahora en la esfera de la privacidad de una parte de las «progresivas» clases dominantes catalanas que son las que encabezan el procés. El procés ha puesto a cada uno en su sitio, ha desbanalizado las intenciones y las retóricas nacionalistas empujando a mucha gente a dar un fuerte golpe encima de la mesa para decir: ¡hasta aquí hemos llegado!

¿Por qué la izquierda insiste una y otra en el ejercicio del derecho de autodeterminación? En algunas formulaciones de ese derecho, autodeterminación de todos los pueblos, sin excepciones, no se habla de opresiones nacionales ¿De dónde viene esa pasión nacional autodeterminista?

Viene de la falta prolongada de una acción del estado en favor de la satisfacción de las necesidades de las mayorías. Lo que venía de Madrid era muy poco en términos de PIB y, cuando llegaba algo en los tiempos de Franco, era en forma de represión. Las comarcas y los territorios periféricos, incluidos los muchos que forman parte de la hoy es la Comunidad de Madrid, van desarrollando así una fuerte conciencia de que dependían de sí mismos, y no hay nada mejor para ilustrarlo como la importancia que adquirieron las cajas rurales y de ahorros en España durante más de 150 años destinados a captar e invertir el ahorro local en ausencia de iniciativas estatales. El vigor que llegó a tener el movimiento anarquista español, es otro ejemplo la falta de estado proveedor de bienestar y su reducción a su naturaleza de estado represivo. Entre 1978 y principios de los años 1990 cambiaron las cosas con la construcción del estado del bienestar. Sin embargo fue un período demasiado breve que, además, no se basó en un diseño consensuado y ampliamente discutidos de un nuevo modelo territorial como el que proponemos aquí, sino en el resultado de una dura negociación entre partidos -los partidos nacionalistas pero también ETA fueron fundamentales- así como en la introducción de mecanismos competitivos que eran los que les interesaban a los territorios más ricos: Cataluña, País Vasco y Madrid. Con la penetración de las recetas neoliberales a partir de la crisis de 1992 los territorios empezaron a competir cada vez más entre sí. Y no ya sólo en términos competenciales e identitarios, sino directamente en términos económicos.

Nos cuentas algo más sobre estos «términos económicos»

Cuando las élites políticas a norte y al sur del Ebro deciden dar un giro hacia un liberalismo cada vez más radical en los años 1990, vuelven a alimentar una vez más la vieja inercia histórica del enfrentamiento entre liberales y comunitaristas que se sucedió a lo largo de todo el siglo XIX, un enfrentamiento que siempre tiene al estado como eterno perdedor: los liberales -apoyados por los intelectuales- deseaban y desean el menos estado posible porque creen que solo la propiedad y la iniciativa privadas pueden generar desarrollo social y porque no están dispuestas a enfrentarse a los que más tienen para recaudar más impuestos; y los comunitaristas -apoyados por la iglesia- porque un estado con más recursos reducía y reduce su poder local y su influencia ideológica. Es un enfrentamiento diabólico, que tiene al estado como eje oculto y pocas veces confesado por interés de liberales y comunitaristas/autonomistas, pero que trastoca la dinámica izquierda-derecha y dificulta las políticas basadas en criterios de clase. La dinámica neoliberal fue reforzando así de forma natural el anhelo de «autogobierno» de todos los territorios y la falta de un proyecto de país común, que habría tenido que incluir necesariamente la construcción de una nueva identidad compartida, les dejó el campo abierto a los nacionalistas que fueron creando pequeños estados dentro del estado bajo el paraguas, aparentemente inocuo, del «autogobierno». Esta palabra empezó a ser asociada así a la creación de nuevas infraestructuras sanitarias y educativas reforzando la legitimidad del nacionalismo de cara la población catalana y vasca. Es un concepto de inspiración territorial y nacionalista antes que democrática pues el verdadero autogobierno es el que ejercen directamente los ciudadanos mismos y el lugar donde es posible hacerlo son los municipios y no las nuevas burocracias de Vitoria, Sevilla o Barcelona. Si no se hace así, si no existe un espacio institucional central legitimado políticamente, la dinámica competitiva entre territorios va generando espacios no sometidos ninguna fiscalización exterior creándose así estructuras corruptas que se ven alimentadas por la extraordinaria importancia que tienen los partidos políticos para el funcionamiento de la administración pública española. Esto afecta hoy a las comunidades autónomas pero también a los ayuntamientos pues no existe, por ejemplo, un cuerpo de secretarios municipales, que son los que levantan acta sobre lo que se hace con el dinero público, financiado por el estado sino que son los propios ayuntamientos los que contratan a dichos secretarios a cargo de su presupuesto generándose así constantes conflictos de intereses y el casi inevitable aumento de la malversación. Por tanto la única forma de reducir ese eterno anhelo de «autogobierno» a nivel regional es la democratización fuerte de las instituciones del estado, su dotación de más recursos económicos para que llegue ahí donde no llegan los gobiernos autonómicos, pero sobre todo el aumento de los presupuestos de los ayuntamientos porque es ahí, a nivel municipal, donde realmente se puede ejercer el autogobierno. Ayuntamientos también asistidos directamente por el Estado y no sólo por las Comunidades Autónomas.

¿Qué principios esenciales alimentan los cimientos de tu nuevo proyecto de país?

Yo he destilado algunos de conversaciones, lecturas, décadas de lucha política, debates académicos, experiencias e intuiciones, pero no estoy trabajando en una lista sistemática y, menos aún, cerrada. Me interesa dejarla abierta para invitar a un coloquio que vaya más allá de un mero posicionamiento frente a mis propias propuestas. No está siendo fácil. La gente me manda largas cartas de contenido teórico y comentarios críticos o elogiosos a mis propuestas, pero les cuesta transformar sus reflexiones en propuestas propias. Esto demuestra el letargo que hemos vivido durante décadas en estos temas, un letargo que alimenta la cultura de la desconstrucción de lo que hay frente a la cultura de la construcción de algo nuevo: nuestro campo mental sigue decididamente dominado por el imaginario naturalizador de las naciones que nos fuerzan a posicionarnos en favor o en contra de la naciones ya existentes pero nada más. Entiendo que haya una necesidad de crítica de lo que hay pero la realidad no espera, hay que ponerse ya manos a la obra. Mis propuestas provisionales serían las siguientes:

A. Mientras no existan órganos de decisión supranacionales, es necesario defender la integridad territorial de los estados con el fin de evitar dinámicas políticas que acaban perjudicando seriamente a la vida de las mayorías y sus proyectos de futuro.

B. El nuevo país de países debe construirse sobre una lógica de la solidaridad antes que de la competencia entre territorios. Es la misma fórmula requerida para rescatar el proyecto de integración europeo y para crear un orden internacional pacífico y civilizado.

C. No es posible crear un espacio de solidaridad sin construir una identidad compartida por las partes. Los procesos de regeneración de España no se han tomado nunca en serio esta parte de la tarea y el resultado ha sido la proliferación de identidades excluyentes.

D. La lengua está en el núcleo de la identidad. Tenemos que crear un país con una cultura plurilingüe en todo el territorio. No todos tienen que hablar las cuatro lenguas del estado pero todos deberían dominar un mix de lenguas en el que, en todos los casos, estuviera el conocimiento del castellano. La nueva cultura lingüística debe construirse en un proceso gradual pero decidido y sostenido en el tiempo.

E. La configuración del nuevo país de países deber basare en la idea de pluralidad pero también en la idea de simetría: no puede ser que unos territorios tengan asignados para todos los tiempos unos privilegios nacidos de realidades históricas remotas. Si sus tradiciones han generado mecanismos positivos para la regulación de la vida contemporánea, el conjunto del país de países debería hacerlos suyos.

F. El nuevo país de países deber fundamentarse en la idea de la preservación del patrimonio común. Esto no debe incluir sólo los recursos naturales, sino todo el patrimonio cultural tangible -tramas urbanas, edificios históricos etc.- y también el intangible -lenguas, tradiciones democráticas etc-. El estado debería ser su principal garante y proveer recursos económicos suficientes para ello.

G. Los municipios son los principales espacios de socialización para los ciudadanos y los que proveen los servicios más importantes. Hay que dotarlos de más presupuesto a costa de las administraciones autonómicas y crear sistemas estables de participación ciudadana en su gestión, incluida la gestión transparente de sus cuentas. Este acercamiento de las instituciones al ciudadano elevará la calidad democrática de la vida del país.

F. El futuro económico, también o precisamente de las sociedades situadas en la periferia de la Unión Europea, pasa por la construcción de una sociedad del conocimiento. Hay que organizar el sistema educativo superior y de investigación siguiendo un principio de la división del trabajo y de especialización aplicado a todo el estado. Todos los territorios deberían incorporarse a un sistema integrado de educación e investigación que promueva la movilidad geográfica y el equilibrio territorial.

Gracias, muchas gracias, ya te he robado mucho tiempo… y tenemos que construir país, que no es cualquier cosa.

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Nota de edición. Anteriores entregas:

1. Entrevista a Armando Fernández Steinko sobre países e invenciones (I). «La burguesía catalana no ha sabido, no ha querido o no ha podido mantener su condición de burguesía productiva» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243890

2. Entrevista a Armando Fernández Steinko sobre países e invenciones. «Pensar históricamente es el alma de la tradición progresista, pensar en términos de pasado es el alma del conservadurismo» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=244191

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.