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El PSOE o cómo seguir siendo útil al régimen

Fuentes: Rebelión

Conforme avanzaba la campaña electoral se ha hecho más evidente, especialmente en los dirigentes del PSOE, la dificultad de esconder su estado anímico, aunque utilicen para ello gestos y declaraciones altisonantes. La posibilidad, cada día más probable, de convertirse en la tercera fuerza política del país supone todo un vuelco en la vida diaria del […]


Conforme avanzaba la campaña electoral se ha hecho más evidente, especialmente en los dirigentes del PSOE, la dificultad de esconder su estado anímico, aunque utilicen para ello gestos y declaraciones altisonantes. La posibilidad, cada día más probable, de convertirse en la tercera fuerza política del país supone todo un vuelco en la vida diaria del «auténtico partido del régimen». En sus cargos públicos y en sus redes de personal de confianza comienza a olerse el miedo a perder gran parte de su influencia y poder institucional, en dejar de ser funcionales al bipartidismo del que han sido durante décadas el sostén fundamental.

Esta evidencia, que reflejan las encuestas, se aprecia sin matices con la judicialización de su actividad, especialmente en Andalucía, porque a nadie se le debe escapar que la publicación de los indicios de criminalidad de la mayor parte del Ejecutivo andaluz de anteriores legislaturas no es más que la constatación de que el PSOE ha dejado de ser útil al poder («los que mandan y no se presentan a las elecciones», en palabras de Manolo Monereo), como opción de gobierno, y que su papel va a quedar reducido a sostén del PP y del nuevo partido de los poderes financieros, Ciudadanos.

El escenario al que se enfrenta es entendido en toda su amplitud en el PSOE y, por tanto, imposible de ocultar por el partido ni por su debilitado aparato mediático que intenta, en vano, nuevas campañas de desprestigio contra el «enemigo», Unidos Podemos. Y, sobre todo, está siendo asimilado por Susana Díaz y el núcleo dirigente andaluz, para los cuales es vital seguir siendo el poder clave en el PSOE nacional y conservar las opciones de determinar el futuro. Así, nos hemos acostumbrado a las «declaraciones de titular» de Susana Díaz durante la campaña, con ese estilo demagogo que la caracteriza (o populista, según la acepción del término que quieren convertir en exclusiva).

Hablando acerca del carácter socialdemócrata de Unidos Podemos, la lideresa andaluza nos ha demostrado una ausencia total de conocimientos de la historia del movimiento obrero y de la de su propio partido, sin que responderle requiera más esfuerzo que un repaso a la deriva ideológica del PSOE de las últimas décadas. El que el PSOE, desde el Congreso de Suresnes pero aún más con el paso de los años y el ascenso al poder, ha sufrido una transformación profunda es algo reconocido. Sin embargo, conviene detenerse en cómo esta transformación ha convertido al PSOE en un aparato de poder neoliberal con una función muy específica, decidida en instancias europeas: adoptar las reformas económicas y laborales más perjudiciales para las clases trabajadoras al mismo tiempo que mantenía la paz social, minimizando para ello el nivel de contestación en las calles.

Siguiendo los planes definidos para España, fue el PSOE el que, con rostro amable, privatizó progresivamente gran parte de la estructura estatal y acometió con dureza el proceso de desindustrialización, origen del paro estructural que seguimos sufriendo. Posteriormente, la entrada en la OTAN y en la CEE, con el objetivo final del euro, implicaban asumir un papel subalterno y dependiente de España respecto a Europa en lo económico y EEUU en lo militar, necesitándose una reforma cultural, política y económica que solo el PSOE estaba en condiciones de asegurar: una política económica lo bastante liberal para cumplir con los procesos de convergencia y el libre mercado sin freno, junto a una política social y educativa que, permitiendo leves avances, tendiera a la creación de redes dependientes y clientelares. Sin embargo, en 2008, la crisis de un capitalismo incapaz de atender las necesidades de gran parte de la población, llevó a la crisis a un PSOE incapaz de cumplir las exigencias europeas en una situación en la que sus «dádivas» sociales eran insuficientes. De ahí que tuviese que entregar definitivamente la soberanía nacional a los mercados internacionales.

Esta misma evolución ha sido seguida por el PSOE de Andalucía, bloque de poder del partido a nivel estatal durante años, con matices importantes derivados de sus más de tres décadas de poder institucional omnímodo. Y, de la misma forma, en estos precisos momentos el PSOE de Andalucía se encuentra ante el problema de no poder seguir cumpliendo ese papel. La cuestión fundamental es si el poder económico ha decidido que el PSOE andaluz no va a ser capaz de mantener el régimen y ha empezado su demolición. Y ese es el verdadero miedo del partido socialista. El miedo que produce que los aparatos del «verdadero Estado» están trabajando y empiece a aparecer la verdad tanto tiempo ocultada por el aparato mediático. Y además no aparece en un rival político ni en un medio de comunicación crítico; aparece en los autos judiciales, que en los últimos tiempos se han convertido en los análisis políticos más claros al describir el modelo oligárquico de Andalucía.

Leyendo el auto de imputación de Carlos Leal, del 6 de julio de 2013, realizado por el Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla, se entiende como desde 1999, a través de la relación de cargos de la Junta de Andalucía y con la participación de los sindicatos se realizaron «procesos de negociación y concesión de ayudas sociolaborales, destinadas a los trabajadores que iban sufriendo la destrucción del tejido industrial andaluz, … y ello manteniendo los oportunos contactos con representantes de la Junta.» Posteriormente «cuando la ayuda ya había sido comprometida, constituían ellos mismos Asociaciones de Ex-trabajadores para el asesoramiento individual de los beneficiarios, a lo largo de la vida de la póliza, invento extremadamente caro y financiado en buena parte por la Junta de Andalucía, para el mantenimiento de la llamada «Paz Social» ante la multitud de trabajadores desempleados. Así existieron la Asociación de Hijos de Andrés Molina, la de Primayor Foods, la de Matadero Fuenteobejuna, la de Santana Motor o la de la Faja Pirítica.»

Además de la evidente malversación de fondos públicos, a través de las consiguientes sobrecomisiones repartidas entre los implicados, el juez instructor explica con claridad la importancia para el PSOE (para la Junta) que tenía evitar las convulsiones sociales ante su política de desindustrialización, haciendo desaparecer cualquier posibilidad de movimiento de protesta a través de la inversión de ingentes sumas de dinero. El modelo es algo más que simplemente clientelar y corrupto. Como decíamos antes, se trata de un ataque neoliberal contra el movimiento obrero pero por otras vías. Esa es la interpretación de la socialdemocracia que ha predominado en el PSOE, la de un poder neoliberal que utiliza los recursos públicos para seguir los dictados de Bruselas, controlar socialmente a la población y derrotar con dureza al movimiento obrero. En Jaén sabemos algo de toda esta historia, estando detrás de todo Gaspar Zarrías y empresas emblemáticas de la provincia como la cárnica Hijos de Andrés Molina y, sobre todo, Santana Motor.

Y hablamos de modelo porque siguiendo las explicaciones de otro auto, el de 31 de mayo de 2016, se hallan indicios de quienes conocían, permitían y amparaban estos procedimientos. Y, según el instructor, éstos no eran otros que la máxima dirección política de la Junta de Andalucía y del PSOE-A: Chaves y Griñán, Gaspar Zarrías y Magdalena Álvarez, consejeros, directores y secretarios generales, etc. Si repasamos la lista de cerca de 500 imputados en estos años de investigación, queda claro que se trata de una trama institucional que sustentaba un modelo económico y social destinado a gastar el dinero público en facilitar la desindustrialización, la desigualdad y la «paz social», mientras Andalucía pasaba de tener un 20% a un 30% de paro en ese periodo y perdía diez puntos en la convergencia con la media de la UE entre 2007-2013, volviendo a los últimos puestos de la clasificación a nivel europeo. Todo un logro que expone a las claras la deriva neoliberal del PSOE.

La exposición pública y judicial de esta trama es una señal de la pérdida de utilidad del partido para el régimen y de su influencia a nivel estatal. Eso provoca pánico y nervios entre los dirigentes socialistas andaluces, que han entrado en campaña como elefantes en una cacharrería, mientras echan cuentas para evitar la pérdida de escaños que reflejan las encuestas. Si el próximo 26 de junio el partido socialista se juega más que un resultado adverso en las elecciones generales, mucho más que el futuro político de Pedro Sánchez, en Andalucía asistiremos a la prueba de supervivencia del régimen mismo, ya que ante una Susana Díaz incapacitada para convertirse en la imagen blanca que «salva» al partido socialista, el PSOE-A queda expuesto a una carrera por justificar su existencia como gobierno andaluz.

Pero, es que, además, el PSOE afronta un segundo problema, indisoluble del primero, y que no es otro que la crisis en la que ha entrado este modelo de gestión del neoliberalismo impuesto en Europa desde la Transición hasta ahora y que tan bien, para sus intereses, ha representado el PSOE. Dicho modelo impuso una diferenciación Norte-Sur en Europa, a través de una división del trabajo y de las funciones productivas, que permitió la concentración económica y el desarrollo en el Norte y el subdesarrollo del Sur. Esto ha tenido dos consecuencias, por un lado es funcional a la transferencia de capital y rentas hacia el Norte y de deuda hacia el Sur, base de la economía de desigualdad del euro, y por otro margina e impide que las regiones periféricas del Sur puedan establecer formas de cooperación productivas y comerciales con regiones externas a la UE, reforzando su dependencia.

De la misma manera, en el interior de cada país, se estableció el mismo modelo, produciéndose un tránsito de capital entre las economías sumergidas del Sur y la economía financiera del Norte. Así, la especialización productiva de Andalucía y Cataluña es opuesta y, al mismo tiempo, complementaria, siendo ambas dependientes recíprocamente de su correspondiente modelo y del traspaso de capital y trabajo: el subdesarrollo y la economía agraria y de ocio andaluz y la financiarización de un fuerte tejido industrial catalán. Dicho de otro modo, las burguesía del Sur y la del Norte son una misma cosa y se complementan mutuamente mientras cumplan sus papeles: el suministrador de materias primas y productos manufacturados a bajo coste frente al suministrador de productos industriales y alimenticios tecnológicamente avanzados. Pero ambos perdedores frente al Norte europeo y el papel periférico de España.

El PSOE andaluz ha llevado a Andalucía a ser una simple reserva de ocio y turismo, dependiente de un sector agrario poco desarrollado y sin un modelo productivo e industrial con capacidad propia, implantando un escenario inamovible de paro y precariedad. Para conseguirlo era necesaria una importante fragmentación y debilitamiento de las clases populares, una «paz social» que el PSOE ha logrado a través de sus relaciones privilegiadas con el poder financiero y con unas extensísimas redes clientelares.

Y, por tanto, cuando entre en crisis esta correlación y se produce la búsqueda de una salida europea más beneficiosa por parte de la burguesía catalana, aparece también en los medios el populismo «nacionalista» de Susana Díaz, atacando a un «Norte» (Cataluña) que pretende llevarse los ahorros del «Sur» (Andalucía) y que no es más que la carta de presentación de aquella que pretende seguir gestionando este modelo, que aspira a gobernar un PSOE que siga cumpliendo ese papel, y que solo puede ofrecer la sumisión y dependencia de una Andalucía bajo su control. Esa es la oferta que contiene su Plan de internacionalización de la economía andaluza «Horizonte 2020», en el que dibuja una Andalucía como Zona Económica Especial de bajos costes de producción gracias a salarios míseros.

De ahí la importancia del sorpasso; nada de odio ni de rencor. Mientras el verdadero partido del régimen siga administrando el capitalismo nacional y andaluz, o le dé un apoyo soterrado, defendiendo los intereses económicos y financieros neoliberales, no es posible un cambio real en España ni en Andalucía, encaminado a revertir las políticas que durante décadas han ido dañando la calidad de vida de las clases populares.

Este Andalucismo de bandera y sumisión, que ya ha demostrado su fracaso durante cerca de cuarenta años, olvida que el patriotismo y el nacionalismo no pueden existir sin justicia para los de abajo. Y es preciso contraponerle una patria de trabajadores que, conscientes de su papel y el del resto de territorios, sea capaz de romper el modelo de subdesarrollo imponiendo un acuerdo de trabajadores del Norte y del Sur que abra vías de cooperación económicas y productivas desde la igualdad.

Estamos obligados a visibilizar el programa conjunto PPSOE, ese programa oculto que da seguridad a los poderes fuertes europeos, ese programa que disciplina nuestra economía y que limita nuestra soberanía, ese programa ostentado por Susana Díaz en Andalucía, persona de confianza del capital financiero y servidora fiel de las reglas de juego del poder.

Para hacer realidad una posibilidad de cambio en Andalucía se necesita un proyecto que se le enfrente cara a cara; que tenga una respuesta alternativa acorde con su realidad social, para dar lugar a un nuevo acuerdo democrático centrado en las necesidades de las personas y que se vincule a un gran cambio político y social en España. Derrotar al PSOE andaluz requiere un proyecto político autónomo, capaz de una amplia articulación de fuerzas y con una amplia visión de la realidad económica, para proponer una alianza de trabajadores del Norte y del Sur en igualdad de condiciones, entre los de abajo, que rompa el modelo de las burguesías andaluza y catalana para construir un nuevo país que tenga como perspectiva la creación de un nuevo bloque económico y social en el Mediterráneo.

Su miedo es nuestra posibilidad y nuestra sonrisa, la de un pueblo que necesita un proyecto común que les devuelva la esperanza de un futuro mejor, honesto e igualitario.

Firman este artículo Isabel Mateos Valero, Francisco Sanchez Del Pino y Manuel Montejo López de Jaén, Ciudad Habitable

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