El PSOE y Batasuna mantuvieron más de 25 conversaciones antes del alto el fuego de ETA en las que aceptó que el conflicto a resolver era político y expresó su voluntad de llegar a un acuerdo. El embrión de este proceso surgió a finales de 1999, y las reuniones se desarrollaron de forma ininterrumpida desde […]
El PSOE y Batasuna mantuvieron más de 25 conversaciones antes del alto el fuego de ETA en las que aceptó que el conflicto a resolver era político y expresó su voluntad de llegar a un acuerdo. El embrión de este proceso surgió a finales de 1999, y las reuniones se desarrollaron de forma ininterrumpida desde 2001 para acelerarse a partir de 2004, hasta tal punto que antes del alto el fuego declarado por ETA en marzo de 2006 ambas partes habían cruzado impresiones y propuestas en una misma mesa en nada menos que 25 ocasiones, lo que habla de una periodicidad más o menos bimestral.
Según fuentes conocedoras de este proceso, las conversaciones entre representantes del PSOE y de Batasuna en esta primera fase previa al alto el fuego se pueden dividir en tres momentos: el inicio de los contactos, en 1999; un salto cualitativo a partir de 2002 en el que se fija un compromiso de partida que define el conflicto como político y subraya la voluntad mutua de llegar a un acuerdo resolutivo; y la última fase, a partir de 2004, cuando el PSOE retorna a La Moncloa.
En enero de 2006, cuando las reuniones ya son conocidas y han alcanzado cierta madurez, la izquierda abertzale trata de dar cuerpo al proceso poniendo sobre la mesa un guión de debate.
Es un guión político para una solución política a un conflicto político, al que ni el PSOE ni PNV le pondrían reparos.
Reuniones entre los partidos
La decisión de mantener la ilegalización ante la próxima cita electoral ha sido recibida por la izquierda abertzale como un tercer «no» a su propuesta de acuerdo político que resolvería definitivamente el conflicto. El primero se lo dieron hace unos meses los interlocutores de PNV y PSOE en las conversaciones a tres bandas celebradas en Loiola; el segundo ha sido expresado, más con los hechos que con las palabras, tras la presentación pública de la propuesta de «autonomía a cuatro» con derecho a decidir; y el veto a la inscripción de ASB como nuevo partido, a las listas de AS y a parte de ANV viene a reafirmar ahora los dos anteriores. Pernando Barrena resaltaba el martes en Iruñea que la izquierda abertzale mantiene su apuesta por la solución pero, de momento, atrás quedan ya seis años de esfuerzos por lograr un punto de consenso.
Se trata de conversaciones en las que el PSOE aceptó ya desde 2002 (ambas partes mantuvieron más de 25 reuniones antes del alto el fuego de ETA) que el conflicto a resolver era político y afirmó que su voluntad era llegar a un acuerdo. GARA repasará en los próximos días los elementos sustanciales del proceso negociador para la conformación de una mesa de partidos políticos, desde las primeras reuniones de Durango hace siete años hasta el frustrado cónclave de Loiola.
El pasado mes de octubre, en los parajes de Loiola, alejados del mundanal ruido, representantes de la izquierda abertzale (Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria u Olatz Dañobeitia), del PSOE (Jesús Eguiguren y Rodolfo Ares) y del PNV (Josu Jon Imaz e Iñigo Urkullu) debatieron durante muchas horas las tres cuestiones centrales del irresuelto conflicto: el reconocimiento de Euskal Herria, el derecho a decidir y la territorialidad. El desenlace es conocido y admitido unánimemente: no hubo acuerdo y con ello se abría un bloqueo incierto que se prolonga en la actualidad y que tiene su última expresión en el veto electoral a la izquierda abertzale. Pero las versiones sobre esta negociación frustrada por el momento difieren y han dado pie a mucha literatura y a un intenso debate político.
El embrión de este proceso surgió a finales de 1999, y las reuniones se desarrollaron de forma ininterrumpida desde 2001 para acelerarse a partir de 2004. Hasta tal punto que antes del alto el fuego dado por ETA en marzo de 2006 ambas partes habían cruzado impresiones y propuestas en una misma mesa en nada menos que 25 ocasiones, lo que habla de una periodicidad más o menos bimestral.
«Conflicto político»
A tenor de la información ya conocida y de la recabada ahora de fuentes conocedoras de este proceso, las conversaciones entre representantes del PSOE y de Batasuna en esta primera fase previa al alto el fuego se pueden dividir en tres momentos. Uno de ellos es meramente preliminar y afecta al inicio de los contactos, pero tiene también su punto de interés ya que fue el entonces líder del PSE, Nicolás Redondo Terreros, muy poco sospechoso ahora de connivencias con el independentismo, quien llamó a la puerta de la izquierda abertzale en 1999. Junto a él acudieron a la cita de Durango José María Benegas y Jesús Eguiguren. Este último, presidente del PSE, y Arnaldo Otegi, portavoz de Batasuna, serían los hilos conductores del largo proceso de interlocución que se abría. Aquella primera reunión, una mera toma de temperatura en la época de Lizarra-Garazi, tuvo básicamente el efecto de abrir ese canal.
En 2001, delegaciones lideradas por Eguiguren y Otegi vuelven a reunirse. Son tiempos de conflicto puro y duro para ambas partes. Con una dificultad añadida: la virtualidad futura de este cruce de opiniones no está clara toda vez que en ese momento el PP sigue gobernando en Madrid con una amplia mayoría y el propio PSOE acaba de promover y firmar con Aznar un pacto anti-abertzale. Sin embargo, el salto cualitativo en las conversaciones no tarda en producirse. Según ha podido comprobar GARA, ya en el año 2002 ambas partes fijan un compromiso de partida que define el conflicto como político y subraya la voluntad mutua de llegar a un acuerdo resolutivo.
Ese «suelo» para la negociación se resume en dos frases consensuadas por los representantes del PSOE y los de la izquierda abertzale. La primera deja claro que «el objetivo de estas conversaciones es intentar acordar las condiciones políticas que permitan establecer un escenario de resolución del conflicto político vasco». Y la segunda especifica que «la voluntad de ambas partes es llegar a dicho acuerdo, siendo conscientes de su dificultad pero con el compromiso claro de no legar a las futuras generaciones esta situación».
La implicación del PSOE en una iniciativa de estas características habría sorprendido mucho si se hubiera conocido entonces. Pero quizás no tanto para quien hubiera ido conociendo escritos de Jesus Eguiguren, resumidos después en el libro «Los últimos españoles sin patria (y sin libertad)» que incluye como epílogo las llamadas «bases para un arreglo». La izquierda abertzale descubrió en esos textos un posible punto de encuentro en claves muy diferentes a las holladas hasta entonces: basado en el consenso en torno a las reglas de juego y no en torno a las propuestas de cada formación, lo que abocaba al fracaso una y otra vez.
Las «bases para un arreglo»
Estas «bases», publicadas en el año 2003, incluyen afirmaciones que con el tiempo pueden leerse incluso como propuestas de la izquierda abertzale. Así, el primer punto aboga por «el reconocimiento de que todas las opciones políticas deben disponer de los mecanismos y posibilidades de llevar a la práctica sus objetivos democráticos. Expresado de otra forma, nuestra sociedad es libre de decidir su futuro siguiendo los procedi- mientos democráticos. La función del ordenamiento jurídico es garantizar los mecanismos para adoptar dichas decisiones y hacer posible su aplicación y su puesta en práctica, siempre y cuando se sigan los procedimientos de diálogo y consenso».
Eguiguren planteaba la necesidad de buscar este acuerdo a través del «diálogo multipartito» en «un foro o lugar de encuentro». La mesa de partidos era una idea naciente que daría mucho que hablar y recogería adhesiones prácticamente unánimes en 2005 y los inicios de 2006. Incluida la del PNV, con quien la izquierda abertzale intensificó también los contactos, esta vez en su sede de Sabin Etxea, en paralelo a los mantenidos en Elgoibar con el PSE.
Detalles a un lado, lo innegable de las bases de Eguiguren es la idea de fondo de la necesidad de una solución política -un «arreglo» según su terminología-. Esta concepción sería trasladada sin margen de duda a las conversaciones con la izquierda abertzale, desde el compromiso mutuo de 2002 hasta 2004. En este año, en marzo, los encuentros periódicos localizados en un baserri de Elgoibar iban a entrar en una tercera fase y cobrar otra dimensión, porque el PSOE retornaba a La Moncloa.
El triunfo del PSOE hizo lógicamente que las conversaciones todavía secretas comenzaran a tener un horizonte práctico, no sólo teórico. La oportunidad de que hubiera una oportunidad empezaba a ser real. Las conversaciones ganaron en profundidad y en definición. Y la izquierda abertzale hizo un movimien- to de mucho calado destinado a abrir puertas de par en par: en noviembre, ocho meses después de la llegada de Zapatero, abarrotaba el Velódromo de Anoeta para explicar a su gente y ofrecer a la otra parte un nuevo procedimiento basado en dos mesas de negociación: la que deben formar evidentemente ETA y el Gobierno español, por un lado, y la compuesta por partidos y agentes para alcanzar el acuerdo político pendiente, por otro.
Las expresiones de buena voluntad fueron paralelas a estos contactos políticos ocultos, y tuvieron su exponente más claro en el cruce de mensajes entre Batasuna y Zapatero en enero de 2005. Con un nuevo clima político evidente a todos los niveles -incluida la reducción de su actividad armada por parte de ETA o la resolución del Congreso impulsada por el PSOE para conseguir un aval para el diálogo con la organización-, a finales de año ambas partes sacaron a la luz la existencia de las conversaciones, sin ocultar para nada que el objetivo era buscar una solución en clave política y no militar o «técnica».
Arnaldo Otegi dio algunos detalles en el libro-entrevista publicado por el diario vasco Gara en diciembre: « Mañana, Euskal Herria «. En el acto de presentación, el portavoz independentista destacó el valor de haber logrado blindar esos contactos, confirmó que gracias a ellos se abría la posibilidad de solucionar el conflicto y dejó claro que el objetivo era «ver si somos capaces de firmar un primer acuerdo entre los partidos políticos». Pocos meses después, era Jesús Eguiguren, el protagonista al otro lado de la mesa, quien hacía una confirmación similar. Fue en El Diario Vasco , apenas unos días después del alto el fuego de ETA. Allí explicaba que «los puentes con la izquierda abertzale han facilitado esto» y afirmaba que «los cimientos de este proceso están muy bien construidos».
El presidente del PSE no ocultaba que el proceso a abrir entonces era político. «Lo que está ocurriendo estos días son los primeros pasos de un cambio de época en el País Vasco en el que por fin vamos a entrar en el terreno de la convivencia, de los consensos políticos, y donde la pesadilla que hemos vivido será cosa del pasado». La apelación a la búsqueda de «consensos» iba en coherencia con la idea de la mesa de partidos, aceptada por entonces casi unánimemente. Y también con la declaración de ETA, que situaba el alto el fuego como iniciativa para facilitar un proceso democrático.