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El que realmente expulsó a Cuba de la OEA

Fuentes: Aporrea

 Claro, la decisión partió Estado Unidos, pero quien armó el tinglado «legal» fue Rómulo Betancourt a través de su Doctrina. La posición de Betancourt en 1948, como jefe de la delegación venezolana, en Bogotá (IX Conferencia Interamericana) se inscribía en los parámetros del panamericanismo que comprendían: 1º la defensa hemisférica y 2º la intervención multilateral […]

 Claro, la decisión partió Estado Unidos, pero quien armó el tinglado «legal» fue Rómulo Betancourt a través de su Doctrina. La posición de Betancourt en 1948, como jefe de la delegación venezolana, en Bogotá (IX Conferencia Interamericana) se inscribía en los parámetros del panamericanismo que comprendían: 1º la defensa hemisférica y 2º la intervención multilateral (piezas claves del sistema de seguridad y defensa y dominación del Norte). En aquella ocasión Betancourt disfrazado de antiimperialista propuso la liquidación del colonialismo en América y la independencia de Puerto Rico. En 1948, con la OEA se iba a consolidar lo que Alberto Lleras Camargo denominó: MINISTERIO DE COLONIAS DE LOS EE UU (esto no lo dijo Raúl Roa como se ha difundido).

Fue Alberto Lleras Camargo quien elaboró la Resolución XXXII que condenaba las actividades de los agentes al servicio del comunismo internacional.

La Doctrina Betancourt fue implementada para acusar a Cuba de dictadura, y defender las democracias representativas. A la izquierda le era casi imposible ganar unas elecciones en Occidente, por cuanto que los sistemas electorales siempre habían estado bajo el dominio y presión de los medios de comunicación pro-capitalistas; entonces ante estos fraudes era natural que se produjeran movimientos de resistencia popular, guerrillas. En todos los países donde había movimientos insurgentes, guerrillas y grandes conmociones sociales, era porque la mano peluda de Washington había asesinado a sus dirigentes naturales; había intervenido para desconocer la voluntad popular. Fue por esto por lo que en Grecia se desarrolló una guerra civil entre un gobierno pro-occidental y guerrillas comunistas y el sucio Harry Truman gritaba que era porque Turquía estaba bajo la presión soviética. Fue así como Truman ideó la política de «contención». Esa política era colocar en todos los medios de comunicación de la Tierra, en todos los centros culturales, intelectuales afectos a su causa. Para eso había miles de millones de dólares listos para comprar, para halagar, para condecorar a todos los comprometidos con la cultura y la academia.

Estas ideas de Truman le parecían a Betancourt tan necesarias que para mediados de los cincuenta, consideraba que América Latina sólo podía salvarse si coincidía en todo políticamente con el Departamento Estado; sobre todo porque sostenía «que los regímenes totalitarios impuestos a los pueblos libres, por agresiones directas o indirectas, socavan los fundamentos de la paz internacional y, por tanto, la seguridad de los Estados Unidos… En varios países del mundo, recientemente, se han implantado por la fuerza regímenes totalitarios, contra la voluntad popular. El gobierno de los Estados Unidos ha levantado frecuentes protestas contra las coacciones y las intimidaciones realizadas en Polonia, Rumania y Bulgaria, violando el acuerdo de Yalta. Debo afirmar también que en otros países han ocurrido hechos semejantes.» La Doctrina Truman será el argumento clave que se esgrimirá contra el presidente de Guatemala Jacobo Arbenz, para invadirlo y sacarlo del poder. Veremos como éste argumento, ya convertido en Doctrina Betancourt, será el que se le aplicará a Cuba para echarla de la OEA, y armarle una y mil trampas para acabar con su gobierno.

Nueve Conferencias Interamericanas, totalmente manipuladas por EE UU se realizarían entre 1933 y 1948 (cuando se crea la OEA, Organización de Estados Americanos). Lo más impolítico para nosotros era una liga de naciones americanas con presencia de EE UU, por cuanto que quedaríamos subordinados al imperio. Resulta sorprendente que la dictadura de Juan Vicente Gómez con todo su degenerado sometimiento al imperio del Norte, en 1933, se opuso a tal liga. Pero en las posteriores reuniones se fue madurando la idea. Betancourt, para la reunión que se realiza en Panamá, en 1939, ya estaba proponiendo una entente económica y defensiva interamericana con EE UU.

Sabemos en qué terminaron estos primeros sondeos gringos, dentro de la política del «buen vecino», en la creación del TIAR.

¿Podía Betancourt, por ejmplo, por todo lo que luego se verá, estar ajeno sobre cuanto se maquinaba contra Arbenz, con los dictadores Trujillo, Somoza y Gálvez? Imposible. Betancourt, solo, habría hecho un trabajo mil veces superior a favor de Dulles, que esos tres canallas dictadores, manejándolo todo desde una fuerza multilateral dirigida desde la OEA, porque ya el ablandamiento mediático anticomunista se había cumplido en un cien por ciento. Faltaban apenas las negociaciones diplomáticas por ante las cancillerías de América y de las consultas interamericanas.

(Otro mito que hay que echar por tierra fue el que se creó a principios de los sesesnta, de que Betancourt impulsó la eliminación del dictador Trujillo. Falso. Lo hizo la presencia de Fidel Castro en el escenario del Caribe. Fue igualmente Fidel Castro quien hizo que la administración Kennedy, con la asesoría de Frances Grant y Arthur Schlesinger promocionaran la Doctrina Betancourt y la creación de la Alianza para el Progreso. Estos dos últimos programas iban a constituir los dos mecanismos poderosos para presionar a los países del hemisferio contra Cuba.

Era tal la preocupación de la Casa Blanca en el Cuban Issue, que desde el 13 de marzo de 1961, insistentemente comenzó a hablarse por todo el continente que el programa de ayuda por parte de Estados Unidos para el desarrollo económico y social para nuestra región sería de 20.000 millones de dólares en 10 años. Con tal fin se apuraba una agenda de trabajo en la OEA que únicamente apuntaba a la expulsión de Cuba de esta organización.

De no haber sido por la revolución cubana, nunca se habría planteado este programa que a fin de cuentas sólo quedó en puras promesas, no obstante que permitió el crimen de aislar y de someter a Cuba a los peores atentados terroristas.

A mediados de 1960, eran enormes los esfuerzos de Betancourt por tratar de derrotar el enorme entusiasmo que provocaba la Revolución Cubana en la vida política nacional. Da órdenes expresas a su canciller Marcos Falcón Briceño para que se expulse de la OEA a Cuba. El ex canciller Ignacio Arcaya había votado contra esta resolución recibiendo instrucciones de URD, lo que le costó el cargo. Situación ésta que a la postre va a implicar el retiro de URD de la coalición urdida con el Pacto de Nueva York, y que quedará únicamente en la entera «Guanábana», sólo verde y blanca.

El 28 de junio de 1960, había sido aprobada la Declaración de San José en la cual se realizaba un acuerdo previo para la expulsión definitiva de Cuba de la OEA, condenando «la intervención extranjera». Qué sarcasmos: aún teniendo en cuenta que no ha habido en el mundo un país que hubiese interferido más en los asuntos internos de las naciones de este hemisferio que quien estaba llevando la voz cantante en esta propuesta. Una vez que Cuba se retira de esta reunión, la resolución fue aprobada por unanimidad. El Secretario de Estado Christian A. Herter, manifestó en esa oportunidad que los Estados Unidos, que tenía la esperanza de que los miembros de la familia interamericana demostraran su unidad para resolver sus diferencias y reafirmar su alianza en términos inequívocos.

Simón Sáez Mérida nos refiere que para entonces Betancourt se encontraba en el máximo círculo de confiabilidad del gobierno norteamericano; que Arthur Schlensiger en su gira continental de exploraciones y complicidades políticas, mientras encontró vacilaciones en Arturo Frondizi (Argentina), en Lleras Camargo (¡quién lo puede imaginar!) (Colombia), en Paz Estensoro (Bolivia), en Jorge Alessandri Rodríguez (Chile), en Haya de La Torre (Perú) y oposición en Joao Goulart (Brasil), sin embargo en Betancourt encontrará coherencia, agresividad, liderazgo e iniciativa en política contra Cuba y franca identificación con el gobierno norteamericano. Le planteaba Betancourt por todo el cañón al Departamento de Estado, que si la OEA emprendía en primer lugar una acción contra Trujillo, sería más fácil después unir a las repúblicas contra Castro. Y esto le venía como anillo al dedo, recordando Kennedy que la política de Harry Truman en 1946 era establecer un ejército interamericano con un generalato estadounidense.

Los movimientos de un golpe internacional contra Cuba, tuvieron a finales de 1960, una candente y acelerada agitación. El 20 de noviembre el presidente Kennedy se reúne con el nuevo Director de la CIA, John A. McCone, para informarle que está en ejecución un nuevo programa de acción contra Cuba a cargo del general Lansdale y bajo la dirección directa del Fiscal General. El 21, el Gobierno cubano contraataca y envía una nota al Presidente del Consejo de la OEA para que se convoque una sesión extraordinaria, y se discuta una operación militar por parte de Estados Unidos que pone en peligro la soberanía de la República Dominicana. La Casa Blanca se enfurece, y el día 22, a través de su embajador ante la OEA, DeLesseps Morrison, niega tales acusaciones. Replica Washington que el Gobierno cubano es el verdadero peligro para la seguridad del Caribe por el «servilismo al bloque comunista que permite que sea utilizado como instrumento para la subversión y la agitación a través del Hemisferio.»

El 30 de noviembre, Kennedy hace oficial la Operación Mangosta. Se nombra al general Maxwell Taylor presidente del grupo, aunque Robert Kennedy queda como el vínculo informal entre éste y el presidente. El 4 de diciembre, el Consejo de la OEA aprueba la moción anti-cubana propuesta por el títere de Colombia en la que se demanda convocar una Reunión Consultiva de Cancilleres de la OEA para considerar una supuesta «amenaza extra-continental». Cuba y México votan en contra y se abstienen cinco países. Venezuela guarda especioso silencio, porque bajo cuerda es quien mueve todos los hilos de la conjura internacional contra Cuba.

DeLesseps Morrison, al apoyar la convocatoria, declara que su Gobierno «[…] ha mantenido desde el primer momento que la amenaza a la que se enfrentan hoy las repúblicas americanas es con toda claridad una cuestión que debe ser considerada apropiadamente de acuerdo con el Tratado de Río». El mismo día, Morrison somete a consideración de la Comisión Interamericana de Paz de la OEA un documento titulado «El régimen de Castro en Cuba», en la que advierte: «Cuba representa bajo el régimen de Castro, como punta de lanza del imperialismo chino-soviético, una seria amenaza para la seguridad colectiva de las repúblicas americanas».

El 7 de diciembre de 1960, el general Lansdale propone operaciones de hostigamiento contra Cuba, en el marco de la Operación Mangosta, pero que se trabaje con exiliados, especialmente con profesionales que se hubieran opuesto a Batista y que se sintieran desilusionados con Castro. El objetivo es que «el pueblo mismo derrocará al régimen […] en vez de que Estados Unidos dirija los esfuerzos desde el exterior». El 9, Colombia rompe relaciones diplomáticas con Cuba. El 14 desaparecen dos pilotos de la CIA, involucrados en la Operación Mangosta, durante una misión encubierta sobre el territorio cubano. El 18, Cuba rechaza una solicitud de la Comisión Interamericana de Paz de la OEA para realizar una investigación en su territorio en relación con acusaciones formuladas por Perú de que el Gobierno cubano está enfrascado en actividades subversivas hacia otras repúblicas latinoamericanas y de violación de los derechos humanos. El 20 de diciembre de 1960, se recrudecen los intentos por aislar a Cuba, y para los actos de terrorismo contra la isla se designa a William K. Harvey, como responsable de la Fuerza de Tarea W, la unidad de la CIA para la Operación Mangosta. Esta unidad está formada por unos 400 gringos en su estación de Miami; además, cerca de 2000 cubanos, una flota privada de lanchas rápidas y un presupuesto anual de unos $50 millones de dólares. La Fuerza W va a dirigir actividades contra los barcos cubanos y la aviación fuera de la isla (así como buques extranjeros que comercian con Cuba), tales como la contaminación de los embarques azucareros cubanos, el soborno a las entidades comerciales que le venden a Cuba y otras terroristas acciones.

El 2 de enero de 1961, Castro comunicó al Gobierno de Estados Unidos que debía limitar a once personas su personal de la embajada en La Habana, lo que puso en alerta máxima a Rómulo para preparar medidas solidarias con Washington. La decisión de Castro era un desafío que preludiaba una confrontación espantosa; una gran ofensa para el imperio, y los amigos del imperio tenían que comenzar a manifestarse.

Un día después, Eisenhower se reúne con los principales miembros de su Gabinete en la Casa Blanca y del Grupo Especial, y se toma la decisión de romper las relaciones con Cuba. Eso fue un mensaje muy claro para el resto de los países latinoamericanos, sobre todo para Betancourt, que debía llevar junto con Colombia la voz cantante en el hemisferio.

Allen Dulles, gran amigo de Betancourt, le había hecho saber a través de José Figueres, que el apoyo que Estados Unidos le había dado para que accediera al poder, no era en absoluto gratuito, y que se debía actuar de una manera contundente en contra de la injerencia cubana en el continente. Que había llegado la hora de definirse, porque en su propio medio, la escalada subversiva estaba poniendo en serio aprieto a su propio gobierno, y que una posición vacilante y ambigua no contribuiría para nada con la estabilidad política de la región.

No era necesario hacerle tanta presión, como veremos, puesto que a los pocos días Betancourt reafirmar su condición de paladín de la lucha anti-comunista en América Latina, de manera más contundente que Somoza, que lo que lo había sido Chapita o Duvalier. Él sólo estaba esperando una orden para proceder a apretar las espuelas. Sobre la marcha, y mediante una solicitud secreta de Betancourt al jefe colombiano, le solicita que se haga una sesión extraordinaria del Consejo de la OEA en la que se examine una convocatoria de Cancilleres «[…] para considerar las amenazas a la paz y a la independencia política de los Estados Americanos que puedan surgir de la intervención de potencias extra-continentales encaminadas a quebrantar la solidaridad americana».

Toda una serie de movimientos que conducen a que el 11 de noviembre de 1961 Rómulo Betancourt dé también el gran paso, y rompa relaciones diplomáticas con Cuba, alegando que en la isla no cesan los fusilamientos, cuando realmente su razón principalmente era la orden emanada de Washington. La derrota en Playa Girón fue también un golpe mortal para la política del gobierno venezolano. Reforzando su posición pro-norteamericana, se comunicó con el Presidente Kennedy para que nos visitara.

En octubre de 1962, Betancourt ya estaba en plena acción de guerra contra Cuba, cumpliendo al pie de la letra lo que decidiera el Comando Sur, con sede en Panamá. Se realizaba el bloqueo contra la isla y naves de Estados Unidos, Argentina y Venezuela participaban en la operación denominada «Task Force 137». Se estaba viviendo la etapa más terrible de la crisis de los misiles El martes 23 de octubre de 1962, todo estaba listo para el bloqueo: «Desarmar, no hundir». La OTAN, la ONU y la OEA se habían mostrado decididamente por la cuarentena. El miércoles 24 de octubre, por la mañana, la cuarentena entra oficialmente en vigor. Los buques y los submarinos americanos se encuentran listos para la acción. También están preparados las fuerzas aéreas y todo el Ejército en estado de máxima alerta. Los 15 miembros del Excom permanecen trabajando las 24 horas del día.

Cuenta Edwin Lieuwen, investigador y gran amigo de Betancourt, que fue la proposición de Dean Rusk, Secretario de Estado norteamericano, quien planteó una reunión de emergencia del Consejo de la OEA, para mediante la fuerza, garantizar el bloqueo a Cuba. Y añade: «Nueve naciones latinoamericanas adoptaron actitudes de cooperación: Argentina ofreció dos destructores; Honduras y Perú ofrecieron tropas; Costa Rica (Francisco José Orlich), Nicaragua (Anastasio Somoza), Panamá (Roberto Chiari), República Dominicana (Rafael Filiberto Bonelly), Guatemala (Miguel Idígoras Fuentes) y Venezuela (Rómulo Betancourt), ofrecieron el uso temporal de sus bases.»

Todos los amigos de Betancourt estaban ahora decididamente de acuerdo con invadir y pulverizar a Cuba; incluso lo que lo estuvieron considerando mucho como Paz Estensoro y Haya de La Torre. Instigados por la acción determinante de Betancourt pedía a gritos se instrumentalizara una liquidación rápida, echando mano del TIAR, por agresión al hemisferio. Quien continuaba en el trabajo de ingeniería armando una fórmula perfecta para salir de Cuba, era Betancourt: él propuso la estrategia de utilizar la OEA. Primero para justificar el golpe de gracia, solicitó una acción contra Rafael Leonidas Trujillo que demostrara que no se querían gobierno dictatoriales, «lo que haría más fácil y convincente luego unir a las Repúblicas contra Castro», como se dijo.

Sostiene Sáez Mérida que cuando Kennedy comenzó su período en 1961, le tocó en cierto modo continuar los proyectos que para Latinoamérica había dejado Eisenhower, frente a Cuba. Betancourt tenía que aportar recomendaciones al Norte que no fueran a llevarlo a un enfrentamiento como el ocurrido contra Arbenz en Guatemala. Sáez Mérida aseguraba que desde que Castro se encontraba en la Sierra Maestra, Betancourt estuvo de lleno planificando su derrota (por la forma como este grupo guerrillero se expresaba sobre el imperio yanqui), y que sus vínculos eran con Prío Socarrás y los llamados «auténticos». Schlesinger quien en esta época se abocó a buscar consejos y asesorías entre los más importantes mandatarios de la región, fue en Betancourt en quien encontró resueltas y más acabadas formas para implementar la estrangulación política de Castro.

Realmente toda esta armazón de un nuevo tipo de dominio sobre el hemisferio latía en la cabeza de Betancourt desde los tiempos en que él y Frances Grant, Luis Muñoz Marín y José Figueres, tenían largas reuniones en La Habana, Puerto Rico, Washington y Nueva York. Para Sáez Mérida, Betancourt era un subalterno arrogante del imperio norteamericano que se anticipaba siempre a presentar como suyas las tesis y estrategias a las que ya se les notaba algún éxito cada vez que era aplastado algún movimiento popular en el continente. «Aparentaba hablar de de tú a tú, de quien a quien, se creía un par y no un vasallo, fingía patriotismo y orgullo, simulaba disgusto, teatralizaba, hacía desplantes, mentía con frecuencia, pero sabía mentir, lo hacía con altivez y cuando hacía falta, con insolencia. Manejaba bien la escena de las apariencias, desde la dureza de carácter, el valor, la autosuficiencia y hasta el mesianismo… Enmascaraba las políticas y agresiones norteamericanas con la mampara de la OEA y la tesis de la «intervención colectiva». Todo lo que se hiciera bajo esa cobertura tenía legitimidad.»

A partir de 1960, EE UU decidió darle una nueva orientación a la función de las Fuerzas Armadas en el continente. Nadie se tragaba el cuento de que seríamos víctimas de una invasión desde el exterior y que entonces nos uniríamos y formaríamos una gran defensa continental. En 1961, se decide concentrar la ayuda militar en el asunto de la seguridad interna y la protección de los gobiernos, con lo que el TIAR no servía para nada. Edwin Lieuwen sostiene: «El nuevo programa contrarrevolucionario para América Latina fue lanzado en 1962 mediante la ampliación de las Fuerzas Especiales del Ejército de los EE UU, que ya habían demostrado su eficacia en el sudeste de Asia. El Comando Norteamericano del Caribe, con cuarteles en la zona del Canal (Panamá), comenzó a subrayar la importancia estratégica de la táctica contrarrevolucionaria, y se seleccionaron oficiales latinoamericanos para adiestrarlos en la técnica de la lucha contra las guerrillas en la Escuela de Fuerzas Especiales de Fort Braga, Carolina del Norte, y en la Escuela de Guerra en la Jungla, de Fort Gulick en la zona del Canal. Además los equipos especializados en la lucha contra las guerrillas impartieron instrucciones a los ejércitos de toda América Latina.».

En una nota de la AP, emitida en Río de Janeiro del 19 de agosto de 1968, se revelaba parte de las acciones contra Cuba, en las que Venezuela se había visto envuelta. La firmaba el corresponsal norteamericano Claude E. Erbsen, quien hacía un balance de las jornadas realizadas en octubre de 1962 contra la isla. Dice el despacho: «A pesar de que ya en 1962 se conocía la existencia de esta flota, las operaciones de ésta se mantuvieron en secreto. Recién ahora, fue dada a conocer la historia de sus actividades por la Armada de los Estados Unidos». Esta flota estaba conformada por naves de EE UU, Argentina y Venezuela, y comisionada para controlar los extremos del Caribe, desde Venezuela hasta Puerto Rico. La participación de Venezuela y Argentina relevó a las fuerzas estadounidenses de la necesidad de cubrir las entradas sur del Caribe y proporcionó un apoyo multinacional a la decisión norteamericana para poner a Cuba en cuarentena. No había duda de que esta fue una decisión tomada exclusivamente por Betancourt y su Alto Mando militar, sin consultar siquiera a su gabinete.

Estos acuerdos venían cocinándose desde el momento mismo en que Fidel estuvo en Caracas y dijo que Venezuela, por su geografía, por las montañas que poseía, presentaba mejores condiciones que Cuba para sostener una batalla guerrillera contra las injusticias.

Para el plan de una invasión a Cuba se buscaron muchos aliados en América Latina, sobre todo en el Caribe y en Centroamérica. Entre los más decididos en colaborar con recursos, hombres y armas, se encontraban Nicaragua, Santo Domingo, Honduras, El Salvador, Colombia y Venezuela. Se desparramaron por el continente batallones de cubanos batisteros que comenzaron a tener reuniones con altos funcionarios de los gobiernos de estos países. Estos cubanos ya tenían importantes enclaves en el mundo mediático de América Latina, y en Venezuela trabajaban codo a codo con la Cadena Capriles y con el Canal 4, Televisa (fundado en 1953), que en 1960, había sido adquirido por Diego Cisneros (batistero del alma y padre de Gustavo Cisneros).

En realidad, el bloqueo contra Cuba había sido impuesto por EEUU, el 3 de febrero de 1962, a través de la Proclama 3447, y decididamente solidario con esta acción estuvo el gobierno de Betancourt. Después, EE UU basó la legalidad de la cuarentena declarada sobre la isla, en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.

Finalmente hay que decir que la expulsión de Cuba de la OEA fue considerada por la cadena de medios de Miguel Ángel Capriles, agente de la CIA, como un triunfo de la monstruosa campaña que hicieron en contra la isla de Martí. Esta decisión horrible se dio el 30 de enero de 1962 en la Conferencia de la OEA, realizada en Punta del Este. «Le han dado la razón a Venezuela y a la Cadena -exclamó Miguel Ángel Capriles -, y a mí, que fui el primero en lanzar en mis periódicos la acusación contra Fidel y su gobierno y en insistir que por ser comunista no podía estar representado en los organismos interamericanos». Y no olvidemos que Rafael Poleo fue el alumno predilecto de Miguel Ángel Carriles, y quien aprendió todas sus mañas.

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