Djamila Ribeiro es la autora del libro más vendido en 2020 en Brasil por la plataforma Amazon. El Pequeño manual antirracista, que de forma sencilla, en menos de 100 páginas, explica el origen del racismo y las mejores formas de combatirlo, fue un éxito de ventas inesperado en un país en el que se suele negar la existencia del racismo y donde hoy seguidores del máximo mandatario atizan el odio al diferente y arremeten contra activistas antirracistas.
Ribeiro se define como mujer, feminista, negra: “Yo soy hija, nieta y bisnieta de empleadas domésticas. Las anteriores a ellas fueron esclavizadas. La mujer negra salió del lugar esclavizado para convertirse en empleada doméstica. Brasil, el segundo país con mayor población negra fuera de África, fue uno de los últimos en abolir la esclavitud. Fueron casi cuatro siglos de esclavización: la gente era mercadería hasta 1888. A partir de entonces el gobierno brasileño no tomó medidas de reparación para la población negra, mientras que, por el otro lado, incentivaba la llegada de inmigrantes europeos de piel blanca, ofreciéndoles puestos de trabajo.
No olvidemos que en el Brasil de hoy todavía la mayoría de las mujeres negras, seis millones, son empleadas domésticas. El ciclo se rompió en mi generación por causa de las políticas públicas en el área de educación. Yo pude romper con ese ciclo”.
Del puerto a la filosofía
Djamila Ribeiro nació el 1º de agosto de 1980 en la ciudad de Santos. Su padre trabajaba en el puerto. “No tuvo oportunidad de estudiar pero se interesaba por la política. Era estibador, y los estibadores constituían un sector muy politizado en Brasil. Mi padre fue militante del movimiento negro y uno de los fundadores del Partido Comunista de Santos. Somos cuatro hermanos; desde chicos nos llevaba al teatro y en nuestra adolescencia nos daba a conocer libros de filosofía”.
El anhelo paterno germinó. Djamila consiguió ingresar en la universidad. Empezó estudiando periodismo, se graduó, y cuando tenía 27 años y ya era madre de una niña de tres se inscribió en la carrera de Filosofía. “Siempre me había atraído la filosofía y vi la oportunidad cuando en 2008 se abrió el campus con carreras humanísticas en Guarulhos, en las afueras de San Pablo. Bajo el gobierno de Lula se extendieron las universidades públicas. Yo pertenezco a una generación de personas negras que tuvieron acceso a la educación superior gracias a las políticas públicas, sobre todo del gobierno de Lula. Ahora el gobierno de Bolsonaro vino a frenar los avances que habíamos conquistado en los últimos años”.
Hoy es máster en Filosofía Política por la Universidad de San Pablo, profesora del departamento de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo y le preocupan mucho los recortes presupuestarios a las universidades y la retirada de acciones afirmativas contra la discriminación de sectores vulnerables. Según la ley general de cuotas de 2012, todas las universidades federales de Brasil deben ofrecer cupos para allanar el acceso a estudios superiores a la población negra, indígena y de bajos ingresos.
Gracias a ese sistema de cuotas desarrollado bajo los gobiernos de izquierda, hoy Djamila es una de las más influyentes activistas del feminismo negro, con fuerte presencia en el mundo académico, editorial y en el periodismo. La BBC la incluye en la lista de 2020 de las 100 mujeres más influyentes del planeta.
“Todo tiempo histórico tiene su resistencia, y yo soy parte de la resistencia a esa atrocidad que es el gobierno de Bolsonaro. Un gobierno extremadamente conservador, que conduce al desmontaje de políticas públicas y a la precarización de la vida de la población pobre. En esta pandemia en Brasil mueren cinco veces más brasileños negros que blancos. Muchos viven en la periferia, en asentamientos irregulares sin saneamiento básico, y carecen de condiciones para hacer aislamiento social. Todo indica que en los próximos 20 años no habrá inversiones en salud ni en educación. Los recortes van a impactar más fuertemente en la población negra y pobre”.
Columnista en Folha de São Paulo y en otros medios, sostiene que “en Brasil todo el mundo es racista pero nadie lo asume: da vergüenza reconocerlo en público. Por mucho tiempo se negó la existencia del racismo. Bolsonaro hace mucho uso de eso, dice que en realidad no hay racismo y que somos los activistas antirracistas quienes creamos el problema”.
Por tanto, advierte que “el racismo brasileño es un crimen perfecto”, dado que el racismo estructural en una sociedad alienada lleva a mucha gente a reproducir el lenguaje de odio sin darse cuenta.
“El racismo es una estructura que marca todas las relaciones sociales de este país fundado sobre la idea romántica de que no había conflicto racial porque no hubo un sistema de apartheid legal que separara severamente a blancos de negros como en Sudáfrica. Esta idea dificultó un mayor acceso a la concientización de la población negra. Además, el racismo aquí se da por fenotipo, por apariencia física. Si parecés blanco aun viniendo de familia negra, serás tratado como blanco. Entonces hay gente de piel clara que sólo reconoce su origen negro después de mucho tiempo, o nunca. Actualmente el trabajo de los movimientos a favor de crear una identidad negra es fundamental. Es por esta labor que hoy 54%, o sea la mayor parte de la población brasileña, se declara negra”.
Un país que hace de la violencia un chiste
“Bolsonaro es un fenómeno característico de un país que negó sus orígenes y creó subterfugios para no enfrentarlos. Es un aliado de la falta de conocimiento de las personas, un tipo extremadamente populista. Hay quienes tienen la impresión de que el presidente dice siempre la verdad y eso demostraría su personalidad fuerte. Pero en realidad es un hombre violento. En Brasil todo se ve como una broma, es un país que naturaliza la violencia y hace de ella un chiste”. Djamila es reticente a la idea de que recién con Bolsonaro llegó a Brasil una ola conservadora. “Brasil nunca fue progresista. Es importante romper esa imagen de nación alegre y cordial: vivimos en un país muy conservador. Los gobiernos de izquierda empezaron a romper ese conservadurismo que ahora reaparece para que Brasil vuelva a ser lo que siempre fue: un país violento que padeció más de 20 años de dictadura militar y nunca castigó a los torturadores, que tiene hoy una de las policías más violentas del mundo, pero se vende al mundo esa idea de que somos el país del fútbol, del carnaval y la alegría, lo que también propicia la objetización de la mujer. Tenemos un altísimo número de explotación sexual de niñas y mujeres”.
Negras incómodas
Brasil es uno de los países del mundo donde más se mata a defensores de derechos humanos. La autora que más libros vende en Brasil es consciente del riesgo que corre. “Tras el asesinato, en Río de Janeiro, de la edil izquierdista, negra y lesbiana Marielle Franco, varias feministas negras, las más experimentadas, me sugerían que por precaución me fuera del país”. Pero Djamila prefirió quedarse.
La primera vez que necesitó guardaespaldas fue en 2018, al dar una conferencia en el estado de Acre, donde 80% de la población votó a favor de Bolsonaro. “Seguidores de Bolsonaro quisieron sabotear la presentación, irrumpieron a los gritos y filmando el tumulto. Fueron expulsados por los agentes de seguridad y yo tuve que salir con escolta armada. No tengo auto, ando siempre en transporte público, me da miedo esta situación”.
Por lo general le llegan los insultos y amenazas a través de las redes sociales. “Recibí muchas amenazas. Desafortunadamente, ya me había acostumbrado, pero al llegar ataques contra mi hija adolescente el peligro tomó otra proporción. Me fui de casa y no volví por unas semanas”. En 2020 se unió a una campaña contra Twitter. “Las plataformas de redes sociales están reguladas en base a un marco civil de 2014, por lo tanto anterior a la maquinaria de las fake news y de promoción del odio. Hay que ver cuánto lucran estas plataformas con la propagación de mentiras y ofensas y cuánto impactan en nuestra vida en concreto”.
Hoy Djamila actúa de “embajadora” en Brasil de la campaña internacional “Stop Hate for Profit” (Basta de odio por lucro). “Esta campaña fue lanzada en Estados Unidos para presionar a las plataformas que siguen lucrando con el odio en lugar de rechazarlo. En el origen de esta acción están la Anti-difamation Ligue, Color for Change y la Asociación Nacional de Personas de Color, la organización antirracista más antigua de Estados Unidos”.
Según una investigación de Amnistía Internacional de 2018, las mujeres negras tienen 84% más posibilidades de recibir comentarios de odio que los demás. “Las ofensas están dirigidas a las que asumimos en el debate público posiciones impopulares, desafiando condicionamientos de raza y de género. También observamos que algunos sectores de la izquierda están en desacuerdo con las críticas que hacemos desde la perspectiva del debate racial”.
Las agreden porque les temen, explica la autora de otros éxitos de venta, como El lugar de enunciación y ¿Quién tiene miedo al feminismo negro?, y cita a la escritora portuguesa de origen africano Grada Kilomba. “En Recuerdos de la plantación, Kilomba dice que quieren cerrar la boca del sujeto negro porque trae verdades desagradables que los demás no quieren escuchar. Somos 28% de la población de Brasil, pero somos poquísimas las que alzamos la voz. Nos encontramos en lo más bajo, en la base de la pirámide social. La mayoría de nosotras somos empleadas domésticas. Cuando salimos del lugar impuesto resultamos incómodas porque traemos un debate sobre las intersecciones de la opresión y la naturalización de las violencias”.
A la divulgación de odio Djamila le opone resistencia con argumentos sólidos y didácticos. La escritora y filósofa ya es considerada una influencer de peso, con más de un millón de seguidores en su cuenta de Instagram.
Feminismo negro
Hoy Djamila Ribeiro coordina el sello Sueli Carneiro y la colección Feminismos Plurales de la editorial Letramento, donde rescata voces silenciadas y combina el combate al racismo y al machismo. A quienes acusan a las feministas negras de causar desunión en la lucha de clases ella les responde: “Las mujeres negras constituyen el mayor grupo demográfico de Brasil y el que sufre más violaciones de derechos humanos. Por vivir una combinación de opresión de clase, raza y género, son las de mayor vulnerabilidad social”.
Recuerda que al trazar un mapa de la violencia en la evaluación de la ley Maria da Penha, creada para combatir la violencia de género en Brasil, “se vio que en diez años había disminuido en 10% el número de asesinatos de mujeres blancas. ¡Pero al mismo tiempo había aumentado el de mujeres negras asesinadas en 55%! ¿Qué nos demuestra esto? Que hace falta pensar en temas étnicos y raciales al diseñar políticas de género. Las mujeres negras en su mayoría viven en barrios periféricos, donde no pueden llamar a la Policía. Desconfían porque es la misma Policía que mata a sus hijos. Les es costoso llegar a los locales de asistencia a la mujer si están en el centro de la ciudad. Si no se observa la realidad de estas mujeres, que constituyen el mayor grupo demográfico de Brasil, ellas no serán beneficiadas por determinadas políticas. Al pensar políticas para las mujeres se suele generalizar: Se piensa en ‘las mujeres’ con foco en las mujeres blancas. Algo parecido ocurre en políticas para la población negra. Entonces la atención recae sobre el varón negro. La cuestión es: si no sos hombre negro ni mujer blanca, ¿dónde quedás?”.
Entonces, a la hora de elaborar políticas de vivienda, salud y educación, conviene pensar cuestiones raciales y de género. Como se hizo en los gobiernos anteriores en proyectos como el programa de vivienda social Minha casa minha vida y el de renta solidaria Bolsa família.
Pero Bolsonaro socava esos logros. A Djamila, que en 2016 fue secretaria adjunta de Derechos Humanos de la ciudad de San Pablo en la administración del entonces alcalde Fernando Haddad, luego candidato a la presidencia por el Partido de los Trabajadores (PT), le indigna que el actual presidente derechista esté cortando el presupuesto de la Secretaría de la Mujer, cuando Brasil es el quinto país del mundo en cantidad de femicidios y tiene niveles altísimos de violencia de género. “Sufrimos ataques por colocar en el debate público la legalización del aborto. Y esto ocurre en un país en que se realizan cada año medio millón de interrupciones clandestinas de embarazo y en el que cada día seis niñas de 12 a 14 años se someten a un aborto ilegal porque han sido violadas. Los ataques contra las feministas llegan por la maquinaria de fake news vinculada a este gobierno. Nos llaman asesinas que quieren matar bebés. Cada vez que escribo de descriminalización de aborto recibo muchísimos mensajes absurdos de gente fundamentalista. Es un tema muy sensible de gran aprobación entre las personas cristianas”.
Al frente de la cruzada contra el feminismo hay grupos cristianos pentecostales. En contra de los principios de secularismo, de separación de Estado y religión, las más poderosas de estas nuevas iglesias entran en la política ocupando cargos influyentes y resultan útiles al proyecto del actual gobierno, según observa Djamila: “Esos grupos cristianos son propietarios de poderosos canales de televisión. Infelizmente, cuando la izquierda estuvo en el poder no impulsó el debate de la democratización de los medios de comunicación. Los hombres del actual gobierno se alían a algunas iglesias pentecostales y fabrican una cortina de humo. Promueven un debate de apariencia moralista para que las personas no se den cuenta de que las políticas que Bolsonaro defiende van a precarizar sus vidas”.
Enlace al libro (en portugués): http://www.stiueg.org.br/Documentos/7/582.pdf