Las medidas que aún perduran en los colegios dibujan un estado de alerta que repercute en la salud mental de la infancia, con consecuencias a medio y largo plazo. Por el momento, los trastornos mentales han aumentado del 1% al 3% y los de conducta lo han hecho del 4% al 7%.
Rosa tiene seis años y apenas recuerda lo que es ir al cole sin limitaciones pandémicas. “Quiero que ya me quiten la mascarilla y también ya poder dar abrazos a los amigos”, responde cuando se le pregunta qué restricciones quiere que desaparezcan de las clases. Mikel, de siete años, asegura que lo que más le molesta es llevar mascarilla porque se agobia. Parecido opina Leo, de ocho. “La mascarilla me molesta mucho para respirar bien y para estar cómodo”, relata quien también se queja de no poder llevar mochila con ruedas. “No entiendo eso, se supone que es porque puedes traer enfermedades de fuera”, acierta a explicar. Lamenta que, durante un tiempo, han estado comiendo de catering, que venía en cajas como medida de prevención del covid. “La comida está mucho más rica ahora porque ya viene directa de la olla y está caliente”, describe. Sus hermanas, Lola e Inés, que tienen seis años, han crecido hechas a estas restricciones, y solo se quejan de que no pueden llevar mochilas de ruedas.
Mientras los niños y niñas llevan dos años con estas limitaciones, un estudio elaborado por profesionales del Instituto Catalán de Salud y varias universidades catalanas, presentado el 7 de marzo, concluye que las mascarillas dentro de las clases no han sido eficaces. Los investigadores han comparado datos de 600.000 alumnos y alumnas que acuden a Primaria, donde la mascarilla es obligatoria, y a Infantil, donde no lo es. El resultado es que la obligatoriedad de llevar este material de protección en la escuela no se asocia con una menor incidencia o transmisión del SARS-CoV-2, “lo que sugiere que esta medida no es efectiva”. Antes de esto, el 15 de febrero, la Asociación Española de Pediatría (AEP) lanzaba un plan para desescalar en el uso de mascarillas en el interior de las clases. Hasta primeros de abril el gobierno no ha dado los primeros pasos para eliminar las mascarillas de interiores, medida que se aprobará el próximo 19 de abril. Expertos esperan que los colegios no queden fuera de esta relajación en la norma.
Las medidas que aún perduran en los colegios, en conjunto, dibujan un estado de alerta que repercute en la salud mental de la infancia, con consecuencias a medio y largo plazo. Gorka Saitua es pedagogo y trabaja como educador familiar de protección a la infancia en una entidad del tercer sector. Explica que existen dos tipos de estreses: el tolerable, que es aquel que nos ayuda a activarnos para afrontar peligros y tiene una duración limitada, con una liberación de cortisol que es reabsorbido por el cuerpo, y el estrés tóxico, aquel sostenido en el tiempo, en el que el cortisol permanece mucho tiempo en nuestro organismo.
“Si los niños y niñas están expuestos a niveles de estrés muy prolongados en el tiempo, esto va a tener implicaciones en su desarrollo neurológico, a nivel de las conexiones neuronales, y en su regulación emocional. Tendrá consecuencias en el área cognitiva y en el área social”, explica Saitua, quien promovió un manifiesto, firmado por más de 2.000 profesionales que trabajan con la infancia, que pide reactivar el debate acerca de algunas medidas sanitarias todavía vigentes en el contexto escolar y sanitario.
Saitua añade que el acompañamiento y el contacto social son los principales reguladores del estrés para los niños y las niñas, “y precisamente eso también se está restringiendo”. “Abogamos por una revisión que implique ser conscientes de qué medidas que para los adultos no nos suponen demasiado estrés para los niños y niñas sí lo suponen. Queremos que se estudie este tema desde la perspectiva de la infancia. No estamos teniendo en cuenta el impacto de esto en cerebros inmaduros”. Y vaticina una generación de niños y niñas que, o bien estarán hiperactivados para protegerse, o estarán mucho más apagados, más “venidos hacia dentro”.
En su día a día y en el del resto de compañeras y compañeros del sector, que han creado un grupo conectado a través de las redes sociales, ya están empezando a detectar cambios. “Lo que más está empezando a preocupar son niños y niñas que en edades muy tempranas no quieren explorar. Están desarrollando sintomatologías para aislarse del mundo. Eso es muy peligroso, les estamos situando en la desesperanza”.
Retroceso en la salud mental
Los datos de diversas investigaciones apuntan ya hacia ese camino. No en vano, la investigación de Save The Children La mente no espera. Crecer saludablemente, realizada a partir de una encuesta a 2.000 padres y madres, indica que los trastornos mentales han aumentado del 1% al 3% en niños, niñas y adolescentes de entre cuatro y 14 años y del 4% al 7% en el caso de los trastornos de conducta, en comparación con los últimos datos oficiales de 2017. Además, los niños, niñas y adolescentes que viven en hogares con bajos ingresos tienen una probabilidad cuatro veces mayor (13%) de sufrir ambos tipos de trastornos.
“Lo que hicimos fue replicar la Encuesta Nacional de Salud de 2017, clonando las preguntas. Y el resultado es que los trastornos mentales, en el último trimestre de 2021, se han cuatriplicado y los trastornos de conducta se han triplicado: consultas desafiantes, déficit de atención, trastornos del espectro autista”, explica Alexander Elu Terán, especialista en pobreza de Save The Children y coordinador del informe, quien destaca un dato que corrobora lo alarmante de la situación: hasta un 3% de niños, niñas y adolescentes ha manifestado pensamientos suicidas.
Elu habla de una mirada cortoplacista en la que las prioridades iban marcadas por el shock de la pandemia y lo prioritario era proteger a los sectores más vulnerables donde no estaba incluida la infancia. Y celebra que cada vez se vayan introduciendo más puntos al debate. “En el caso de la salud mental, este impacto nos ha pillado con una situación de desventaja clara, es una de las áreas más desprotegidas en la sanidad pública. La ratio de psicólogos es muy baja. No estábamos preparados para afrontar un problema así”.
Mientras, la AEP alerta: se han duplicado los casos de urgencias psiquiátricas infantiles. Además, la Fundación ANAR, que gestiona el teléfono de ayuda a la infancia, atendió un 244% más de llamadas de menores de edad con ideas o intentos de suicidio durante el confinamiento, y un 246% más de autolesiones en la vuelta al cole. En el año 2020 se suicidaron en España 14 niños menores de 15 años, el doble que el año anterior. Entre el grupo de jóvenes de 15 a 29 años el suicidio es ya la segunda causa de fallecimiento, solo superada por los tumores malignos. También se ha incrementado la violencia sobre las niñas y niños, el maltrato, los abusos y se ha disparado el consumo de pantallas.
Acompañar y escuchar
“A nosotros este virus no nos va a hacer nada pero, si se mueren todos los grandes, ¿nos vamos a quedar solitos?”. Beatriz Janín es psicóloga, psicoanalista y profesora universitaria, especialista en infancia. Atiende a infancia en Argentina, su país natal, y también en España, y alerta de que durante los meses más duros escuchó razonamientos como este. “Durante la pandemia a los niños y niñas no se les ha tenido en cuenta en ningún país. Ahora hay niños con dificultades de conducta, dificultades en el aprendizaje, que no atienden en clase, que están desbordados. Todo este tipo de fenómenos, muy habitualmente son ubicados como un problema del niño o la niña, como si trajeran biológicamente problemas, sin darse cuenta de que todos nos constituimos psíquicamente en un contexto”, explica Janín.
Y, frente al aumento de trastornos psíquicos y conductuales, insiste en que la solución está más allá de los fármacos. “No es momento de medicar a niños y niñas cuando en realidad lo que hay que hacer es cambiarles el contexto, cuando hay que sostenerlos, cuando hay que contenerlos y cuando hay que pensar que es bastante lógico que no atiendan en clase porque en este momento hay un desfase entre lo que la escuela da y lo que los niños y niñas quieren saber”, explica esta especialista para quien la función del adulto para reconducir estas situaciones debe basarse en el acompañamiento y la escucha. “Hay que escucharles, jugar con ellos y tratar de ayudarles a elaborar todas las situaciones por las que hemos atravesado. Y no hay que suponer que nacieron con un trastorno y empastillarles de por vida”, afirma esta psicóloga.
Para Janín, es fundamental darles un espacio para que se expresen. “Tenemos que cambiar el foco. Ahora decimos: se mueve mucho, hagamos que se quede quieto con pastillas. Pero no, lo que hay que ver es por qué se mueve mucho. Hay que escucharlos, hay que darles espacio y entender que están asustados”, insiste.
La infancia más vulnerable
La pandemia ha abierto una brecha más grande con la infancia más vulnerable, que es además la que más está sufriendo. Según datos recogidos en el último informe de Unicef sobre el impacto del covid, al menos dos terceras partes de los hogares con niños y niñas han sufrido una pérdida de ingresos desde que el covid sacudió el mundo. Además, los hogares con tres o más hijos son los que más probabilidades tienen de haber perdido ingresos, ya que más de tres cuartas partes de estos hogares han sufrido una reducción de su renta, en comparación con el 68% de los hogares con uno o dos hijos.
“España es el tercer país en Europa en pobreza infantil”, destaca María Lafuente, especialista en políticas de infancia de Unicef España, quien incide en que la situación económica ha salpicado más duramente en la infancia más vulnerable que es, además, la que menos acceso tiene a los programas de salud mental, insuficientes por la vía pública.
Lafuente denuncia que durante mucho tiempo las medidas que se iban tomando “no pusieron a la infancia en el centro” y destaca el gran esfuerzo por parte de las familias y los centros educativos para limitar estos impactos. “España es uno de los países que tuvo menos tiempo los colegios cerrados pero la brecha educativa creció, dependían del apoyo de familias en ocasiones con pocos recursos”. Para la portavoz de Unicef España, la clave para prevenir los problemas de salud mental está en un “acompañamiento multisectorial”. “Esto involucra a los centros educativos, que tienen que poder derivar a los centros de salud y hospitales, y tiene que haber mucho contacto con las familias”, describe.
Y, por otro lado, pide una necesaria relajación de las medidas en los colegios, donde la desescalada ha ido mucho más lenta. “Desde el inicio de la pandemia pedimos que en los equipos hubiera personas expertas en salud mental y esto no se ha logrado. Todavía están con medidas, como la limitación de contactos de los grupos burbuja, que a nivel de población adulta ya no existen”, insiste.
Sire, de cinco años, asegura que no conoce la cara de su profesora. Pero afirma que no le importa, ya se ha acostumbrado a verla con mascarilla. No recuerda cómo era la vida antes del covid y, mientras su madre le prepara el desayuno para el recreo, observa preocupado que ha puesto demasiados cereales. “Bueno, pues los compartes con los amigos”, dice su madre. “Mamá, es que no se puede compartir”, responde Sire, dejando en el aire una muestra de los paradójicos días en los que le ha tocado crecer.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/infancia/infancia-pandemia-riesgo-crecer-bajo-estres-toxico