Con el lanzamiento de la nueva ley de Memoria Histórica, la comunidad educativa aspira a que deje de ser una asignatura pendiente. La narrativa en los libros de textos de las grandes editoriales, el tiempo curricular o el miedo del profesorado a generar polémica son otras de las barreras para acabar con el ‘memoricidio’ generacional.
“Nadie nos había explicado esto”. Eso fue lo que dijeron los alumnos de Enrique Díez Gutiérrez de primero de Ciencias de la Educación cuando vieron el documental El silencio de otros. No es que esta obra de Almudena Carracedo y Robert Bahar cuente algo que nadie había contado, sino porque nunca se lo habían encontrado de cara.
Alumnos universitarios. ¿Qué ha pasado con la Guerra Civil, el franquismo y la Transición durante su formación anterior? Esto es lo que se preguntaron un grupo de investigadores de la Universidad de León y se pusieron a analizar todos los libros de segundo de Bachillerato y de 4º de la ESO al ser los cursos en los que el currículum se detiene más en estos periodos históricos.
Enrique Díez Gutiérrez, uno de estos investigadores, publica ahora La asignatura pendienteen Plaza y Valdés, donde no solo se publican los resultados y de denuncia la situación sino que se ofrece una propuesta de unidades didácticas para resolverlo. Un trabajo que también implicó hablar con 610 profesores, ya que muchas veces las barreras para contar la Historia y hacerlo bien están más allá de los libros de texto.
Preguntado por El Salto sobre su opinión de la nueva ley de Memoria Histórica, Díez considera que es un “avance” y confía en las palabras tanto de la vicepresidenta como del secretario de Estado en que es un esfuerzo para que “las alumnas y los alumnos no tengan la desmemoria de las generaciones anteriores”.
“El problema —continúa— es que esto se ha contemplado en las leyes autónomas que lo han pretendido pero nunca se han llegado a las prácticas. Una cosa es que haya buenas intenciones y otra que llegue a las poderosas editoriales”. Además, el profesorado señala que las barreras para que el alumnado salga con una idea de lo que ocurrió el pasado siglo en España dependen del tiempo y de la situación social.
“El problema está en que no llegamos a dar el temario, además de que parte de los docentes se sienten incómodos al hablar de estos temas en clase”, explica Daniel Simón Pla, profesor de Historia y Geografía en el IES Jorge Juan de Alicante. “En 4º de la ESO la materia es Historia del mundo Contemporáneo, desde el Antiguo Régimen a nuestros días y son tres horas semanales. Con suerte, lo habitual es llegar a dar la Guerra Fría”, explica Miguel Fernández Frutos, profesor de Historia en el IES Fraga Iribarne de Madrid. “2º de Bachillerato —continúa—, es un curso destinado a hacer un buen examen de EVAU, generalmente se corre mucho ese año y lo normal es ir solo con apuntes. El formato del curso y la ansiedad del alumnado impide abordar con la profundidad que merecen los temas que me preguntas”.
“Me pasé toda mi educación secundaria sin haber tratado el tema y detectaba mucho miedo entre los profesores a hacerlo”, comenta Simón. Es una sensación que comparte la alumna Ainara Sáinz. “De la Guerra Civil no me contaron nada en el instituto, me dijeron básicamente que era un conflicto bélico y las fechas. Más tarde me puse yo por mi cuenta a investigar, sé que fue un Golpe de Estado contra la Segunda República”, comenta y especifica que sabe “más sobre los nazis que sobre lo que pasó aquí”. El estudio señala que gran parte de los conocimientos sobre la Historia académica que tienen los adultos en España proviene solo de lo que han estudiando en la escuela. “Leer y aprender después de la escuela pasa muy poco”, ratifica Carmen Pastor, profesora de historia jubilada de Orihuela, Alicante. “Yo lo que sé del Franquismo es porque he podido ver documentales, películas o libros, nunca me lo han explicado en las aulas. Creo que no gustaba mucho hablar de ello”.
Los libros de texto, el 90% del tiempo de estudio
El estudio, que analiza los libros de texto entre 4º de la ESO y 2º de Bachillerato —en el que cinco editoriales copan el 75% del mercado: Vicens Vives, Anaya, Santillana, SM y Ecir—, señala que en muchas ocasiones la Guerra Civil se trata como un conflicto fratricida, de dos bandos igualados, deteniéndose en aprender batallas y culpando a todos por igual.
Una posición que el historiador y escritor asturiano Francisco Erice ha designado como la teoría de la equidistancia. “No debemos olvidar que una democracia nunca es culpable en un golpe de Estado y que un Gobierno democrático nunca es un bando”, recuerda Díez. También se señala que existe un vacío sobre el contexto más allá de las fechas, sobre temas como los campos de concentración o los trabajos forzados, la persecución durante el franquismo, además de temas que califican en el estudio como de ‘tabúes’ como el papel de la Iglesia en el golpe de estado o en la dictadura, la resistencia antifranquista, la represión contra las mujeres o la labor de las asociaciones de recuperación de la memoria.
De hecho, Díez resalta un ejemplo para ver la importancia de este estudio: “Nos dimos cuenta que en un libro, a los ‘paseos’ se le dedica el mismo espacio que al juguete Mariquita Pérez”. “Las editoriales tienen dueño y detrás de los grupos editoriales está la Iglesia. No es casual que uno de los temas que nunca se trate sea el papel de la Iglesia en la Guerra Civil y el franquismo”, resalta el autor de La asignatura pendiente.
La profesora jubilada Carmen Pastor sostiene que antes tenían más libertad que ahora porque ella, por ejemplo, podía elegir editorial y ahora no. También explica que ella insistía en llegar hasta la Transición, ya que ahí podía incluir vivencias propias más allá de lo que dijera el libro. Por su parte, el profesor Miguel Fernández Frutos asegura que si bien en los libros de texto “hay de todo” recomienda encarecidamente complementarlos con lecturas de historiadores para dar “una visión más amplia”. “Yo estos extractos los hago con mi biblioteca personal, en el departamento no tenemos libros más allá del libro de texto”, detalla.
“A dios puse por testigo que yo iba a acabar el temario, para que mis estudiantes no tuvieran esa laguna de conocimiento”, comenta Simón. “No entiendo que no se hable del fascismo, de la represión y de lo que ha ocurrido para que tengan una conciencia crítica, más con la que está cayendo”, confiesa preocupado, ya que son muchos los alumnos y alumnas que no llegan a finalizar sus estudios ni a ver el temario de cuarto curso. “Para mí es una tragedia si un solo alumno o una sola alumna acaba la educación sin conocer qué supuso la represión franquista para varias generaciones, entre las que están su familia”, comenta Díez.
Para aportar y no solo denunciar, se han lanzado unas unidades didácticas de recuperación de la memoria histórica que ya están online, que pronto saldrán con la editorial Plaza y Valdés en papel y que se espera que el Ministerio lo saque de forma conjunta para ampliar su alcance. Unidades que ofrecen mapas conceptuales, testimonios directos, biografías, periódicos de la época y otras fuentes primarias, material gráfico, imágenes de los protagonistas cuando eran jóvenes para aumentar la empatía de los jóvenes, etc.
“Se trata, no solamente de que conozcan, si no que además experimenten. Ir al lugar de la memoria. Eso no tienen nada que ver con que lo leas en un libro”, comenta Díez que en las unidades didácticas que proponen están actividades como la de ser un youtuber entrevistando a abuelos o vecinos o bien otra actividad que se llama ‘Limpia tus calles de fascismo’ para comparar los nombres que hay con los que dice la ley que debería haber. Y pide más: que estos conocimientos se lleven a asignaturas como Educación para la ciudadanía o Ética. “En todas aquellas que se hable de libertades fundamentales y derechos humanos”.
La historia ligada al lugar es algo que echan en falta muchos profesores. Pastor recuerda como sus alumnos no sabían que los baños antes estaban fuera de la casa o que las casas de antes eran muy pequeñas pese a tener muchos hijos hasta que ella se lo hizo ver. También que nadie sabía qué bandera era la tricolor en los escudos que se conservan en el antiguo colegio de las Graduadas de Orihuela, que surge del gran programa que impulsó la Segunda República para erradicar el analfabetismo.
En Alicante, recuerda Daniel Simón Pla —que fue concejal de cultura en la capital—, a principios de los 2000, la Comisión Cívica de Alicante por la recuperación de la Memoria Cívica y los profesores de la ciudad lanzaron unas unidades didácticas para tratar el tema de la represión del franquismo. “Una ciudad que hasta entonces no era consciente de ser el último lugar del bando republicano en caer durante la guerra, de donde partieron los últimos refugiados en barcos y que los que se quedaron en el puerto ya no pudieron huir de las tropas fascistas”.
“Últimamente, con la repercusión pública de la Ley para
la Recuperación de la Memoria Histórica y las asociaciones que se
han creado, siempre lo trato, aunque quede como un comentario breve
de los hechos”, dice una profesora participante en el estudio, que
refuerza la idea de Díez de que este interés de los jóvenes
confirma que la memoria está situada en la agenda mediática.
Las mujeres y la barrera invisible para contarlas
Uno de los temas que rara vez aparecen en los libros de texto analizados o que no se trata suficientemente es el papel de las mujeres en este periodo histórico. Pese a que ellas fueron gran parte de las víctimas de la represión, que tuvieron un papel activo en la Guerra Civil (tanto en el frente como en la retaguardia) y que fueron el apoyo fundamental de maquis y otros grupos de la resistencia, no fue hasta principios de los años 90 cuando se empezaron a hacer estudios que analizaran en profundidad su situación. Y es que, como comenta Díez, las mujeres sufrieron una “triple represión”: como ‘rojas’ (sufriendo castigos específicos contra ellas, por ejemplo, rapándolas el pelo o hacerlas tragar aceite de ricino), como familiares de republicanos y ‘rojos’ (vejando su cuerpo como castigo a ellos con la violencia sexual o cumpliendo cárcel por su vínculo solamente) y como mujeres con derechos (quitándoles los pocos derechos que habían logrado en la Segunda República y obligándolas a volver a su rol femenino impuesto). “Seguramente podría hablar también de una cuarta represión que apelaba a su maternidad, arrebatándoles a sus hijos para traficar con ellos y eliminar el ‘gen rojo’ que decía Vallejo Nájera”.
Conscientes de que el feminismo y otros muchos temas se han convertido desde hace pocos años en un arma arrojadiza en política, el profesorado no vive ajeno a estos debates. “A veces por estas unidades se pasa muy rápido por miedo a generar polémica. Más desde que está el grupo ultraderechista Vox que ha empezado a denunciar a profesores y profesoras simplemente por hablar de Derechos Humanos”.
Sin ir más lejos Díez recuerda la anécdota que le contó un profesor de filosofía que comparó la novela Harry Potter con la Biblia por ser ambas “creaciones culturales” no científicas. Dos alumnos protestaron y el centro le explicó por qué no debería hacerlo. “La jefa de Estudios, que era profesora de Historia, para que lo entendiera le puso su ejemplo: ‘cuando llego al tema de la Guerra Civil, paso de puntillas y procuro no tocarlo porque aquí hay alumnos de los dos bandos y no quiero molestar a ninguno”, comenta Díez, que considera que es comparar “las víctimas con el represor”.
Desde Alicante, el profesor Daniel Simón Pla confiesa que nunca ha tenido ningún problema de momento con familias o alumnado, pero no descarta que suceda ya que la tensión con otras materias como el valenciano está presente. “Los padres que vienen con tres pulseras de Vox en cada brazo existen y esas situaciones de disconformidad con lo estudiado existen, igual que existe el voto de clase obrera a la extrema derecha”.
La normalidad democrática pasa por la memoria
En La asignatura pendiente se destaca que gran parte del conflicto pasa por el enfrentamiento entre lo que se considera historia, como un estudio científico de lo acontecido, y la memoria, como el recuerdo subjetivo. Por eso, la memoria pasó a ser una categoría menor y no pudo hacer frente al fenómeno de lo que llama ‘la historia desmemoriada’, que no es otra cosa que dar por sentado el relato hegemónico sin contar con pruebas, testimonios y vivencias.
Un proceso por el que se viola el derecho humano que es el de saber y el deber de recordar. Como en numerosas veces ha exigido a España el relator especial de Naciones Unidas. “No olvidemos —dice el ministro Alberto Garzon, prologuista del libro— que la normalidad democrática implica poder discutir acerca de todo nuestro pasado, cuestionando las legitimidades que de allí emanan, y significa también poner a disposición de las nuevas generaciones toda la información y conocimientos necesarios para que adquieran una visión crítica de nuestra propia historia”.
Pero hay mucho interés en olvidar, señala Díez, ya que se puede rastrear las grandes fortunas que se crearon con las incautaciones durante el franquismo en el Ibex 35. Y recuerda: “no se puede construir un presente basado en la impunidad, porque para ser demócrata hay que antifascista”. Y en eso la escuela tiene mucho que ver. “El éxito de una profesora o profesor de Historia es lograr ciudadanos que se puedan formar su propio juicio crítico, piensen como piensen”, finaliza Simón Pla.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/educacion/memoria-historica-educacion-publica