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Entrevista a Juan Ramón Sanz Arranz, Secretario General del PCM

«El sistema no necesita sujetos exigentes, sino individuos a la expectativa potencialmente corruptibles»

Fuentes: Rebelión

Uno de los conflictos más agudos de toda sociedad capitalista, y en concreto de la sociedad capitalista española es la corrupción, hoy extendida en grandes áreas de las instituciones y desde ellas dirigidas a la población. Cómo forma de vida que disuelve la democracia y da paso a la reacción más antisocial: arruina a los […]

Uno de los conflictos más agudos de toda sociedad capitalista, y en concreto de la sociedad capitalista española es la corrupción, hoy extendida en grandes áreas de las instituciones y desde ellas dirigidas a la población. Cómo forma de vida que disuelve la democracia y da paso a la reacción más antisocial: arruina a los trabajadores, levanta mafias y reductos del fascismo más descarnado, consume la justicia, la ética, la solidaridad, y todo aquello que hace crecer la conciencia social crítica y de propuestas de cambio. Para encontrar respuestas a algunas dudas que se pueden plantear, responde a las preguntas uno de los protagonistas en la Marcha Seseña-Madrid, un paso más en la lucha que se esta llevando contra la corrupción: Juan Ramón Sanz Arranz. Secretario General del PCM, miembro de la dirección permanente del PCE y del Consejo Político Federal de IU y diputado de IU en la Asamblea de Madrid. Durante dos mandatos, Primer Teniente de Alcalde y Concejal de Urbanismo, Industria, Transportes y Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Coslada (Madrid).

Pregunta: ¿Cuándo comienza la corrupción individual y cuándo la corrupción generalizada?

Respuesta: Los comportamientos individuales son consecuencia de las condiciones del medio en que se desenvuelven. El sistema capitalista es esencialmente corrupto y corruptor y cuando el modelo de desarrollo-acumulación se basa en sectores más especulativos que productivos, como en el caso español durante los últimos años, la corrupción enseñorea la actividad privada amparada por la inercia de la acción pública.

P. ¿Se puede evitar que haya corrupción en la vida política? ¿Qué hay que hacer?

R. Al ser la corrupción sistémica, contamina todos los ámbitos de la realidad. La falta de controles democráticos efectivos posibilita la impunidad hasta que la corrupción se evidencia como delito. Sólo el control democrático de la acción pública y de la economía, desde lo local hasta lo estatal, a través de mecanismos reales de participación en la toma de decisiones, podría evitar la corrupción política. Sólo el socialismo que propugnamos, democráticamente controlado y efectivamente consolidado, garantizaría la imposibilidad de la corrupción.

P. ¿Dónde hay que poner el peso, en las movilizaciones, en el parlamento?

R. Mi experiencia como responsable de un equipo de gobierno en un ayuntamiento metropolitano todavía sujeto a las tensiones desarrollistas de la década de los ochenta me sitúa como testigo de excepción de un mundo de presiones muy agresivas y cargadas de falsas oportunidades para las exhaustas haciendas locales que, sólo la cohesión en relación a un programa municipal de izquierdas, logró eludir, junto a la estricta aplicación de un reglamento de participación ciudadana. En un momento como el actual en el que la corrupción parece asumida por la mayoría de la gente y no es castigada, al menos todavía, por la intención de voto, debemos esforzarnos por prestigiar la política como praxis democrática y desde los ejemplos de gestión que la izquierda real podemos presentar. Movilización y práctica institucional nos avalan frente a peligrosas opciones amarillistas que, de prosperar, demostrarán su corrupta dimensión populista.

P. ¿Está limpia IU? ¿Está limpio el PCE?

R. IU no tiene el currículo vacío que, a veces, se pretende contraponer al de los partidos políticos mayoritarios o nacionalistas. Tiene gran experiencia de gobierno municipal, el más proclive a la vorágine de la corrupción, y sólo excepcionales casos de desviación político-programática sin correlato con aprovechamiento material ni personal ni partidista. En cuanto al PCE, su absoluta ruina financiera evidencia lo lejos que está de lo sistémico.

P. ¿Qué medidas se han tomado?

R. Hace ya tiempo que IU aprobó una carta de derechos y deberes de sus cargos públicos como instrumento para, entre otras cosas, apartar de la organización a sus miembros simplemente por indicios, incluso antes de que se produzca procesamiento alguno.

P. ¿Qué hay que hacer con los corruptos?

R. En principio, aplicarles la ley con todo rigor y eliminar todo atisbo de privilegio en el caso de los cargos públicos. Aplicar al máximo la vigilancia a los corruptores y modificar las leyes para que su condena sea mayor que la de los corrompidos. Todo ello, en tanto derrocamos al capitalismo.

P. ¿Por qué hay gente del pueblo que acepta la corrupción?

R. Porque el desarrollo de la democracia formal no ha ido acompañado con el impulso de una verdadera cultura democrática. Porque el modelo ha fomentado el éxito individual y la insolidaridad. Porque el sistema no necesita sujetos exigentes, sino individuos a la expectativa potencialmente corruptibles.

P. ¿La corrupción es sólo de carácter económico?

R. La corrupción es sistémica en el capitalismo y la moral que recrea es la adecuada a sus fines, lo cual no quiere decir que esté condenado todo esfuerzo por impulsar moralmente los cambios necesarios para la emancipación.

P. ¿Hay corrupción en la justicia?

Los jueces están sometidos a la misma presión sistémica que el conjunto de la ciudadanía pero, en su caso y por la alta función que deben desempeñar en la democracia formal, lo grave es que quedan sin depurar demasiados herederos del franquismo como fruto de las insuficiencias de la transición. En todo caso, su corrupción económica ha tenido notorios exponentes en los últimos años.

P. ¿Hay corrupción en los órganos de gobierno cuando se toman decisiones contra los intereses de la población?

R. Las democracias burguesas, más en tiempos de total hegemonía neoliberal, siempre toman decisiones en contra de los intereses de la mayoría.

P. ¿Hay corrupción en las organizaciones sindicales que callan ante el cierre patronal, los despidos o impiden la protesta de los trabajadores?

R. Las organizaciones sindicales mayoritarias son el exponente de la debilidad del movimiento obrero en su conjunto y de la izquierda en general, pero la actual crisis, sus secuelas y las políticas que se avecinan contra la clase trabajadora, van a provocar giros en la acción sindical. Si ellos no se producen, debemos estar prevenidos para que el inevitable conflicto social no cobre los tintes fascistas que el sistema estaría nuevamente dispuesto a propiciar para mantener la tasa de acumulación.

P. Se ha llevado acabo la Marcha Seseña-Madrid contra la corrupción: háganos un balance.

R. La Marcha contra la Corrupción, plenamente justificada en sí misma, ha sido la demostración de que desde las organizaciones políticas estamos obligados a la movilización perdiendo el miedo escénico y la dependencia que seguimos manteniendo respecto a las organizaciones sindicales. Es nuestra obligación propiciar la atmósfera que posibilite la más que necesaria huelga general.

Ha sido un estímulo para salir de la interiorización, producto de la más que probable confusión en que estamos sumidos, que viene presidiendo desde hace demasiado tiempo nuestra praxis.

P. ¿Cuál va a ser el próximo paso?

R. Tenemos análisis sobre la crisis y propuestas programáticas para el cambio de modelo que la clase trabajadora necesita. Más allá del debate identitario en el que estamos sumidos, nos proponemos intensificar el proselitismo, la pedagogía, la denuncia de la nueva estafa que va a suponer aquí la refundación del capitalismo, para incrementar la movilización, para extender la conflictividad social, para jugar el papel que hoy nos reclama la lucha de clases.

P. ¿Qué puede hacer contra la corrupción un trabajador en su medio desde ya?

R. Huir de ella, y si le es posible denunciarla ante el ámbito de repercusión pública que tenga más a su alcance, para incrementar la movilización, para extender la conflictividad social, para jugar el papel que hoy nos reclama la lucha de clases.

Ramón Pedregal Casanova es autor de Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Editada por Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria. Y de Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero. Editado en Bubok.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.