Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La web de Monsanto, el gigante estadounidense de la biotecnología, alardea de que la corporación es «una compañía de agricultura sostenible».
En vista del legado de Monsanto como productor del letal defoliante Agente Naranja durante la Guerra de Vietnam, se puede imaginar que la agricultura del Sudeste Asiático discrepa de dicha caracterización.
Sostenibilidad no es la primera palabra que viene a la mente cuando se contempla la política de Monsanto de sembrar la tierra con semillas genéticamente modificadas que destruyen el suelo y contienen características no renovables por las que hay que volver a comprarlas constantemente así como una variedad de productos de la compañía como fertilizantes y pesticidas.
Tampoco parece que el término defina una situación en la cual cerca de 300.000 agricultores indios se han suicidado desde 1995 después de ser llevados a endeudarse irremisiblemente por la economía neoliberal y la conquista de tierras cultivadas de India por el Bacillus thuringiensis (Bt) de Monsanto.
Los suicidios de agricultores aumentan en India
Una ironía trágica es que muchos se matan bebiendo los pesticidas adquiridos para sus cultivos.
En cuanto a la desvergonzada afirmación de Monsanto de que uno de sus objetivos primordiales es «mejorar vidas», de la misma manera podríamos concluir que los carniceros apuntan a mejorar las vidas de reses y cerdos y que dos más dos son 86.
Economía suicida
En 2009, la física y autora Vandana Shiva describió las contribuciones de Monsanto a una «economía suicida» en India, como el aumento del precio del kilo de semillas de algodón de 7 a 17.000 rupias. Shiva enumera otras complicaciones.
«Las variedades indígenas de algodón se pueden trabajar junto a cultivos alimentarios. El algodón Bt solo permite el monocultivo. El algodón indígena se alimenta de lluvia. El algodón Bt necesita irrigación. Las variedades indígenas son resistentes a las pestes. El algodón Bt, aunque su publicidad dice que es resistente a los gorgojos, ha creado nuevas pestes, y para controlar esas nuevas pestes, los agricultores utilizan 13 veces más pesticidas que los que usaban antes de la introducción de algodón Bt. Y finalmente Monsanto vende sus semillas OGM basándose en afirmaciones de rendimientos de 1.500 kilos anuales en circunstancias que los agricultores cosechan entre 300 y 400 kilos anuales de media».
Hay varios motivos por los cuales los suicidios masivos de agricultores no han llamado la atención internacional que debería suscitar ostensiblemente un fenómeno semejante. Por una parte, la imagen de cientos de miles de campesinos que se suicidan no se ajusta demasiado bien a la imagen de India fabricada por los expertos del libre mercado, que sufren alucinaciones con respecto a una incontrolada movilidad ascendente de los ciudadanos del país gracias a la globalización.
«La campaña de humanización consiste no solo en la transmisión de las historias personales de familias agrícolas indias sino de la identificación del vínculo directo entre los que compramos ciertas vestimentas y los que mueren en el proceso de fabricarlas».
Según la cineasta Leah Borromeo, directora de la película sobre el algodón y la moda que se estrenará próximamente, Sucio Oro Blanco, la falta de preocupación internacional por el tema también resulta del hecho de que «la gente no ha hecho la conexión entre nuestras costumbres de consumo y las vidas y muertes de agricultores».
El objetivo de la película, que arroja luz sobre toda la cadena de suministro del algodón, es ayudar a imponer legislación que «haga que la ética y la sostenibilidad sean la norma en la industria de la moda». Como escribió Borromeo en un reciente artículo en el New Statesman:
«Estoy explorando la ciencia y la idea de la tecnología de código abierto para restar poder a las corporaciones y a cualquiera que haga un gran negocio con suicidios».
La definición de sostenibilidad y ética de Borromeo -que incluye el suministro de ingresos de subsistencia mínima para agricultores y trabajadores industriales y que se impida la destrucción de ecosistemas- es mucho más persuasiva que la definición de agricultura sostenible de Monsanto.
Pensando en la humanidad
La práctica misma de hacer ajustes en la composición genética de semillas de maneras perjudiciales para los consumidores y el medio ambiente subraya el distanciamiento total de Monsanto y entes semejantes de la vida propiamente dicha.
¿Entonces, cómo se procede para inyectar humanidad a un sistema que la anula sistemáticamente?
Como ha explicado Borromeo, una de sus tareas primordiales en Sucio Oro Blanco es combatir la deshumanización de «el Otro», una tradición antigua que en nuestros tiempos ha justificado convenientemente la matanza de civiles en tierras árabes/musulmanas y que ha ayudado a asegurar que miles y miles de agricultores indios muertos sigan siendo solo una estadística emocionalmente neutral.
La campaña de humanización consiste no solo de transmitir las historias personales de familias de agricultores indios sino de identificar el vínculo directo entre los que compramos ciertas vestimentas y los que mueren en el proceso de producirlas.
Al vincular narrativas individuales con narrativas relevantes de activistas, Borromeo exige más de una racha de compasión de los espectadores. Como señaló en una entrevista en Urban Times :
«Quería adoptar un enfoque que no fuera, para utilizar una frase de [el cineasta] Adam Curtin, ‘¡oh, Dios mío!’, que es cuando la gente ve un documental, toda la miseria, y dice ‘¡oh, Dios mío!, ¿no es terrible?’, y luego no hace nada. Quería que esta película fuera la antítesis de ‘¡oh, Dios mío!’ – que la gente piense ‘¿No es terrible…? Pero lo que se puede hacer es…, así podemos cambiar las cosas'».
La cinta de Borromeo constituye una exploración meditativa y autocrítica de opciones para cambiar las estructuras en las industrias del algodón y de la moda a través de la eliminación de intermediarios corporativos y de la promoción del comercio directo. Un antídoto vital, sin duda, del optimismo alegre destilado por Monsanto mientras envenena la tierra y a la humanidad.
Belén Fernández es autora de The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work, publicado por Verso en 2011. Es miembro del consejo editorial de Jacobin Magazine y sus artículos se han publicado en London Review of Books, AlterNet y muchas otras publicaciones.
Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/12/201212575935285501.html
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