La primera victoria, la grande, de Mikel Iribarren Pinillos ocurrió a finales de diciembre de 1991, cuando salió del coma y empezó a recuperar la movilidad después de que un bote de humo le destrozara media cabeza. El jueves 8 de enero de 2009 logró la segunda, una victoria que es colectiva y que atribuye […]
La primera victoria, la grande, de Mikel Iribarren Pinillos ocurrió a finales de diciembre de 1991, cuando salió del coma y empezó a recuperar la movilidad después de que un bote de humo le destrozara media cabeza. El jueves 8 de enero de 2009 logró la segunda, una victoria que es colectiva y que atribuye sobre todo a tres personas: «A mi madre y mi hermana, que siempre han estado a mi lado, y a mi abogado, José Luis Beaumont». Ellos han hecho que el caso llamado «Mikel Iribarren Pinillos contra el Reino de España» se salde con condena.
Admite que le dio una satisfacción especial saber que el castigado era todo un Estado, porque al desconocido policía que le agredió se unieron los tribunales que cerraron el caso sin culpable alguno, el ministro de Interior -Jaime Mayor Oreja- que le negó la indemnización, los medios que avalaron la insostenible versión oficial…»Que Estrasburgo les ponga los puntos sobre las íes es algo que me satisface, pero es justicia sólo en parte: a mí nadie me va a devolver la vida que me mataron, no puedo volver a los 18 años y al instituto. Y lo que ha venido después no han sido años de vacaciones: me ha tocado darme de tortas con la vida».
Iribarren tiene hoy 35 años. Explica que ya ha dejado de operarse la cara -«me he cansado»-, pero durante años debió reconstruirse a sí mismo, por fuera y por dentro. «Tuve que aprender a andar, a valerme por mí mismo. Ha habido mucho sudor y mucho sufrimiento. Me dejaron el cuerpo vuelta al aire». El impacto no sólo le hundió el cráneo y le quemó media cara, sino que le provocó incluso una pequeña pérdida de masa encefálica: «Desde entonces tengo epilepsia», explica. En sus palabras no hay victimismo, sino todo lo contrario: orgullo por haber salido adelante y por seguir caminando con la cabeza alta, sobre todo cuando pasa ante algún policía. Tiene anécdotas para rellenar un libro. Quizás algún día.
«Si es persona humana…»
A Iribarren le quitaron parte de su juventud, pero no la alegría de vivir, ni el humor. Se expresa como un torrente. Antes también era un «guindilla». Hasta que llegó aquella madrugada del 15 de diciembre. Han pasado diecisiete años, pero sigue preguntándose por qué: «Supongo que tenía el pelo largo, vaqueros, cazadora vaquera… pinta de borroka, vamos». Salía de Alde Zaharra tras tomar unos potes, y en las inmediaciones de la iglesia de San Lorenzo se topó con una docena de uniformados. No recuerda nada, lógicamente, porque estuvo casi un mes en coma. Un testigo narró que el bote de humo fue disparado a bocajarro, a dos metros, y que el joven «cayó al suelo como una bola. Los policías le sacudieron luego el pelo con la mano, y la ropa para apagar algo que se quemaba». La Cruz Roja llegó a los diez minutos; tras llevar a Mikel al hospital, tuvieron que ventilar la ambulancia por el fuerte olor a quemado y a humo. Los médicos de la UVI definieron el golpe como «horrible». Pero Mikel sobrevivió, contra todo pronóstico. Y hoy, hasta bromea con ello: «Quisieron matarme, pero con un chicarrón de la Rotxapea no se acaba tan fácil. Puedo decir que salí fortalecido».
Es inevitable preguntarle si todavía espera ver algún día la cara de quien le disparó, o conocer su nombre. Mueve la cabeza de un lado a otro: «No, es imposible. Supongo que estará condecorado y en el destino que haya pedido: en Chipiona, en Jaén, donde sea. Pero si es persona humana, la conciencia le tiene que estar recomiendo». Es otro de los motivos de satisfacción que le provoca esta sentencia. El viernes, tras difundirse en todos los medios, muchos vecinos del barrio le felicitaron. Suele contar que «al conocerme, siempre hay alguna señora mayor que me dice: `Majo, ¿cómo te hiciste eso, con la moto o con el coche?’. Yo les digo: `Pues no, señora, esto me lo hizo la Policía'». Ahora, todo un Tribunal Europeo de Derechos Humanos lo ha puesto por escrito para quien no quiera o no se lo pueda creer.
Aunque los hechos eran evidentes y la demanda ya pasó el filtro de la admisión a trámite hace tiempo, ni él ni su abogado querían echar las campanas al vuelo. José Luis Beaumont ya sufrió un revés con el caso de Itoitz, en el que Europa aceptó estudiar la demanda para luego rechazarla. Las presiones de todo un Estado como el «Reino de España» pesaron lo suyo entonces, y ahora podía volver a ocurrir otro tanto. Mikel Iribarren detalla que sabía que había habido una condena similar en Turquía en favor de un manifestante herido de bala por la Policía, «pero no me hacía ilusiones porque es más fácil condenar al Estado turco que al español». El jueves a las 11.00 supo por fin que el esfuerzo había valido la pena, y no ha sido fácil: «Han sido muchos años de tribunal en tribunal, todos se pasaban la pelota. Ha habido un sufrimiento moral, y también económico. Pero al final cada uno encuentra la horma de su zapato. Ha tenido que venir Europa a ponerles las pilas».
«No sólo soy yo»
Al igual que no sólo ha sido condenado un policía, sino un Estado entero, las consecuencias tampoco se limitan a los 170.000 euros que recibirá, sino que Mikel se felicita de que el caso «creará jurisprudencia». Parece muy improbable que Madrid pueda recurrir. «Esto hace historia, porque soy el primer agredido por el que ha sido condenado el Estado español. Ahora, lo que hace falta es que se lo piensen a la hora de soltarle la mano a alguien como me lo hicieron a mí, sea en la calle o en las comisarías», añade.
Y es que su caso no es el único, aunque sus connotaciones resulten especialmente brutales. Iribarren no pierde ocasión de recordarlo: «Como yo ha habido 50.000 -apunta-. Lo que aquel impresentable me hizo a mí es como lo que hizo el que mató a Mikel Castillo en la calle del Carmen de Iruñea, o el que acabó con Germán Rubenach en la Foz de Lumbier, o el que le pegó un pelotazo a Txuma Olaberri también en Iruñea. Por eso animo a llegar a Estrasburgo. Por mucho que quieran escurrir el bulto y decir que lo negro es blanco, al final sale lo que hay».
La puerta de Europa queda abierta para quien la quiera cruzar. Para Mikel Iribarren, se cierra con final feliz y empieza otra etapa en una vida que no lograron cercenar aquella madrugada de diciembre.
El PSN en 1991: «nosotros tenemos las manos limpias»
Las instituciones navarras se han desentendido siempre de este caso, como del resto de agresiones policiales. HB intentó que se debatiera en el Pleno de Iruñea el 26 de diciembre de 1991. PSN y UPN lo impidieron, y su veto desencadenó una importante trifulca entre los concejales. Los independentistas -con el recientemente fallecido José Ramón Aranguren a la cabeza- dejaron la sala y la sesión se suspendió. «No tenéis vergüenza», espetó a UPN y PSOE el abertzale Fernando Biurrun. «Pero nosotros tenemos las manos limpias», le replicaron los concejales del PSOE, el partido que en ese momento dirigía el Gobierno español y, por tanto, las FSE. Estrasburgo no lo tiene tan claro.
La primera versión oficial quiso negar que un bote de humo provocara las heridas
En todo el trámite judicial, el Estado español ha intentado alegar que Mikel Iribarren participaba en enfrentamientos con la Policía y que por tanto fue él quien se puso en situación de riesgo. Esta ha sido su línea de defensa pese a que testigos remarcaron que en la zona no había incidentes a aquella hora y a pesar de la evidencia contradictoria de que el joven nunca fue llevado a los tribunales por ello. Pero mirando la hemeroteca se observa que en el primer momento la versión oficial fue otra y que intentó negar lo innegable: que la lesión había sido provocada por el impacto de un bote de humo lanzado a bocajarro.
Desde la Delegación del Gobierno en Nafarroa se calificó como «poco probable» este hecho. Las FSE argumentaron que estos proyectiles habían sido modificados para aumentar su seguridad después del conocido caso de la muerte de un obrero tras un desalojo con botes de humo en Reinosa (Cantabria) en 1987. Dijeron que se habían patentado nuevos botes que tenían siempre una trayectoria en parábola y que se disolvían en el aire, de modo que no podían haber provocado un hundimiento de cráneo a Iribarren. Afirmaron además que no ardían, por lo que no podían atribuírseles las quemaduras que devoraron el rostro del joven. Buena parte de los medios dio pábulo a esta tesis e insinuó que Iribarren podía haber sido víctima… de un cóctel molotov. Pese al tiempo transcurrido, Mikel todavía se indigna al recordarlo: «¿En qué cabeza cabe que yo me iba a tirar un cóctel molotov a mí mismo y destrozarme la cara? ¿Y qué iba a hacer yo, que era un `pibito’ de 18 años con un cóctel molotov frente a todo un hombre con un casco y armado hasta los dientes?».
La defensa tuvo que forzar una prueba pericial consistente en lanzar botes de humo a cabezas de cerdos sacrificados previamente para consumo humano. Desde entonces, la juez ya no tuvo dudas de que ésa era la causa. Y entonces se improvisaron otras versiones falsas.