Doctor en Ciencias Filosóficas por la Universidad de Leipzig (Alemania, 1988), profesor titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, miembro del Tribunal Permanente de Grado Científico de Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba, vicepresidente de la Cátedra Gramsci del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan […]
Doctor en Ciencias Filosóficas por la Universidad de Leipzig (Alemania, 1988), profesor titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, miembro del Tribunal Permanente de Grado Científico de Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba, vicepresidente de la Cátedra Gramsci del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, miembro del Comité Académico de la Maestría en Filosofía de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, profesor visitante de varias Universidades latinoamericanas y europeas, miembro del grupo de Investigaciones «Análisis de la realidad actual» del Centro de Estudios del Consejo de Iglesias de Cuba, el doctor Jorge Luis Acanda es autor de numerosos artículos, estudios y libros en ámbitos filosóficos y de la tradición marxista. Nos centramos en esta conversación en un artículo reciente, un trabajo dedicado a la obra de Francisco Fernández Buey
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En un libro coordinado por Artemis Torres y Marcia Cristiana Machado Pasuch –Encontros com Paco Buey– se incluye un capítulo que lleva su firma: «Fernández Buey y la recuperación del marxismo crítico en Cuba». Excelente, magnífico. Me gustaría preguntarle por algunas temáticas de su escrito. Habla usted de marxismo crítico. ¿Qué es para usted el marxismo crítico? ¿No es extraño esto de recuperar el marxismo crítico en un país como Cuba donde esa tradición es una cosmovisión muy extendida y muy abonada desde instancias políticas centrales?
Desde el mismo momento que comenzó su expansión, se instauró en el seno del marxismo la contradicción entre la corriente economicista, dogmática y mecanicista, y la corriente crítica. Esa contradicción ha marcado la historia del marxismo en todos los países, y en Cuba también. Casi desde su inicio, la revolución cubana se declaró marxista y el marxismo fue convertido en la ideología oficial del Estado, pero lamentablemente ha sido el marxismo dogmático, economicista y mecanicista el que ha predominado en la labor de los aparatos ideológicos del Estado. La contradicción entre el marxismo crítico y el marxismo dogmático comenzó en Cuba ya en la década de 1920, con la incapacidad demostrada por el entonces Partido Comunista de Cuba para comprender la actividad política del que en aquel momento era, indudablemente, su figura de mayor carisma político y comprensión teórica sobre la necesaria estrategia de lucha, Julio Antonio Mella, y se agudizó con las estrategias inadecuadas que ese partido asumió en el periodo de 1933-1938. A partir de ese momento ya puede hablarse plenamente de la existencia en Cuba de esas dos direcciones en la comprensión del marxismo y de su contraposición.
Me permito insistir en el tema. La pregunta es demasiado general, lo sé, pero le pido una síntesis. ¿Podría trazarnos una imagen sucinta de los caminos que ha tomado el marxismo en Cuba desde los años de la revolución o cuanto menos en estos últimos años?
Recordemos que el proceso que da lugar a la victoria de 1959 no estaba conducido por un partido marxista, ni fue expresamente movido por ideas marxistas. Es, en sentido inverso, la revolución la que asume las ideas del marxismo. La presencia hegemónica del marxismo se introduce, de manera progresiva aunque vertiginosa, en los cuatro primeros años que siguen a la toma del poder. La revolución cubana fue y se comprendió a sí misma como una herejía, y la herejía le dio alas al pensamiento social contra la visión dogmática y sectaria, que también trató de imponerse en Cuba desde entonces. Esos años del 60 se caracterizaron por el debate, la diversidad de opiniones y la libertad creativa. No existió un patrón único de enseñanza, interpretación y utilización del marxismo. Se desarrolló una aguda confrontación entre el marxismo dogmático, que copiaba los patrones provenientes de la Unión Soviética, y un marxismo creador, generador de una experimentación no convencional y una reflexión no ortodoxa. Fueron variados los escenarios del debate, desde los de la creación artística y literaria hasta los de la economía. A partir de 1971 esto cambió drásticamente, con la clausura de la revista Pensamiento Crítico y la sustitución del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana por los departamentos de Materialismo Dialéctico y Materialismo Histórico. El marxismo dogmático se apoderó de todo el campo, monopolizando la esfera académica y de la enseñanza. Fue una etapa contradictoria en la vida de la sociedad cubana. En esos años se registraron notables avances en la economía, en la política social, en los servicios de salud y educación, en el bienestar material, etc. Pero también se hicieron fuertes la burocratización, la formalización y la ritualización, el seguidismo, el reino de la autocensura, el unanimismo y otros males. Un «marxismo-leninismo» dogmático, empobrecedor, dominante, autoritario, exclusivista, fue impuesto y difundido sistemáticamente. A partir del año 1985, lentamente, comenzó una nueva etapa, marcada por la crisis del marxismo y del socialismo en general, y el derrumbe de los paradigmas del marxismo y del socialismo soviéticos en particular. Esta es una etapa de crisis: ideológica, económica y política. El marxismo crítico se refuerza entre nosotros, y son muchos sus exponentes el campo de la actividad académica en mi país. El marxismo dogmático se disfraza y busca nuevos referentes, y pese a su descrédito continúa imperando en la acción de la burocracia estatal.
Comenta usted en su artículo que la Antología de Gramsci de Siglo XXI que editó Manuel Sacristán, maestro y amigo de Fernández Buey como usted sabe, llegó a Cuba en 1973. ¿Cómo fue eso? ¿Qué opinión le merece el marxismo del presentador, anotador y antólogo?
El grupo de jóvenes académicos cubanos, agrupados en el entonces Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, y vinculados a un ambicioso proyecto editorial que contó con el apoyo de Fidel Castro y que se basaba en poner al alcance del pueblo las mejores obras existentes en todos los campos de la producción espiritual, ignorando las limitaciones impuestas por el concepto de «copyright» – y que, en el campo de las ciencias sociales, se materializó en la existencia del sello editorial «Ediciones Revolucionarias»- logró que entre mediados de los años 60 y mediados de los años 70 se publicaran en Cuba textos de autores como Sartre, Marcuse, Deutscher, Gramsci, Althusser, etc. Fue en ese contexto que fue publicado en La Habana en 1973 esa Antología de textos de Gramsci, recopilada por Manuel Sacristán (si bien bajo el sello editorial de «Ciencias Sociales»). Lamentablemente la obra de Sacristán no fue publicada en Cuba. Algunas de sus obras se han leído en mi país en ediciones mexicanas o españolas. Evidentemente, la obra de Sacristán es de una gran riqueza y profundidad. Señalaré dos textos suyos que he leído y en los que aprendí mucho. Uno, el prólogo que escribió para una edición española de «El Anti-Dühring» de Engels. El otro, su excelente ensayo sobre la filosofía de Heidegger
Las ideas gnoseológicas de Heidegger
Exacto. En mi opinión, entre lo mejor que se ha escrito sobre ese pensador alemán.
¿Qué otros autores hispánicos eran conocidos en aquella época en Cuba?
En los años 60 y parte de los 70 circularon profusamente algunos textos de Adolfo Sánchez Vázquez. Recuerdo la primera edición de Filosofía de la Praxis, de la editorial Grijalbo, y la publicación en Cuba en esos años de su texto sobre las ideas estéticas de Marx y Engels. También algunos artículos suyos en revistas como Casa de las Américas. Después de 1971, con el triunfo del marxismo dogmático en Cuba, la segunda edición de Filosofía de la Praxis, con las críticas de Sánchez Vázquez a las limitaciones de Lenin en Materialismo y Empiriocriticismo y su ensayo Del socialismo científico al socialismo utópico, hicieron que Sánchez Vázquez fuera incluido en una especie de «lista gris». En mi opinión todavía en esa época no se tenía en Cuba un conocimiento detallado del marxismo hispánico.
Me centro ahora en Francisco Fernández Buey. Creo, espero equivocarme, que no se ha publicado ninguna de sus obras en su país, en Cuba. ¿Cómo puede entonces haber influido su pensamiento en el marxismo cubano? ¿Les visitó en alguna ocasión?
Es cierto, en Cuba todavía hoy sigue sin publicarse la obra de Fernández Buey. Pero a partir de la desaparición de los regímenes del comunismo de Estado en Europa del Este y de la propia Unión Soviética, y como señalé más arriba, el marxismo crítico en Cuba se reforzó y por vías informales comenzaron a llegar textos de autores revolucionarios que fueron estudiados con interés. A eso contribuyó también la existencia de internet, que, pese a todas las dificultades que tiene en Cuba, permitió que algunos textos de Fernández Buey sean conocidos en mi país. Su obra refiere a temas que también para los revolucionarios cubanos son de interés. Con respecto a su última pregunta, le confieso que no tengo conocimiento de que alguna vez haya visitado a Cuba, aunque tal vez me equivoque.
¿Qué obras suyas tienen para usted mayor interés?
No puedo presumir de haber leído en extenso toda la obra de Fernández Buey. Para mi fueron muy aleccionadoras la interpretación del pensamiento de Gramsci que presentó en Ensayos sobre Gramsci y Leyendo a Gramsci.
¿Qué destacaría de su marxismo (sigo su expresión) crítico y revolucionario?
Repetiré lo que escribí en el artículo que presenté para el texto colectivo en homenaje a Fernández Buey al que usted hace referencia:
«Fueron diversos los campos en los que se ocupó el pensamiento de este marxista. Pero hay un elemento central en su obra que explica el por qué de la atracción que ejerció y aún ejerce sobre muchos en mi país: el suyo fue siempre un marxismo libertario, centrado en el estudio de los procesos de producción de la subjetividad humana. Después de varias décadas de predominio de un marxismo vulgar que llevó el objetivismo hasta la exasperación, los textos de Fernández Buey que nos iban llegando de manera aleatoria apuntaban en una dirección que permitía asimilar creadoramente las nuevas formas de lucha y las nuevas formas de expresión de la subjetividad social sin tener que abandonar para ello el fundamento que proporciona el paradigma de la producción ni la centralidad del concepto de lucha de clases.»
Destaca usted con énfasis las reflexiones de Francisco Fernández Buey sobre un comunismo ecológicamente fundamentado. ¿Qué puede aportar al proceso revolucionario cubano esa línea de reflexión?
Como todo país que proviene de un pasado marcado por la dependencia y la opresión imperialista, Cuba necesita un crecimiento económico para poder superar la deuda social que cinco siglos de colonialismo y neocolonialismo le dejaron. Comprender que el comunismo no puede asumir el paradigma mercantilista del capitalismo y que es preciso aprehender y desarrollar un modelo económico que permita satisfacer las necesidades crecientes de la población sin destruir la naturaleza constituye algo esencial.
¿Y por qué son tan importantes, como usted señala, sus observaciones sobre democracia y socialismo?
En el modelo del socialismo estadocéntrico, típico de la URSS, se entendió al socialismo sólo como un cambio en los procesos de distribución. Para el marxismo crítico, el socialismo se entiende como la socialización de la propiedad y el poder. La interrelación orgánica entre democracia y socialismo es una idea central.
Comenta usted también en su artículo que la obra de Fernández Buey permite mirar a su sociedad como «una totalidad orgánica». ¿Y eso exactamente qué es? ¿Por qué es importante?
En los países del socialismo estadocéntrico se pensó la economía como una variable independiente con respecto a los procesos políticos y espirituales. Es preciso tener una visión de sistema de la sociedad. Es un principio esencial de la dialéctica marxiana.
Concluye usted su reflexión con estas palabras: «Su obra constituye una importante ayuda para enfrentar el desafío que se alza ante Cuba: entender la necesidad de realizar una revolución en la revolución». ¿Qué tipo de revolución es necesaria en Cuba? ¿Por qué la obra de Francisco Fernández Buey puede ser una importante ayuda para ello?
No creo decir nada nuevo si digo que una revolución comunista constituye una revolución permanente. La revolución comunista tiene que revolucionarse a sí misma constantemente. Las condiciones internacionales y las condiciones al interior de Cuba han cambiado mucho en los últimos diez años. Hace falta una gran dosis de imaginación democrática para enfrentar los desafíos que enfrenta la continuación de un proyecto anti-capitalista y desenajenante en Cuba. Precisamente por resaltar la importancia de los procesos de producción de la subjetividad humana, la obra de Fernández Buey es importante, y no sólo para los revolucionarios cubanos.
Mil gracias por su generosa y amable disposición. ¿Quiere añadir algo más?
Sólo agradecerte a ti por esta entrevista.
Salvador López Arnal es nieto del cenetista aragonés asesinado en Barcelona. en mayo de 1939, delito: «rebelión», José Arnal Cerezuela, y autor de La destrucción de una esperanza. Manuel Sacristán y la primavera de Praga (Madrid, Akal, 2010).
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