A pesar de las muy diversas protestas de muy diferentes grupos sociales -tanto de comunidades muy afectadas por este tren que viajará a una velocidad promedio de 150 kph , ecologistas y ambientalistas con muchos años de lucha en la península de Yucatán o, en contra de las infraestructuras de transporte, como ECOMUNIDADES, investigadores de grandes universidades, como la UNAM, y ahora, hasta de empresarios y artistas sin antecedentes en el ambientalismo y ONG ambientalistas, como CEMDA y Greenpeace que perciben ya el desquiciamiento de la 4T en este asunto- se intensifica la furia desarrollista de López Obrador ante tanta resistencia y ordena la participación del ejército mexicano en esta horrible guerra del Gobierno mexicano contra la diversidad biológica y cultural del sureste mexicano.
Cómo lo sabe cualquier gran empresario o estudioso del transporte y la urbanización de cualquier país del mundo, las infraestructuras de transporte terrestre, como los metros y metrobuses, los trenes suburbanos, las carreteras, las supercarreteras, los trenes de alta y mediana velocidad, como el tren maya, sirven para desatar millones de inversiones junto a ellas a lo largo de muchos años debido a la radical transformación de la economía que provocan estos megaproyectos en los territorios que atraviesan.
En todo el mundo, la urbanización o pavimentación del territorio es el propósito explícito de la construcción de estas infraestructuras de transporte.
Puede confirmarse cómo estos megaproyectos desatan ciclones urbanizadores en los territorios afectados que periódicamente hacen subir el valor de los terrenos y las rentas de las viviendas cambiando el uso del suelo a muchos kilómetros de ellas y expulsando a los antiguos residentes y desde luego, eliminando la diversidad biológica.
El cambio radical en la economía de los territorios de países tropicales o muy dependientes (colonizados), provocado por estas infraestructuras, beneficia principalmente a los grandes inversionistas y perjudica enormemente a la gran mayoría de la población directa e indirectamente afectada. No hay manera de mitigar el daño ecológico y cultural que provoca la pavimentación del territorio.
El desarrollismo extremo, como el que manifiesta López Obrador, se sustenta en viejas creencias económicas, economistas y economicistas, como la «creación de empleo», el «combate a la pobreza» y el «crecimiento económico» que han sido impuestas, por décadas, en el imaginario social de las sociedades de los países muy dependientes, como México, por los políticos y los inversionistas más poderosos del mundo.
Estas creencias desarrollistas han demostrado ser el sustento del colapso del clima y la ecología de los territorios.
El transporte es el principal enemigo de la ecología y el clima.
El mejor transporte es el que no se fabrica
Tengo más de 30 años en apoyo a la resistencia contra megaproyectos de transporte, con fundamento en las tesis urbanísticas de Jean Robert, arquitecto y urbanista suizo-mexicano (la contaminación del tiempo y el espacio: Los Cronófagos, Ítaca, La Traición de la Opulencia, GEDISA, y otros trabajos) , las tesis sobre transporte de Iván Illich, Energía y Equidad y los estudios realizados por muy destacados ecologistas españoles, como Antonio Estevan, Alfonso Sanz y otros. He participado en la elaboración de ponencias y talleres contra al menos 10 megaproyectos de transporte en México (autos, trenes, metros, metrobuses, aviones) y de sus infraestructuras o megaproyectos en particular, desde 1992, cuando presenté en el Salón del Transporte de la Conferencia Mundial de Energía de Madrid la ponencia contra del Tren Magnético, más tarde Tren Elevado, de Bellas Artes a Santa Mónica, Estado de México que derrotó la ponencia de la Sra. Regina Barba en favor de este megaproyecto que fue cancelado 1994, después de más de un año de protestas de vecinos de más de 40 colonias afectadas.