Queipo de Llano extendió su maquinaria de la muerte apoyándose en Díaz Criado y Bohórquez –enterrado también en La Macarena– y consiguió agenciarse el cortijo de Gambogaz con dinero del Banco de España.
Manuel Díaz Criado, delegado militar de orden público, elegido a dedo por Queipo de Llano, era un ejemplo claro de sádico indescriptible. No le temblaba el pulso a la hora de elegir las sentencias de muerte en los primeros meses de guerra. Una limpieza sistemática, sin duda, que marcaba con la consigna secreta X-2 para las sacas y fusilamientos que le venía en gana. Cuentan los testimonios que llegaba incluso de las juergas y orgías a su despacho a las cuatro de la tarde y nunca admitía visitas. Solo las mujeres jóvenes eran recibidas a puerta cerrada.
La impunidad era de tal calibre que a veces aquellas sentencias las conmutaba por teléfono: «Este, aquel que vio usted el otro día que es gordo y calvo. No, este no. Esperaremos». Desde un café o cualquier antro en el que se encontrara, el capitán firmaba «sentencias de muerte a toda prisa». Permanecía un rato trabajando, y, ya de día, se iba a dormir. En medio de sus orgías y excesos «despachaba los expedientes de los que mandaba a fusilar a toda prisa», relata Juan Ortiz Villalba a Público. Firmaba unas sesenta diarias, sin tomar declaración a los detenidos en ninguno de los casos.
Queipo de Llano no solo se alió con Díaz Criado en su venganza en masacrar a la población vencida. Francisco Bohórquez, auditor de guerra, que firmaba cada una de las sentencias de muerte, era su máximo cómplice en aquella operación. José María García Márquez recuerda a Público cómo junto a Queipo era la última instancia a la que recurrían para aprobar aquellas matanzas. «Él sabe que se está realizando la aplicación por bando de guerra. La impunidad es absoluta y no cejaba en aplicarla sabiendo las atrocidades que se estaban cometiendo».
Quienes pululaban alrededor de Queipo en aquellos primeros momentos conocían bien el fruto de su trabajo. Rentabilizar la venganza, aplicar el bando de guerra y, por último, dejar el menor rastro posible. A día de hoy, son escasos los expedientes que muestran las ejecuciones por aplicación de bando de guerra. Desaparecieron. Se perdieron en medio de la sed de conocer detalles de aquellas operaciones macabras. Sin embargo, Bohórquez sigue estando presente en uno de los archivos militares de la ciudad, repletos de consejos de guerra (posteriores a las sacas de presos). Un retrato preside una de las salas principales con su imagen, siendo el único que quedó respetado hasta el final de sus días, un honor que ni Queipo ni el depravado Díaz Criado disfrutaron después de la guerra.
Queipo y Bohórquez, en la Macarena y con honores
En la Sevilla mariana bajo el suelo de la basílica de la Macarena, no solo se encuentra el general Queipo de Llano junto a su esposa Genoveva. El auditor Francisco Bohórquez «descansa» en una zona del templo más privilegiada que el otro genocida. Según fuentes de la Hermandad consultadas por Público, «Bohórquez se ubica en la zona del antepresbisterio del templo» y oculto bajo unas alfombras. Es considerado unos de los Hermanos Mayores Honorarios Perpetuo. Murió pocos años después que el general: el 10 de noviembre de 1955. Queipo fallece en marzo de 1951 y se encuentra en una de las capillas anexas. Sobre la esquela del auditor, la Hermandad lo recordaría por la «firmeza de su carácter y exacto cumplimiento de sus deberes» sobre los que pesan casi 45.000 víctimas asesinadas en el sur de España bajo la jurisdicción de Queipo de Llano y la firma del desconocido auditor.
A pesar de los intentos por sacar los restos de los genocidas, la Hermandad alega a Público que, sin el reglamento sobre simbología desarrollado dentro de la ley de memoria andaluza, «no pueden actuar con garantías jurídicas y legales». Un debate que se eterniza entre la familia, los colectivos memorialistas y la Hermandad. Mientras el anteproyecto de ley estatal de memoria podría arrojar algo de luz en un proceso que lleva años a la espera de alguna acción.
De la corte del terror al oscurantismo
Díaz Criado no tuvo un poder ilimitado hasta el final de sus días. El 12 de noviembre de 1936 cuando la primera fosa de víctimas ya se había colmatado en el cementerio de la ciudad, fue destituido fulminantemente y destinado a la legión en el frente de Talavera. Historiadores reconocen que no dejó de tener problemas en ninguno de los lugares donde fue trasladado: «Incluso maltrató varios soldados de su mismo bando y fue juzgado por ello». En 1940 se le nombraría Comandante Militar en Andújar. Muere de vuelta a Sevilla sin ningún reconocimiento en 1947. No se conoce con detalle dónde está enterrado.
De Queipo, se sabe de su traslado hasta el cortijo Gambogaz, «supuestamente donado» por la ciudad de Sevilla, donde pasó sus últimos años tras el exilio forzoso a Roma que vivió tras los años de limpieza en la ciudad. La plataforma que lleva el mismo nombre de esta finca y que lucha por devolverla al Estado, ha logrado recabar más datos sobre el proceso de compraventa fraudulenta y del que solo se conocían algunos detalles.
Gambogaz, comprado con dinero del Banco de Espala
Tras las últimas investigaciones realizadas por la plataforma Gamgogaz se ha conocido como Queipo de Llano sin ser un hombre de importante patrimonio ni elevadas rentas fraguó la compra del cortijo, a orillas del Guadalquivir gracias a la operación realizada junto al notario Echaíde Aguinaga. «Compró a su propio nombre, como persona física, el 85,93 % de las tierras de Gambogaaz, incluido el cortijo, y en el mismo protocolo constituyó la Fundación Benéfica Social Agraria Gonzalo Queipo de Llano y le donó la finca a esta”.
Uno de los portavoces de la plataforma, Boni Cañibano, sentencia a Público que «el dinero con el que Queipo compró Gambogáz procedía del Banco de España y la justificación para este gasto público se especifica en los objetivos sociales que debería atender con dicho dinero la Fundación». En aquellos principios se reitera la necesidad de que se constituya como una fundación de ayuda a jornaleros sin tierra pero los datos y traslados de mano de obra esclava confirman que esa maniobra nunca se ejecutó con tales fines. Tampoco la colecta popular que tantas veces se ha hablado para recaudar fondos para la compra de Gambogaz.
Durante los siguientes años Queipo fue realizando maniobras antes de registrar Gambogaz a su nombre y permanecer con ella hasta hoy, en herencia a sus herederos. «A pesar de que desaparece a finales de la guerra de la ciudad y marcha a Roma como embajador, continúa la relación con importantes figuras como el auditor Bohórquez, que le ayuda en algunas las operaciones del cortijo». El auditor de guerra seguía gozando de un alto cargo en la ciudad y ayudaría a «la maniobra definitiva para inscribir Gambogaz a nombre de Queipo de Llano. Una operación que se realiza en tres fases; octubre de 1943, enero de 1945 y en junio de ese mismo año».
La Plataforma Gambogaz espera ahora que el Ayuntamiento de Camas, donde se encuentre el Cortijo, realice un informe jurídico que permita que el asunto pueda llegar a la Secretaría General de Memoria y de ahí a la Abogacía General del Estado buscando el origen de la compraventa. «Camas es nuestro Sada en el caso de Meirás. Y por eso necesitamos que el Ayuntamiento se comprometa a dirigir los escritos pertinentes para constituir el comité que devuelva Gambogaz a terreno público».
El grupo parlamentario Izquierda Confederal en el Senado también se ha implicado con una pregunta al Gobierno sobre el destino de Gambogaz. Carlos Mulet señala como parlamentario la necesidad de «romper con la inhibición de la que hasta ahora han hecho gala las instituciones andaluzas». El paso siguiente se centra en acceder al acta notarial que prueba que el dinero realmente procede del Banco de España. «La ley establece que el Archivo de protocolos notariales debe permanecer cerrado a los investigadores durante 100 años» y que solo puede ser levantado como ocurrió en el caso de Meirás por parte de las administraciones.
A pesar de que no era querido ni en la prensa ni en actos públicos a finales de los 40, el más conocido de las figuras de la represión sevillana supo ganar su motín de guerra, «con la apropiación nada ingeniosa pero eficaz de uno de los cortijos más productivos del Guadalquivir». Ahora queda probar la procedencia oficial de ese capital para desvelar otra artimaña del genocida Queipo que nunca hubiera ganado ninguna batalla sin tener de la mano a aliados de la talla de Bohórquez y Criado.