La Rondilla es uno de los barrios de Valladolid que comienza a consolidarse en la década de los 60, como consecuencia del rápido desarrollo industrial de la ciudad que arranca en la década de 1950. La afluencia masiva de inmigrantes del medio rural de la provincia y de otras limítrofes, exige la construcción de numerosas viviendas.
Al calor de aquella demanda se desarrolló un brutal mercado inmobiliario especulativo y, además, muchas construcciones fueron ejecutadas con una pésima calidad en el diseño de las viviendas y en los materiales empleados.
Para hacernos una idea, en los veinte años que transcurren entre 1960 y 1980, se construyeron en Valladolid 76.555 viviendas, y la población pasó de 150.959 habitantes a 320.293.
Semejante crecimiento especulativo produjo una colmatación de los suelos, de tal manera que en el interior de los barrios que iban naciendo o creciendo, como Rondilla, Pajarillos o Delicias, no se dejaba espacio libre público para la construcción de servicios, dotaciones y zonas ajardinadas. Hubo que esperar a que las corporaciones elegidas ya en democracia, consiguieran suelos en la periferia para paliar la ausencia de espacio en el núcleo barrial. Eso pudo ser por que se paralizaron los planes parciales aprobados por los ayuntamientos franquistas, y se consiguieron parcelas de otras administraciones, como por ejemplo cuarteles, o permutas con propietarios privados de suelo.
El urbanismo depredador se estaba produciendo en muchos ayuntamientos en el periodo que transcurre entre la muerte del dictador y las primeras elecciones municipales democráticas, tal como señala el historiador Constantino Gonzalo Morell: “Esto se debe al evidente interés inmobiliario privado, el vacío legal creado por la desaparición formal de la dictadura, no sustituido aún por el corpus legal democrático y por el poder que poseen, por poco tiempo, las últimas autoridades designadas por Franco. De esta forma, vemos cómo de Madrid a Barcelona, del Llobregat al Nervión, se produce una serie de enfrentamientos entre las asociaciones de vecinos y los Ayuntamientos tardo franquistas”
Y Valladolid no era una excepción. El Ayuntamiento pre democrático decidía el planeamiento urbano en clara sintonía con inversores que conocían de antemano los planes municipales, e iban adquiriendo suelos rústicos sabedores del valor que tendrían en un futuro muy inmediato al ser declarados urbanos por los arquitectos y concejales. Así, el lápiz del arquitecto en muchos casos iba moviendo las rayas del planeamiento en indisimulada connivencia con los intereses de los promotores.
De esa forma nació Rondilla como paradigma de la especulación, configurado como un barrio colmena y, además, con una pésima calidad de viviendas, que fue el detonante de que se formara la Asociación Vecinal, la primera de Valladolid, que registró sus estatutos en el año 1971: el peligro serio que corría la estabilidad de varios bloques de viviendas, debido a cimientos defectuosos, problemas de humedad en el interior de las casas, desperfectos en suelos y paredes, y filtraciones de agua en las conducciones, hizo que el vecindario comenzara a reunirse para exigir a la constructora La Imperial que asumiera semejante desastre. Efectivamente, la constructora tuvo que ejecutar a su costa, la rehabilitación de los cimientos y otras obras de mejora.
Tal era el hacinamiento en la Rondilla que alguien escribió que su densidad de población era como la de Hong Kong. No sé si estadísticamente la cosa fue exactamente así, pero, desde luego, el dato no andaba muy lejos de aquella afirmación. Las únicas zonas no ocupadas eran las que se conocían como “calles patio”, que no eran sino espacios libres en tierra entre bloque y bloque que funcionaban a modo de patio de vecindad donde instalar los tendederos.
En el relato de aquel urbanismo depredador, el caso de la Rondilla, que consiguió parar el plan parcial Ribera de Castilla en el que se iban a construir 2.200 viviendas, ha quedado en la memoria de Valladolid como un ejemplo de lucha vecinal bien llevada y tenaz, que se enfrentó al Ayuntamiento especulativo de las postrimerías del franquismo. También es verdad que no estaban solos, pues otros barrios igualmente exigían un cambio de rumbo en el urbanismo de la ciudad, y el primer Ayuntamiento democrático pronto comenzó a actuar en la dirección que exigían los ciudadanos. No obstante, Rondilla no bajó la presión hasta que conseguir “casi” todos sus objetivos: de 28 hectáreas para la construcción de viviendas, finalmente 15 fueron destinadas a dotaciones y parques.
LA RIBERA ES NUESTRA, GRITARON EN LA RONDILLA
En Rondilla, el único espacio libre donde se podrían ubicar dotaciones y espacios verdes, conocido como Ribera de Castilla, estaba en las inmediaciones del río Pisuerga, pero el Ayuntamiento de los años 70 tenía otros planes para aquel suelo: la construcción de un número de viviendas, que sumadas a las ya construidas haría que el barrio alcanzara una espeluznante densidad de población y perdiera todo el suelo aún libre.
Todo comenzó en junio de 1973, cuando los promotores Puente Duero SA, y Valeriano Gómez, hermano del arquitecto jefe del Ayuntamiento, presentan una propuesta de plan parcial que preveía la ocupación de los últimos terrenos disponibles en el barrio de la Rondilla, para construir en ellos 2.200 viviendas. Cuando aquella propuesta comienza su andadura en los despachos municipales, la asociación vecinal moviliza al barrio en octubre de 1976 convocando una asamblea en la que informaron al vecindario de las pretensiones del Ayuntamiento.
El primer conflicto entre Rondilla y el Ayuntamiento salta el 31 de mayo de 1978, día en el que el pleno municipal, con el alcalde Manuel Vidal a la cabeza, iba a aprobar este y otros planes parciales en toda la ciudad. En lo que respecta al de Rondilla, los promotores habían rebajado a 1.400 las viviendas a construir.
El alcalde convoca un pleno en secreto para que se celebre a las 9 de la mañana, cuando todos los plenos se celebraban a última hora de la tarde. No obstante, el barrio supo de aquella maniobra y ese día había en las tribunas cerca de medio centenar de vecinos y vecinas que, aun siguiendo el pleno sin demasiado alboroto, fueron desalojados por la policía por orden del alcalde. Los vecinos salieron pidiendo a gritos la dimisión del alcalde, y reclamando los terrenos de la Ribera.
La mayoría de los barrios de la ciudad, que también exigían dotaciones, construcción de viviendas de protección oficial y terminar con la especulación, que estaba conduciendo a un verdadero caos urbanístico, se unieron a la reivindicación de Rondilla y el día 17 de junio de ese año, 10.000 personas salieron a la calle son sus pancartas.
En noviembre de aquel año continuaban los trámites para la aprobación definitiva del Plan Ribera de Castilla, y el vecindario, que mantenía su oposición al plan, ocupó las tribunas del público creando momentos de tensión en el Salón de Plenos del Ayuntamiento.
La Asociación Vecinal convoca nuevas asambleas, reparte octavillas por el barrio, hace ocupaciones simbólicas del suelo que reclaman, y apela a todas las administraciones e instituciones de la ciudad para informarles y solicitarles su apoyo. Además, el barrio contaba con la solidaridad y simpatía del resto de la ciudad.
En vista de la confrontación, el alcalde decidió consultar al Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU).
Finalmente, el MOPU, en junio de 1979, se pronunció denegando la aprobación definitiva del plan, decisión que avaló la Audiencia Nacional en abril de 1980, instancia a la que habían acudido los promotores. Mientras tanto, el Ayuntamiento ya había cambiado de signo político en las primeras elecciones municipales democráticas en abril de 1979. La corporación estaba encabezada por el alcalde del PSOE Tomás Rodríguez Bolaños, con el apoyo del PCE. Una de las primeras medidas que toman es paralizar todos los planes parciales en proceso de tramitación, iniciar la redacción de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana y abrir negociaciones con los promotores y propietarios de suelo.
En lo que respecta al plan parcial Ribera de Castilla, en diciembre de 1980 los promotores y el Ayuntamiento llegaron al siguiente acuerdo: Puente Duero SA aportaría al municipio 8,2 hectáreas del plan parcial, más 40 millones de pesetas para gastos de urbanización. A cambio, el Ayuntamiento le permite construir 200 viviendas y obtener 1.500 m2 para locales comerciales. Con Valeriano Gómez el acuerdo le permitía construir 300 viviendas y obtener 2.500 m2 de locales comerciales. El resultado de aquel acuerdo supuso que “sobre una superficie total de 28,02 hectáreas, se reservaron poco más de 3 para las 500 viviendas acordadas, más de 4 para una zona de parque, casi 3 para jardines y zonas de juego para niños, otras 3 para parque deportivo, casi 3,5 para construir equipamientos docentes y casi 1,5 para la construcción de equipamientos sociales. A partir de aquí, ya hemos apuntado anteriormente que ese suelo permitió aportar los espacios libres públicos y los equipamientos que tanto se necesitaban en La Rondilla”, tal como se relata en el documento “Ayuntamiento de Valladolid, transición democrática y transformación urbana. cambios de rumbo y nuevas estrategias urbanísticas (1979-1995)” elaborado en 2020 por Miguel Fernández-Maroto y Luis Santos y Ganges, del Instituto Universitario de Urbanística.
Aquel proceso se saldó el 29 de julio de 1982, fecha en la que el pleno del Ayuntamiento aprobó la adquisición de los terrenos de la Ribera de Castilla mediante pagos en metálico y permutas, incluidos algunas parcelas del Arzobispado. El presidente de la Asociación Vecinal de Rondilla, Juan Cornejo, intervino en el pleno para saludar aquella solución “casi” definitiva que impediría la salvaje construcción de viviendas y que se dedicara buena parte de los terrenos a un parque. Un parque que se inauguró oficialmente el 20 de marzo de 1988.
Gracias a aquella movilización de la gente de Rondilla no solo se rebajó la ocupación desmedida de suelo, y se pudo construir las dotaciones necesarias, sino que ahora el barrio, y la ciudad, disfrutan de uno de los parques más extensos y bonitos de Valladolid junto a la orilla del río Pisuerga.