Lo más importante es preservar la vida de los seres humanos, fue la orientación de Fidel desde la Mesa Redonda cuando el huracán Iván avanzaba arrasador por las islas del Caribe, dejando una estela de unos 70 muertos, y amenazaba con toda su fuerza a Cuba. Un millón 800 mil personas fueron evacuadas. La costa […]
Lo más importante es preservar la vida de los seres humanos, fue la orientación de Fidel desde la Mesa Redonda cuando el huracán Iván avanzaba arrasador por las islas del Caribe, dejando una estela de unos 70 muertos, y amenazaba con toda su fuerza a Cuba.
Un millón 800 mil personas fueron evacuadas. La costa sur occidental de Pinar del Río quedó prácticamente desierta ante los pronósticos de grandes penetraciones del mar. El país se movilizó todo para enfrentar al poderoso adversario. Se trató de prever hasta el último detalle que permitiera salvar vidas. Los refugios para tiempo de guerra se abrieron para acoger a ciudadanos en riesgo y nuestras Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior pusieron todos sus medios y mandos a la orden. Fidel dirigió desde el primer minuto el combate y se fue a tierras pinareñas a esperar el paso del terrible Iván.
La recompensa a tantos días de esfuerzos, gastos, movilización y vigilia fue que ningún ser humano sufrió siquiera un rasguño, a pesar de vientos registrados de 350 kilómetros por hora, más de 300 milímetros de lluvia en el extremo occidental y daños considerables en la infraestructura, la agricultura y las áreas forestales.
Iván se despidió de nosotros con cierta caballerosidad y salió en busca de tierras norteamericanas. Allí fue devastador: miles de viviendas quedaron arrasadas y las pérdidas económicas son multimillonarias en los cuatro estados que golpeó. Lo más doloroso es la muerte de al menos 30 personas, la mayoría por causas accidentales.
La Florida volvió a ser el centro de los lamentos, pese a que el ojo del huracán atravesó Alabama. Unas 14 personas fallecieron en el noroeste del estado. Ya antes había pasado el Charley, dejando a su paso 23 muertos, y el Frances, que dejó la zaga de 20 fallecidos.
Las infaustas muertes son el reflejo del «sálvese quien pueda» que domina aquella sociedad. Los centros de evacuación son escasos. La mayoría de las personas se sale de las áreas de peligro por sus propios medios y sin orientación oficial. Los políticos se muestran impotentes ante el previsible desastre. Los pillos de siempre van a las puertas de los incautos, horas antes de la llegada del fenómeno natural, para vender pólizas de seguro falsas, según denuncias de las propias autoridades.
Ahora se verán imágenes como las televisadas tras el paso del Frances, cuando los hermanos Bush salieron a la vía pública a repartir cubitos de hielo para los damnificados. ¡Excelente montaje teatral de cara a las elecciones!
Pero lo más infame de estos días trágicos ocurrió en Puerto Rico al paso de la tormenta tropical Jeanne. El diario La Prensa de Nueva York denunciaba el pasado jueves 16 que muchas personas estuvieron en peligro en la isla colonia porque numerosos empresarios comerciales obligaron a sus empleados a mantenerse trabajando en medio del azote del ciclón. La «pasta» antes que la vida.
Con razón, en Ginebra, el Director del Instituto para la Reducción de Desastres de la ONU señalaba esta semana: «Muchas razones puede explicar la baja tasa de mortalidad causada por los huracanes en Cuba comparada con sus vecinos, como la educación, la prevención y su capacidad de respuesta» Muchos sabemos que hay otras causas más profundas.