Cuando termine este artículo, un heterogéneo grupo de oportunistas políticos y arrepentidos «izquierdistas», así como agentes y quinta columnistas de largo historial al servicio del imperialismo, falsos demócratas y pretendidos adalides de los derechos humanos, se reunirá en Praga, siempre bailando al compás de la sinfonía contrarrevolucionaria dirigida desde Washington, para participar en una nueva […]
Cuando termine este artículo, un heterogéneo grupo de oportunistas políticos y arrepentidos «izquierdistas», así como agentes y quinta columnistas de largo historial al servicio del imperialismo, falsos demócratas y pretendidos adalides de los derechos humanos, se reunirá en Praga, siempre bailando al compás de la sinfonía contrarrevolucionaria dirigida desde Washington, para participar en una nueva maniobra anticubana. Ayer, 17 de septiembre, se inauguró en esa ciudad la cacareada cumbre denominada «Hacia la Democracia en Cuba», auspiciada nada más y nada menos que por el Comité Internacional para la Democracia en Cuba (CIDC), un engendro de corta vida política y oscuras intenciones.
Programada para efectuarse entre el 17 y el 19 de septiembre, en la sede del Senado de la República Checa, el Palacio Valdtejnsk, la cita fue convocada por el Canciller checo Cyril Svoboda y el presidente del Senado de ese país, Petr Pithard. Experto en montar shows que sólo mueven a la risa, el señor Pithard espera de este evento un resultado más convincente que el logrado cuando se encerró en una jaula, vistiendo el uniforme de preso, para sensibilizar a la opinión pública con la suerte corrida en Cuba por un grupo de asalariados de Estados Unidos condenados a prisión por sus actividades contrarrevolucionarias y desestabilizadoras.
Convocados urgentemente para ejecutar la sucia política de aislamiento hacia Cuba, diseñada por la Casa Blanca en su reciente Programa para la Transición pacífica hacia la Democracia en Cuba, acudieron a Praga desde viejos «disidentes», expertos en desestabilizar, mentir y subvertir el orden, hasta políticos corruptos y violadores de derechos humanos, disfrazados de humanistas y demócratas para esta ocasión. Allí estará tanto José María Aznar, ex presidente del gobierno español; al igual que Patricio Aylwin, ex presidente de Chile; Luis Alberto Lacalle, ex presidente de Uruguay; Luis Alberto Monge, ex presidente de Costa Rica; así como Vaclav Havel, ex presidente checo; Kim Campbell, ex primer ministro canadiense; Philip Dimitrov, ex primer ministro de Bulgaria; junto al vicepresidente del Parlamento Europeo, Edward McMillan Scott.
No podían faltar otros personajes de tenebroso historial contrarrevolucionario y ultraconservador como la señora Madelaine Albrigth, ex secretaria de estado de los Estados Unidos; la eurodiputada sueca Cecilia Malmström; así como la ex «disidente» rusa Elena Bonner. Junto a ellos connotados agentes de oscuro historial como el polaco Adam Michnik; Tomas Pojar y Carlos González, de la organización checa «Hombres en Emergencia»; así como Liduine Zumpolle, de la organización holandesa «Cuba Futuro». Por supuesto, no podían faltar escritores que han vendido su pluma a los mismos que un día criticaron tímidamente, para luego caer en un detestable oportunismo político, como son los casos del peruano Mario Vargas Llosa, el mexicano Enrique Krauze y el argentino Marcos Aguinis.
Varios representantes de los grupos mafiosos de Miami estarán presentes en la cita, como es el caso de Leopoldo Fornés, integrante del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, liderado por el mentiroso y oportunista Ricardo Bofill.
¿Qué persiguen todos estos señores y señoras con esta cacareada cumbre?
Su objetivo está claro para todos. Pretenden arreciar el aislamiento contra Cuba, manteniendo los mismos manidos e insostenibles argumentos de que en la Isla se violan los derechos humanos y las libertades democráticas. Todos integran la quinta columna contrarrevolucionaria sostenida por Estados Unidos en su estrategia anticubana y se han sumado servilmente en la nueva escalada urdida por sus amos.
La verdad, aunque se esconda en el fondo de una cueva, saldrá a la luz a pesar del forzado ostracismo al que se le quiera condenar. Detrás de esa aparente preocupación por el pueblo cubano y por sus derechos, se esconden la falsedad y la componenda, la detestable maquinación y el sucio oportunismo, el odio ideológico y la ambición. Bastaría analizar algunos datos expuestos por la propia Amnistía Internacional en su «Informe para el año 2004», que abarca el tema sobre las violaciones de los derechos humanos en el período entre enero y diciembre de 2003, así como otras fuentes, para comprender si realmente estos señores son defensores de la democracia, la libertad y los derechos humanos.
¿Se habrá olvidado el señor Patricio Aylwin, por ejemplo, que la ONU, mediante el Comité de vigilancia del cumplimiento de la Convención contra la Tortura, solicitó a Chile la derogación de la Ley de Amnistía, fabricada por Pinochet para proteger a los criminales que invadieron de luto a los hogares chilenos? ¿Por qué él mantuvo esta ley durante su gobierno? ¿Se habrá olvidado, igualmente, que durante su gobierno fueron denunciados por el Comité Inter-Eclesial de Derechos Humanos en América Latina (ICCHRLA) cerca de 40 casos de torturas cometidos por los carabineros y otros órganos policiales?
Parece ser que el señor Aylwin olvidó que miembros de su partido de gobierno, la Democracia Cristiana, así como de la Juventud Demócrata Cristiana de Chile, reconocieron en ese momento que en Chile se mantenía la tortura.
¿Por qué, entonces, en señor Aylwin se inmiscuye en una guerra mentirosa contra Cuba, cuando en su traspatio se cometen todavía graves atrocidades contra sus conciudadanos? El propio informe de Amnistía Internacional expone lo siguiente, en relación con Chile:
Las condiciones de reclusión distaron mucho de cumplir las normas internacionales, y hubo informes sobre malos tratos a detenidos.
La población indígena siguió presionando para que se reformaran las leyes sobre la tierra y se respetaran sus derechos económicos, sociales y culturales.
En el informe sobre su visita a Chile en julio, el relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas destacó la marginación económica y social de las comunidades indígenas y la criminalización, mediante la ley «antiterrorista», de los movimientos indígenas de protesta social. El relator recomendó la revisión judicial del caso de dos dirigentes comunitarios mapuches.
Se recibieron informes de malos tratos a presos infligidos por guardias penitenciarios (la gendarmería). Las condiciones de reclusión, y entre ellas el problema del hacinamiento, seguían constituyendo un motivo de preocupación, y en algunas prisiones no se cumplían las normas internacionales.
Como puede apreciarse, el señor Aylwin debe honrar primero a los chilenos con su preocupación por la libertad, la democracia y los derechos humanos. Darle la espalda a los pesares de su pueblo para lanzarse a una cruzada de infamias y mentiras contra Cuba es, además de repugnante, sumamente deshonesto y cruel.
Otro ferviente «preocupado» por la situación de los presos en Cuba lo ha sido el ex presidente uruguayo Luis Alberto Lacalle. Este señor padece de la misma ceguera que su consorte chileno de correrías. ¿Habrá hecho algo el señor Lacalle durante su gobierno para encausar a los torturadores de los mejores hijos de esta nación o de abolir la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, de 1986, con la cual se quiso proteger a asesinos y criminales?
Particularmente, el señor Lacalle fue responsable directo de la masacre de Jacinto Vera, en la que murieron Fernando Morroni y Roberto Facal, así como fueron heridas cientos de personas. Nunca levantó un dedo para señalar y para enjuiciar a los culpables, entre los que se destacó su ministro del Interior, Ángel María Gianola. También Lacalle fue responsable de la detención en masa, extradición y tortura de ciudadanos vasco – uruguayos en su país durante el año 1992.
Como puede apreciarse, le faltan al señor Lacalle honor y razón para erigirse en posible defensor de los derechos humanos de los cubanos y en juez de lo que aquí sucede, cuando estuvo comprometido hasta la médula en actos de violación de los derechos humanos de los uruguayos, en asesinatos y desapariciones, así como ha sido incapaz de levantar un dedo para señalar a los que hoy, durante el gobierno de Jorge Battle cometen detenciones arbitrarias y torturas.
Otro acusador de Cuba en esta cumbre de falsedades e infamias lo es el ex premier búlgaro Philip Dimitrov. Este señor tampoco se ha opuesto a la crítica situación de los derechos humanos imperante en su país. El Informe de Amnistía Internacional señala al respecto:
El régimen de vida de las personas con discapacidad mental residentes en hogares sociales fue frecuentemente inhumano y degradante. Muchos residentes sufrieron abusos a manos del personal -que en algunas instituciones imponía prácticas inaceptables de inmovilización y aislamiento- o de otros residentes. Se recibieron numerosos informes sobre malos tratos y torturas de la policía a detenidos, y al menos una persona murió bajo custodia en circunstancias controvertidas. Con frecuencia, las víctimas eran miembros de la comunidad romaní, a veces niños. Rara vez se llevó ante la justicia a los agentes del Estado que cometieron tales actos. Al menos tres personas murieron por disparos policiales y otras resultaron heridas por agentes de policía que emplearon armas de fuego en contravención de las normas internacionales sobre el uso de la fuerza.
Durante el gobierno de este señor se cometieron decenas de estas violaciones contra gitanos y enfermos mentales, en franca imitación de la xenofobia y la ideología fascista que una vez asoló a Europa y cobró decenas de miles de ciudadanos búlgaros. ¿Puede alguien como él, entonces, reclamar por los derechos humanos en Cuba? La respuesta es obvia.
Los propios organizadores de la cumbre no están exentos de haber sostenido violaciones a los derechos humanos en la República Checa, ni tienen su traspatio limpio de culpas. El citado Informe de Amnistía Internacional para el 2004, comenta al respecto:
Las personas de etnia romaní siguieron viéndose discriminadas en diversos ámbitos de la vida, a pesar de que el gobierno tomó algunas medidas positivas. En enero, el Comité de los Derechos del Niño, de la ONU, lamentó que algunas de sus recomendaciones no hubieran sido suficientemente atendidas. Éstas incluían el desarrollo de campañas de sensibilización para reducir las prácticas discriminatorias contra los romaníes y la puesta en marcha de programas especiales para mejorar el nivel de vida, la educación y la salud de los niños romaníes. El Comité se mostró asimismo preocupado por el excesivo número de niños romaníes que seguían asistiendo a escuelas para niños con dificultades de aprendizaje, las llamadas «escuelas especiales», y por la discriminación sufrida por los inmigrantes ilegales y algunos refugiados en el acceso a la educación.
En agosto, el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial expresó su preocupación por «la persistencia de actos de violencia por motivos raciales y de actos de incitación al odio, así como por la persistencia de la intolerancia y la discriminación de hecho, en particular respecto de la minoría romaní», y por el índice desproporcionadamente alto de desempleo existente entre los romaníes. El Comité recomendó que se aplicara la legislación vigente de un modo más efectivo.
Hubo varios informes de malos tratos a romaníes por parte de la policía. Muy pocos de estos incidentes se investigaron de forma independiente e imparcial. El sistema para investigar las denuncias contra agentes de policía no cumplía los requisitos de independencia e imparcialidad previstos en las normas internacionales de derechos humanos, ni tampoco las recomendaciones del Comité contra la Tortura y el Comité de Derechos Humanos de la ONU. Incluso en los casos en los que los agentes eran declarados culpables de delitos graves, se les imponían penas leves.
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En algunos hospitales psiquiátricos y centros de asistencia social se utilizaron «camas jaula» como método de inmovilización, según informes de organizaciones no gubernamentales locales. El Centro para el Desarrollo de la Atención de la Salud Mental averiguó que, de las 600 camas del Hospital Psiquiátrico de Jihlava, 60 eran «camas jaula», y que 416 pacientes habían sido inmovilizados en ellas durante 2002. Por otra parte, el Centro de Apoyo de la Discapacidad Mental encontró en otra institución unas 17 «camas jaula» y dos cunas «con red, para evitar que los niños se caigan». En una cuna con barrotes metálicos y candado había un niño de siete u ocho años aquejado de grave discapacidad intelectual y física; no parecía estar vigilado ni recibir tratamiento alguno.
La utilización de «camas jaula» y la negación de rehabilitación y asistencia adecuadas a niños con discapacidad constituyen trato cruel, inhumano y degradante, y suponen una infracción del derecho internacional y de los principios de buena práctica profesional. El Ministerio de Asuntos Sociales checo reconoció que se usaban «camas jaula», pero también señaló que no había ninguna ley que prohibiera explícitamente este método de inmovilización, y mencionó la existencia de limitaciones presupuestarias para la contratación de suficiente personal preparado.
Como puede apreciarse, tanto el señor Svoboda, como el payaso Pithard, así como Vaclav Havel y Tomas Pojar, anfitriones de la indignidad, carecen de vergüenza para juzgar a los cubanos por sus legítimas acciones, cuando ellos están comprometidos en serias violaciones de los derechos humanos.
También el señor José María Aznar está comprometido en serias violaciones de los derechos humanos en su país. Baste destacar algunos fragmentos del Informe de Amnistía Internacional para comprobarlo:
Numerosos inmigrantes se ahogaron tratando de llegar a España por mar desde el norte de África. Algunos detenidos denunciaron torturas y malos tratos. El Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes (CPT) criticó duramente la sostenida ausencia de salvaguardas fundamentales que protegieran de los malos tratos a las personas detenidas en virtud de la legislación antiterrorista. Pese a todo, una nueva ley aumentó a más del doble la duración máxima de la detención en régimen de incomunicación. El gobierno siguió negando categóricamente la existencia de la tortura. Se corría el riesgo de que los menores extranjeros no acompañados de entre 16 y 18 años fueran expulsados en circunstancias contrarias al derecho internacional. Hubo continuas denuncias de maltrato o de trato cruel, inhumano y degradante en centros de acogida de menores. Cerca de 100 mujeres murieron a causa de la violencia de género.
¿Puede entonces este enconado enemigo de Cuba, servidor incondicional de los Estados Unidos y de la mafia miamense, convertirse en juez de los cubanos, cuando jóvenes y mujeres han sufrido salvajes torturas en su país?
El resto de los participantes en la cumbre «Hacia la Democracia en Cuba», tampoco tienen la conciencia limpia. Ninguno de ellos ha levantado un solo dedo para acusar a los Estados Unidos por la flagrante violación de los derechos humanos en sus cárceles y en las prisiones en las que han encerrado a miles de afganos, iraquíes y ciudadanos de más de treinta naciones. ¿Por qué no se han dignado a organizar una cumbre para denunciar los crímenes que cometen los Estados Unidos en todo el mundo en nombre de una falsa y oportunista doctrina contra el terrorismo?
El análisis de la verdadera condición de estas personas, vinculados a hechos de discriminación y tortura, asesinatos y desapariciones, los excluye de su papel de árbitros en el caso cubano. Hay que ser demasiado cínicos para esgrimir la causa de la justicia, de la libertad y la dignidad del hombre, cuando no se ha puesto reparo en pisotearlos. Este es, sin lugar a dudas, el verdadero rostro de nuestros acusadores. Creo que, al respecto, sobran otros comentarios.