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El yanqui sigue sin escuchar

Fuentes: Rebelión

En 1960, se publicó en los Estados Unidos un libro titulado «Escucha, Yanqui» (Listen, Yankee) que pretendía ser una advertencia al gobierno y a la opinión pública de ese país acerca del error histórico en que incurrían por su incomprensión del alcance y contenido de la revolución cubana. El valor mayor de la advertencia estaba […]

En 1960, se publicó en los Estados Unidos un libro titulado «Escucha, Yanqui» (Listen, Yankee) que pretendía ser una advertencia al gobierno y a la opinión pública de ese país acerca del error histórico en que incurrían por su incomprensión del alcance y contenido de la revolución cubana.

El valor mayor de la advertencia estaba en que provenía de Charles Wright Mills (1916-1962), el sociólogo más avanzado de su época en Estados Unidos.

Tres días y medio de conversaciones con el entonces Primer Ministro Fidel Castro y cinco o seis días más con el delegado del Instituto Nacional de la Reforma Agraria en la provincia de Oriente, René Vallejo, amén de encuentros con muchos otros dirigentes cubanos y un buen número de campesinos, obreros, estudiantes, amas de casa, todo en el mes de agosto de 1960, argumentaron la obra.

Se percibe como eje conductor una advertencia a la sociedad estadounidense, más que al gobierno de ese país, de que la revolución cubana podría no ser un accidente aislado sino el inicio de una sucesión de similares escenarios en todo el mundo subdesarrollado, especialmente en Latinoamérica.

Wright Mills formulaba la recomendación en ocho cartas sucesivas de un imaginario revolucionario cubano que, a veces con soberbia y otras con serenidad, pero siempre con mucho orgullo, expresaba los sentimientos que el autor apreció en Cuba a solo un año y medio de la victoria popular de enero de 1959.

En una de sus ocho enjundiosas misivas, el «revolucionario cubano» proclamaba que «nosotros somos parte de América Latina, no de Norte América. Nuestra historia no es parte de la de ustedes, es parte de la historia de América Latina. Y América Latina tiene 180 millones de personas y crece más rápido que ustedes, y cubre un territorio que es más de dos veces mayor que el de ustedes. Como toda América Latina, estamos cansados de sus corporaciones y de lo que sus gobiernos hacen aquí. Ya nos han dominado bastante, así nos lo hemos propuesto. Su gobierno apoyó a Batista hasta el último minuto de su régimen gansteril. Pero ya Cuba no es una isla más en el Caribe. El Caribe no es ya un lago norteamericano. Todo eso, se acabó.»

Es a partir de esta idea que C. Wright Mills advierte en la Introducción: «La voz de Cuba hoy es la voz de la euforia revolucionaria. Es también una voz airada. Algo de esto quiero expresar junto con las razones cubanas para ello. Porque sus razones no son solo las de ellos: son las razones de todo el mundo hambreado.»

Wright Mills identifica con claridad los antecedentes históricos, la raíz económica y el alcance universal del imperialismo estadounidense que se expresan en la política hacia Cuba del gobierno de su país, por ejemplo, cuando pone en boca del «revolucionario cubano» la afirmación de que «no puede haber paz -es decir, verdadero entendimiento- entre Norte y Suramérica mientras estas corporaciones yanquis sean dueñas de las riquezas de nuestros países (porque) la propiedad de nuestras riquezas significa el control de nuestras políticas. Esto no es ideología. Es simplemente un hecho concreto que hemos vivido en Cuba y que América Latina aún vive.»

El impúdicamente declarado objetivo imperialista de llevar a Cuba la democracia era ya rechazado por el «revolucionario cubano» creado por Wright Mills hace 51 años cuando afirma: «Nosotros no sabemos lo que ustedes entienden por la palabra democracia, pero si lo que nosotros estamos haciendo no es democrático, entonces nosotros no queremos democracia. Y si lo que ustedes llaman sociedad libre es lo que ustedes tienen en Norteamérica, por favor sepan que nosotros, no lo creemos así. Nosotros probamos esa forma de sistema político en Cuba. Quizás funcione con ustedes, pero con nosotros, no.»

C. Wright Mills no tenía militancia política; no era comunista ni anticomunista. «Si yo fuera cubano, no tengo duda de que estaría trabajando esforzadamente por el éxito de mi revolución. Pero yo no soy cubano, soy un yanqui…»

Y como estadounidense trasladó a los gobernantes de su país una recomendación puesta en boca del ficticio protagonista de su libro: «Ustedes debían tomar el caso de Cuba como una experiencia que les sirva para establecer la forma en la que habrán de actuar cuando surjan revoluciones en los países hambreados de todas partes del mundo.»

Han pasado 51 años desde que C. Wright Mills formuló tan preclaras recomendaciones y ninguno de los once más recientes inquilinos de la Casa Blanca ha escuchado el mensaje, que mantiene toda su vigencia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.