En las imágenes, está atrás, al fondo, es casi el último. Hay mucha gente que habla alto, que llora, que se ríe, que se agolpa para llegar antes, pero él, con inquieta serenidad, no se mueve. (*) Hacía unas horas que la gente se había tirado a las calles, en grupos así desordenados, con las […]
En las imágenes, está atrás, al fondo, es casi el último. Hay mucha gente que habla alto, que llora, que se ríe, que se agolpa para llegar antes, pero él, con inquieta serenidad, no se mueve. (*)
Hacía unas horas que la gente se había tirado a las calles, en grupos así desordenados, con las banderas que pudieron agarrar, y con una pancarta única, inmensa, que no podía verse pero sí escucharse.
El tambor de un pionero está pegado con cinta plástica, pero repica mejor que antes de romperse. La maestra apenas puede contener el fervor de la clase, pero no suelta la mano de sus niños. Son horas de trabajo y por eso la mayoría de las voces son de jóvenes estudiantes que, otra vez, vieron que el libro de Historia tenía que abrirse por la página de Cuba y decidieron escribir la parte que les tocaba.
El presente es más que un tiempo verbal para todos ellos; es una invocación, con nombres propios, de la victoria. Como modernos juglares, caminan las calles, deteniéndose sólo para hablar del sacrificio, de la lucha sostenida, del pueblo. A una niña, con pañoleta roja al cuello, lo que le sale de la garganta es un torrente de agradecimiento para quienes se mantuvieron firmes y no le fallaron.
Cuando llega a la calle y al número de su casa, Gerardo abre con dificultad la puerta del coche, recuperando en un instante a su gente; como si nunca hubiera faltado de allí. Luz María (Luzma) no ha podido acercarse en su sillón de ruedas, pero sabe que irá a verla.
Gerardo les habla, los mira, los reconstruye y, de momento, se da cuenta de que él está allá, de pie, en el fondo, casi el último. Elías levanta entonces los brazos, porque ha estado esperándolo 16 años y porque, como los jóvenes que unas horas antes habían tomado las calles, él tampoco quería dejar de escribir su parte en el libro de Historia, abierto otra vez en la página de Cuba.
El abrazo de Gerardo Hernández y Elías es un símbolo. El mismo que revivió en esa imagen de Fidel rodeado por Los Cinco, hablando con ellos, escuchándolos a ellos; no de inmediato, sino cuando llegó su turno.
Hoy, 1 de mayo, ese símbolo volverá a tener una expresión, tan gráfica como aquel abrazo, cuando las trabajadoras y los trabajadores de Cuba recorran, quizás kilómetros, para incorporarse a una marcha que esperará a alcanzar la Plaza de la Revolución para ser pueblo de Cuba junto a Los Cinco y, a su modo, devolverles (un poco al menos) el tiempo, la lucha, el sacrificio, la firmeza.
Nota:
(*) Este texto está sacado de las historias que se narraron en dos reportajes de la TV cubana, al hacerse pública la noticia (el pasado 17 de diciembre) de que los tres revolucionarios cubanos, del grupo de Los Cinco, que aún estaban presos en cárceles de EEUU por luchar contra el terrorismo y defender la Revolución, habían sido liberados y se encontraban ya en Cuba.
https://www.youtube.com/watch?v=Ux19jVYzLYU
https://www.youtube.com/watch?v=gxBd9MFp_eM
Elías aparece en este último, entre el minuto 6:20 y el minuto 7:07.