Recomiendo:
0

Reseña de La clase obrera no irá al paraíso. Crónica de una desaparición forzada

Elogios y matices críticos

Fuentes: El Viejo Topo

El título del ensayo de Ricardo Romero Laullón (Nega) y Arantxa Tirado Sánchez [RRLYATS] es la negación de La classe operaia va in paradiso, una película de los años setenta de Elio Petri protagonizada por Gian Maria Volonté que a muchos jóvenes de aquel entonces nos interesó y conmovió. No puedo asegurar que ahora tuviéramos […]

El título del ensayo de Ricardo Romero Laullón (Nega) y Arantxa Tirado Sánchez [RRLYATS] es la negación de La classe operaia va in paradiso, una película de los años setenta de Elio Petri protagonizada por Gian Maria Volonté que a muchos jóvenes de aquel entonces nos interesó y conmovió. No puedo asegurar que ahora tuviéramos las mismas sensaciones.

El libro que comentamos, La clase obrera no irá al paraíso. Crónica de una desaparición forzada [CONOP], ha sido gran un éxito editorial. Mi ejemplar, por ejemplo, es de la cuarta edición. Hay muchos motivos que explican ese interés de los lectores. Desde el prólogo de Owen Jones hasta la neta y, si me permite, orgullosa vindicación de la idea-concepto de clase y las tradiciones obreras pasando por un análisis singular y nada frecuente de muchos acontecimientos político-culturales de estos últimos años, además de detalles como la dedicatoria -«A la gente de nuestros barrios, seguros de que en su lucha está la clave de nuestra emancipación»- una cita «idealista» de Marx -«El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan»- o el apartado de agradecimientos: «A nuestra clase, porque sin ella no habríamos sido capaces de escribir este libro». Con estas muy acertadas palabras cierra Owen su presentación: «La idea de clase sigue siendo crítica: como medio de entender la sociedad y de transformarla. Tras una crisis que causaron los de arriba -y que se espera que pague la mayoría social-, el concepto de clase es aún más crucial. Podemos construir una sociedad diferente, dirigida por y para la mayoría; este libro es una aportación esencial al propósito de construir esa sociedad» (p. 14)

Lectura más que recomendable, los elogios y el señalado interés son merecidos. Destaco, por ejemplo, su defensa razonada y valiente, desde una perspectiva de clase, de Nicolás Maduro o de Diego Cañamero, o sus atinadas críticas a la noción del precariado como nueva clase social. Poco o muy poco puedo añadir de sustantivo. Acaso sea de mayor interés indicar algunos matices críticos que en absoluto quitan o niegan valor a este importante trabajo. A título de ejemplo (los límites de esta nota me impiden una mayor extensión):

1. En la páginas iniciales, los autores precisan algunas de las nociones que van a usar en el ensayo: clase obrera, clase media, clase trabajadora, etc. Es más que pertinente, conviene siempre intentar la mayor precisión lingüística. Sin embargo, no siempre esa finalidad se realiza en algunos pasajes de su exposición. En el uso, por ejemplo, de «Estado español». En la página 16 escriben: «Ejemplos como el de la famosa cajera de Mercadona han contribuido a esta imagen al mostrar a una trabajadora que no está peleando por sus derechos sino asumiendo funciones de guardia jurado cuando los sindicalistas del SAT expropian un par de carritos llenos de alimentos básicos para denunciar el hambre y la necesidad que sufren las clases populares en Andalucía, por extensión, en el resto del Estado español» (p. 16). Hay muchos más ejemplos. Como es obvio, en el resto del Estado español no pasa hambre nadie; pasan hambre o lo pasan muy mal amplios sectores de las clases trabajadoras del resto de España. Hablar en esos términos es hablar como hablan los nacionalistas secesionistas en Cataluña o Euskadi o como, desgraciadamente, habla un sector de la izquierda que, por pereza político-intelectual, sigue usando, como en los años setenta, un lenguaje totalmente asignificativo que en su momento acaso tuvo su razón de ser.

2. Tampoco parece adecuado el uso de «clase baja» como sinónimo de clase obrera (en la primera nota por ejemplo). La clase trabajadora española, o la francesa o la alemana, no es una «clase baja», enfrentada a la «clase alta» de los empresarios y sus aliados o afines. No cabe, más allá de las comillas, esa cesión política-lingüístico que, por supuesto, en absoluto es inocente.

3. Una de las tesis centrales del libro, señalan los autores, es que, salvo excepciones como la movilización minera, las PAH o el SAT, la calle ha sido tomada por una clase media «recientemente empobrecida, una falsa clase media para cuyos gurús y portavoces los términos clase obrera o clase trabajadora son un anacronismo o tienen una carga peyorativa».

¿Qué entienden los autores por clase media? Lo explican en nota: «Utilizaremos el término «clase media» como sinónimo de pequeña burguesía por el uso generalizado que se hace de él aunque consideramos que, desde el punto de vista del análisis social, el término pequeña burguesía o burguesía es mucho más apropiad que el vago y confuso «clase media»». ¿Y qué entienden por clase obrera? También en nota: «Utilizaremos indistintamente los términos «clase obrera» y «clase trabajadora» para referirnos a lo mismo: aquellos y aquellas que no se encuentran en posesión de medios de producción. Dadas las transformaciones que el capitalismo ha sufrido en las últimas décadas, incluiremos además en esa categoría a todas aquellas personas que no nutren el alto funcionariado: judicatura, notaría, Registro de la Propiedad, inspección de Hacienda, profesorado titular (tanto en enseñanza media como superiores), sanitarios del grupo A y todo tipo de cargos públicos. Asimismo, arquitectos, abogados y otras profesiones liberales serán considerados clase obrera o trabajadora en función de su condición asalariada».

No es fácil ver que un catedrático de instituto no sea clase obrera y sí lo sea un abogado muy bien pagado en un gabinete de altas pretensiones, pero, más allá de ello, si es así, si la clase obrera abarca sectores tan amplios, ¿qué sectores de la clase media, de una clase que no es clase trabajadora definida como acabamos de hacerlo, han tomado las calles en estos últimos años? ¿Los notarios? ¿Los catedráticos de Universidad? ¿Médicos del grupo A? ¿Son estos los sectores que han tomado las calles, paseándose a cuerpo, estos últimos años? Yo he estado en muchas manifestaciones sociales y han sido muy pocos -aunque muy bien recibidos- los activistas de esta clase media que han acudido a nuestras marchas y protestas.

Otra cosa distinta es afirmar que la clase obrera tradicional, por decirlo de forma imprecisa, no ha estado masivamente ni en primera línea en algunas o muchas de estas manifestaciones.

4. Más allá de la responsabilidad colectiva que pueda corresponder a la clase trabajadora, señalan también los autores, consideran que la no presencia de la clase en las movilizaciones del 15M también tiene «otros culpables». Entre ellos: «una izquierda académica alejada completamente de la clase trabajadora y centrada en sus pupilos: los jóvenes universitarios, ni mucho menos mayoría en este país como nos demostrarán los datos» (p. 17). Aparte de que muchos, no digo mayoría, de esos jóvenes universitarios son también clase obrera, no toda la izquierda académica está «alejada completamente de la clase trabajadora y centrada en sus pupilos». Sin ir más lejos, aquí en .Cat, en aquellos años a los que se ha referencia, algunos profesores de esa izquierda académica estaban muy cercanos a las preocupaciones de la clase trabajadora. Citaré algunos nombres a título de ejemplo: Francisco Fernández Buey, Jordi Mir Garcia, Albert Recio, Miguel Candel, Ramon Franquesa. La lista puede continuarse.

La tesis principal del libro, nos advierten los autores, no es mitificar a esta clase trabajadora, ideologizada o no, «sino hacer ver que sin ella no hay transformación posible, que no podemos permitirnos el lujo de no movilizarla, por mucho que cueste». Tal vez habría que añadir añadido «transformación socialista» y movilizarnos en lugar de movilizarla pero es difícil estar en desacuerdo con esa tesis principalísima de un ensayo que merece ser leído y discutido.

Por lo demás, cabe destacar la admirable defensa de la clase obrera y sus tradiciones de los dos autores, una, actualmente investigadora doctoral en la UNAM, y el otro, colaborador habitual de medios como La Marea o Público, colaborador de movimientos sociales como las PAH o en programas como La Tuerka o Fort Apache. Tampoco en su caso el origen social coincide exactamente con su posición social pero entonces su toma de partido es, si cabe, más elogiable.

 

Fuente: El Viejo Topo, mayo de 2017.