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Empresa y medio ambiente

Fuentes: Rebelión

En el plano de la crisis económica actual se ha puesto en cuestión, la filosofía del crecimiento económico. Numerosas instituciones creen que no tiene mucho sentido, seguir basando sus actividades en el mismo, dado el carácter limitado de los recursos naturales en el planeta Tierra y las fronteras físicas fijas que supone este. Si cada […]

En el plano de la crisis económica actual se ha puesto en cuestión, la filosofía del crecimiento económico. Numerosas instituciones creen que no tiene mucho sentido, seguir basando sus actividades en el mismo, dado el carácter limitado de los recursos naturales en el planeta Tierra y las fronteras físicas fijas que supone este. Si cada vez, más humanos viven mejor y se acercan a los niveles de vida «occidentales», no habrá sitio para todos. Además, la politización y la economización de las energías renovables (el nuevo petróleo en mi opinión u otro «boom inmobiliario), están dejando cojo al trípode de la sostenibilidad, relegando el nivel social a un segundo orden.

A la vista de todo ello, el Banc Sabadell recibió el premio de la ONU, junto a 43 empresas más, por la información recogida sobre su RSC (Responsabilidad Social Corporativa), en el ejercicio de 2008 [1]. Una entidad bancaria, apenas tiene repercusión ambiental directa, pero si la tiene indirectamente. La financiación de muchos proyectos con gran carga ambiental, repercute enormemente sobre la sostenibilidad. Además dado el carácter universal de la necesidad de transacciones económicas, es importante describir el papel que pueden jugar las entidades financieras en el cambio de estrategia de las actividades humanas, si queremos conseguir un mundo sostenible.

Como se ha comentado antes, para la «verdadera» sostenibilidad, no se debe caer en la politización y economización de la misma, al igual que pasa con las certificaciones ambientales y RSC´s. Tal y como se indica en el texto técnico citado a pie de página, » les EMAS són un instrument de carácter legal d´àmbit europeu. El sistema ISO és un instrument de mercat.» [2]. Es decir, en la base no son incitadores de cambio comportamental ambiental y socialmente responsable, sino un instrumento de mercado. Según mi opinión igual que pasa con estos dos tipos de certificaciones ambientales, pasa con las RSC´s. Existen muy pocas empresas que utilicen estas herramientas, con un sentido verdadero de «salvar el mundo».

Además de la poca pretensión de estas, la tecnocracia existente no permite conseguir la ecoeficiencia. Por ejemplo ni la utilización de las MTD´s (Mejores Técnicas Disponibles) ni los procesos de mejora de la gestión de calidad ambiental tipo ciclos de Deming, no reportan resultados esperanzadores, ya que la base sigue siendo la eficacia y eficiencia para conseguir los máximos beneficios económicos. Al igual pasa con la ecoeficiencia o el ecodiseño, no suponen un cambio comportamental de las empresas y sus clientes, ya que siguen basando su actividad en el mismo crecimiento.

La comentada tecnocracia aumenta el sentimiento «tener que generar ingresos económicos», basándose en «la filosofía empresarial verde» imperante, que relega a las ciencias sociales a un segundo plano, debiéndose considerar claves para el cambio de comportamiento. Esto se refuta en la lectura anteriormente citada: » el objetivo último de toda organización no es cambiar actitudes, visiones del mundo o cosmologías de sus miembros, sino asegurar un comportamiento ambientalmente correctos según los parámetros que la organización haya adoptado» [3].

Por todo esto, sería lógico y razonable, el impulso de entidades financieras, que fomenten el decrecimiento económico, la solidaridad interempresarial, y la inversión (mediante financiación económica de los beneficios) en alternativas empresariales realmente responsables, que no basen su actividad de protección ambiental, tipo RSC, auditorias ambientales, SGM´s o EMAS, para obtener beneficio económico, sino para beneficio de todos y el planeta.

Algunas recomendaciones para la consecución de las propuestas comentadas anteriormente.

Para definir algunas estrategias empresariales para el cambio social y ambiental de las entidades bancarias y financieras, en primer lugar es necesario fomentar la interrelación de todos los miembros de la organización y la confianza mutua. Para ello, es necesario desarrollar planes de gestión más colaborativos y de estructuras organizacionales transversales, basando la toma de decisiones en proyectos participativos internos, según competencias. Con ello, se fomentaría la solidaridad intra e inter empresarial, y se relegaría la necesidad de beneficio económico. Por supuesto, esta entidad debería poner fin a la financiación de actividades potencialmente contaminantes, con el fin de escoger a los clientes más «limpios».

Además se deben tener muy en cuenta, herramientas contrastadas para detectar impactos sociales y poder actuar mejorando los planes de acción propuestos.

Del mismo modo, la visión y la misión deberían cambiar sustancialmente, promoviendo valores solidarios y ambientalmente responsables (realmente). En este caso, la visión debería ser la «idílica» creación de un mundo mejor. A pesar de lo disonante que puede parecer para la filosofía actual de las entidades financieras, debería ser así, ya que les posicionaría en primer lugar a nivel de «opinión social». Así mismo, la misión debería ser reducir gradualmente los clientes «muy contaminantes» (para llegar a 0), financiar empresas sin ánimo de lucro económico (tipo administraciones públicas u ONG´s), fomentar el desarrollo (nivel y calidad de vida) por igual en todo su ámbito geográfico de influencia, promover el cambio de actitudes, creencias y conductas en el interior de la organización y en sus clientes, para así posibilitar el destino de evolución de la lucratividad.

Así pues, los impulsores de este cambio social, ambiental y filosófico, deberían ser la propia empresa, sus trabajadores, sus inversores y los que recibieran esa porción de la lucratividad (por ejemplo organizaciones sin ánimo de lucro en el tercer mundo).

Como se ha comentado, la participación sería un valor muy importante, como la cohesión, el respeto mutuo y la solidaridad (intra-inter: generacional y cultural). El nivel de participación en la toma de decisiones, debería posibilitar una relación transversal entre los directivos, los empleados y los clientes. Sólo así, podrían comprometer todos a una, «salvemos el único lugar donde podemos vivir».

Los planes de acción centrados únicamente en la comunicación de los propósitos y acciones, deberían quedarse atrás favoreciendo la educación en valores, creencias y actitudes, esperando así el deseado cambio comportamental, a nivel empresarial, de instituciones públicas (políticos) y ciudadanos. Esta educación debería ser transparente a los clientes, e incipiente en sus comportamientos responsables (ambientales y sociales). Para todo ello, todas las informaciones y comunicaciones, deberían estar contrastadas (además de técnica, socialmente), para ganar credulidad entre clientes y trabajadores. Todas las variables psicosociales deberían ser tratadas en esta fase: emocionales, de cohesión e influencia social, racionales y funcionales. Todos los empresarios, directivos, trabajadores e inversores, serían formados en los hábitos, valores y buenas prácticas de «la empresa sin ánimo de lucro que fomenta la sostenibilidad social y ambiental», favoreciendo el verdadero desarrollo sostenible.

Retos y propuestas

Por supuesto, este modelo no encaja en ninguna realidad empresarial actual, ya que de momento, el crecimiento económico es la base de actuación de cualquier empresa. No ocurre lo mismo con instituciones solidarias, que no utilizan sus beneficios en bienestar propio, sino que los conducen a situaciones más necesitadas.

No obstante, estas entidades encontrarían amenazas, como las demás empresas financieras, los políticos y su posición en el mercado económico. Por supuesto, existirían grandes oposiciones de los empresarios de esta empresa ya que entra en contraposición con sus Status Quo y el de la mayoría de sus clientes, pero les reportaría felicidad [4] y salud a largo plazo para ellos y para sus descendientes. Con un cambio gradual y continuo, los objetivos podrían ser viables y duraderos.

A pesar de estos inconvenientes, les reportarían grandes inversores solidarios, trabajadores responsables y colaborativos y una posición social estratégica para ser los mejores, no los más ricos.

Esta es la única vía que pueden adoptar las empresas para encabezar la nueva era filosófica-empresarial sostenible, no economía ecológica. Todo tiene un precio sí, pero ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar? Piensa.

Notas:

[1] http://www.comunicarseweb.com.ar/biblioteca/Noticias-10/1018.html

[2] Enric Pol, Enric Net, Antonio del Cerro, Salvador García y Emilia Moreno «Empresa i Medi Ambient: Estratègia, Comunicació i Canvi Organitzacional» (posible título). Preedició Exclussiva. Fundación Fòrum Ambiental. Pág. 38.

[3] Enric Pol, Enric Net, Antonio del Cerro, Salvador García y Emilia Moreno «Empresa i Medi Ambient: Estratègia, Comunicació i Canvi Organitzacional» (posible título). Preedició Exclussiva. Fundación Fòrum Ambiental. Pag 18

[4] Las últimas investigaciones indican, poca correlación entre niveles elevados de valor monetario, más allá de las necesidades económicas básicas, y la felicidad. Es decir, una vez que el dinero favorece las necesidades básicas, este deja de reportar felicidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.