Las estadísticas superan con creces la pesadilla de Ciudad Juárez. Desde 2002, más de 3.000 mujeres han sido brutalmente asesinadas en Guatemala. Aunque la impunidad en ambos sitios es semejante. Desde 2000 sólo se han logrado 30 condenas: el 90% de los casos no se investiga y sólo el 1% concluye en condena. El número […]
Las estadísticas superan con creces la pesadilla de Ciudad Juárez. Desde 2002, más de 3.000 mujeres han sido brutalmente asesinadas en Guatemala. Aunque la impunidad en ambos sitios es semejante. Desde 2000 sólo se han logrado 30 condenas: el 90% de los casos no se investiga y sólo el 1% concluye en condena. El número de asesinatos resulta alarmante, pero también la inmensa crueldad de la que son objeto los cuerpos de las mujeres.
Lucía, exiliada guatemalteca, cuyo nombre real no puede revelar, era una activista y abogada en su país. Formaba parte de Sobrevivientes, asociación que brinda apoyo a mujeres víctimas de la violencia en Guatemala. Como abogada defendía casos de mujeres víctimas de la violencia, así como otros casos un tanto ‘incómodos’ para grandes empresas y para el propio Estado. Sufrió un intento de asesinato, del que consiguió escapar junto a sus hijos. Ahora vive en el Estado español y lucha para que su denuncia sirva para esclarecer su caso y dar a conocer la realidad de las mujeres guatemaltecas. Piensa que desde Europa se puede presionar al Gobierno -desde el 14 de enero presidido por el ‘socialdemócrata’ Álvaro Colom- para que acabe con la impunidad.
DIAGONAL: En Guatemala se habla de más de 3.000 mujeres asesinadas en los últimos cinco años, y el número va en aumento.
LUCÍA: Sí, en el año 2001 fueron más de 200, pero los años 2006 y 2007 han sido los peores: por ejemplo, en el primer trimestre de 2007 ya iban 364 mujeres. Pero hay un problema muy serio, porque los datos tampoco son fiables, porque no hay registros. Es normal que a las víctimas que llegan a la morgue se las ponga «xx» si no llevan identificación y cuando las familias llegan allí ya las han enterrado. Y además, los signos de violencia contra el cuerpo de las mujeres cada vez son más crueles: mutilaciones, torturas, fracturas, síntomas de asfixia y estrangulamiento… Esto recuerda mucho a lo que se hacía con los cuerpos de las indígenas en los años de la guerra.
D.: Entonces, el clima de violencia que había durante la guerra sigue presente y las mujeres eran y son las principales víctimas.
L.: Sí, en 1996 se firmaron los Acuerdos de Paz, pero las medidas no se ejecutaron. Tras la firma de estos tratados, las organizaciones de mujeres iniciaron un trabajo de sensibilización y capacitación de las mujeres en relación a sus derechos. Se lograron buenas leyes como la que trata la erradicación de la violencia intrafamiliar, aunque en la realidad no se cumple. Además en Guatemala es obligatorio que el hombre pase la pensión de alimentos, pero muchos se niegan y eso está condenado con pena de cárcel. Más mujeres se animaron a denunciar estos casos y ahí empezaron a aumentar los asesinatos de mujeres. En 2006 el Ministerio Público afirmó que el 31% de las víctimas habían puesto una denuncia. Y por parte del Estado, no sólo no se cumplen las leyes ni los tratados sino que se acusa a las mujeres asesinadas de ser prostitutas y ‘mareras’ [pertenecientes a las bandas del crimen organizado]. Pero la realidad es que muchas mujeres eran estudiantes o amas de casa. Y aparte, ¿es que está bien matar a una prostituta? Y aunque hubieran hecho algo malo todos tenemos derecho a un juicio justo según los procesos legales. No existe ninguna justificación para matar a una mujer. Pero en Guatemala contratar a un sicario para que mate a una mujer cuesta entre 7 y 50 euros. Y eso pasa, el hombre paga para que maten a la mujer que lo denuncia. Así que también tenemos el problema de los huérfanos. Según Sobrevivientes ya hay más de 3.000 huérfanos. Otro caso que se da es que maten también a los hijos. Y además, la familia que queda es amenazada y a veces asesinada. Es un ambiente de muerte terrible, que yo no recuerdo ni en los años del conflicto.
D.: ¿Y cómo actúan las autoridades?
L.: Todas las instituciones están debilitadas por la corrupción y el gran problema de todo es la impunidad. En Guatemala, la mujer tiene que denunciar en la comisaría de policía de su localidad, y a menudo el hombre va antes que ella a hablar con ese policía y le soborna o le amenaza para que no ponga en marcha las medidas que establece la ley. Hay corrupción y también muchas veces el propio policía tiene miedo de que el hombre o el sicario contratado le haga algo. Muchas veces los propios policías están involucrados en los secuestros. En mi caso, cuando sufrí el intento de asesinato, mis teléfonos fijo y móvil estaban intervenidos y sabían absolutamente todo de mí y de mis hijos. Por tanto, está claro que hay policías y otras estructuras del Estado involucradas en los asesinatos. Además, a veces, los mismos policías están metidos en asuntos ilegales, por lo que en ese ambiente de crimen si tienen que secuestrar o matar a alguien lo hacen y, si hay una mujer por medio, por supuesto que la matan o la secuestran.
D.: ¿Y cuál es el papel de las maras en los asesinatos de mujeres?
L.: Las maras están formadas por jóvenes de áreas marginales que se han ido convirtiendo en lo que hoy es el crimen organizado. Y evidentemente, la violencia contra las mujeres dentro de las maras es elevada, y de ahí salen los sicarios pagados para matar a mujeres, pero no son los únicos culpables, como dice la policía y Estado. Las maras son un fenómeno que estamos pagando por la irresponsabilidad del Estado. Son jovencitos sin ningún tipo de oportunidad. ¿Qué puedes esperar de un niño que no va a la escuela, que sufre violencia en su hogar, que está en la más completa miseria, sin ninguna expectativa de vida? Además, nunca se atendió a los huérfanos de la guerra, nunca se atendió la salud mental de la población. El Estado hizo aún menos inversión social desde que se inició el proceso llamado democracia. Los gobiernos lo que hicieron fue robar dinero. Lloramos sangre de todo lo que se ha robado al pueblo de Guatemala.
D.: Sin embargo, cuesta ver motivos claros para una violencia tan cruel contra las mujeres.
L.: Para mí sí hay un motivo concreto, está basado en el hecho de ser mujer. Que tú seas mujer ya te condena a que alguien te pueda acechar y hacer algo y, después de ver casos de mujeres asesinadas, la forma con que operan contra el hombre es diferente que contra la mujer. Al hombre, lo matan y ya, pero a la mujer la hacen sufrir, es un daño añadido. Hay una violencia contra la mujer, por ser mujer. Eso sí es evidente, independientemente de las causas particulares. No hay condición social, ni edad. ¿Qué te dice esto? Que Guatemala es un país con una cultura muy machista, pero también con una misoginia, un odio a la mujer. Y otra cuestión que está de fondo es que somos una sociedad post-conflicto. Un conflicto basado en la exclusión social, en la discriminación. Y esa mentalidad sigue, no hay nada peor en Guatemala que ser mujer, pobre e indígena.