En marzo de 2005, diversas organizaciones, al formalizar una negociación con el PSOE para regular la coexistencia entre cultivos transgénicos y no transgénicos, rompieron la unidad del movimiento contra los transgénicos. Dos años después, obligados por la evidencia, reconocieron la imposible coexistencia de ambos tipos de cultivos y, por extensión, la inutilidad de cualquier negociación […]
En marzo de 2005, diversas organizaciones, al formalizar una negociación con el PSOE para regular la coexistencia entre cultivos transgénicos y no transgénicos, rompieron la unidad del movimiento contra los transgénicos. Dos años después, obligados por la evidencia, reconocieron la imposible coexistencia de ambos tipos de cultivos y, por extensión, la inutilidad de cualquier negociación sobre la misma.
Las grandes ONGs ecologistas (Greenpeace, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción) y la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) reconocieron la imposibilidad de coexistencia entre cultivos transgénicos y no transgénicos sin que los últimos acaben necesariamente contaminados por los primeros. Esta buena noticia, sobre todo para el sector agroecológico, nos hizo concebir la esperanza de recuperar la unidad del movimiento en torno a una oposición verdadera a los transgénicos. Sin embargo, los hechos van por otro lado. El doble lenguaje de las burocracias que lideran el ya inexistente «movimiento antitransgénicos» reaparece de nuevo, al igual que el sectarismo hacia quienes defienden el principio de precaución bien entendido y la seguridad alimentaria.
La veracidad de la oposición a los transgénicos, a nuestro juicio, requiere cuatro condiciones.
- Prohibición de los cultivos transgénicos en el Estado Español, específicamente el MON 810; pero también de la importación de alimentos transgénicos para personas y animales.
- Promoción de una moratoria europea de cultivos comerciales y experimentales que restablezca el principio de precaución, lo que supone que no se autorice la liberación3 al medio ambiente o a la cadena alimentaria de organismos modificados genéticamente (OMGs) que no hayan probado su inocuidad, cosa que, hasta la fecha, no ha ocurrido con ninguno.
- Retirada de cualquier normativa de coexistencia que acepte plantación, importación o comercialización de transgénicos. Eliminación de las referencias a dicha coexistencia en los Planes Estratégicos de Agricultura Ecológica y en las Declaraciones de las Zonas Libres de Transgénicos.
- Sobreseimiento de todas las causas judiciales por acciones de desobediencia civil y autodefensa frente a los cultivos experimentales ilegales o que puedan provocar daños a la salud y al medio ambiente.
Sólo desde esta plataforma reivindicativa es posible desplegar una agricultura y una alimentación libres de transgénicos.
EL MOVIMIENTO ANTITRANSGÉNICOS: HISTORIA DE UN FRACASO
1.- LAS POLÍTICAS DE DOBLE LENGUAJE: DECLARACIONES Y JORNADAS QUE NO COMPROMETEN
Declaración «Democracia, precaución y medio ambiente».
La Declaración «Democracia, precaución y medio ambiente» hecha pública el 16 de enero de 2008, llegó a nuestras manos en mayo de 2007. Nos alegramos de la rectificación del conjunto de las organizaciones promotoras respecto al problema de la coexistencia. En lugar de exigir «medidas de coexistencia eficaces ante la contaminación», planteaban ahora «la necesidad de volver al principio de precaución»4. Comunicamos a las organizaciones promotoras nuestra valoración positiva ante ese cambio y nuestra adhesión al documento, planteando la necesidad de mejorar el texto con las cuatro condiciones mencionadas. Primero lo hicimos telefónicamente con el responsable de transgénicos de Amigos de la Tierra que se comprometió a transmitirlo. Una vez acordado un texto todos los colectivos de los GAKs, lo enviamos a las organizaciones promotoras (Amigos de la Tierra, Greenpeace, Ecologistas en Acción y COAG). La respuesta fue el silencio.
En agosto de 2007, se hizo pública en la web de Ecologistas en Acción la misma Declaración sin cambios y se daba como último plazo para las firmas el 28 de septiembre. Volvimos a enviar a las organizaciones promotoras nuestra adhesión y la necesidad de su mejora. Tampoco esta vez obtuvimos respuesta5.
Los promotores de la declaración
El 16 de enero de 2008 se hizo pública la declaración. Los portavoces en la rueda de prensa fueron Luis González Reyes por Ecologistas en Acción, Juan Felipe Carrasco por Greenpeace, Lilianne Spendeler por Amigos de la Tierra y Andoni García por COAG. Se unió al grupo promotor Científicos por el Medio Ambiente (CIMA) que preside Jorge Riechmann6, también alto cargo del Instituto Sindical de Trabajo, Medio Ambiente y Salud de CCOO (ISTAS), miembro del Consejo de Greenpeace y miembro de Ecologistas en Acción. Les acompañó Eugenio Reyes en calidad de investigador del Jardín Botánico de Canarias y líder de Ecologistas en Acción en Canarias. La declaración fue publicada en las web de COAG, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, Greenpeace, CIMA e ISTAS.
El contexto de la declaración
La primera parte del texto, intenta apropiarse del éxito de la huelga de hambre de 8 días que Bové y los «Segadores voluntarios»7 franceses iniciaron el 3/1/08, como si aquí dijéramos, hiciéramos y arriesgáramos lo mismo que los campesinos franceses. Los «segadores voluntarios» han presionado a Sarkozi hasta obligarle a aplicar la cláusula de salvaguardia8. Por el contrario quienes impulsan esta declaración concluyen su presentación con el siguiente párrafo: «Las organizaciones promotoras de esta Declaración esperan que sirva para impulsar un debate fundamental como es el de la introducción de los transgénicos, que el Gobierno tome nota de la abrumadora oposición social frente a su imposición en la agricultura y la alimentación y que el Ministerio de Agricultura reconsidere su apuesta transgénica y oriente la agricultura española hacia soluciones ambiental y socialmente sostenibles». En resumen, seguir debatiendo sin hacer nada para que «el Gobierno tome nota». Cualquier parecido con el movimiento francés es pura coincidencia.
La segunda parte constituye la declaración propiamente dicha. Tras una exposición pormenorizada de los riesgos, las falsas promesas, las investigaciones que prueban los peligros y el inventario de los daños causados por la extensión de los cultivos transgénicos en una década, argumenta la escasa fiabilidad de las administraciones estatales y europeas al aplicar la legislación biotecnológica. Sin embargo, a la hora de ir al grano y comprometer a las administraciones, a los políticos y a nosotr@s mism@s, se limita a declarar: «El mundo necesita enfoques agrícolas sostenibles y es hora de que los gobiernos y los especialistas dediquen sus energías y recursos a desarrollar tecnologías y políticas compatibles con la protección del medio ambiente, una producción segura y de calidad y un reparto justo entre todos los seres humanos.». Es decir, buenas intenciones que no comprometen a los firmantes, ni exigen nada a al gobierno.9
El momento, la forma y el contenido de la declaración muestran cómo hacer cualquier cosa para no movilizar a nadie. La declaración queda bien con todos sin enfrentarse a la política transgénica del Gobierno del PSOE, precisamente en el momento en que el movimiento francés acaba de obligar a su Gobierno a acogerse a la cláusula de salvaguardia. Los agricultores, ecologistas y consumidores franceses no tienen más razones que las expuestas en esta declaración. Sin embargo tienen un compromiso real con su denuncia y un movimiento que se la juega. Nuestros representantes hacen un gesto formal al final de la legislatura para que nadie les acuse de pasividad. Pero lo hacen desactivando cualquier acción que vaya más allá de la declaración. Para ir más allá hay que plantearse la debilidad del movimiento antitransgénico en el Estado Español, el sectarismo hacia quienes señalamos sus causas y el hecho de que cada año crece la superficie de cultivos transgénicos.
Los resultados de la declaración
A pesar -o gracias a- contenidos tan ambiguos, la respuesta ha sido escasa. Después de seis meses, sólo 300 firmas de todos los sectores afectados por los cultivos transgénicos. Los profesores e investigadores aportan un tercio de las firmas. Del estudio de las mismas se deduce el poco apoyo recibido de los sectores más informados y supuestamente más afectados (el sector agrario, ecologista y de agricultura y consumo ecológico). Sólo 120 firmas cuando debería haber al menos mil. Entre los firmantes hay pocas asociaciones de consumidores ecológicos a excepción de Andalucía.10
Es oportuno detenerse en la lista de firmantes: 94 de Universidad e Investigación; 37 del Sector Agrario (firma la UPA -sindicato agrario del PSOE); 53 de organizaciones «medioambientales»; 9 de consumidores; 19 de ONGs; 23 del sector de agricultura ecológica (incluye asociaciones de consumidores) y otras 7 más del sector privado de la agricultura ecológica; Otros (sin clasificar) 51; y 7 de sindicatos (no firma la UGT pero sí CCOO). ¿Es ésta una amplia oposición a los transgénicos?.
Aunque los Grupos Autogestionados de Konsumo de Madrid (GAKs) enviamos por dos veces nuestra adhesión a la declaración apuntando también sus deficiencias, no han tratado de subsanar dichas deficiencias ni nos han aclarado por qué no lo hacían. Tampoco incluyen nuestra firma, negando con ello la existencia de los GAKs, una red de colectivos de consumo responsable autogestionado con 12 años de antigüedad.
La rebaja de contenidos de esta declaración, al igual que pasó con el «documento de mínimos», no ha servido de nada11. El gobierno del PSOE no sólo no ha tomado nota sino que, a la primera ocasión, ha votado en el Consejo Europeo de Ministros de Agricultura a favor de autorizar una patata transgénica de la multinacional alemana BASF modificada genéticamente para producir más almidón y destinada a hacer más rentable el uso alternativo alimentario e industrial de este tubérculo. Su voto ha conseguido que no fuera vetada tal autorización a pesar de las voces científicas que alertaban sobre los riesgos de su introducción. También votó a favor de la autorización para importar maíz transgénico GA21, resistente a glifosato destinado a piensos y alimentación humana.
Los promotores de esta declaración debían tomar nota de la eficacia de sus propuestas y sus métodos para «presionar» al gobierno. Quedarse en el horizonte de lo políticamente correcto para no desafiar al gobierno, impide la necesaria lucha contra los transgénicos. El inicio de la nueva legislatura, en marzo de 2008, demuestra que el Gobierno PSOE no piensa «tomar nota de ninguna de las demandas». Por un lado incorpora las competencias de medio ambiente al Ministerio de Agricultura que sigue presidiendo Elena Espinosa subordinando así el principio de precaución a los intereses de la industria agrobiotecnológica12. Por otro lado, crea un nuevo Ministerio de Investigación y Desarrollo poniendo al frente a una empresaria de la investigación biotecnológica, Cristina Garmendia, para pisar el acelerador de la investigación favorable a las empresas multinacionales. Su cometido será desarrollar el recién aprobado Plan de Investigación, Desarrollo e Innovación 2008-2011 que da un espaldarazo a la agricultura y la alimentación transgénica, además de la «incuestionada» biotecnología médica. También incorpora al Ministerio de Ciencia y Tecnología a las Universidades, sacándolas del Departamento de Educación para, de una vez por todas, poner la investigación pública en manos de las empresas privadas.
Las Jornadas «Contaminación transgénica: la imposible coexistencia» de Sevilla. Una Contracumbre aguada por partida doble
Los días 20 y 21 de noviembre de 2007, la Comisión Europea celebró su «3ª Conferencia Internacional de coexistencia de OGMs» en Sevilla. Los organizadores de esta Conferencia dirigida a científicos, políticos y actores económicos de la cadena alimentaria aseguraban: «la coexistencia es para proteger a los agricultores y a todos los actores de la cadena alimentaria de las posibles consecuencias económicas de una mezcla accidental de cultivos transgénicos y no transgénicos o derivados de estos productos. (…) A largo plazo, el fracaso en activar una coexistencia práctica tendrá impacto en la difusión de las nuevas tecnologías en la agricultura y en el comercio de productos agrícolas a nivel global».
Con esta visión falaz de la «coexistencia» equiparada a «convivencia», trataban de legitimar la violencia de la ingeniería genética sobre las técnicas tradicionales, autónomas y saludables de l@s campesin@s para la producción de alimentos. La «coexistencia» propone, ante una contaminación segura, medidas tan inútiles como tramposas. Por si no fuera suficiente, en un foro tan «científico» se incluyó una amenaza: «el más mínimo freno al despliegue de estas tecnologías traerá consecuencias negativas para la agricultura en un contexto de mercado global».
Frente a esta conferencia, se desarrolló una Contracumbre que incluía diversas acciones y actividades que pretendían, aparentemente, enfrentarse a ella con movilización social y propuestas radicalmente distintas a las de la UE. Por eso los GAKs decidimos sumar esfuerzos para la reunificación del movimiento contra los transgénicos.
Nuestras esperanzas se frustraron en seguida. Los verdaderos promotores del evento, Ecologistas en Acción y COAG, diluidos en un Comité local que aparentaba más pluralidad, estaban preocupados, sobre todo, por «cubrir el expediente» y sacar una declaración genérica que no atacara ni al Gobierno del PSOE andaluz, anfitrión del evento oficial, ni al Gobierno del Estado, también del PSOE.
Algunas de las organizaciones, COAG y SEAE, participaban tanto en la cumbre oficial como en la alternativa. La SEAE aún hoy, continúa diciendo que necesitamos una normativa de coexistencia eficaz.13 El Director General de Agricultura Ecológica de la Junta de Andalucía era ponente en las Jornadas alternativas, pero a título individual como profesor de la Universidad y no en calidad de responsable político. Sin embargo, a nadie parecía importarle eso.
Por la lluvia, pero también por la falta de activistas, la única acción de calle fue la protesta frente al hotel donde se reunía la cumbre oficial el primer día de su encuentro (20 de noviembre). Bajo un intenso aguacero, nos congregamos cerca de 300 personas. La casi totalidad, convocadas por el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) perteneciente a la Intersindical Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT-Intersindical) que trajo jornaler@s de Marinaleda, El Coronil, Marchena, Jerez, etc, así como militantes no agrarios de dicho sindicato. La lluvia, incompatible con las labores en el campo, facilitaba la movilización de agricultor@s y trabajador@s del campo. Sin embargo, la COAG envió sólo a su representante estatal de agricultura ecológica, también andaluz. El resto, una veintena de personas, lo componíamos otras organizaciones y colectivos, entre ellos los GAKs de Madrid.¿Porqué COAG no llevó pancartas ni participó con un grupo nutrido de agricultores andaluces ecológicos y no ecológicos, todos ellos afectados por la imposible coexistencia? ¿Acaso los agricultores ecológicos y aquellos otros que no quieren cultivar transgénicos no son los principales afectados por la contaminación que éstos propagan? ¿No es la totalidad del colectivo de agricultores y ganaderos la víctima de las multinacionales agro-químico-biotecnológicas que les imponen productos, semillas y condiciones? ¿No era el momento propicio para manifestarse con toda la fuerza de la organización mayoritaria del sector agrario contra la inseguridad y la falta de soberanía alimentarias que traen los transgénicos y las multinacionales y que consienten los gobiernos regional, estatal y comunitario?
Las jornadas, que pretendían erigirse en un foro alternativo a la reunión oficial, contaron con una asistencia de 30 personas el primer día. Pudimos comprobar cómo los «representantes» del movimiento contra los transgénicos en el Estado Español y los organizadores de las jornadas, no estaban dispuestos a oír voces discrepantes. Incluso nos enviaron un mensaje: «como se critique el ‘documento de mínimos de coexistencia’14 y al PSOE, se rompe la baraja». Aunque nos ofrecimos para aportar nuestra experiencia en la lucha contra los transgénicos, sólo nos dejaron participar presentando nuestro libro «Agroecología y Consumo Responsable. Teoría y práctica»15. Nos impidieron entrar en debate el primer día -que era el único que podíamos estar las personas de los GAKs desplazadas desde Madrid- porque «para hacer análisis y propuestas estaba el día siguiente». La propuesta de Declaración a debatir -que Ecologistas en Acción colgó en su web justo el primer día de las jornadas- era pública para los internautas pero no para los asistentes, que no pudimos hacer aportaciones. Dicha Declaración sólo contiene la palabra «coexistencia» en el título que reproduce el nombre dado a las jornadas. El contenido de la declaración aprobada, idéntica a la propuesta, no se compromete con la realidad de los transgénicos, pero sí acaba señalando la concomitancia entre agricultura industrial y cambio climático, contenido perfectamente compatible con las campañas contra el cambio climático que el Ministerio de Medio Ambiente está subvencionando a muchas de las organizaciones firmantes de la Declaración16.
Declaración: «Con soberanía alimentaría, sin transgénicos»
El 15 y 16 de marzo se realizó el Encuentro «Con soberanía alimentaria. Sin transgénicos» organizado en Txori-Herri en Derio (Vizcaya) para ‘articular luchas y estrategias en torno a las campañas a favor de la agricultura y alimentación libre de transgénicos». Sus promotores lo definían como un foro pensado «para los movimientos sociales contrarios a la ingeniería genética a nivel de la Península Ibérica y para organizaciones de personas productoras de alimentos» y realizado «en un momento clave en la lucha a favor de la soberanía alimentaría y en contra de los organismos genéticamente modificados en la agricultura y la alimentación»17.
Aunque este encuentro parecía erigirse como el lugar para la elaboración de estrategias y propuestas contra los transgénicos, se limitó a debatir y proponer las campañas que interesan a las organizaciones convocantes que, como hemos podido comprobar en Sevilla, no parece que tengan intenciones de hacer algo distinto a lo hecho hasta ahora. Eso forma parte del doble juego que venimos denunciando. Por ejemplo, aunque se dice no querer negociar la coexistencia, se coexiste, sin denunciarlos, con los Planes estratégicos de agricultura ecológica que siguen contemplándola. Ciertos responsables políticos de Planes autonómicos aprobados en vísperas de la contienda electoral del 9 de marzo de 2008, presumen de haberlos elaborado con la colaboración del sector. El sector de producción y consumo de alimentos ecológicos no ha desmentido tales afirmaciones y permanece mudo ante los contenidos relativos a la coexistencia con transgénicos que incluye el Plan. ¿Acaso no se han percatado de la letra pequeña? ¿Será que cómo van destinados a subvencionar la agricultura y ganadería ecológicas y sus actividades de promoción y fomento del consumo no han querido poner palos en las ruedas de la maquinaria institucional no fuera que eso retrasara o condicionara dichas ayudas18?
El Foro de Txori-Herri es la continuación, cuatro meses después, de las jornadas alternativas de Sevilla en noviembre de 2007. Aparentemente abiertas a todos los colectivos pero controladas por los organizadores -ENHE, COAG, Greenpeace, Ecologistas, Amigos de la Tierra-. Dichas organizaciones ya advertían que se reservaban el derecho de admisión de las propuestas para elaborar el programa. El sindicato EHNE, principal impulsor del evento y miembro de la COAG, explicaba días antes que «el foro se organiza alrededor de la necesidad de garantizar la agricultura y alimentación libres de transgénicos, y la tolerancia cero a estos productos. El objetivo básico del foro es analizar y articular estrategias comunes, tanto para promover los objetivos de las organizaciones que participan como para garantizar estas necesidades»19.
Su declaración20, llena de buenas intenciones, no va más allá de lo que ya ha hecho la derecha en el gobierno francés. Proponen que los Gobiernos español y portugués se acojan, antes del verano, a la cláusula de salvaguardia para impedir el cultivo del maíz MON-810. En ningún momento dicho foro se posiciona contra la importación de maíz transgénico para piensos21 ni contra la escalada de campos experimentales que están autorizándose cada año en el Estado Español por parte del Ministerio de Medio Ambiente22.
2.- ¿PARA QUE SIRVEN LAS «ZONAS LIBRES DE TRANSGÉNICOS» (ZLT)?
La sola declaración de ZLT tiene sus pros y sus contras. Su mayor ventaja es que se constituya en punto de partida. Será así si se promueve su declaración como parte de una campaña de sensibilización ciudadana de los riesgos de la alimentación transgénica, buscando el apoyo y la incorporación de los colectivos sociales, con la intención de crear en dicho territorio un movimiento contrario a los transgénicos que se plantee más acciones. Pero si la declaración de ZLT es un fin en sí misma y se realiza de forma burocrática, sumando a los colectivos ya convencidos para que arranquen a las instituciones dicha declaración, en lugar de formar parte de la solución, la campaña se convierte en un simulacro capaz de coexistir pacíficamente con el aumento de transgénicos en campos, importaciones y alimentos. El resultado da apariencia de vida a un movimiento social muerto.
La declaración de Zonas Libres de «Cultivos» Transgénicos no impide los cultivos transgénicos experimentales que también contaminan. Tampoco se enfrenta a la importación de materias primas modificadas genéticamente ni a los alimentos transgénicos para personas y animales, con lo que tampoco se evita la contaminación en la cadena alimentaria. En el municipio de Albacete, declarado zona libre de transgénicos se ha producido contaminación transgénica de maíz ecológico.
A su vez, el crecimiento de socios del «Foro de regiones europeas libres de transgénicos», constituido por las instituciones que han realizado declaraciones sin promover espacios de lucha social, sirve para aparentar que hacemos algo mientras el avance de los transgénicos continúa sin freno, tanto en España como en la UE. No sólo por el impulso de los agrocombustibles que lleva aparejada la ingeniería genética, también por la ofensiva para abrir las importaciones de maíz transgénico para alimentación animal que, en algunos foros protransgénicos, califican como la «puerta clave» para la futura autorización del cultivo. Se apoya en la crisis de precios de materias primas que padecen los ganaderos y en su necesidad de abaratar costes en una espiral sin fin, presionados por las integradoras23 que les explotan como trabajadores por cuenta propia, y la gran distribución, que nuevamente presiona a la baja los precios de la carne. El 28 de marzo de 2008 se ha autorizado finalmente, un maíz transgénico que no consiguió la aprobación en el Consejo de Ministros de Agricultura de la UE, aunque nuestra ministra Espinosa votó a favor. Se argumenta que los ganaderos españoles y portugueses así lo reclaman o al menos, eso dicen quienes les representan como industria agroalimentaria (las integradoras y la gran distribución). Y ellos callan. Al igual que callan las organizaciones ecologistas y agrarias.
Por otro lado, hay ejemplos en los que la declaración de zonas libres de cultivos transgénicos dicen una cosa y su contraria. En Euskadi por ejemplo, la declaración apuesta por «una Euskadi libre de cultivos comerciales transgénicos» sin embargo, en su segundo punto, la declaración insiste en regular la coexistencia de ambos cultivos y en el tercero, apuesta por la investigación biotecnológica. ¿No serán las Zonas Libres de Transgénicos el maquillaje que necesitan los gobiernos progresistas para seguir poniendo una vela a dios y otra al diablo? ¿Podemos fiarnos de quiénes nos proponen como única solución la declaración de «zonas libres de transgénicos» sólo para espacios protegidos, lugares de singular biodiversidad y agricultura especialmente frágil?24.
Es preocupante que el movimiento antitransgénicos se reduzca a impulsar declaraciones de ZLT y a pedir la aplicación de la cláusula de salvaguardia al maíz MON-810, actualmente en cultivo, que ve crecer el número de sus detractores. Felicitarse por el aumento de regiones con ZLT, más mediáticas que reales, sin impedir que siga cultivándose e importándose alimentación transgénica, hace un flaco favor a los movimientos antitransgénicos de aquellos países que cultivan los transgénicos que importamos desde Europa. Las instituciones europeas, con el apoyo de gobiernos como el nuestro, se colocan del lado de las multinacionales agroalimentarias y con el «Plan de Investigación y Desarrollo 2008-2011″25 se desarrolla la penetración de los transgénicos por otros caminos: importación de piensos, y promoción de los agrocombustibles. Esta cara amable crea la sensación tranquilizadora de que estamos ganando la batalla porque, cada vez más países (Rumanía, Francia, Austria, Hungría, Grecia e Italia), se acogen a la cláusula de salvaguardia para «prohibir» determinados cultivos transgénicos (que no la experimentación o la comercialización de alimentos transgénicos en sus países) y cada vez más zonas se declaran libres (sólo de cultivo comercial). Esta información «positiva», pero sesgada, provoca en la ciudadanía y en los movimientos sociales, la sensación de que las ZLT son, no sólo medidas necesarias sino también suficientes. El resultado de esta mixtificación no beneficia al movimiento contra los transgénicos sino a la industria biotecnológica que incluso, acabará apoyando la declaración de ciertas zonas libres de transgénicos en espacios protegidos, etc. con tal de tener acceso al resto de territorios.
Necesitamos fortalecer un movimiento contra los transgénicos que vaya más allá. Impugnar el planteamiento actual de «evaluación caso por caso» que nos obliga a aportar pruebas una a una dándonos miedo señalar, «por poco científico», que «todos los transgénicos son peligrosos». Nuestro rechazo a los transgénicos en nuestros campos y platos no se satisface con el derecho democrático de elección entre transgénicos y no transgénicos. No puede haber democracia cuando las empresas multinacionales tienen a los políticos de su parte para violar el principio de precaución, autorizando transgénicos que no han demostrado su inocuidad. Ante este cierre la desobediencia civil requiere de un movimiento fuerte como lo demuestran los casos de siega de cultivos experimentales que se remontan al 2003. Ese camino se ha interrumpido, tras la llegada del PSOE al Gobierno en 2004 porque las burocracias ecologistas y agrarias abandonaron la moratoria que unificaba a todos los sectores sociales implicados y después se mantienen en ambiguas declaraciones positivas: «Soberanía alimentaria. Por una agricultura y una alimentación libre de transgénicos.»
3.- NUESTRA FUERZA ES SU DEBILIDAD: EL CASO FRANCÉS.
NUESTRA DEBILIDAD ES SU FUERZA: EL CASO ESPAÑOL
La debilidad del movimiento antitransgénicos en el Estado Español se debe a los intereses, contradicciones y límites impuestos por las organizaciones que lideran de dicho movimiento. Esto es más significativo por el contraste con lo que pasa en Francia. La reciente huelga de hambre de José Bové junto con los «Segadores voluntarios» es la última acción de una larga movilización contra los transgénicos. Esta es la causa de que el 80% de la población francesa esté en contra de los transgénicos y, por lo tanto, condicione las campañas electorales. Allí, la candidata socialista tiene que hacerse la foto con Bové para no perder cancha entre sus votantes. Aquí, las organizaciones que suspiran por negociar lo que sea con el Gobierno, dividen y paralizan el movimiento antitransgénicos para que no se comprometan las subvenciones que reciben.
La causa de que el 80% de la población francesa esté en contra de los transgénicos se debe a que los representantes del movimiento se comprometen con palabras, pero también con los hechos. Aquí parece que se está esperando a tener el 80% de la población en contra para empezar a hacer algo. En las jornadas de Sevilla (Nov’07) era evidente el contraste entre el testimonio del compañero francés de la «Confederation Paysanne Française» CPF y del resto de los ponentes que componían la «mesa de las luchas». Las organizaciones promotoras de estas jornadas utilizaron la presencia del campesino francés para dar maquillaje radical al evento, no para aprender de su lucha y secundarla aquí. Los defensores de «la unidad de la izquierda» actúan como agentes del PSOE en el movimiento contra los transgénicos. Han conseguido (o eso parece) que todo esté unificado: COAG-Ecologistas en Acción- Amigos de la Tierra- Greenpeace-Red de Semillas-Plataforma Rural-CIMA-ISTAS (CCOO) y que se sumen a este conglomerado un conjunto de organizaciones más pequeñas que, sin otro criterio que el de las hermanas mayores ni experiencia propia, navegan con las subvenciones en las velas en estos nuevos territorios, negándose a oír críticas a sus nuevos patronos. Esta unificación de las burocracias impide la pluralidad que permitiría que aquellas organizaciones que, por sus propias contradicciones internas, su ideología o sus subvenciones, no puedan ir más lejos en sus planteamientos, se apoyen en las organizaciones que sí pueden y quieren hacerlo.
El «movimiento Antitransgénicos» se ha reconvertido en «Movimiento libre de transgénicos». Bajo esta denominación «en positivo» se pretende canalizar la totalidad del movimiento social que se oponga a los transgénicos haciendo confluir las vertientes ecologista, agroecológica, campesina, de científicos medioambientales y de consumidores. Este paraguas pretende liderar un movimiento aparentemente al margen de los intereses partidistas y sectoriales. Sin embargo, la unidad de estas burocracias es partidista y antidemocrática. No exigen al Gobierno las únicas condiciones que evitarían la contaminación, sino que promueven Declaraciones que no comprometan sus intereses. Se limitan a representar «democráticamente» el descontento por la extensión de los cultivos y alimentos transgénicos y a promover cartas de protesta ciudadana frente a decisiones de la UE que favorecen los transgénicos y cartas de apoyo a las que dificultan su generalización. Promueven acciones «alternativas» «propositivas» y, por supuesto, estrictamente legales, tan testimoniales como inoperantes. Procuran mantenerse alejados de acciones de desobediencia civil en nuestro territorio, aunque apoyen, de palabra, dichas acciones en países del Sur y se solidaricen allí con las víctimas del negocio multinacional transgénico. La única movilización que proponen es la de consumidores que castiguen, en su acción individual de compra, a las empresas agroalimentarias que usan transgénicos. Esta «democracia del consumidor» es estéril frente a la impunidad de las multinacionales y sus políticos jornaleros.
Si las organizaciones que lideran el movimiento se limitan a promover lo que, de forma individual, puede hacer un consumidor aislado o un ciudadano bien informado, ¿para qué valen dichas organizaciones? Sin fuerza social, es imposible desarrollar un movimiento de masas que se constituya en oposición real frente a los transgénicos. Las organizaciones que tienen la información y los medios, en vez de liderar acciones que animen a los ciudadanos a salirse de los límites impuestos por las multinacionales, organizan un simulacro que facilita los fines de las multinacionales.
Parece que nuestros representantes en el «movimiento por una agricultura y una alimentación libres de transgénicos» no están dispuestos a hacer nada que arriesgue sus subvenciones y pongan en peligro sus relaciones institucionales. Pero, sin asumir esos riesgos, no habrá movimiento colectivo que les secunde y a la vez les haga crecer en fuerza social. Las multinacionales agroalimentarias no tienen de qué preocuparse porque nada se opone a sus intereses. Los gobiernos no se sienten obligados a cumplir sus promesas electorales porque nadie les hará pagar por ello. Saben que los dirigentes de dicho movimiento no van a pasar de declaraciones que no les comprometen y por tanto, tampoco tienen de qué preocuparse.
Si en el interior del movimiento contra los transgénicos no se cuestionan las estrategias pactistas con la socialdemocracia y el doble lenguaje de autooposición leal, no habrá movimiento contra los transgénicos. Sin partir del fracaso del movimiento contra los transgénicos, mostrando su dependencia del PSOE como la causa del mismo, es imposible defender sinceramente la seguridad y la soberanía alimentarias, así como la lucha campesina, la fertilidad de la tierra y el consumo responsable.
BASTA YA DE DOBLE LENGUAJE.
COEXISTENCIA CON TRANSGÉNICOS, NO, NO Y NO.
NI PRODUCCIÓN, NI IMPORTACIÓN, NI CONSUMO.