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En el conflicto de las pensiones está en juego el modo de vida

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano

La vida toda, la formación y el trabajo, la vivienda y el transporte, las vacaciones y la cultura, los bautizos, los cumpleaños y las bodas, todo está cayendo en las garras del capital privado. Ya hace años que el capital mundial inició la ofensiva por la privatización de los servicios que, aun sin escapar a la subordinación del capital, se han mantenido públicos. El FMI, el Banco Mundial y la OMC realizaron propuestas claras en la década de los noventa. Después ha habido campañas ideológicas, campañas de desprestigio, rumores alarmistas, motivaciones engañosas y se han ido tomando medidas prácticas. En las universidades, el proceso de Bolonia ha sido una expresión clara de ello.

Desde que estalló la crisis económica, los propios responsables de ella, esos mismos que se han enriquecido, son los que ordenan las medidas y lanzan amenazas. Y las medidas de los que mandan se han mantenido en la misma dirección que hasta ahora, pero ahora son aun más duras. El plan general estratégico de austeridad, además de aumentar el sufrimiento, conduce a la profundización de la crisis de producción. Ése mismo, entre otros, es el caso de la reforma del sistema de pensiones. Con la excusa de una deuda pública que nunca se explica ―cómo surgió, a quién se debe y por qué―, ahora quieren dar un importante paso en el camino de la privatización de las pensiones que ya se había iniciado. En el País Vasco, en España, en Francia, en Portugal, en Grecia, en Italia, en Ruman í a, en toda Europa. No es la primera reforma de las pensiones; Felipe González hizo la primera y contribuyó al desarrollo del sistema privado de pensiones, creando «desconfianza» hacia el sistema público ―con argumentos demográficos simplistas― y ayudando al sistema privado ―desgravando el dinero colocado en el sistema privado de pensiones, que supuestamente daría mayores «beneficios»―. Siguiendo la rueda, como muchos trabajadores tienen pensiones privadas, no será tan difícil ir reduciendo las públicas. Pero con la crisis se quiere dar un golpe mayor. No es solo alargar la edad de los 65 a los 67; no es solo aumentar los años de cotización (a 20-25); no es solo reducir la cuantía de las pensiones. Los siguientes objetivos serán aun más completos: erradicar el sistema público de pensiones. Y, una vez hecho eso, arremeterán contra el sistema de la Seguridad Social. Han elegido la impotencia y el miedo que puede crear la crisis para propinar los golpes más duros. Por eso, no es éste un conflicto solo de los pensionistas, sino de toda la clase trabajadora ―fijos, precarios y parados―. Y, entre los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes serán extraordinariamente golpeados y dañados. Y lo que tenemos en juego en este conflicto, además de miles de millones de euros, es el terremoto que quieren provocar en lo tocante a la concepción de la vida.

El problema de las pensiones no es en modo alguno un problema demográfico, sino social. El problema no es que haya muchos viejos y pocos jóvenes. El problema es que hay muchos jóvenes ―y muchos adultos― que son precarios o parados. El problema no es que el sistema de pensiones sea insostenible, sino que estamos esclavizados ante un capital insaciable. La vida es una celebración, y no una competición regida por el cálculo de acumulación de capital entre trabajadores obligados a encontrar empleo y mantenerlo. El trabajo es un elemento de la celebración de la vida. El derecho a tener una vida digna está por delante de los beneficios del capital: salario digno universal ―trabajando o sin trabajar―. La vida surge de la propia asociación, no de la competición. Debemos elaborar mecanismos sociales de solidaridad, alejados del continuo conflicto entre todos por la búsqueda del beneficio. Donde hay cinco millones de jóvenes y adultos parados, ¿a qué cruel diablo se le ocurre obligar a un cargado trabajador de 65 años a trabajar hasta los 67 o 70?

Para tener una vida libre necesitamos que los cuerpos, deseos, pensamientos y sentimientos y las relaciones que los crean sean libres. Pero la alimentación del cuerpo, los espacios y los tiempos, la definición y el ordenamiento de la salud, las invitaciones al consumo, el control de la formación del pensamiento y la manipulación de los sentimientos y la jerarquización y subordinación de las relaciones están en manos o al servicio de la propiedad privada.

El envejecimiento no es un fenómeno biológico, sino biográfico. ¿Cómo queremos un envejecimiento sano si durante toda la vida hemos sido esclavizados, angustiados, contaminados y despojados de capacidades personales? Sabemos de envejecimientos sanos. Los de una minoría. Hay condiciones para extenderlo a todos. Lo que hace falta es otro modo de organización social, desde el nacimiento hasta la muerte.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tenemos que soportar este plan estratégico contra la gente humilde? ¿Hasta cuándo nos quieren saquear e insultar? ¿No veis cómo se están riendo de nosotros los que tienen los bolsillos llenos por la especulación, el fraude, la corrupción y la explotación? ¿Hasta cuándo?

El Gobierno de España ha decidido, cumpliendo lo ordenado por las empresas multinacionales y Europa, llevar a cabo la reforma del sistema de pensiones. CCOO y UGT están en la mesa de los ricos con la esperanza de obtener algunas migajas de pan. Lamentando esta postura y en rechazo de esa medida, diversos sindicatos del País Vasco Sur (ELA, LAB, ESK, STEE-EILAS, EHNE e Hiru) llamaron a la huelga. ¿Por qué participé? Por una sola razón: por dignidad. Porque, de momento, el primer reto que tenemos es recuperar la autoestima. Somos trabajadores, no somos ricos. Y precisamente los ricos, los que gobiernan el mundo, nos acaban de demostrar lo catastróficos que son, lo astutos y ruines que son, hasta dónde llega su odio hacia quienes intentan tocar sus beneficios, cuánto están dispuestos a desollarnos. Por dignidad… y por oposición a la dominación ―pues eso es, entre otras cosas, una huelga―, ya que de ningún otro modo levantaremos esa esperanza que nos es tan necesaria.

Joseba Barriola es licenciado en Antropología y militante de Gorripide

Fuente: http://paperekoa.berria.info/iritzia/2011-01-29/004/002/pentsioen_auzian_bizitza_moldea_jokoan.htm