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Entrevista al escritor cubano Leonardo Padura, tras su paso por el V Festival Literatura En Atenas (LEA)

«En el mundo actual los culpables no pagan los castigos que merecen»

Fuentes: Rebelión/Gara

Padura y Márkaris defienden en Atenas la novela policial del sur El V Festival iberioamericano Literatura En Atenas (LEA) ofreció este año un cierre de excepción al reunir sobre el mismo escenario a dos de los mejores exponentes de la novela policial contemporánea, como son el escritor cubano Leonardo Padura y el griego Petros Márkaris. […]

Padura y Márkaris defienden en Atenas la novela policial del sur

El V Festival iberioamericano Literatura En Atenas (LEA) ofreció este año un cierre de excepción al reunir sobre el mismo escenario a dos de los mejores exponentes de la novela policial contemporánea, como son el escritor cubano Leonardo Padura y el griego Petros Márkaris. El denominado «Duelo de titanes» sirvió para marcar la distancia literaria que, como en otras facetas, existe entre «los países de la periferia» y el norte, sea en su versión europea o americana.

Márkaris (Estambul, Turquía, 1937) es, probablemente, el autor griego actual con mayor proyección internacional gracias a la serie de novelas del detective Kostas Jaritos, que ya va por la octava entrega. Padura (La Habana, Cuba, 1955), por su parte, llegaba a Grecia por primera vez tras haber sido galardonado con el Premio de Atenas de Literatura, en su categoría mejor novela extranjera, por su obra «El hombre que amaba a los perros». Un éxito editorial que sin embargo no resta reconocimiento a las ocho novelas protagonizadas por el teniente de la policía en La Habana, Mario Conde.

Ambos novelistas mostraron una herencia común al recordar al fallecido Manuel Vázquez Montalbán o al siciliano Andrea Camilleri y coincidieron al considerar que el actual género policial es eminentemente urbano, distinguiendo claramente entre una corriente de autores «de la periferia», sur de Europa y América Latina, y la tendencia anglosajona y noreuropea, muy alejada del lector mediterráneo o sudamericano.

Así mientras Padura aseguraba que «la verdadera revolución literaria de la novela policial contemporánea se ha hecho en la periferia del sur, pues los escritores nórdicos continúan atados a esquemas muy tradicionales», Márkaris incidía en que el temperamento latino recogido en sus novelas, «los pequeños placeres cotidianos como son la comida o las relaciones de amistad y familiares», es lo opuesto al patrón de conducta que impregna la novela negra escandinava, que «produce lástima por la tristeza de sus vidas y disuade de su lectura por la sobreabundancia de páginas». «Por eso los países del norte nos son tan ajenos -aseguraba el novelista griego-, por esa forma tan diferente que tienen de entender la vida».

Pero si los comportamientos y las circunstancias vitales de los protagonistas son decisivas para el desarrollo de las historias, no lo es menos el marco en el que transcurren estos episodios. Las descripciones tan precisas y cercanas de ciudades como La Habana o Atenas, donde Conde o Jaritos deambulan en busca de soluciones, crean en el lector unas imágenes tan poderosas que no puede dejar de experimentar una sensación de conocimiento, aunque nunca haya puesto un pie en ellas.



Leonardo Padura ha trabajado como guionista, periodista y crítico. Es autor de la novela «El hombre que amaba a los perros» (2009) -donde las críticas a la sociedad cubana alcanzan sus cotas más altas- y de la larga serie del policía Mario Conde. Su última novela, «Herejes» (Tusquets, 2013), una mezcla de historia y ficción, aparecerá en setiembre.

«El hombre que amaba a los perros» es el libro que más fama le ha dado. ¿No es extraño que una novela difícil, tan exigente con el lector, sea tan aclamada?

Yo creo que el escritor no tiene que hacer concesiones al lector para poder comunicarse con él. Y al lector le gusta que la obra literaria tenga una densidad que lo obligue a comprometerse en el acto de la lectura. La novela, en la que desde el inicio el lector sabe qué es lo que va a ocurrir en su clímax (el asesinato de Trosky por Ramón Mercader), me obligó a crear una estructura que no permitiera que el interés del lector se asentara solamente en ese hecho dramático, sino en todas las razones que estaban alrededor. Por otra parte es una historia de la cual todos sabemos un poco, pero nadie sabe lo suficiente. Y que en el caso cubano por muchas razones, desde económicas a estrictamente políticas, se siguió la misma política que la URSS y el desconocimiento fue total. Escribir con facilidad para el lector es faltarle al respeto; yo siento eso cuando leo libros como «El Código Da Vinci,» de Dan Brown.

Cuando habla del lector ¿hace distinciones o piensa hacia quién va dirigido, si es cubano o europeo, por ejemplo?

No, no pienso en eso cuando escribo, excepto en «El hombre que amaba a los perros». Que sabía que tenía que convencer o que trabajar para dos lectores diferentes. Por una parte estaba el lector cubano muy desinformado y por otra el extranjero que podía estar informado.

El libro ha servido para hacer todo tipo de críticas, desde los que dicen que ataca al sistema comunista en general; solo a la época del estalinismo, según otros; y hasta quienes opinan que va en contra de todos los totalitarismos ¿Con qué interpretación se queda?

Esta es una novela que yo la pensé, fundamentalmente, como una historia de las razones por las cuales se había pervertido la gran utopía social y política del siglo XX, y que se encuentran, en especial, en el periodo estalinista. Todavía existen personas que defienden determinados momentos y obras de Stalin, y yo digo que hay que poner en una balanza las posibles cosas buenas que hizo con respecto a todos los crímenes que cometió, y sobre todo a lo que perjudicó al movimiento progresista internacional desde los años 30. Y realmente Stalin merece la peor de las condenas.

Las lecturas que se puedan hacer de un libro escapan al autor y a mi me han acusado de anticomunista y de ser el principal agente del castrismo, porque con mi novela pretendía demostrar que `en Cuba existen libertades para hacer las críticas’. En Cuba se ha abierto un espacio para el debate, aunque no lo suficiente. Falta mucho por cambiar, hay que democratizar los espacios de comunicación. Creo que la prensa cubana tiene que revolucionarse completamente y se deben abrir canales de expresión, de debate y de información acordes con los cambios y los tiempos que estamos viviendo, porque nos afectan a cada uno de los ciudadanos y tenemos derecho a participar en ese debate.

Los criminales acaban siempre pagando siempre por sus culpas o solo en sus novelas?

En mis novelas casi siempre. Lamentablemente, en la realidad del mundo contemporáneo que vivimos, muchas veces los culpables no pagan los castigos que merecen. Y eso me produce una gran indignación y mi única posibilidad de venganza es castigándolos en los libros, a pesar de que muchas veces los personajes de mis novelas, los que al final tienen que pagar las consecuencias de determinados actos violentos o delictivos, son pobres tipos.

¿Qué significa ser escritor hoy en Cuba?

En estos momentos del escritor cubano tiene completa libertad para buscar un editor donde quiera, cobrar sus derechos y pagar sus impuestos. Pero sigue habiendo problemas en el interior del país: la falta de papel, que afecta tanto a los escritores como a los lectores, la devalución del peso cubano, que no permite a lo autores vivir solo de la escritura, y la deficiente promoción literaria. Ahora mismo se está hablando de introducir mecanismos de mercado en la industria cultural. Economicamente Cuba no puede seguir subvencionando totalmente la producción cultural, por lo tanto yo creo que estos mecanismos, si se aplican de manera racional y humana, van a ayudar a que se pueda publicar más, a que se pueda leer más y a que el escritor esté mejor remunerado por su trabajo.

¿Tienen potencial las nuevas generaciones en Cuba como para tener una proyección internacional?

Yo creo que la literatura cubana siempre ha tenido potencial y proyección fuera de la isla. Pienso que únicamente la experimentación, que muchas veces esconde una ausencia de capacidad de dramatización literaria, y el excesivo localismo, son las dos barreras que hay que romper, para que la nueva generación de escritores pueda hacerse con un espacio a nivel internacional.

Una versión más breve de este artículo fue publicado en: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130630/410856/es/En-mundo-actual-culpables-no-pagan-castigos-que-merecen

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.