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Entrevista a Nicolás Muñoz, director de “Juntos y Revueltos”, documental sobre la diversidad sexual en Cuba que se estrena hoy en Madrid

«En España he encontrado espectadores que se molestan porque dicen que mis documentales no critican al gobierno cubano»

Fuentes: Rebelión

A Nicolás lo conozco. Es un hombre cercano al que, por encima de todo, le gusta la gente y dialogar con ella. Su trabajo como director de cine siempre habla de eso, con excusas diferentes y en diversos escenarios, pero siempre del ser humano como eje ineludible de cualquier historia vivida en primera persona. En […]

A Nicolás lo conozco. Es un hombre cercano al que, por encima de todo, le gusta la gente y dialogar con ella. Su trabajo como director de cine siempre habla de eso, con excusas diferentes y en diversos escenarios, pero siempre del ser humano como eje ineludible de cualquier historia vivida en primera persona. En sus dos últimos documentales, El Maestro saharaui (2011) y Juntos y Revueltos (2014), Cuba, esa isla infinita que reflejara Vitier (*)en su revista homónima, acompaña los conflictos sin los que el realizador madrileño dice «no hay película».

Sin embargo, en Juntos hay otro nombre propio, El Mejunje, un lugar que rompe moldes y estereotipos, un lugar donde gente distinta hace cosas distintas y en el que todas se encuentran, «mi intención ha sido la de compartir con el espectador los momentos cotidianos que yo viví y que he contado a mi aire, con total libertad».

¿Cómo surgió Juntos y Revueltos y por qué en Cuba?

Juntos y Revueltos intenta mostrar el día a día del centro cultural El Mejunje, en Santa Clara. Este centro cultural está enfrente de la casa donde vivía el protagonista de nuestro anterior documental, El Maestro Saharaui, de modo que así es como entré en contacto con el lugar. Al principio yo tenía bastantes prejuicios porque los árabes con los que estaba me decían que era un sitio de «maricones». Poco a poco descubrí que el lugar es un ejemplo de tolerancia, y no sólo de las distintas opciones sexuales. Allí conviven rockeros, músicos clásicos, niños, ancianos, artistas plásticos, vagabundos. El Mejunje se está haciendo famoso internacionalmente, aparece ya en todas las guías de viajes, y sin duda ayuda a eliminar muchos estereotipos y prejuicios que se tienen sobre Cuba.

¿Este trabajo le ha permitido descubrir o, más bien, replantearse lo que ya conocía sobre la realidad LGTB en Cuba?

Desde luego este trabajo ha hecho que me replantee la realidad LGTB en Cuba. La sociedad cubana, la latinoamericana en general, tiende a ser machista, y en mis viajes anteriores oí a algunos cubanos referirse a estas personas con cierto desprecio. He descubierto que existe también en Cuba mucha gente tolerante. Especialmente en Santa Clara, que como digo se ha convertido en un referente de tolerancia. También se tiende a pensar que la homosexualidad está perseguida en la isla, y eso actualmente no es cierto. Las autoridades han sabido superar viejos prejuicios y amoldarse a las nuevas realidades sociales. En España a veces me he encontrado con espectadores que se molestan porque dicen que mis documentales no critican al gobierno cubano. Sería una tremenda injusticia criticar a las autoridades cubanas por su actual política respecto al colectivo LGBT. Si alguien quiere criticar esto mejor que se vaya a Arabia Saudí, donde ahorcan a los homosexuales.

¿Qué papel cree que ha jugado Mariela Castro y el Centro Nacional para la Educación Sexual en Cuba (CENESEX) en la socialización y normalización de esta parte de la realidad cubana?

El papel de Mariela Castro ha sido determinante en la normalización de la realidad LGBT. Su apuesta ha sido, está siendo, valiente. Ella misma nos reconoció en la entrevista que le realizamos que el hecho de ser hija de Raúl Castro (presidente del Gobierno cubano) muchas veces le dificulta el trabajo, en contra de lo que se podría pensar. Nos relató con gracia lo que tiene que luchar para poder plantear sus propuestas en un ambiente donde con frecuencia predominan los militares. Desde luego, no se le puede negar coraje. Me parece también admirable que no se acomode en su cargo, que no explote ser quien es, si no que se dedique a luchar por lo que cree. Esa actitud, según nos dijo, le crea muchas veces problemas, pero no se amilana, espera con paciencia el momento de volver a insistir.

No sé si se ha acercado a la misma realidad en España, ¿podría usted enfrentar ambos espejos?

En España la sociedad creo que es menos machista que en Cuba y, en general, yo creo que hay más tolerancia. A nivel gubernamental también se ha avanzado mucho, aunque algunos sectores parezcan empeñados en volver a tiempos pasados. La iglesia católica tiene muy poca, o nula, tolerancia con esta realidad. En Cuba no tienen ese inconveniente. De todas formas, como con otras muchas realidades, no es justo comparar a Cuba con países europeos, hay que compararla con los de su entorno. Y en ese sentido yo creo que están haciendo un trabajo meritorio por la integración y tolerancia del colectivo LGBT.

Con Cuba como marco escénico usted había trabajado en su anterior documental, «El maestro saharui». Con él, Nicolás Muñoz se adentraba en un aspecto «incómodo» de la vida de muchos de los saharauis que han estudiado en Cuba y se han casado o tenido familia allí, enfrentándose incluso con el rechazo de sus familias cuando regresan a Tindouf. En Juntos y Revueltos también ha abordado un aspecto de la vida que ha sido «incómodo» y desde luego ha provocado incomprensión en ciertos sectores de la sociedad cubana. ¿La confrontación acerca a ambos filmes?

Las dos películas son bastante distintas, pero tienen en común tratar temas que encierran un conflicto fuerte. Para mí esa es una premisa ineludible: sin conflicto no hay película. Por lo demás «Juntos y revueltos» es una película más contemplativa, muestra escenas de la vida dentro del centro cultural y de su entorno. Mi intención ha sido la de compartir con el espectador los momentos cotidianos que yo viví. Las dos películas como es lógico muestran mi propia visión del mundo. He centrado la atención en unas cosas y no en otras. Y lo he hecho a mi aire, con total libertad. Ser el productor de tus películas tiene algunas ventajas, no muchas, pero una fundamental es que puedes hacer lo que quieras, no tienes que rendir cuentas a nadie más que a ti mismo y a la gente que te ha ayudado.

Hoy, 20 de Noviembre, Juntos y Revueltos se presentará en Madrid, los cines Palacio de Hielo, y el próximo diciembre en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana? ¿Qué expectativas tiene ante estos estrenos?

Espero con mucha ilusión las dos proyecciones. La de Madrid será la segunda vez en que se proyecte el documental (la primera fue la pasada en Tenerife, en el Festival Internacional de Guía de Isora, Miradasdoc) y estoy ansioso por ver la reacción del público. Es muy extraño, y muy gratificante, ver en una pantalla grande, rodeado de otras personas, las imágenes con las que tanto has trabajado. El proceso de edición de un documental es especialmente largo, más de tres meses, y llegas a conocer fotograma a fotograma lo que has filmado. En la Habana estará el valor añadido de que van a asistir algunos de los protagonistas. La película igual podrá resultar polémica para algún sector del público, pero para eso están los festivales de cine, y los documentales. Para oír y ver lo que ya sabes mejor no salir de tu casa.

¿Qué oportunidad le ha dado este trabajo como director y qué ha aprendido, como ser humano, de él mientras lo hacía?

Yo he dirigido dos películas de ficción y tres documentales. Ahora mismo, no cambio estos últimos por la ficción. Mientras filmo los documentales, vivo a una intensidad que casi me causa adicción, y aprendo todos los días cosas nuevas. Si hay algo que no he perdido nunca es la curiosidad, me apasiona mi trabajo. Ya estoy pensando en el siguiente proyecto, que estará como siempre centrado en el ser humano, esté donde esté, ya sea en el desierto, como en los anteriores trabajos, o en mitad del Caribe con mente de mujer y cuerpo de hombre, como en este último.

En Juntos y Revueltos hay una localización que lo envuelve y lo resume todo: El Mejunje. Háblenos de la vida que se mueve en torno a este lugar. ¿Cómo se ve Cuba desde sus gradas?

El Mejunje es un sitio fascinante. En un primer momento, lo que llama la atención es el ambiente homosexual, pero para nada es lo más importante en el centro. Lo que realmente trasciende son sus espectáculos, la música en directo, el teatro, las exposiciones. Todo ello lleva al lugar una diversidad de público y de creadores enorme. De todas formas, para responder a esta cuestión lo mejor es ver el documental.

Nota:

Sobre La isla infinita: http://www.ecured.cu/index.php/La_isla_infinita

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.