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En la sal de la tierra de las movilizaciones antinucleares catalanas

Fuentes: Rebelión

Palabras de presentación de Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. El Viejo Topo, Barcelona, 2008. Sala-Auditori del Carrer Remullà de Vandellòs (Baix Camp), 12 de junio de 2008. Organitza: CANC (Coordinadora Anticementiri Nuclear de Catalunya).

Gràcies per la seva presència, moltes gràcies per la seva amabilitat. És un honor presentar aquest llibre que acaban de publicar els amics de «El Viejo Topo» en terres que han estat -i continuen sent- el bressol del moviment antinuclear català. Tot un honor. Aprofito per agrair a l’amic Damià i als seus companys el seu interés, la seva cortesía, la seva generositat i el seu exemplar treball ciutadà.

Recordaba recientemente Joan Benach -un reconocido científico y activista social barcelonés al que el libro que presentamos está dedicado- que, antes del accidente de Chernobil, los «expertos» consideraban absolutamente imposible que un accidente en una central nuclear afectara a un área de más de 20 o 30 km. de radio alrededor de la central afectada. Pocos días después del accidente en la central ucraniana, a pesar de los titulares de periódicos que lo consideraban imposible, la nube radiactiva cruzaba los Pirineos después de viajar cerca de 3.000 kilómetros. Esta es la primera razón por la que creo que debe recomendarse la lectura del ensayo que presentamos esta tarde: nos enseña a ser modestos, nos acerca a la cultura del mesotés, al principio de precaución científico y poliético, nos aleja de las segur(ísim)as opiniones de esos ciudadanos a los que llamados -o más bien se hacen llamar- «expertos».

Otro razón inicial más. El manejo de la información suministrada a raíz de accidentes como el Vandellós II en agosto de 2004 o el reciente de Ascó I del 26 de noviembre del 2007 -éste último, como ustedes saben, fue calificado primero como «incidente menor» pero luego el Consejo de Seguridad Nuclear ha dicho que fue uno de «los accidentes más graves ocurridos en España», información que sólo salió a la luz el 4 abril del 2008 tras la denuncia de Greenpeace, denuncia que tomó como fuente la arriesgada información de un trabajador de la propia central-, las informaciones de las empresas eléctricas interesadas decía, por no hablar del conocido hecho de que las centrales nucleares tienen una incontrolable derivada militar, bastan para darse cuenta de cuan lejos está su funcionamiento de un real control democrático ciudadano, sea cual sea el significado que manejemos -excluidos disparates falsarios- de este crucial concepto republicano y socialista.

Me gustaría también explicarlas, en breves pinceladas y con vergüenza comprensible (ustedes saben mucho más que yo de este tema y de asuntos afines), algunos nudos centrales de los que trata el libro que hoy presentamos y argumentar, por otra parte, por qué creo que Casi todo lo que usted desea saber... contiene un material ajustado y de interés para introducirse y profundizar en estos temas nada marginales para nuestro bienestar personal y la salud de las comunidades de las que formamos parte. La Humanidad como totalidad incluida, desde luego. Intentaré justificar también por qué figurando yo como coautor, en un aparente ataque de inmodestia y locura, hablo tan generosamente de este volumen dialógico, que, si me permiten una desviación casi gremial, recuerda en algunos momentos lo mejor -excusas- de los diálogos platónicos. No he decirles, por innecesario, que el papel de Sócrates en Casi todo lo que usted desea saber… está representado, magnífica, excelentemente por el amigo Eduard.

Primera pincelada. «El poder de los poderosos» podría ser un buen título, no necesariamente redundante.

Es cosa sabida, ustedes seguramente lo intuían desde hace mucho tiempo, pero déjenme que corrobore una sospecha ciudadana que tiene pies, cuerpo y cabeza. Se sabe de buena fuente, sé de buena fuente, que las grandes empresas, incluido el mismísimo gobierno francés, están ejerciendo actualmente, sin poderles precisar más, toda clase de presiones, incluidos los editoriales de grandes periódicos, para relanzar la energía nuclear. ¿Cómo? Muy sencillo: minimizando daños y mintiendo sobre sus beneficios. Tal cual eran, tal como son, tal como se lo digo.

Estoy afirmando, insisto, que hay pruebas testimoniales -que no puedo concretar por ahora, pero dignas de toda atención- de que las grandes corporaciones y sus aliados gubernamentales presionan a los medios, a algunos medios para ser más preciso, para que un día sí, otro también, editorialicen o «informen» de forma falsaria sobre los beneficios y garantías de la industria nuclear. ¿Se imaginan cómo chantajean? Lo han adivinado: si no dices lo que quiero que digas corto una de las fuentes de las que bebes y comes. ¿Queda claro?, preguntan amenazando con la temible voz tronante que suelen usar en estos casos.

Nos queda claro. ¿Les parece un asunto mafioso? No anda errados. De hecho es un asunto mafioso.

Réditos nucleares, o si nos ponemos, por breves instantes, pitagórico-nietzscheanos, «El eterno retorno de una historia conocida» podríamos llamar a esta segunda pincelada.

Qué reflejan los repetidos incidentes en las centrales nucleares de Ascó y Vandellòs, se preguntaba recientemente Marcel Coderch Son un reflejo, decía, del estado en que se encuentra la industria nuclear, tanto en España como en el mundo.

Sin una reactivación de las construcciones nucleares, la industria nuclear está abocada a su desaparición. Nadie sobrevive mucho tiempo en un mercado tan concentrado como el de generación eléctrica, captando sólo el 2,5% de su crecimiento. Ello hace que los operadores nucleares se vean forzados a «demostrar» el elevado nivel de disponibilidad y la durabilidad de unas centrales que envejecen cada día que pasa, porque son argumentos clave para que el tan cacareado renacimiento no se convierta en un aborto prematuro. Cualquier incidente, cualquier parada no programada, es un argumento más contra este tipo de energía. De ahí que los responsables operativos hagan lo posible, y hasta lo irresponsable e ilegal, por esconder cualquier incidente.

Coderch recordaba también las conclusiones de académicos del MIT en un informe de 2003 sobre «The Future of Nuclear Power» (web.mit.edu/nuclear). Para que la energía nuclear pueda formar parte del mix energético futuro, según se señala en este documento, habría que resolver antes cuatro problemas fundamentales: coste, seguridad, residuos y proliferación (a los cuales cabe añadir, apunta Coderch, el de la percepción social). El informe concluye que sólo hay dos escenarios que merecen ser considerados: un despliegue a gran escala de la energía nuclear o el cierre planificado de todas las centrales en 50 años.

Pero es en el terreno económico donde se libra la gran guerra porque, como dice el informe, «sólo habrá inversiones privadas si pueden esperarse costes de producción de electricidad inferiores a los de otras alternativas menos arriesgadas», o si el sector público garantiza la rentabilidad de estas inversiones. Pero, en este ámbito, los cinco años transcurridos desde la elaboración de este informe sobre el futuro del poder nuclear han desmentido con rotundidad muchas de las hipótesis: el coste del kWh nuclear es, aproximadamente, en un 70% un coste financiero, y la inversión total, el plazo de construcción y la tasa de interés son las variables fundamentales. Las estimaciones actuales hablan de incrementos de más del 300% en las inversiones y la única central europea en construcción en estos momentos -Olkiluoto, en Finlandia- lleva ya dos años de retraso, por los que tendría que pagar 2.200 millones de euros de penalización. Moddy’s evalúa la inversión necesaria en 6.000 dólares por kW y Florida Power Light estima que puede costarle entre 6.000 y 9.000 millones de dólares construir un reactor Westinghouse de 1.100 Mw, hasta un 400% por encima de las estimaciones realizadas por los autores del MIT hace tan sólo cinco años.

Por lo demás, en los últimos cuatro años, no parece que la cosa vaya a cambiar de forma inmediata, los precios del petróleo y otras materias primas se han cuadruplicado y están induciendo un repunte de las tasas de interés. Todo ello incide directamente en los costes de construcción de las nucleares.

Tercera pincelada. El síndrome de China: un peligro que no cesa.

De un total de más 430 reactores nucleares presentes en el mundo, la Unión europea alberga actualmente unos 160 (58 de ellos en Francia). Entre 2000 y 2002, Alemania y Bélgica decidieron ir cerrando sus instalaciones, sin embargo la UE heredó otras siete centrales a raíz de la ampliación de 2007.

Bruselas pretende -o dice pretender- desactivar lo antes posible todas las centrales del Este europeo de antigua tecnología, las consideradas «no modernizables», con ausencia de un sistema de protección secundaria del contenedor nuclear. No están equipadas para hacer frente a la evacuación de material radiactivo, ni al riesgo de impactos externos. Es el caso, según parece, de las centrales de Kozlodui (Bulgaria), Temelin (República Checa), Bohunice (Eslovaquia), Krsko (Eslovenia) e Ignalina (Lituania), que precisamente cuenta con dos reactores idénticos a los de Chernobyl. En todas ellas se han producido «pequeños incidentes» periódicos.

Preocupa, desde luego, la Federación Rusa. El gobierno de Moscú no ha cumplido los acuerdos sobre valoración de la seguridad atómica negándose a cerrar la central Kursk 1, y posee numerosos reactores aún en funcionamiento pese a que la duración prevista estaba limitada a 30 años. No olvidemos, además, que los países del este de Europa están acostumbrados hasta la fecha a enviar su combustible a Rusia, con lo que se incrementa los riesgos en este inmenso país.

Recordemos también que Sellafield, en Gran Bretaña, construida con tecnología muy parecida a la de Ignalina y Chernobyl, posee un «viejo» reactor de agua a presión carente de sistemas de protección. En los últimos años se han producido numerosos incidentes, y sigue discutiéndose si en los aledaños de la central los niños presentan niveles de incidencia de cáncer superiores a cualquier media europea.

En las propias centrales francesas, consideradas a la vanguardia de Europa, se han detectado desde los años noventa diversos incidentes. Durante 2001, en las centrales suizas, las que venden energía, como es sabido, a Italia, se registraron 16 incidentes «menores».

Les recuerdo brevemente el reciente accidente de Japón, el que se produjo a finales de julio de 2007. Un terremoto de intensidad 6,8 golpeó la provincia de Niigata, en la isla de Honsu, a 200 km de Tokio, y puso fuera de funcionamiento Kashiwazaki-Kariwa, una gigantesca planta nuclear, una de las más grandes del mundo. Nueve personas fallecieron, un millar fueron heridas, a causa del terremoto. Se destruyeron o dañaron unas 800 casas, vías y puentes quedaron impracticables, se cortó el suministro de agua, gas y electricidad, se averiaron instalaciones industriales de la zona. El accidente generó preocupación sobre la seguridad de ‘lo nuclear’. La planta, propiedad de la TEPCO, Tokyo Electric Power Company, posiblemente esté situada encima de la línea de una falla sísmica. Los informes elaborados hablaban de fugas radiactivas, de conductos obsoletos, de tuberías quemadas, aparte de los incendios. Varios centenares de barriles de residuos radioactivos se vinieron abajo. Marina Forti, una informada periodista especializada en problemas ecológicos y mediombientales que colabora regularmente en Il Manifesto, escribió un magnífico artículo que tituló así: «Japón: el desastre en la central nuclear más grande del mundo acaba con uno de los últimos mitos de la industria nuclear». Forti hablaba de más de 1.000 litros de agua radioactiva vertidos al mar, no del litro y medio del que se habló el primer día después de lo sucedido, y de fugas de isótopos radiactivos en la zona. Aunque les costó lo suyo, los mismos dirigentes de la central lo admitieron finalmente: el terremoto provocó un desastre. Lo sucedido no fue una «pequeña fuga» radiactiva, sin consecuencias para el medio ambiente. Tardaremos en saber todo lo sucedido y cuáles han sido sus consecuencias.

Curiosamente, en un viejo trabajo de Eduard publicado como nota editorial en el número 8 de la revista mientras tanto -«El síndrome de Tsuruga (Energía nuclear y violencia institucional)»- se hablaba de que «el secreto y la tergiversación empresarial y gubernamental sobre los riesgos ambientales y sanitarios de determinadas actividades industriales» había sido puestos en evidencia de forma notoria durante un accidente nuclear en otro central japonesa, en la Tsuruga. En esta ocasión, entre el 10 de enero y el 8 de marzo de 1981, ocurrieron fugas de líquidos radiactivos, pasando unos 40.000 litros desde los depósitos de residuos de la central a las cloacas de la vecina ciudad de Tsuruga, donde entonces vivían unas 100.000 personas. El accidente, entonces el más grave desde el comienzo de la nuclearización nipona, no fue conocido por los habitantes de la ciudad, ni por la ciudadanía en general, hasta el 20 de abril; aproximadamente, unos cien días después. Se ha sabido posteriormente que la empresa propietaria de la central, la Compañía Japonesa de Energía Atómica, conocía perfectamente los hechos desde el principio y que hizo todo lo posible para ocultarlos.

Nada nuevo bajo el sol nipón, dirán ustedes. Nada nuevo, en general, bajo el sol en esta nave espacial llamada Tierra..

Cuarta pincelada. Balance de un argumento científico- ecologista a favor de la energía nuclear.

Jorge Riechmann abre el volumen discutiendo un argumento central y reciente de James Lovelock, el científico y ecologista defensor de la hipótesis Gea o Gaia. En su último libro, La venganza de la Tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad (Planeta, Barcelona 2007, el original inglés es de 2006), manifiesta su apoyo a la energía nuclear, lo que fue inmediata y mediáticamente explotado por el activo lobby pronuclear. Resumo la posición de Lovelock siguiendo el autor de La estación vacía: si pudiésemos volver dos siglos atrás, cuando éramos 1.000 millones de personas habitando el planeta, podríamos salvarnos con las energías renovables, la agricultura biológica y las medicinas. Podríamos haber hecho lo que hubiésemos querido, pero ahora tenemos que pagar el precio de haber aumentado la población hasta seis mil millones. Ejercemos tanta presión sobre la Tierra que nos vemos obligados, no hay otra solución, a recurrir a la tecnología de punta, esto es, a los alimentos sintéticos y a la energía nuclear para alimentarnos y mantenernos vivos.

Riechmann, admitiendo que comparte buena parte de los análisis expuestos en La venganza de la Tierra, señala que su oposición está en las «soluciones» que propone Lovelock. La cuestión de fondo es que el autor da ya casi todo por perdido, piensa -no es el único, desde luego- que el desarrollo sostenible hubiera sido una buena idea para ponerla en práctica hace cuatro o cinco decenios, pero que ahora ya es inevitable una catástrofe de dimensiones enormes. Está convencido de que de aquí a pocos decenios la población humana será diezmada por la catástrofe climática, y sólo quedará un resto de humanidad viviendo en condiciones bastante lamentables en unas pocas zonas todavía habitables del planeta, alrededor del Círculo Polar Ártico. En esas condiciones, tras haberse perdido la batalla por «una humanidad libre en una Tierra habitable» y plantearse sólo una supervivencia en malas condiciones, el científico británico propone extremar los rasgos prometeicos de la tecnociencia: alimentos sintéticos procedentes de la industria química y biotecnológica, electricidad a partir de la energía nuclear de fisión.

Nuestro poeta amigo, por el contrario, mantiene una razonable posición, crítica con esa deriva derrotista y con esa huida adelante por desesperación, que puede resumirse en los siguientes términos:

Yo no creo que todo esté perdido hasta ese extremo. No es imposible que suceda lo que él teme –es decir, que nos metamos en esas etapas de calentamiento climático rápido y descontrolado que serían devastadoras–, pero tampoco lo sabemos hoy por hoy: eso puede suceder o no. Depende, precisamente, de lo que la generación hoy en el poder, y la siguiente, hagan y dejen de hacer. Si fuéramos capaces de yugular con relativa rapidez las emisiones de dióxido de carbono y los demás gases de «efecto invernadero», quizá lo peor de ese calentamiento climático pueda evitarse. Entonces serían posibles también otras transformaciones ecológico-sociales más profundas, en esa línea biomimética que evoco en mis libros, y que tienden hacia una sociedad más penetrada de naturaleza.

Riechmann cree que el discurso «sustitución de energías fósiles por energías renovables» es ingenuo o engañoso si no se advierte enseguida que las primeras no pueden proporcionar la cantidad de energía, y la densidad energética, a la que nos han acostumbrado las segundas.

Sea como sea, la energía nuclear de fisión no es la solución del el dilema al que estamos enfrentados. Las buenas razones de la argumentación ecologista de los años setenta no han perdido vigencia.

Quinta pincelada: La cara oculta de la Luna nuclear.

Brevemente, les llamo la atención sobre otra arista: el ocultamiento, las líneas de tensión nuclear que subyacen a algunos conflictos armados olvidados.

Níger es el tercer exportador mundial de uranio1. Su producción anual, unas 3.300 toneladas, representa el 48% de sus ingresos de exportación.

En 2003, después de veinte años de bajadas, el continuo crecimiento de la demanda mundial de electricidad y la anunciada búsqueda de reducción de las emisiones de gas invernadero auguran un hermoso futuro a la nuclearización civil. Con el horizonte del año 2030, la Agencia internacional de la Energía Atómica (OIEA) prevé un aumento del 20% de la potencia nuclear instalada en el mundo (Para las previsiones optimistas, no es un error, el 83%). Según la World Nuclear Asociación (WNA), además de los 34 reactores electronucleares que se están construyendo actualmente con retrasos e inversiones disparadas, están prevista la construcción de otros 93, principalmente en China, India, Japón y Rusia. Las necesidades crecientes de combustible nuclear, así como la perspectiva del agotamiento de sus recursos denominados «secundarios» -especialmente el uranio militar reconvertido-, están reactivando la prospección y la extracción minera del uranio natural.

Rico en yacimientos uranio, Níger también es uno de los países más pobres del mundo. Se situa en el puesto número 174 sobre 177 países en la escala del desarrollo humano y regularmente tiene que enfrentarse a graves crisis alimentarias. El renovado interés por el combustible nuclear se presenta como un activo sin precedentes en la «batalla del desarrollo económico y social».

Para aumentar los ingresos mineros, el presidente Mamadou Tandja ha diversificado los socios. El uranio se explota por dos sociedades franconigerianas, de las que Areva NC es accionista mayoritaria: Société des mines de l’Air (Somair) el 63,4%, y la Compagnie minière d’Akouta (Cominak) el 34%. El 26 de junio y el 25 de julio de 2007, el responsable de la seguridad del gigante francés de la energía, el coronel Gilles de Namur, y después el director local del grupo, Dominique Pin, fueron expulsados, acusados de apoyar al MNJ (Movimiento de los Nigerinos por la Justicia). No obstante, las relaciones entre París y Niamey se normalizaron en enero de 2008, cuando el gobierno nigerino confirmó los derechos de explotación de Areva sobre el gigantesco yacimiento de Imouraren, llamado a convertirse en una de las mayores minas de uranio del mundo: el precio de compra pagado por Areva subió un 50%.

Pero aunque la presencia de Areva en Níger no se cuestiona, Niamey ya comercializa una parte de la producción directamente en el mercado (300 toneladas en 2007) y el monopolio francés de la extracción del uranio se ha acabado en Níger. En noviembre de 2007 Sino-Uranium, filial de la empresa pública China National Nuclear Corporation (CNNC), que explora desde 2006 la importante concesión de Tegguida, obtuvo el permiso de explotación del yacimiento de Azelik. Además, se han asignado permisos de investigación a una veintena de sociedades «jóvenes» canadienses, australianas, sudafricanas, indias y británicas.

La rebelión tuareg, en febrero de 2007, retomó las armas para reclamar un reparto más justo de las rentas del uranio. Ya han muerto unos 85 soldados en la región de Agadez, en el centro del país, donde opera el grupo nuclear Areva. «Si la única voz que se escucha es la de las armas, ésa es nuestra elección», ha declarado en MNJ, de mayoría tuareg. La formación, doce años después de los acuerdos del 24 de abril de 1995 entre el gobierno y una primera rebelión armada, ha reanudado la lucha contra el poder central. Se ha extendido hasta la zona del lago Chad, en el sureste de Níger. Los enfrentamientos empezaron en febrero de 2007 en la región de Agadez. El MNJ, compuesto por antiguos rebeldes unidos en 2007, desertores del ejército regular y algunas autoridades locales, multiplica los ataques contra zonas militares y símbolos del Estado.

No es fácil desenmascarar el hilo de este complejo entramado donde su cruzan intereses, yacimientos, corporaciones multinacionales, potencias occidentales y orientales… y, claro está, muertos nigerianos

Sexta pincelada. Las bondades de la divulgación científica con arista poliética: a favor de una ciudadanía activa, no radiactiva, e informada.

Esta pincelada, lo admito, es algo más internalista. Les hablo de la cocina del libro que presentamos y les daré algunas razones para justificar mi recomendación de la lectura de Casi todo lo que usted desea saber…. Dirán ustedes, y dirán con razón, pero ¡que ataque de inmodestia es éste! ¿Cómo es posible que alguien que figura en la portada de un libro como coautor elogie su obra sin disimulo? ¡

Déjenme disolver su crítica sin falsa modestia. Mi labor en Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear ha consistido en preguntar con sosiego y con algo de información, en señalar temas, en buscar documentación cuando ha sido el caso, en pedir ayuda a amigos para los textos de presentación y cierre del volumen. En el haber, en el amplísimo haber del amigo Eduard, está lo esencial del libro: la información contrastada, años de investigación, combate por una causa justa, publicaciones reconocidas de enorme interés que yo apenas logro entender tras dedicación y esfuerzo y una capacidad corroborada para ver siempre, y sin excesivas vacilaciones, el rovell de l’ou, el núcleo duro de los asuntos, y no perderse en y por senderos laterales.

Aclarada mi colaboración, me gustaría añadir algunas razones para recomendarles no digo la adquisición pero sí la lectura de este ensayo sobre nucleares, salud y medio ambiente.

Casi todo lo que usted desea saber es, desde mi punto de vista, un buen libro -estaba a punto de escribir «excelente»- de divulgación científica. No sólo es eso, pero es también eso. Y eso presupone una finalidad poliética que merece destacarse: llevar la ciencia al ágora, ayudar a que la ciudadanía hable de manera informada sobre temas que le afectan directamente y en asuntos tan centrales para su vida como es su salud, la de sus conciudadanos, y la situación del medio ambiente en general.

La siguiente razón es más particular. Tiene que ver con la aspiración, que considero central en las discusiones, a las buenas argumentaciones. Eduard muestra aquí de facto, con su simple y buen hacer, cómo se debe argumentar con corrección, como no dar pienso (o aceite) en malas condiciones por pienso saludable o aceite controlado, cómo avanzar en el ámbito del conocimiento paso a paso, con esfuerzo, con rigor, sin falacias adyacentes y sin intereses espurios como guía normativa.

La siguiente razón tiene antecedentes y deudas que luego citaré.. O mejor dicho, aclaro ya ahora: la labor socrática e incansable de Manuel Sacristán. El ensayo ayuda a la renovación, al abono, de la vieja y necesaria alianza entre los movimientos de emancipación y la ciencia crítica y rigurosa. El movimiento alterglobalizador, el movimiento de movimientos, como ustedes prefieran, con el que algunos simpatizamos abiertamente, necesita no caer en las trampas del irracionalismo y el anticientificismo. Francisco Fernández Buey, entre otros, ha vuelto a llamar la atención sobre este punto. A nadie le ayuda el desconocimiento, el no saber cosas básicas sobre asuntos centrales. Para nada es conveniente tirar el niño afable y crítico con el agua ciertamente turbia de algunos (o incluso numerosos) desarrollos científico-mercantiles. También Casi todo lo que usted desea saber apunta bien en esta dirección: pretende ser un arma pacífica que ayude a los activistas del movimiento antinuclear que nuevamente, tal Ave Fénix renovada, debe resurgir con fuerza de cenizas nunca totalmente apagadas para proseguir su sensata oposición a una fuente energética y a un modelo de sociedad que tiene poco que ver con la idea, casi con cualquier idea decente, de sociedad buena.

Casi todo lo que usted desea saber ayuda también a destapar pasos ocultados por el franquismo o no suficientemente conocidos, lugares donde habita un olvido inadmisible, a la renovación de la memoria, de nuestra memoria histórica. Por ejemplo, y creo que es una buena ilustración, el accidente nuclear de Palomares, el capítulo IX del libro, que en mi opinión es uno de los más interesantes.

Otra razón tiene que ver con la izquierda pro nuclear, en el supuesto, sin duda discutible, que la expresión no encierre una contradicción en sus términos. En Casi todo lo que usted desea saber pueden encontrase argumentos de interés, resumidos sucintamente en el último capítulo, sobre una arista del poliedro a veces olvidada: que no sólo son los foros nucleares, la administración Bush II, las grandes multinacionales del sector, las Endesa e Iberdrolas, sino también sectores de izquierda, y no sólo fuerzas políticas sino también sindicales, las que parecen abonar actualmente ese peligroso sendero energético, esta apuesta poco razonable, presentada además como el último grito de la postmodernidad progresista.

Otra razón más son, de hecho, cinco en una. Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear lleva regalos incorporados. La magnífica presentación de Jorge Riechmann, donde discute magníficamente la apuesta de James Lovelock por la energía nuclear a la que hacía referencia anteriormente; el prólogo, el excelente prólogo de Enric Tello del que lo mínimo que debería decirse es aquello que él escribe en su título: «Léalo y páselo»; el epílogo de Joaquim Sempere, en el que de nuevo muestra e incluso demuestra lo que es para muchos de nosotros desde hace tiempo: no sólo un amigo sino un maestro en el que siempre aprendemos; la nota final de Joan Pallisé, del viejo, no por mayor sino por tenaz, combatiente antinuclear, cuyo título dice más que mil palabras: «No es necesario ser científico ni ingeniero nuclear para participar en el debate nuclear», y, finalmente, el sentido -y magníficamente escrito- texto de Santiago Alba Rico, que pone el acento en un vértice no olvidado en el ensayo: la cara militar, la cara lunática ocultada del programa nuclear, la conocida falacia de los átomos para la paz. Otra razón más que hay que sumar a las anteriores, y que no es menor, es la ayuda, la inestimable ayuda en pasos decisivos del gran científico barcelonés y amigo internacionalista, al que antes me he referido, Joan Benach. El libro le está dedicado. Con razón, con deudas intelectuales gustosamente adquiridas. ¡Qué menos podíamos hacer!

Finalmente Casi todo lo que usted desea saber apuesta y argumenta a favor de un asunto central que a mi, personalmente, cada vez me parece más razonable y urgente: se puede vivir de otra manera y, además, se puede vivir mejor. Y no sólo nosotros, sino muchos otros seres humanos que no siempre cuentan en las cuentas y con los que incluso nosotros no siempre contamos. También aquí, como en tantos otros lugares, la mejor forma de decir es hacer. Y, sobre esto, comentando la necesidad de vivir de otra forma, con menos pero mejor, quería finalizar mi intervención. Lo haré leyéndoles un cuento cuyo conocimiento debo al excelente filósofo, amigo y escritor Santiago Alba Rico2. Helo aquí:

Wang, un campesino pobre que apenas si podía alimentar a su familia, encontró un día una gran tinaja vacía y la llevó a su casa. Mientras la limpiaba, el cepillo se le cayó dentro y la tinaja de pronto se llenó de cepillos: cepillos y más cepillos, y, por cada uno que sacaba Wang, otro surgía mágicamente de su interior. Durante algunos meses, la familia Wang vivió de vender cepillos en el mercado y su situación, sin llegar a ser ni siquiera desahogada, mejoró notablemente. Pero un día, mientras sacaba cepillos de la tinaja, a Wang se le cayó una moneda y entonces la tinaja se llenó de monedas. Monedas y más monedas que se reproducían y multiplicaban a medida que Wang las sacaba a manos llenas.

La familia Wang se convirtió así en la más rica de la aldea y tantas eran las monedas que producía la tinaja y tantas las ocupaciones de la familia, que los Wang encargaron al abuelo, ya inservible para los placeres del mundo, la tarea de sacarlas con una pala y acumularlas sin cesar en un rincón, montañas y montañas de oro que aumentaban y se renovaban a un ritmo que ningún despilfarro podía superar. Durante algunos meses más la familia Wang fue feliz. Pero el abuelo era viejo y débil y un día, inclinándose sobre la tinaja, sufrió un desmayo, cayó en el interior y se murió dentro.

Y entonces la tinaja se llenó inmediatamente de abuelos muertos: cadáveres y cadáveres que había que sacar y enterrar sin esperanza de acabar la tarea, infinitos viejitos sin vida que seguían apareciendo en el fondo inagotable de la tinaja. Así, la familia Wang empleó todo su dinero y todo el resto de su vida en enterrar un millón de veces al abuelo muerto.

Es una metáfora perfecta del capitalismo, una -digámoslo mal- absurda acumulación que devora a las mismas gentes que acumulan. Leer el libro que estamos presentado hoy ayuda a pensar con la mirada y la razón puestas en otro orden, en otra civilización, y en los intentos necesarios, prácticos, sociales, por alcanzarla y vivirla.

S. Rico Alba ha argumentado, certeramente, que el capitalismo está consiguiendo romper la taxonomía entre objetos para comer, para usar y para mirar, perversamente está transformando todo en mercancías para devorar con la máxima rapidez. De hecho, si no nos andamos con ojo, nos está convirtiendo, nos puede convertir a todos nosotros, en caníbales. No hay peligro aquí, seguro que ustedes van con mucho ojo, con cuidando, distinguiendo bien lo que hay no hay que confundir.

Gràcies per la seva atenció. Les dejó en buena compañía, en manos de un cerebro informado y muy bien amueblado que, por si fuera poco, lleva incorporado un corazón rebelde que no quiere entregarse. Son algunos, sólo algunos de los atributos de este científico y amigo llamado Eduard Rodríguez Farré al que muy gustosamente, y dispuesto a tomar notas de estudiante interesado, cedo con gusto la voz y la palabra, como quería el inolvidable Blas de Otero.

1 Véase: Anna Bednik, «La guerra del uranio en Níger». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68748

2 S. Rico Alba, Capitalismo y nihilismo. Dialéctica del hambre y la mirada. Akal, Madrid, 2007, p. 185