Los debates sobre Cuba en los grandes canales de televisión del mundo adolecen de un manifiesto desbalance en favor de las posturas contrarias a la Revolución cubana. En no pocas tertulias vemos un plantel de personas invitadas en el que ni una sola defiende las tesis cubanas. Por ello, el programa «Cuádriga», de la televisión […]
Los debates sobre Cuba en los grandes canales de televisión del mundo adolecen de un manifiesto desbalance en favor de las posturas contrarias a la Revolución cubana. En no pocas tertulias vemos un plantel de personas invitadas en el que ni una sola defiende las tesis cubanas.
Por ello, el programa «Cuádriga», de la televisión pública alemana Deutsche Welle, del 7 de agosto de 2010, en su versión en idioma español, sorprende por su excepcionalidad (1).
En el debate, intervinieron Omilia Soria, periodista cubana residente en Alemania; Harald Neuber, periodista alemán y colaborador de la agencia cubana Prensa Latina; y Bernd Wulffen, ex Embajador de Alemania en La Habana (de 2001 a 2005). Las dos primeras personas defendieron posiciones netamente favorables a Cuba. El ex embajador, habitualmente más agresivo contra el gobierno cubano, mantuvo una actitud crítica pero respetuosa.
En esta ocasión, al parecer -y por motivos que desconocemos-, las personas invitadas no fueron seleccionadas por el conductor del programa, el periodista chileno afincado en Alemania Gonzalo E. Cáceres, sino por el equipo de producción del programa. La composición de la mesa pareció sorprender e incomodar al periodista, que en la tertulia dejó a un lado sus funciones de moderador para asumir el papel de agresivo oponente a las posiciones cubanas.
El presentador mostró sus intenciones desde el comienzo del programa, titulado tramposamente «Cuba: reformar o morir». Ya en la misma introducción menospreciaba dos movimientos históricos del gobierno cubano realizados en los últimos meses. Por un lado, se refería despectivamente a los cambios económicos iniciados como «minirreformas»: «Las minirreformas en la economía cubana -anunciadas por el gobierno de ese país- han desatado un amplio debate internacional». Y cuestionaba el actual proceso de liberación de los llamados «presos políticos», porque no lleva acompañada la aceptación del concepto de «libertad de pensamiento» que se le trata de imponer a Cuba desde Estados Unidos y Europa: «Raúl Castro libera presos políticos, pero no se habla de libertad de pensamiento».
A lo largo del debate, el presentador trataba de contrarrestar -infructuosamente- cada argumento de los contertulios favorables a la Revolución. El periodista alemán Harald Neuber mencionó, por ejemplo, la permanente manipulación mediática contra Cuba: «El problema es que la prensa occidental, o sea, la europea y norteamericana, no refleja ese proceso (de discusión popular en Cuba). Hay mucha manipulación, hay muchos prejuicios en la prensa aquí». En un momento, Neuber se atrevió a criticar al grupo mediático privado Spiegel: «La revista Der Spiegel, que tiene mucha influencia aquí (en Alemania), publicó un artículo en el que se decía, literalmente, `La situación en Cuba nunca ha sido tan mala como ahora´. Por favor, ¿qué ocurrió (en Cuba) entonces en los años 90?». Precisamente, el programa «Cuadriga», aunque es emitido por la televisión pública alemana, es producido por una empresa privada perteneciente al Grupo Spiegel, que contrata, entre otras personas, al periodista Gonzalo E. Cáceres (2). Éste justificaba con ardor la actitud de los medios de comunicación hacia Cuba, en base a las supuestas trabas al trabajo periodístico en la Isla: «En la crítica que se le puede hacer a la prensa occidental hay que tener en cuenta la perspectiva de que Cuba es un país bastante cerrado a la prensa internacional. (…) Hay que pedir una visa, hay que seguir un proceso largo. (…) Y por lo tanto hay que tener en cuenta ese elemento».
El contertulio Harald Neuber siguió criticando la complicidad de los medios con los gobiernos de las grandes potencias en su presión hacia Cuba: «Quisiera leer una nota de una agencia de prensa alemana en la que se diga que el régimen de Angela Merkel, que representa una mínoría del 36 % del pueblo alemán, ha debatido en el Bundestag, en el Parlamento alemán, sobre la situación económica. Y que eso, sin embargo, no va a llevar a que abandone el capitalismo». El conductor del programa adoptó entonces un ardoroso papel de defensor de la institucionalidad alemana: «Alemania tiene otro sistema. Gobierna una coalición que sí tiene mayoría en el parlamento, que es el órgano soberano de la nación, allí donde se expresan las mayorías de acuerdo a la Constitución alemana».
En otro momento de la tertulia, Omilia Soria, periodista cubana emigrada a Alemania, describía el carácter mercenario de los llamados «disidentes» cubanos: «En Cuba, naturalmente, como en cualquier parte del mundo, hay personas que no piensan igual que sus gobernantes. El problema de estos presos `disidentes´, como les dicen, es que están financiados por EEUU. Y no porque lo diga el gobierno de Cuba, sino porque lo han dicho ellos mismos, que han recibido dinero». El presentador le replicaba justificando el derecho de estas personas a recibir financiamiento del gobierno de EEUU, para lo que realizaba una odiosa comparación con los luchadores chilenos contra la dictadura de Augusto Pinochet: «En mi país, en Chile, en tiempos de la dictadura de Pinochet, evidentemente la oposición también recibió dinero del extranjero, y esa fue una ayuda para que el país recuperara en algun momento su democracia».
Gonzalo E. Cáceres acabó confundiendo, finalmente, la realidad de Cuba con sus deseos nada disimulados de que la Revolución cubana se autodestruya: «Y en el mundo se habló de un proceso de reformas que podría terminar con la experiencia socialista en Cuba».
Esta confusión de deseos y realidad continuó a lo largo del programa, a través de continuas comparaciones de la situación de Cuba con la de los antiguos países del Este de Europa. «Lo mismo ocurría en la Unión Soviética, en la RDA, y apenas se sacó un ladrillo del Muro de Berlín se terminó el Partido Comunista de la República Democrática Alemana, que se convirtió en una minoría. Y hoy en día es muy difícil encontrar comunistas en la ex Unión Soviética».
Pero lo que no podía esperar el periodista es que quien refutara con mayor contundencia sus comparaciones entre el socialismo cubano y el de los países del Este de Europa fuera, precisamente, el ex embajador alemán en La Habana: «Gonzalo, pienso que el modelo cubano es distinto, no se puede comparar con los regímenes del Centro y del Este de Europa, con la caída del Muro, porque en Cuba la Revolución vino desde abajo, desde el pueblo».
Después de un combate tan desigual, al atribulado presentador no le quedó otra que recurrir, en la despedida del programa, a la venganza de la burla: «Es interesante que, en este mismo momento, se anuncie (en Cuba) la creación de 16 campos de golf, con casas de lujo, para ser vendidas a los extranjeros, a los norteamericanos `malos´ seguramente».
En los debates televisivos en Europa apenas hay espacio para las voces favorables a la Revolución cubana, por lo que el programa «Cuádriga», del 7 de agosto, es un caso absolutamente excepcional. Y ello, a pesar de los desesperados intentos de su presentador, Gonzalo E. Cáceres, por reconducir el programa hacia los parámetros aceptables de la «normalidad» mediática.
* El autor de este texto es coordinador de Cubainformación
(2) http://www.spiegelgruppe.de/
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