Hacia IX Encuentro de Solidaridad con Cuba, Las Palmas de Gran Canaria 13-16 de abril de 2006
El Director de la Oficina del Programa y ex ministro de Educación y de Cultura, Armando Hart Dávalos, formará parte de la delegación cubana en el IX Encuentro de Solidaridad con Cuba, que va a tener lugar en Las Palmas de Gran Canaria entre los días 13 y 16 de abril próximos. La simbiosis entre Revolución y Cultura atraviesa todo el proceso vital de ese país en los últimos cuarenta y siete años. Por eso se hace difícil no intuir las bocanadas con que el arte ha respirado su propia Historia en este tiempo.
En sus declaraciones a Rebelión el Vicerrector del Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, Jorge Fernández, afirma que los artistas cubanos tienen un fuerte compromiso con la Revolución y que, precisamente, ese compromiso los lleva a relacionarse de manera abierta y crítica con la realidad que viven.
– Revolución y cultura en Cuba, ¿son procesos necesariamente imbricados o podría hablarse de ellos de manera independiente?
Sí a la primera parte de la pregunta y no a la segunda. Es imposible, por ejemplo, hablar del arte cubano en los últimos 40 años sin tener en cuenta el papel jugado por las escuelas de arte, por el sistema de enseñanza artística de Cuba. Esa es una realidad presente en Cuba en torno a todo lo que tiene que ver con el fomento del arte y de la cultura por todo el país.
Yo pienso que en Cuba la Revolución ha sido muy coherente con su proyecto y también con su realidad. La primera Ley que asume el Gobierno revolucionario cubano, en 1959, fue la creación del ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematrográficas) y a partir de ahí se fundan el sistema de escuelas nacionales de arte o la Casa de las Américas, que, sin duda fueron las armas que Cuba usó para romper el bloqueo impuesto, desde las primeras fases de su transformación socialista, por el gobierno de los Estados Unidos. La cultura se convirtió en el ejército más poderoso en el combate contra el bloqueo.
La Casa de las Américas, por ejemplo, nos dio a los mejores músicos, los mejores cantautores y, aún hoy, es una institución clave para Cuba y para el mundo. Se convirtió en el espacio para la promoción de los nuevos trovadores, el movimiento de la nueva canción y otras generaciones posteriores.
A partir de 1976 se crea el Instituto Superior de Arte, que fue la materialización de una necesidad que se consolidó a medida que Cuba fue alcanzando madurez en la formación artística.
En este año se vio claro que se necesitaba una Facultad para las Artes y se hizo;
de esa manera, el país ha ido desarrollándose.
Ahora, por ejemplo, hay unos programas de desarrollo asociados a la Batalla de las Ideas, que muestran la importancia de la cultura en el modelo cubano y, más específicamente, en su apuesta de estructuración social.
Se han creado nuevas escuelas de instructores de Arte, que han hecho que la cultura no se quedara en una elite, en un grupo de iniciados o elegidos, sino que llegara a los lugares más insospechados del país.
El objetivo último de todo este esfuerzo es que, en la medida en que el pueblo cubano pudiera tener acceso a las distintas manifestaciones artísticas, sería posible tener a muchas más personas preparadas para discernir, para analizar y generar ideas.
En eso también se ha sido coherente con la herencia histórica de Cuba. José Martí dijo: «ser cultos para ser libres», y la Revolución ha sabido ver que los cubanos no podían ser realmente libres sin tener una cultura profunda.
Asimismo, se ha creado un programa de Universidad para todos en el que, a través de distintos espacios de TV, se dan cursos muy variados, desde metodologías hasta idiomas, teatro, prensa, música o artes plásticas. Son espacios donde la gente participa y por donde pasan los especialistas más significados del país en todos los campos.
Hay que decir, sin tapujos, que lo que se ha fomentado a través de la TV es extraordinario.
Paralelamente, el sistema educativo ha ido evolucionando hasta llegar a un sistema en el existe un profesor por cada 20 alumnos y que se plantea como objetivo prioritario que haya un instructor de arte hasta en la última escuela primaria que exista en Cuba. Por eso se han puesto en marcha, en los últimos años, diecinueve escuelas de artes plásticas de nivel medio en el país, para que no se quede ningún talento fuera; para que todo el que posea un determinado talento tenga la posibilidad de desarrollar sus potencialidades.
– Y frente a este trabajo, ¿cómo refleja el arte cubano a esa Revolución?, ¿cómo mira el arte en Cuba a la Revolución cubana?
Sin duda, si no hubiera una entidad como el ISA y si no se hubiera creado la red de instituciones que existen en Cuba para promover a los artistas, sería imposible tener los resultados que hoy todos podemos ver.
No obstante, yo creo que el arte en un proceso revolucionario no puede ser conformista ni complaciente; el arte tiene que estar comprometido con su tiempo y más en un país como éste. Esto es lo que ha sucedido con las revoluciones clásicas, que han generado un arte apologético, un arte no conectado con la realidad.
Aquí no ha pasado eso, el arte cubano ha tenido y tiene una relación un tanto crítica, una relación abierta y, a mi modo de ver, sincera, con su propia realidad.
Los artistas investigan sobre ella y, como seres que han crecido dentro de un proceso revolucionario y lo han vivido con intensidad, siempre van a poner esa mirada subjetiva del que juega el papel de cambiar y de mejorar las cosas.
Por eso decía antes que una Revolución no puede estimular un arte ascético, inamovible; todo lo contrario. Una Revolución tiene que ser crítica, tiene que hablar de las utopías y también de los conflictos y errores que, a veces, entorpecen que las utopías puedan consumarse.
Esas son las mimbres con las que se teje el fuerte compromiso que tienen los artistas cubanos con la Revolución y que se pone de manifiesto en todos los foros internacionales en los que participan. Sea donde sea el lugar del mundo en el que estén, siempre se podrá ver a esos artistas defendiendo, desde el análisis crítico y superador, las posiciones de Cuba.
– En base a esa apuesta y a esas miradas al otro ¿puede hablarse de una traslación de las formas de encuentro no esquemáticas entre los artistas cubanos y su realidad a las que se dan entre los artistas cubanos que viven dentro y los que lo hacen fuera de la isla?
Si nos referimos a los Estados Unidos y pese a lo que cabría pensar en inicio, muchos de los artistas cubanos que viven en ese país tienen una mirada muy cercana y también muy abierta hacia los sectores que allí están en contra del bloqueo, que están por un diálogo con Cuba, por un entendimiento con Cuba.
Es el caso de Ana Mendieta o de Félix González Torres, que han desarrollado su obra desde una actitud de reencuentro con su país, de diálogo íntimo con su cultura.
Esto es una realidad que se opone a los intereses de una pequeña mafia que pretende aislar a Cuba y que, si bien tiene mucho poder al estar vinculada con el Gobierno de los Estados Unidos, a nivel cuantitativo y conceptual se queda sola, simplemente porque esa posición de odio irracional no se sostiene.
– Los Estados Unidos son el epicentro de una cultura de la dominación en la que las sociedades se rigen por patrones que vinculan el éxito personal a la acumulación de dinero o de capital, ¿cómo se defiende Cuba de este ataque al ser humano?
Este fenómeno de pérdida de valores existe, sin lugar a dudas, de la misma manera que existen otros que también tienen que ver con la enajenación humana y que a Cuba le llegan como a cualquier otro país del mundo porque se están universalizando más allá de las ideologías. La diferencia es que aquí se hace un gran esfuerzo por combatirlos.
Lo importante es saber cómo atenderlos, cómo lograr que no se conviertan en estructuras enfermizas que terminen matando a la sociedad.
Por citar alguno de estos fenómenos, en Cuba hay determinados espejismos que llegan de los Estados Unidos y que estimulan las salidas ilegales en base a la apetencia del consumo y, frente a ellos, el hecho de resistir es ya muy importante.
Esa es nuestra Batalla de las Ideas. Nosotros no podemos aspirar a que cada individuo tenga un automóvil pero sí podemos aspirar a tener hombres y mujeres con capacidad de discernir, hombres y mujeres de pensamiento.
En un país socialista como Cuba, ningún ser humano sobra. Por eso se ha hecho un trabajo tan fuerte en este sentido, plasmando cotidianamente la máxima revolucionaria que hace útiles a todas las personas.
En Cuba cualquiera puede hacer mucho por cambiar y por mejorar la sociedad en la que se desarrolla. Frente a la glotonería del consumo, los cubanos y las cubanas saben que
su vida tiene un sentido, que su vida puede ayudar a cambiar muchas cosas.
Por supuesto, el arte contribuye mucho a allanar este camino.
– No sé si caben las proporciones pero, ¿cuánto hay de política en las expresiones artísticas cubanas?
Hace un tiempo cité a un arquitecto cubano, Luis Barragán, que decía que a él le gustaba la arquitectura y el arte que pudieran generar misterios, que jugaran con esos misterios.
Desde esta perspectiva, el arte en general siempre va a ser ambiguo y nunca va a tener un significado directo y explícito; lo que sí va a hacer es cuestionar arquetipos, esos arquetipos que se crean en torno a hombres que se ven muy altos, como si estuvieran en un pedestal (una herencia de la iglesia católica).
En el caso de Cuba, el arte no debe hacer que las figuras de la Revolución estén en altares. Esas figuras son puntos de mira, son referentes pero han venido otras y deben venir otras que desarrollen y revisen sus planteamientos.
Si el arte refleja este compromiso estará contribuyendo al enriquecimiento y al avance de la política; de hecho se estará acercando más a esas figuras emblemáticas de las revoluciones. Es lo que hace Lázaro Saavedra en una de sus obras, una en la que le «arranca» un trozo de piel a Marx, dejando al descubierto todo un entramado rojo de tendones y músculos.
El arte tiene que hacer eso, afirmar la humanidad.
* M. L. González es miembro de la Plataforma Canaria de Solidaridad con los Pueblos.