El terrorista internacional Luis Posada Carriles fue objeto de una mascarada de arresto por las autoridades estadunidenses después que estas negaran durante meses que se encontrara en su territorio. El «arresto» fue forzado por la opinión pública, pero únicamente lo acusaron de «entrada ilegal al país», como si en lugar de un multiasesino se tratase […]
El terrorista internacional Luis Posada Carriles fue objeto de una mascarada de arresto por las autoridades estadunidenses después que estas negaran durante meses que se encontrara en su territorio. El «arresto» fue forzado por la opinión pública, pero únicamente lo acusaron de «entrada ilegal al país», como si en lugar de un multiasesino se tratase de uno de tantos desafortunados que cruza la frontera huyendo del hambre y el desempleo. Claro, a diferencia de estos a Posada lo trataron con toda consideración y no fue siquiera esposado. Contrastemos este trato con el que se da en Estados Unidos a personas de origen árabe o islámico por la mera sospecha de que son terroristas. Y es que ese Estado ha hecho más que ningún otro por fomentar el terrorismo.
El surgimiento de la guerra fría marca el inicio de un largo historial de crímenes de la CIA contra gobiernos y movimientos populares, profusamente documentada por investigadores independientes. Sin embargo, esta política se pone hoy como nunca antes moralmente en entredicho porque la administración de Bush II proclama que su destino es actuar como adalid mundial de la lucha contra el terrorismo y por la democracia pero actúa en grosera burla a esos enunciados. La llamada ley patriótica, la detención sin formularles cargos a cientos de personas, el enclaustramiento de sospechosos en campos de concentración en Afganistán, Irak y Guantánamo, así como la práctica sistemática en ellos de la tortura son sólo la punta del témpano. Forman parte de una estrategia para colonizar al mundo en nombre de ese supuesto destino que ha llevado ya a la ocupación y el arrasamiento de dos países soberanos y hecho trizas el derecho internacional y la propia misión asignada a la Organización de Naciones Unidas en su carta constitutiva. Pero el doble rasero evidenciado con Posada Carriles está desenmascarando de una manera muy descarnada las mentiras y la hipocresía de Bush y su pandilla. Por consiguiente, ha pronunciado las grietas ya existentes en el Establishment y los grandes medios de información respecto a la conducción por el emperador de la «guerra contra el terrorismo» y gestado un clima político propicio para reflexionar a fondo sobre este asunto.
La ejecutoria de Cuba en este respecto es irreprochable. Hoy sabemos que el presidente Clinton aceptó un pacto antiterrorista propuesto por Fidel Castro en que sólo la isla cumplió su parte. Cuba también condenó los atentados del 11 de septiembre e inmediatamente después de estos formuló una sólida propuesta sobre el combate al terrorismo que enfatiza en una acción conjunta de todos los miembros de la ONU para la identificación de sus causas y las formas y métodos legítimos y legales para enfrentarlo. La Habana advertía entonces que combatir ese mal mediante el despliegue de la violencia y la agresión a otros pueblos no haría más que multiplicarlo. Con base en estas ideas dará hoy inicio en la capital cubana el Encuentro Internacional contra el Terrorismo, por la Verdad y la Justicia. El encuentro seguramente marcará un hito importante en la batalla de Cuba por desenmascarar el auspicio y la protección brindada por el gobierno de Estados Unidos a los terroristas de origen cubano. No es un dato casual que la mayoría de ellos resida al sur de la Florida, paraíso de la contrarrevolución. Tampoco que cuando se produjo la voladura del avión civil cubano sobre Barbados el director de la CIA fuera el padre del actual presidente. Ni que aquel, ya como vicepresidente y responsable de la Fuerza de Tarea contra el Terrorismo no moviera un dedo para investigar a Posada cuando el criminal alcanzó las primeras planas de los diarios debido a su destacada participación en el Irán-contras. No podía ser de otra manera porque el patriarca actual de la dinastía Bush fue uno de los patrocinadores de la Operación Cóndor y de la guerra sucia en Centroamérica, acciones en las que estuvieron involucrados varios agentes de la CIA de origen cubano, muy destacadamente Posada Carriles y su socio de fechorías Orlando Bosh. Como también lo estuvieron en el asesinato del presidente Kennedy. El escándalo Watergate es otra de las proezas de esta pandilla.
Bush está ahora entre la espada y la pared ante la solicitud de extradición por Venezuela de Posada Carriles, a la que se rehúsa. Cualquier salida distinta que intente lo colocará en la mayor indigencia moral ante su propio pueblo.