Tomo los datos básicos de artículos de prensa y de los ecos que mi memoria ha acuñado de aquel asesinato. Enrique Ruano estudiaba quinto de Derecho en la Universidad de Madrid y era militante de los FELIPE, del Frente de Liberación Popular, una organización de izquierda comunista en la que también militó, por ejemplo, Manuel […]
Tomo los datos básicos de artículos de prensa y de los ecos que mi memoria ha acuñado de aquel asesinato.
Enrique Ruano estudiaba quinto de Derecho en la Universidad de Madrid y era militante de los FELIPE, del Frente de Liberación Popular, una organización de izquierda comunista en la que también militó, por ejemplo, Manuel Vázquez Montalbán. El 17 de enero de 1969 fue detenido en un bar, junto a su compañera y dos personas más, por sicarios de la policía franquista. Fue acusado de actividades subversivas contra el Régimen del general golpista Francisco Franco. Después de tres días interminables de tortura y malos tratos en comisaría, fue conducido por tres policías a un piso del centro de Madrid para realizar un registro. Ruano subió esposado hasta el séptimo piso del número 60 de la calle del General Mola (actualmente, Príncipe de Vergara). No salió vivo.
Los policías que le acompañaron declararon que Ruano emprendió una carrera alocada hacia la salida de la casa y que, sin llegar a la escalera, se arrojó a un patio interior. Así se afirma en el escueto informe policial que da cuenta de los hechos. Era, recuerdo, enero de 1969, treinta años después de finalizada la guerra civil, cinco años después de aquellos abyectos «25 años de paz» promovidos por el ministro de Información del fascismo español, seis años después del asesinato de Julián Grimau.
La primera autopsia que se practicó, al poco de su muerte, localizó una herida «contusa redondeada» de siete milímetros de diámetro con fractura en la clavícula. A la familia no se le permitió tener en la autopsia a un médico de su confianza. Los forenses del régimen franquista, médicos, funcionarios, que habían realizado el juramento hipocrático, atribuyeron la herida a un clavo contra el que habría impactado Ruano en su caída al patio interior. No era ninguna broma macabra. Era conjetura, tesis, informe oficial.
La familia de Enrique Ruano consiguió que se reabriera el sumario veinte después. Dos años después de la reapertura del proceso, se exhumó de nuevo el cadáver: ¡tenía serrado ese trozo de hueso! No ha aparecido hasta la fecha. El impudor no tiene límites. Eso sí, el informe, el segundo informe forense, desestima la teoría del clavo y señala que pudo ser perfectamente una bala que penetró en el cuerpo del joven estudiante de Derecho. Se quedó en eso.
Los tres policías que acompañaron a Ruano al registro de la calle general Mola fueron ascendidos a comisarios. Llevados a juicio en 1996, veintisiete años después, fueron absueltos con el voto en contra de una juez que estimó que los hechos eran constitutivos de asesinato.
¿Cómo se enteraron los familiares de Enrique Ruano de lo sucedido? Un policía llamó a la casa familiar. Habló con el padre de Enrique y se lo comunicó. «Su hijo se ha suicidado. Lo siento. Buenos días». Acaso fueran menos amables.
¿Qué se sabe de los tres policías que llevaron a Ruano al piso del general Mola? Dos de ellos, ya comisarios, se jubilaron en 1996. Tendrán ahora unos 75 años aproximadamente y cobran puntualmente su pensión de comisarios de policía. En su expediente funcionarial no figura ninguna crítica, ninguna sanción por lo sucedido. Es un expediente inmaculado. Hicieron lo que debieron hacer. Nadie les ha hecho ver nunca que no se limitaron a cumplir órdenes sino que fueron, que siguen siendo, corresponsables de un asesinato. Nunca nadie se lo dirá probablemente.
¿No fue un asesinato de Estado la muerte de Ruano? ¿No fue un acto terrorista? ¿Ha perdido disculpas alguna vez el Estado por esa muerte? ¿Consta en algún lugar, oficialmente, que Enrique Ruano fue asesinado por la policía del franquismo?
Enrique Ruano tenía 21 años cuando fue asesinado. Ninguna calle en Madrid, si no ando errado, ojalá me equivoque, lleva su nombre. El ministro de Información y Turismo, director de orquesta de la información dada por el Régimen sobre el asesinato y probable impulsor del estado de excepción decretado tres días después tras la contundente respuesta universitaria y ciudadana por el asesinato, se llamaba Manuel Fraga Iribarne y es presidente, sigue siendo presidente fundador, de un partido que se presenta ante la ciudadanía como firme defensor de la Constitución de 1978 y de las libertades democráticas.