Cuando un cubano conversa con algún ciudadano de Estados Unidos -de los que están siendo autorizados por el gobierno de su país a visitar la isla- se asombra por la sorpresa que éste manifiesta ante las cosas que observa en cada lugar y en cada minuto, por la distancia que aprecia entre aquello que tiene […]
Cuando un cubano conversa con algún ciudadano de Estados Unidos -de los que están siendo autorizados por el gobierno de su país a visitar la isla- se asombra por la sorpresa que éste manifiesta ante las cosas que observa en cada lugar y en cada minuto, por la distancia que aprecia entre aquello que tiene ante sí y lo que había visto o leído sobre Cuba en los medios de prensa, entretenimiento y publicidad de su país.
Solo entonces uno comprende el porqué de la vehemencia con que el gobierno de EEUU ha prohibido a sus nacionales viajar a Cuba durante más de medio siglo, salvo en cortos períodos en los que la rigidez ha cedido a un cambio de táctica que haga menos evidente la supresión de un derecho supuestamente garantizado por la Constitución a sus ciudadanos.
Washington ensayó la estrategia «pueblo a pueblo» durante la administración de William Clinton «para influir en la población cubana mostrándole las virtudes del capitalismo» pero la suspendió durante el mandato de George W. Bush «porque sus resultados eran contraproducentes». Pero los métodos de manipulación de la información sobre Cuba en los medios no han variado mucho.
Cuba siempre acogió con beneplácito la práctica «people to people» pese a conocer de su propósito hostil, porque aprecia como algo deseable y positivo que la mayor cantidad posible de personas de Estados Unidos visite la isla para que observe «con sus propios ojos» una realidad bien distinta a la que le han pintado y que la prensa corporativa de su país le sigue alimentando.
Lo interesante es que la vieja campaña de difamación contra Cuba en medios gubernamentales y corporativos estadounidenses sigue presente y hasta parece intensificarse ahora, matizada por el propósito de desvirtuar en el gran público de Estados Unidos las «falsas» impresiones que transmiten los visitantes que están siendo autorizados por Washington.
En líneas generales, el guion no ha variado: fracaso de la revolución, aislamiento de Cuba, descontento, deserciones, escaseces, represión, derechos humanos violados, libertades económicas limitadas y demás consignas repetidas de mil maneras a lo largo de medio siglo. Son mentiras o manipulaciones de medias verdades que se integran a las acciones económicas, legislativas y administrativas de su diplomacia «suave» o forman parte de las operaciones de desestabilización, subversión o directamente terroristas que ejecutan sus agencias de inteligencia y contrainteligencia.
Ahora el viejo guion ha sido adaptado a la nueva situación con incorporándole elementos novedosos que pretenden contrarrestar la capacidad de renovación permanente tantas veces demostrada por los revolucionarios cubanos.
Esta capacidad de corregir errores sin perder el rumbo que ha mostrado la revolución cubana debía servir a sus adversarios de presagio de la fertilidad que el actual momento histórico pudiera reservar a Cuba en su lucha por la independencia y la justicia social.
Aspectos novedosos de la orientación actual de la campaña de descrédito son aquellos que afirman que los cambios que Cuba ejecuta en interés de preservar y desarrollar su sistema social y hacerlo sostenible, reflejan una voluntad de regresar al pasado capitalista ante la incapacidad del gobierno para encauzar de otra manera la economía fracasada por el socialismo.
Se mofan de que Cuba aplique recetas capitalistas para resolver las contradicciones operacionales en el sistema económico vigente el la isla, como si no fuera invariable regla económica la de que las economías centralizadas apelen a mecanismos mercantiles ante sus dificultades circunstanciales, de la misma manera que las economías mercantiles recurren al control centralizado para resolver las suyas del mercado.
(Así lo vienen haciendo los sistemas financieros de Estados Unidos y otros países capitalistas cuyos gobiernos asumen el rescate de sus bancos ante situaciones de aguda crisis, sin que ello insinúe una voluntad política oficial de orientación socialista).
Especulan acerca de lucha entre tendencias en la dirección de la Revolución y reclaman del gobierno cubano cambios más rápidos y profundos, porque la sólida unidad del pueblo con su dirigencia política, y la madurez y seriedad con que la Isla está asumiendo su porvenir, son precisamente los obstáculos más firmes para sus designios de separar al pueblo de su dirigencia revolucionaria para derrotar su proyecto socialista.
Es inaudito que el país más rico, militarmente más poderoso y con mayor desarrollo tecnológico del mundo, haya acudido durante más de medio siglo, a una estrategia de ocultamiento y manipulación de la realidad de este pequeño país para tratar de frustrar la decisión de su pueblo de existir como nación libre e independiente. Y que, además, ésta haya resultado infructuosa.
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