La 13a. Conferencia de las Partes de la Convención de la ONU sobre el Cambio Climático (CMCC) en Bali, Indonesia, reeditó los rasgos de otras grandes reuniones de los últimos años: asistieron unos 11.000 representantes de 187 países, incluyendo a seis jefes de estado y el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon. Hubo decenas […]
La 13a. Conferencia de las Partes de la Convención de la ONU sobre el Cambio Climático (CMCC) en Bali, Indonesia, reeditó los rasgos de otras grandes reuniones de los últimos años: asistieron unos 11.000 representantes de 187 países, incluyendo a seis jefes de estado y el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon. Hubo decenas de actividades paralelas y una cobertura de 1.500 periodistas, sin precedentes para este evento.
Esta vez, la conferencia debía sentar las bases para la negociación de la próxima etapa del Protocolo de Kyoto (Kyoto II). Por el protocolo aprobado en 1997, los países signatarios se comprometieron a reducir en un 5% sus emisiones de gases con efecto invernadero (GEI), causantes del calentamiento global, entre 2008 y 2012, respecto a sus niveles de 1990. El nuevo acuerdo deberá estar listo en 2009 para poder aplicarse a partir de 2013.
La reunión de Bali se inició con la noticia de que Australia, tras la asunción del nuevo primer ministro laborista Kevin Rudd, ratificaba el Protocolo de Kyoto, quedando Estados Unidos como el único país industrializado en negarse a cumplirlo. Pero a lo largo de la conferencia, la delegación estadounidense continuó resistiendo la definición de metas obligatorias de reducción y, a falta de Australia, consiguió los apoyos de Canadá y Japón.
Salvando… la Cumbre
Las negociaciones que debían finalizar la noche del viernes se extendieron hasta el sábado al mediodía. Estados Unidos se opuso hasta último momento a que la transferencia y el financiamiento de tecnología ecológicamente limpia para los países pobres fuera «medible, verificable y notificable», para aceptarlo finalmente, en aras de su «compromiso» contra el cambio climático, cuando algunos países le pedían que se retirara de la cumbre.
«Hubo lágrimas, abucheos y, al final, hasta abrazos. Después de una prolongada batalla, los delegados a la conferencia de la ONU sobre el clima en Bali se las arreglaron finalmente para acordar un mapa de ruta para luchar contra el cambio climático», comentó el portal del grupo alemán Spiegel. Y agregó: «A pesar de la ausencia de metas concretas, la mayoría consideró el acuerdo un éxito», reconociendo los magros resultados de la cumbre.
En efecto, Estados Unidos ya había doblegado la exigencia de que el acuerdo incluyera el compromiso de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por los países ricos entre el 25 y el 40 por ciento para 2020 con respecto a los niveles de 1990. La cifra proviene de los estudios del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para evitar que la temperatura del planeta suba más de 2º C.
Del estudio de distintos escenarios de cambio climático y sus impactos en el corto y el largo plazo surge un amplio consenso científico en que si la temperatura mundial aumenta más de 2º C sobre los niveles preindustriales podrían derretirse la capa de hielo de Groenlandia, colapsar algunos ecosistemas, sufrir escasez de agua miles de millones de personas y las sequías comenzar a amenazar la producción de los alimentos a escala global.
En suma, el compromiso real de EE.UU. consistió apenas en aceptar, junto con el resto de los países, el mapa de ruta para la negociación de la próxima etapa del protocolo de Kyoto (Kyoto II) sobre la mitigación y adaptación al cambio climático de 2012 en adelante. En la primera versión del protocolo, EE.UU. también intervino en la negociación, pero luego se negó a firmar el acuerdo y a cumplir sus metas de reducción de emisiones.
Si la conferencia de Bali no hubiese aprobado un mapa de ruta, el fracaso y el desperdicio de esfuerzos habrían sido mayúsculos. Las relaciones entre la ciencia y la política en este campo siguen siendo ambiguas. La cumbre se inició con un reconocimiento inédito al IPCC, que recibió este año el Premio Nóbel de la Paz, para convertirse luego en una discusión en donde las acciones se subordinan a los intereses comerciales y financieros
La prensa no escapó a esta dualidad entre las urgencias del clima y los negocios. Medios de comunicación de algunos países oscilaron entre poner la cumbre del clima en la sección de medio ambiente o en la de economía. Muchos periodistas económicos no manejan con solvencia los informes del IPCC y hay periodistas científicos y ambientales que tampoco dominan los complejos mecanismos de financiamiento negociados en Bali.
Dinámicas de mercado
El financiamiento auspiciado por el Protocolo de Kyoto para los proyectos de adaptación en los países en desarrollo es el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). El MDL permite que gobiernos y empresas privadas de los países industrializados inviertan en proyectos de reducción de emisiones en otros países, recibiendo certificados que pueden contabilizar como parte de sus compromisos de reducción de las emisiones de GEI.
Los gobiernos decidieron que el financiamiento de esos proyectos será administrado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). El fondo obtiene recursos por medio de un impuesto del 2% sobre los proyectos de MDL y se calcula que dispondrá de 80 a 300 millones de dólares entre 2008 y 2012. Las partes no llegaron a acuerdo sobre medidas adicionales, como formas de integrar la adaptación a las políticas nacionales.
Otra novedad de Bali son los incentivos para la reducción de emisiones por deforestación y degradación forestal denominada REDD. El 20% de las emisiones mundiales provocadas por la deforestación es un tema clave del cambio climático. Hasta ahora Brasil se negaba a «vender» títulos de la Amazonia por razones de soberanía y porque los títulos baratos de REED serían otra puerta para que los países ricos no reduzcan sus emisiones.
Papúa Nueva Guinea y Costa Rica lanzaron en los últimos años la iniciativa de comercializar créditos por la deforestación evitada y en Bali se llegó a un acuerdo. En el mapa de ruta no se habla explícitamente del mercado, pero se hace una referencia a procurar «incentivos positivos y políticas» para las REDD, que irían desde donaciones hasta su inclusión en los mercados, algo que la delegación brasileña parece ahora dispuesta a aceptar.
El Instituto de Investigaciones de la Amazonia (IPAM) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) consideraron positivo la creación del fondo contra la deforestación y el recurrir a los mecanismos de mercado, aunque señalan que debería haber un tope para la compra de esos créditos y que se deberían beneficiar los pueblos tradicionales de la región por medio de inversiones en programas de educación, salud y conservación de su hábitat.
«Estamos viendo el desarrollo de la escena del crimen. La mayoría de los gobiernos solamente están mirando el tema de los bosques en términos de cuánto dinero pueden obtener. Sin un cambio de perspectiva, seremos testigos de un crimen del clima», dijo Gustavo Ampugnani, director de campañas de Greenpeace en México. En Bali se acordó asimismo iniciar un programa para incrementar la transferencia de las tecnologías de mitigación y adaptación requeridas por los países en desarrollo. El objetivo es generar entornos más atractivos para la inversión, así como proporcionar incentivos al sector privado para la transferencia de tecnologías. El FMAM iniciará este programa junto con las instituciones financieras internacionales y el sector financiero privado.
Acciones alternativas
«Son soluciones falsas el comercio de carbono, al que quieren agregar los bosques (REDD) y los agrocombustibles. Todos pagaremos el precio de haber perdido la última oportunidad para prevenir un calentamiento global fuera de control, pero en el corto plazo los pueblos del Sur pagamos el precio más elevado», dijo un representante del Foro de la Sociedad Civil de Indonesia en una de las reuniones paralelas realizadas con ONG de varios países.
En otro evento, un orador del Instituto Transnacional cuestionó el MDL: «No financian un desarrollo limpio, si no algunas de las industrias más contaminantes y destructivas. No he visto nada que sugiera que los proyectos de presas, las fábricas del aceite de palma, las plantaciones de árboles a escala industrial, los vertederos de residuos tóxicos sean algo excepcional. Otro tratado más ambicioso nos traerá más de lo mismo».
Un representante de organizaciones indígenas de Oceanía expresó que15 naciones en la zona están a punto de ser tragadas por las aguas. «Algunos se irán a Nueva Zelanda, pero para la mayoría no hay salida, nadie los aceptará. Simplemente se hundirán bajo las aguas. También varios cientos de personas se ahogaron en una de las islas de Papua Nueva Guinea hace solo unos días, después de una tormenta tropical», explicó.
Vía Campesina reunió en Bali a más de 200 delegados provenientes de 20 países de África, Asia, América y Europa. «Debemos combatir el calentamiento global con solidaridad y no con políticas basadas en el mercado. La agricultura sustentable y la producción local de alimentos van a reducir significativamente el calentamiento global mientras los agronegocios profundizarán la crisis», declaró Henry Saragih, coordinador del movimiento.
Para la investigadora uruguaya del Grupo ETC Silvia Ribeiro, «este tipo de movilizaciones sale al encuentro de las justificaciones de las industrias para promover, entre otros, los agrocombustibles, los ‘desiertos verdes’ producidos por los monocultivos forestales, las grandes represas, la energía nuclear y otros arreglos tecnológicos, que lejos de ser soluciones agregan nuevos problemas ambientales y sociales».
Las discusiones de Bali pusieron en evidencia también nuevas diferencias dentro del grupo de los llamados países en desarrollo o G-77, donde se agrandan las disparidades entre los países más pobres y China. En especial, los estados de las pequeñas islas se quejaron por ver sus reclamos de ayuda de emergencia enredados en las negociaciones entre los países ricos y China. A menor distancia, algo similar ocurre con India y Brasil.