La Compañía Teatro de Mayo acaba de estrenar en Madrid Entremeses de una época oscura, obra teatral con texto de José Manuel Naredo y Octavio Colis y dirección de este último, que sigue la línea crítica abierta con la ópera bufa El crepúsculo del ladrillo, otra producción del mismo equipo que llenó el Centro Social […]
La Compañía Teatro de Mayo acaba de estrenar en Madrid Entremeses de una época oscura, obra teatral con texto de José Manuel Naredo y Octavio Colis y dirección de este último, que sigue la línea crítica abierta con la ópera bufa El crepúsculo del ladrillo, otra producción del mismo equipo que llenó el Centro Social La Tabacalera en las representaciones que realizó en mayo de 2013.
Dos años después, esta nueva iniciativa teatral utiliza la forma clásica de los entremeses para hacer una obra que muestra en clave de farsa una cruda imagen de la España actual. Hay que recordar que los entremeses alcanzaron gran popularidad en España en la primera mitad del siglo XVII y aunque en principio estuvieron diseñados para servir nexo de unión entre dos comedias, pronto las creaciones de grandes autores como Cervantes o Quevedo les proporcionaron una autonomía que las convirtieron en las preferidas de la asistencia a los espectáculos teatrales. Se caracterizaban por ser piezas cortas de tono burlesco y mordaz, con unos personajes arquetípicos en los que el público identificaba con claridad a los protagonistas de la vida social y política del momento. Utilizaba frecuentemente recursos de la pantomima, al sustituir algunos diálogos por gesticulaciones abundantes y movimientos corporales buscando la comicidad, formas de expresión en general más próximas a la intuición del espectador de entonces.
Este espíritu crítico y comprometido es el que recupera la obra teatral actualmente en la cartelera madrileña. Como acertadamente escriben sus autores en el prólogo de la obra, (…) los entremeses, con su crítica burlesca, además de entretenimiento suelen aportar reflexiones serias sobre cuestiones de fondo. Ponen en cuarentena relaciones sociales y valores e instituciones tan establecidos como el honor, la justicia, el matrimonio, la amenaza de la casta triunfadora… o los modos poco aceptables de administración. Los entremeses acostumbran a dar voz a personajes populares, entre los que destaca la legión de picaros que tratan de medrar recurriendo al engaño, al hurto y a lo que sea en esa especie de «sálvese quien pueda» individual que suelen generar las sociedades jerárquicas en crisis y descomposición. En este juego, el manejo instrumental de los símbolos del poder contribuye a desmitificarlos, junto con su vinculación a los valores a los que usualmente se asocian.
Ante el medio millar de personas que llenaban el teatro Fígaro el día del estreno, los cinco actores y actrices en escena, acompañados musicalmente por una pianista, dieron vida a las siete piezas cortas que componen la obra. La primera, el contexto, sirve para caracterizar una sociedad en profunda regresión social y política como es la española, presentando a los Arlequinos, personajes derivados del teatro antiguo que son los que van a protagonizar la farsa al tiempo que van asumiendo un progresivo cometido social en los entremeses. El proceso culmina en la última de las piezas, Sueños y Pesadillas, cuando los Arlequinos acaban revelándose contra todo lo que se ha representado hasta ese momento, haciendo que sus reflexiones finales se fundan con las de un público cada vez más cómplice.
Particularmente brillante me resultó el segundo entremés, ¿Quiénes han sido? en el que un cantaor flamenco, filmado tras unos barrotes, se arranca por soleares preguntándose por la causa de tanta desgracia y acusando a los verdaderos culpables de su situación, que no son anónimos como se quiere hacer ver, sino que tienen careto y manos, ¡ay!, muchas manos. Al cantaor le respondían en escena los Arlequinos disfrazados de monjes que cantan en gregoriano las razones esgrimidas por el poder y basadas en las disposiciones de la Providencia y en las exigencias de los Mercados. Y tras este arranque irónico y espectacular comenzaron a desfilar por los entremeses las caricaturas burlescas de unos personajes bien conocidos por el público como son Bárcenas y Rajoy, Urdangarín, la Infanta Cristina y el Rey, Esperanza Aguirre y Ana Botella, para terminar con un Rodrigo Rato en caída libre desde lo más alto. Todo muy ácido y muy divertido.
No ha resultado fácil encontrar un teatro donde estrenar esta obra que reparte palos por igual a las finanzas, a la monarquía y al gobierno corrupto del Partido Popular. Al final, el teatro Fígaro de Madrid accedió a alquilarle la sala a la compañía Teatro de Mayo cuatro lunes de descanso de su programación: el 21 de abril, día en que se estrenó la obra, y los próximos 11 y 25 de mayo y 1 de junio. Después tendrán que buscar otras salas a lo largo y ancho del país para permitirle a esa ciudadanía cada vez más indignada disfrutar de estos Entremeses.
Los grandes medios de comunicación han guardado un absoluto silencio sobre el estreno. Y es que como repite incansablemente Vicenc Navarro, España no dispone de una prensa o una televisión en la que se vea reflejado el sentir de millones y millones de antineoliberales y de esa otra gente decente y harta que puebla nuestro territorio. Por eso la ciudadanía necesita este tipo de teatro, igual que necesita otros espacios donde informarse, organizarse y expresar su creciente malestar social. Bienvenidas sean pues iniciativas teatrales como las que nos propone el Teatro de Mayo. Y por supuesto que tenemos que apoyarlas asistiendo a las representaciones y haciendo que funcione el boca a boca.
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