«Para mí el humanocentrismo debería ser esa solidaridad de clase apenas esbozada por unos pocos ejemplos heroicos (como las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española) u otros que todavía se dan hoy día a menor escala y con menor organización (recordemos a Rachel Corrie, joven estadounidense que con tal solo 24 años murió aplastada por un buldozer israelí defendiendo a los palestinos). Este sería el ejemplo último y superior del «humanocentrismo internacionalista» o del «internacionalismo humanista» [1].
Jon Juanma, licenciado en Bellas Artes, es un artista plástico creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico. Es, además, analista político y cultural, teórico del socialismo democrático e investigador en la Universidad de Alicante.
Una parte de su obra artística puede verse en http://jon-juanma.artelista.
Recuerda usted en su trabajo unas palabras de Wallerstein en las que afirmaba que no hubo en el siglo XX, propiamente hablando, economías socialistas sino más bien «movimientos socialistas o autoproclamados socialistas» que controlaron algunos aparatos del Estado. ¿No hubo pues, en su opinión, socialismo en la Unión Soviética ni en Checoslovaquia ni en Yugoslavia ni en la China maoísta, aunque fuera un «socialismo real», un socialismo con enormes deficiencias?
Sin duda es un tema complicado, pero no piense que no me quiero «mojar» con su pregunta, es tiempo necesario de arriesgarse aun a sabiendas de que nos podemos equivocar, el miedo al error sólo conseguirá inmovilizarnos.
Mi respuesta es que no, no hubo socialismo en ninguno de esos países que me cita, aunque sí se produjeron avances en una dirección socialista. Sí hubo espacios socialistas en esos países, tal como le indicaba en la respuesta anterior. Sí los hubo en la URSS, en la China maoísta, etc. El problema al contestar a este tipo de preguntas, de si algo es o no es, es igual a preguntar si llega o no llega a merecer serlo. Entonces, para no hacerlo absolutamente subjetivo y por tanto arbitrario, nos hemos de basar en pruebas, en argumentos. Los míos radican en establecer cuándo se alcanza la hegemonía en algo, el predominio, en este caso, el socialista.
Todos esos países tenían un nivel de productividad bajo y pese a realizarse procesos (muy deficientes en algunos casos) de colectivización de la economía, como predijo Marx, al colectivizar la pobreza muchas veces se generaron más pobres y no un reparto de la riqueza. Desde luego hubo más igualdad, pero… ¿fue eso por sí solo socialismo atendiendo a los inicios del socialismo científico? ¿Era lo mismo la «Dictadura del Proletariado (la democracia de los trabajadores) que la Dictadura del Partido Único? Por supuesto que no. Sería un chiste de mal gusto decir que hubo una hegemonía política de la Comuna de París a escala internacional en el «bloque socialista» durante la Guerra Fría. Esos países distaron mucho del modelo de democracia radical que «La Commune» pudo alumbrar pese a su corta existencia.
Por otra parte, ya conocemos cómo acabaron los soviets y cómo se impusieron la mayoría de las economías planificadas de Partido Único una vez acabada la II Guerra Mundial. El estalinismo y el marxismo-leninismo oficialista (de cada momento) de la Santa Inquisición de la Academia Soviética ya sabemos cómo se las gastó durante ese tiempo intentando modificar la teoría marxista, para que cuadrara con la maniobras nacionalistas de una élite burocrática, cada vez más alejada de la clase a la que decía representar (la obrera),. Es algo muy parecido a lo que ocurre en China actualmente con la teoría de la «Triple Representatividad» de Jiang Zeming, aunque los soviéticos no llegaron tan lejos, a mi parecer, en la distorsión de la teoría .
Desde luego, allí donde los agentes socialistas tomaron el poder por sus propias fuerzas y no tanto por los tanques soviéticos, como el caso de la Yugoslavia de Tito, fue donde se produjeron los experimentos socializantes más interesantes (pese a sus deficiencias). La hegemonía económica capitalista mundial y su superior capacidad productiva (por medio del imperialismo y la explotación de la fuerza de trabajo internacional) impidió que esos países pudieran llegar siquiera a alcanza el estadio del Socialismo, si entendemos éste como el descrito por Marx y Engels.
Hay que recordar que tanto Lenin como Trotsky esperaban el inminente triunfo de la Revolución Obrera en los países centrales del sistema después de la toma del poder político en 1917, pero eso no sucedió en parte por la falta de preparación de los líderes socialistas de esos países, de la insuficiente formación de las masas trabajadoras y por la penetración en los líderes del movimiento obrero del oportunismo de corte bersnteniana o «ministerialista» que lo llamaba Lenin. Referido a la política interclasista de líderes obreros franceses o alemanes que llegaban a pactos de gobierno con partidos burgueses.
El problema para los proyectos socialistas radicó en que la Revolución triunfó en países atrasados económicamente, justo lo contrario de lo que supuestamente debía ocurrir. La proximidad del campesinado y su cultura rural con un proyecto de carácter comunitarista, colectivista, es algo que los maoístas orientales saben perfectamente. El hecho de que a veces sea más fácil el paso de un sujeto de mentalidad agrícola, por sus elementos comunitaristas, a uno de mentalidad socialista; que el paso de una cosmovisión urbanita, con ideología burguesa, a la socialista. Este elemento de unión fue una de las claves del triunfo de esas revoluciones: la confluencia entre una mayoría de trabajadores rurales, pocos trabajadores urbanos concienciados y una élite revolucionaria, una vanguardia profesional. Ese fue el éxito de Lenin, de Mao, del Che con Fidel y tantos otros.
Incluso en la actual Venezuela el voto a favor del proceso de cambios es más poderoso en las zonas rurales que en las ciudades, con una mentalidad mucho más aburguesada, centrada en el consumo y no tanto en la producción.
Pero desgraciadamente, si bien los casos de Lenin, Mao y Fidel fueron revoluciones de voluntad socialista, no fueron ni son suficientes para instaurar el socialismo en sus países en un mundo donde los más desarrollados económicamente son capitalistas, donde la economía es por tanto hegemónica y brutalmente capitalista. Esos gobiernos revolucionarios se acaban asfixiando ante la lógica hegemónica mundial capitalista. Las contradicciones entre la teoría y la realidad de sus gobiernos se disparan y la inexistencia de una filosofía política y organizativa correcta hace estallar en pedazos, más pronto que tarde, los pasados y presentes logros revolucionarios. Por eso, además del por el trabajo de espionaje y corrupción de la élite dirigente por parte de los EUA y otras potencias burguesas, el capitalismo se reinstauró en Rusia. Además que la cultura socialista no era ni es todavía realmente sólida, ni seductora, como lo es la capitalista. Y el capitalismo se está reinstaurando con Partido único en China, pese a la oposición de una minoría de miembros del PCCh y las masas críticas maoístas. También logra nuevo oxígeno en Cuba con la evidente apertura liberal que se está produciendo en el sistema productivo de la isla, a pesar de los golpes de pecho de los actuales líderes consistentes en decir más veces quién es «socialista y revolucionario».
Además, la cultura socialista después de tantos años de lucha apenas balbucea, mientras que la capitalista se reproduce con una gran facilidad entre muchos individuos de clase trabajadora, en especial de los países centrales y semiperiféricos. ¡Y no hablemos de las élites de «izquierda»!
Hable, hable de las élites de izquierda, término que usted entrecomilla.
Observe lo que ocurre con no pocos dirigentes en Venezuela y lo que pasó en la Nicaragua sandinista, no todo fue / es la Contra, el imperialismo y los informes de desestabilización descubiertos por Eva Golinger (que por supuesto existen). Pero la clave es que «ellos» no somos «nosotros», un dirigente de un partido revolucionario tiene en su mano la palanca para recibir miles de sobornos en un océano interestatal capitalista como bien indicó el doctor comunista cubano Esteban Morales, apartado del PCC en circunstancias cuanto menos extrañas, cuando apuntó lo fácil que era que altos dirigentes cubanos estuvieran aceptando sobornos en cuentas bancarias extranjeras y la necesidad que había de un mayor control de las bases. Es razonablemente sencillo abrirle una cuenta en Suiza a un dirigente cubano, por medio de un hombre de la CIA o mejor aún de un servicio amigo como el CNI en la zona o un mafioso de los de siempre, y llenarlo de euros o dólares para que «justifique» la apertura de la economía a un sistema mixto, por supuesto, para «sostener» el socialismo cubano. A los años deja el cargo y desaparece en un viaje oficial, se va a vivir a una mansión en la periferia arbolada de cualquier ciudad latinoamericana o estadounidense, y ya está, cientos de miles de trabajadores perjudicados, ¿pero quién se acordará de él cuando desaparezca?
Tenemos que ser más críticos desde la izquierda con «nuestros líderes», somos ultracríticos con los de derecha pero con los que se dicen estar con «nosotros», solemos creerlos a pie juntillas y nos chupamos el dedo como niños con todo lo que dicen. En especial cuando habla con la jerga «revolucionaria» que tanto nos gusta. Y así nos va. Necesitamos instituciones de control desde abajo, y con la tecnología actual podemos, falta la visión y la voluntad de quererlo.
La cultura socialista no es sugerente porque está en pañales, son más lemas que realidades. Al margen de personas y activistas maravillosos que todos conocemos en la izquierda, ¿cuántos de ellas y ellos se llenan la boca con grandiosos ideales mientras los ensucian con sus mediocres acciones, con su día a día? El problema es que la cultura socialista nos exige perfeccionar nuestra humanidad y la cultura capitalista sólo nos invita a rebozarnos en nuestra animalidad más detestable.
Por eso sigue seduciendo mucho más (para los que al tener poder pueden ser seducibles por la tentación del Capital), tener mucho dinero, y por tanto poseer todo aquello que se puede poseer mediante el valor de cambio: tierras, playas, mansiones, coches, sexo con todo tipo de individuos, drogas, etc; que intentar empezar a convertirse en el ciudadano neorrenacentista con el que soñaba Marx, ese ciudadano-artista que viviría en la fase comunista de la sociedad, y que ya en la socialista se debía ir construyendo. La seducción tiene mucho de animalidad, como el sexo, y eso no significa que los socialistas seamos puritanos, sino que hay que saber dónde va cada cosa. No podemos ordenar la vida social, nuestras ciudades y nuestros parlamentos, con una erección permanente, a partir de la seducción y la necesidad, que es justo lo que ocurre en el capitalismo. Es el juego de poder entre permisibilidad y represión lo que nos marca el ritmo, con una partitura icónica de seducción constante muchas veces frustrada por la vacuidad posterior del consumo, que no sólo destruye lo consumido, como indica Santiago Alba Rico, sino al propio consumidor en tanto individuo, en tanto persona.
Señala usted que el enfoque de los teóricos del sistema mundial es decididamente holístico. Su comprensión se basa en una dialéctica constante entre lo global y lo local, primando el componente global como agente fuerte del análisis. El todo del sistema, se afirma, es más que la suma de las partes. ¿Esto no suena a viejas y algo gastadas «leyes dialécticas»? ¿Cuándo un enfoque es realmente holístico? ¿Sólo sería válido un enfoque así en ciencias sociales?
No sé si sonará a viejas y gastadas dialécticas, dependerá para quien. Sin duda se basa en la dialéctica, en el materialismo dialéctico e histórico, de eso no hay ninguna duda, o al menos yo no la tengo. Otra cosa es que esa dialéctica deba ser la del famoso diccionario filosófico soviético de Yurich y compañía: aquel catecismo del «buen marxista» (pese a sus méritos). El marxismo, o sea, el materialismo dialéctico e histórico, es una herramienta de análisis de la realidad. Es un acervo teórico incompleto, perpetuamente abierto, como el resto de disciplinas científicas, que nos brinda una serie de conceptos (herramientas) con los que dar sentido a nuestro ser, con el que aproximarnos (y subrayo esta palabra) a nuestro lugar en el mapa de lo inmensurable que significa ese vasto y mayoritariamente ignoto terreno conocido bajo el nombre de «realidad». Como la «realidad» no es mensurable por completo, ya que se basa en nuestro desarrollo históricamente concreto de nuestros instrumentos y técnicas de medición, debemos estar abiertos a admitir errores, como el resto de las ciencias hace. Debemos admitir la extensa posibilidad de estar equivocándonos en el presente. No a seguir adelante como si nada hubiera pasado, como si no tuviéramos constatadas varias pruebas que nos dijeran lo contrario (el fracaso de la Dictadura del Partido único, la criminalización de la disidencia, etc.). Tampoco se puede pretender hacer del marxismo un dogma religioso, porque no es dogma ni fe sino teoría, ciencia por seguir construyendo basándonos en la razón y la experiencia empírica. En las ciencias nunca nada está completamente cerrado, y las leyes científicas lo son como explicaciones teóricas que en ese momento son las mejores, pero que serán modificadas por los descubrimientos posteriores en mayor o menor medida. Es como cuando Maxwell en 1873 dijo que el átomo era un cuerpo que no podía dividirse en dos. En su momento esto era una verdad científica porque en su tiempo era cierto, pero no era un Verdad transhistórica, debido a que más tarde se descubrió que sí podíamos dividir el átomo. O incluso recientemente que se ha cambiado el peso atómico de diversos elementos de la tabla periódica de los elementos, porque los anteriores se consideraban poco precisos. Lo que puede ser verdad histórica en un cierto momento no será la verdad del mañana, y por tanto, no es la Verdad en mayúsculas. Es por eso que el marxismo no puede ser dogmático. Siempre debe permanecer abierto y cuestionarse sus propios conocimientos, ya que el desarrollo histórico de la materia y en particular, el desarrollo histórico de su expresión superior conocida, el género humano, podrá brindarnos algún día nuevos hallazgos que si se hubieran esbozado en épocas históricas anteriores, hubieran sido tachados de sueños, alucinaciones extraterrestres o en definitiva, cualquier otro tipo de afirmación acientífica. Por todo ello, el marxismo no puede ser dogma ni imponerse por la extorsión de las armas, sino que para penetrar en la humanidad y ayudarla a avanzar hacia la felicidad, únicamente puede hacerlo mediante el conocimiento, el estudio, el debate, el ejemplo y el amor.
De lo anterior, respondiendo a su última pregunta, se deduce que por supuesto, la perspectiva del sistema-mundo no es algo que se reduzca a las ciencias sociales, es un conocimiento absolutamente trans e interdisciplinar. Lo es hasta tal punto que, para que esa perspectiva sea coherente, no le cabe menos que afirmar que absolutamente cualquier conocimiento repercute en los demás. Los cuales componen el acervo teórico del género humano, lo que llamamos «cultura humana», que incluye desde la escala pentatónica, el teorema de Pitágoras y la energía nuclear a los ritmos sincopados de la salsa, el secador de pelo o la minifalda.
Todo nos influencia, no hay nada que esté encerrado en un cajón y no nos toque, excepto lo que esté verdaderamente encerrado en un cajón, como ocurrió por ejemplo con el llamado Testamento de Lenin, que fue oculto por la troika de Zinoviev, Kamenev y Stalin durante décadas impidiendo a una parte de la humanidad (la soviética) empaparse de ese conocimiento.
Nada que sea compartido por al menos dos seres humanos deja indiferente al resto de la especie. Somos seres sociales y el conocimiento o es compartido, y por tanto propiedad colectiva; o es ignorancia de muchos y propiedad privada, poder de unos pocos. Éste es otro reto al que se enfrenta la humanidad en la etapa actual del capitalismo: la posibilidad de la destrucción del conocimiento compartido, la privatización del mismo por parte de una élite dominante que también disfrutaría de la mayoría de la propiedad de los medios de producción y distribución. Es la necesaria privatización del conocimiento para la reproducción de la plusvalía, la necesidad que tiene el Capital de nuevas mercancías una vez extenuados los mercados anteriores y empobrecida la clase trabajadora asalariada, la que mercantiliza la cultura humana entendida como todo el saber humano, desde las «ciencias naturales» hasta la música o el arte del Kamasutra. Si seguimos con el capitalismo tenemos, la posibilidad no avizorada por Marx, de la destrucción del homo sapiens y lo que ha servido de propulsor de nuestra especie desde la Eva mitocondrial: la capacidad de compartir.
El capitalismo es en definitiva un cáncer que amenaza con destruir a toda la humanidad y aunque no sabemos en cuánto tiempo podrá finiquitarla, sí sabemos que ya ha empezado y que hoy en día es un riesgo posible, lo que Bobbio llamaba «un camino bloqueado», al que yo denominaría «un camino al precipicio», justo ése por el que muchos todavía se empeñan en avanzar. Misión nuestra es evitarlo. El capitalismo es el Frankstein que amenaza con degollar hasta al último hijo de nuestra padres africanos.
Por lo demás, por lo que acaba de afirmar, ese todo del sistema, ¿englobaría también aspectos físicos, biológicos, que son el sostén, la base material, de la economía humana?
Por supuesto, el enfoque del sistema-mundo es un enriquecimiento del materialismo dialéctico e histórico y como parte de él lo engloba absolutamente todo. Otra cosa es que seamos capaces de deducir adecuadamente las tendencias, las estructuras, sus desarrollos, etc. Éste es el reto, aunque sea imposible llegar al tope, porque se va alejando a medida que crece nuestro desarrollo tecnológico. Nuestro mundo nunca será cognoscible en su totalidad debido a que nosotros somos hijos de éste, y no al revés. Nuestra evolución es también la modificación de ese mundo, por tanto nuestro objeto de estudio siempre va por delante de nuestro saber, pero éste es el único medio para hacernos una estancia más saludable en aquél..
¿Por qué en esa concepción cobra tanta importancia la colonización y explotación económica de Latinoamérica desde 1492?
Es importante porque junto con la asimilación posterior de Australia por parte de los europeos (después de la llegada de Janszoon a principios del XVII), es el momento en que vastas zonas del mundo van quedando progresivamente incluidas dentro de esa economía capitalista. Este sistema ya se iba desarrollando en las primeras ciudades estado de la península itálica durante el siglo XV. A lo largo del siglo XIX y principios del XX hace eclosión con la irrupción de su hegemonía política en todo el mundo. Además, la plata de América, como dijo Gunder Frank, fue esencial para que Europa fuera remontando posiciones respecto a la China y desplazándola del centro del sistema mundial. Ahora el proceso que estamos viviendo probablemente sea el inverso, con sus diferencias y tensiones. Proceso en el cual el centro del sistema vuelve a Asia, donde realmente estuvo casi toda la Historia, si exceptuamos el breve interludio europeo.
Para muchos teóricos, el sistema nunca volverá a ser lo que era tras el previsible desplome de la potencia hegemónica de los EUA. ¿Es esa opinión? ¿Qué sucederá entonces?
Desde luego que nunca volverá a ser lo que era, ya que la historia nunca se repite, sí lo pueden hacer ciertas tendencias cíclicas pero nunca se repite exactamente, por supuesto.
¿Qué sucederá entonces? Esta pregunta es imposible de contestar debido a la multiplicidad de factores económicos, ecológicos, políticos, etcétera, en juego y a la imposibilidad de determinar el comportamiento humano, en especial de los pueblos, de las clases populares (véase la revolución popular en Túnez o Islandia), de lo que se llamaba masas y ahora algunos quieren llamar «multitudes», pero que en todo caso se refiere a la gente normal, la gran mayoría de la humanidad: la gente trabajadora, los verdaderos productores.
Dicho esto sí podemos observar tendencias como las citadas anteriormente con respecto al nuevo peso de Asia (India y China) y el poder disperso pero importante de los BRIC. Nada nuevo, lo que todos los comentaristas observan e incluso muchas personas de a pie perciben en sus entornos cotidianos (por ejemplo con la proliferación de establecimientos comerciales minoristas chinos por todo el mundo).
Por supuesto que los EUA caerán, pero no sabemos si en esta crisis o en la siguiente, no sería la primera vez en la historia que la principal potencia del sistema-mundo sale de una crisis sistémica como ganadora. Aunque no apostaría por esta opción, creo que el predominio asiático es inminente y casi todo lo que llamamos «Occidente» pasará a ser la periferia a medio plazo. Pero todo esto son una especie de predicciones, de quinielas, a veces afortunadamente los pueblos mandan al carajo los escritos de los teóricos. Sí estoy convencido que Brasil puede tener un papel muy importante en esta reordenación mundial, me aventuro a hipotetizar que mayor que Rusia, que sin embargo a medio plazo estará más viva que muerta (y me refiero a sus pueblos). Ahora sí le digo que esta crisis no es ni mucho menos la final del capitalismo, puede ser un aperitivo más o menos distanciado de la comida. Pero sí creo que será una crisis definitiva a corto-medio plazo de los sistemas políticos de las democracias burguesas que hemos conocido hasta ahora. Podemos ir a mejor, pero también a peor. El fascismo estará muy latente en ciertas partes del mundo como opción para la oligarquía capitalista. El desenlace de esta lucha: en la calle, y en nuestro día a día, lo decidiremos todos.
Habla usted en una nota del humanocentrismo de Marx o Bakunin con la clase trabajadora. ¿A qué se quiere refeerir con esa noción?
Bueno, al primero que le leí lo de «humanocentrismo» fue al desaparecido Andre Gunder Frank si bien este concepto no es para nada nuevo y se puede rastrear en todos los movimientos de masas de inspiración «democrático-plebeya» que diría el profesor Antoni Domènech. Es por eso que a la noción interclasista de Frank sería recomendable ponerle unas cuantas gotas revolucionarias de Marx o Bakunin con su internacionalismo de clase.
Decía Althusser que el humanismo era la falsa ideología burguesa de su momento, pero actualmente el «humanocentrismo internacionalista» puede y debe ser parte de un auténtico programa de acción política revolucionaria y una filosofía humanista radical, como lo es sin duda el marxismo. Para mí el humanocentrismo debería ser esa solidaridad de clase apenas esbozada por unos pocos ejemplos heroicos (como las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española) u otros que todavía se dan hoy día a menor escala y con menor organización (recordemos a Rachel Corrie, joven estadounidense que con tal solo 24 años murió aplastada por un buldozer israelí defendiendo a los palestinos). Este sería el ejemplo último y superior del «humanocentrismo internacionalista» o del «internacionalismo humanista», como se prefiera. Sin embargo, la idea es articular uno de forma organizada, hacer que llegue a los programas de acción política obrera y a las clases populares. No sólo a las reivindicaciones o a las manifestaciones. Hay que coordinar esos sentimientos de hermandad humana por encima de las fronteras burguesas y hacerlo mediante un programa efectivo de acción política revolucionaria. Pero se podría pensar que, si a veces cuesta poner de acuerdo a obreros de una misma fábrica, ¿cómo vamos a conseguir que los obreros de la Volkswagen de Sao Paulo no produzcan cuando paren los de la Volkswagen de Volfsburg? Nadie dijo que fuera sencillo, pero es seguro se conseguirá cuando también los obreros alemanes se detengan en solidaridad con sus hermanos brasileños. Debe ser en las dos direcciones, esta dialéctica producirá un sujeto político revolucionario con un tamaño tal que será capaz de librar la batalla por la lucha por el Socialismo a escala mundial, la única posible. Un principio de ejemplo de hermandad que se está viendo actualmente entre los pueblos norteafricanos con las actuales revueltas populares.
Y si no estamos dispuestos a nadar en esa dirección «humanocentrista internacionalista», más vale que nos dediquemos a otra actividad más tranquila y saludable en lugar de perder nuestras energías en esto, como coleccionar sellos o practicar el yoga . Hemos de acelerar ese proceso de convergencia de intereses de clase por encima de las banderas nacionales que no son las nuestras. La nuestra es la del género humano como decía la Internacional y no está diseñada, porque sólo la puede crear el pueblo consciente, democráticamente, y todavía no estamos en condiciones de tamaña empresa emancipadora. La bandera roja de la Comuna de 1871 fue lo más parecido a ese símbolo que pretendía unir a toda la humanidad.
Mas no hagamos un internacionalismo únicamente de clase, puesto que el Socialismo le interesa absolutamente a toda la humanidad, especialmente no sólo a trabajadores asalariados, sino también a funcionarios, pequeños y medianos empresarios, parados, jóvenes estudiantes y esclavos (27 millones según la ONU). Necesitamos a la vez, una revolución de la clase obrera con el resto de clases amigas para derrocar la dictadura del capital crecientemente mundializado, que avanza transformando en mercancía cualquier bien tangible e intangible del ser humano. En un trabajo mío sobre la publicidad comercial apuntaba que ésta tiene la propiedad de, a diferencia del Rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro, transformar todo lo que muestra en mercancía. Pero eso es porque antes llegó el Capital y la tocó convirtiéndola en un bien con valor de cambio en un mundo de esclavitud asalariada. Amenazando desde la sonrisa de un niño hasta los sueños de un adulto, desde el amor de pareja hasta el potencial liberador de los avances científicos. El capitalismo avanza objetualizándonos a todos y empaquetándonos en los sucios cargueros de la reproducción del plusvalor junto al resto de las mercancías, entre las peceras artificiales y la comida para perros.
Cita usted también en su artículo a un antiguo disidente chino. Minqi Li es su nombre. ¿Quién es este marxista chino afincado ahora en Estados Unidos?
Según su biografía oficial es un antiguo estudiante neoliberal que fue encarcelado por protestar contra el gobierno chino. Una vez en la cárcel, después de leer clásicos de Marx, Lenin y Mao se hizo marxista, pero siguió siendo crítico con el gobierno de su país, al que acusa de procapitalista.
Actualmente trabaja como periodista para la cadena independiente «The Real News», en el programa conducido por el periodista canadiense Paul Jay y también es profesor asistente en la Universidad de Utah. Su análisis de la realidad china es enormemente enriquecedor y aporta una óptica crítica distinta desde el marxismo. Es una historia diferente a las típicas monolíticas a favor y en contra que versan sobre el crecimiento chino como actor geopolítico global. Además, se basa en el trabajo de Wallerstein e incluye su análisis de la realidad oriental dentro del enfoque holístico de los sistemas-mundo. Sin duda, sería muy interesante que sus trabajos comenzaran a traducirse en lengua castellana lo antes posible.
¿Cuáles son las principales discusiones y disensos en el seno de este enfoque?
Sobre todo la referente a la periodización, al momento histórico en el cual podemos hablar del sistema-mundo o sistema mundial. Y aunque de un modo minoritario, hay autores del enfoque, como el último Gunder Frank y seguidores, los cuales incluso debaten la importancia o no de un sistema socioeconómico diferente a los anteriores llamado «capitalismo». Retomando las principales diferencias, Wallerstein afirma que se llega a un «sistema-mundo» que es «economía-mundo capitalista» cuando el comercio de bienes de primera necesidad se hace mundial, mientras que Frank a partir de los noventa del siglo pasado y en particular en su obra «Re-Orientar» piensa que ya existía previamente un sistema mundial (que no para él «sistema-mundo») a partir del Neolítico, debido al comercio internacional de ciertos productos de lujo, como sedas o joyas que sólo consumían las élites mundiales. Pero este comercio entre élites para Wallerstein no hace todavía un sistema-mundo, sino un comercio intermitente entre élites de sistemas-mundos o mini-mundos diferenciados con su propia lógica sistémica sin una división internacioanal del trabajo. Para el autor norteamericano la clave de nuestra economía-mundo es que a diferencia de otros imperios-mundo que intentaban aplicar un mismo sistema político a todas sus zonas, en la actual capitalista su fortaleza es la asimetría de sistemas políticos bajo una lógica económica común. Esto permite que el capital se desplace a las zonas donde estará más seguro y por tanto la economía-mundo capitalista se hace extraordinariamente resistente al no apostar su suerte a un imperio determinado, a ningún modelo político. Por eso Estados Unidos puede dejar el testigo del actor político más fuerte a China o pasar a Oriente para ser más laxos, pero la lógica de la economía-mundo capitalista permanecerá en lo fundamental idéntica.
El capitalismo no se basa solamente en la división internacional del trabajo, sino en la división internacional, o interestatal, de la política. De ahí la buena sintonía de los inversores capitalistas con todo tipo de dictaduras políticas en los países periféricos. El capitalismo es la Hidra de Lerna contemporánea, un monstruo de mil cabezas, en que porque un pueblo le corte una, pongamos el egipcio con la destitución de Mubarak, no significa más que sigue con 999. Y si no se cortan rápido en seguida le crecerá una nueva volviendo a tener las 1.000 del principio.
Es por ello que la revolución debe ser mundial, porque el capitalismo es el sistema más perfecto de explotación de clases y el pueblo trabajador tiene que estar unido y golpear con toda su fuerza al unísono en diferentes localizaciones geográficas, o la Hidra capitalista más pronto que tarde permanecerá intacta porque con su ideología nacional conseguirá subyugar a otro pueblo con la ignorancia de los restantes. Si Egipto mejora, otro pueblo caerá si no golpea a la vez, es como un balanza con más 200 manecillas con dos recipientes en cada extremo. Y digo doscientas porque son aproximadamente los estados del mundo, (193 reconocidos y unos 10 sin reconocer por la comunidad internacional). Aunque habría que añadirle las zonas propensas a la independencia, donde el capital, por supuesto, también juega y mucho.
En resumidas cuentas: el capital, y con él la burguesía, se desplaza geográficamente con una velocidad infinitamente superior a la fuerza laboral y ésta, en cambio, prácticamente sólo puede actuar local o regionalmente, pero si no lo hace con una ideología internacionalista, con un enfoque de sistema-mundo, en solidaridad con el resto de la clase obrera internacional, estará abocada al fracaso en su conjunto. Convirtiéndose en cómplice de la explotación de otros pueblos por sus clases dirigentes falsamente «nacionalistas».
En la bibliografía de su artículo, cita a autores más o menos previsibles como Samir Amin, Giovanni Arrighi, A. Gunder Frank, Johan Galtung, Marx desde luego, Immanuel Wallerstein, pero también a Eduardo Galeano. Me gustaría preguntarle por ello en la próxima entrega. ¿Le parece?
Me parece. Siempre es buen momento para hablar de Eduardo Galeano.
Nota:
[1] Las partes publicadas de la entrevista son: «El Sociorreproduccionismo Prepictórico es un método de distribución de arte de carácter socialista». http://www.rebelion.org/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.