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¿Es peor actuar para dictadores que normalizar el apartheid?

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

Mientras las revoluciones siguen recorriendo al mundo árabe y los días de los dictadores parecen contados, nos estamos enterando de muchas cosas sobre los vínculos y alianzas que han caracterizado durante mucho tiempo los tratos con los tiranos en todo el mundo. La «estabilidad», al parecer, nos obliga a hacer tratos con el diablo. Y así descubrimos que Estados Unidos conocía desde hace mucho tiempo los abusos contra los derechos humanos del depuesto presidente egipcio, Hosni Mubarak, del depuesto presidente tunecino Zine el-Abedine Ben Ali, y del líder libio Muamar Gadafi. Sin embargo, no solo estaba dispuesto a hacer la vista gorda ante ellos sino incluso a permitir y financiar, directa o indirectamente, regímenes opresivos por el bien ¿de qué exactamente?, ¿petróleo?, ¿las empresas?, ¿el denominado «proceso de paz»?, ¿la libertad iraquí?, ¿la seguridad de Israel?

Y mientras se desafía uno por uno a los tiranos árabes, los medios de comunicación social reproducen los vergonzosos y abundantes elogios que los jefes de Estado occidentales, académicos, expertos y comentaristas han dedicado a los dictadores depuestos. En una declaración típica, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, por ejemplo, decía en 2009: «la verdad es que considero al presidente Mubarak y a su Sra. amigos de mi familia». Al parecer, la amistad entre Clinton y Mubarak se remonta a hace 20 años. El hijo de Gadafi, Saif al-Islam, amigo íntimo del príncipe Andrés, segundo hijo de la reina Isabel y el cuarto en la línea de sucesión al trono británico, ha sido huésped en el Castillo de Windsor y en el palacio de Buckingham. La lista es larga.

Pero a medida que los pueblos parecen decididos a derrocar a todos los regímenes represores, los estadounidenses liberales empiezan a cuestionarse seriamente qué tiene de juicioso y de moral «tratar con el diablo». En una sección muy crítica del programa de Anderson Cooper AC360, Cooper, periodista de la CNN, mostró un grado de valentía e integridad poco frecuente entre las principales personalidades de los medios estadounidenses al nombrar a los distintos presidentes de Estados Unidos que han recibido a Gadafi en sus círculos diplomáticos, aun cuando reconocían su tendencia a la perversidad y su inestabilidad mental, bien resumidas en el apodo que le daba Ronald Reagan: «el loco del desierto», (KTH: «Occidente y el régimen de Gadafi», 24 de febrero de 2011).

En el mismo programa, Cooper criticó a los artistas estadounidenses Beyonce, Usher y Mariah Carey, quienes han actuado en privado para los Gadafi. Supuestamente, Carey recibió un millón de dólares por interpretar cuatro canciones para los Gadafi en el Año Nuevo de 2009. Al año siguiente, fueron Beyonce y Usher los que honraron la celebración del Año Nuevo del dictador libio. Cooper se preguntó por qué hay artistas que actúan para los tiranos y sugirió que donasen el dinero que recibieron al pueblo libio.

La noticia fue recogida rápidamente por otros medios. La revista Rolling Stone publicó un artículo afirmando que la industria de la música está arremetiendo contra esos artistas y en el que citaba a David T. Viecelli, agente de Arcade Fire y muchos otros eventos, afirmando que «Teniendo en cuenta lo que se sabe de Gadafi y su gobierno, habéis hecho la vista gorda deliberadamente para aceptar ese dinero, y yo no creo que sea ético». (La industria arremete contra Mariah, Beyonce y otros que actuaron para la familia Gadafi», 25 de febrero de 2011).

En medio de todo este alboroto, la cantante canadiense Nelly Furtado ha anunciado en Twitter que donaría a la caridad la cuota de un millón de dólares recibida por actuar para la familia Gadafi en 2007 («Nelly Furtado donará un millón de dólares cobrados de Gadafi», Reuters, 1 de marzo 2011).

Quienes desde hace tiempo estamos comprometidos con la militancia por la justicia en Palestina no podemos evitar percibir un flagrante doble rasero en estas denuncias de acuerdos con diablos varios. Y en este momento crítico para la historia del mundo árabe, debemos pedir a nuestros lectores que comiencen a «atar cabos» en toda la región. ¿Actuar para los dictadores es menos delito que normalizar el apartheid de Israel?

¿Por qué los artistas han de rendir cuentas por actuar para tiranos y se excluye que encubran al régimen israelí cuando se dedica a violar masivamente los derechos humanos subsidiado por el gobierno de Estados Unidos?

¿Por qué no se menciona a los artistas que han actuado en Israel, un Estado que practica una forma de apartheid peor que la que cualquier gobierno de apartheid sudafricano pudo practicar? En 1973, la Asamblea General de Naciones Unidas definió el crimen de apartheid como «actos inhumanos cometidos con el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlo sistemáticamente». Dado que la política oficial de Israel privilegia a los ciudadanos nacionales judíos frente a los no-judíos creando discriminación de facto y de jure contra el pueblo palestino indígena, cuesta trabajo poner en discusión que esta supuesta «democracia» no es en realidad un Estado de apartheid.

Muchas de las medidas discriminatorias que Israel practica hoy en día eran impensables en el apartheid de Sudáfrica. En un artículo fulminante titulado «Apartheid en Tierra Santa» y escrito poco después de su regreso de una visita a Cisjordania, el arzobispo Desmond Tutu escribió: «Me ha apenado muy profundamente mi visita a Tierra Santa; me ha recordado mucho a lo que nos pasó a nosotros, el pueblo negro de Sudáfrica». «Apartheid en Tierra Santa», The Guardian, 29 de abril de 2002).

En 2009, un amplio estudio del Consejo de Investigación de Ciencias Humanas de Sudáfrica confirmó que Israel practica tanto el colonialismo como el apartheid en los territorios palestinos ocupados.

Ese estudio se inspiró en las observaciones de John Dugard, profesor de Derecho sudafricano y ex relator especial de la ONU sobre los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, que escribió en 2006: «La destrucción a gran escala por parte de Israel de los hogares palestinos, el arrase de tierras agrícolas, las incursiones militares y los asesinatos selectivos de palestinos superan con creces cualquier práctica similar en la Sudáfrica del apartheid. Nunca se levantó muro alguno para separar a los negros y los blancos». Ni jamás se construyeron carreteras solo para los blancos en Sudáfrica, mientras Israel continúa la construcción de carreteras sólo para judíos que atraviesan el paisaje palestino.

La forma de apartheid de Israel incluye el bloqueo paralizante de Gaza, la confiscación permanente de tierras palestinas y recursos acuíferos, la construcción del muro del apartheid en Cisjordania declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la limpieza étnica que se sigue llevando a cabo en Jerusalén, la negación de los derechos de los refugiados palestinos y las leyes discriminatorias y las amenazas crecientes de expulsión contra 1.2 millones de palestinos que tienen ciudadanía israelí.

Y cuando se dice algo al respecto, porque ya no pedimos permiso para hablar, sino que hacemos uso de nuestro derecho a denunciar estos crímenes, Israel se dedica con ahínco a intentar mejorar su imagen sin cambiar las políticas ni las acciones que la han empañado. Según va consolidando su política de apartheid, Israel canaliza millones de dólares para dar un barniz a su imagen pública de democracia brillante culturalmente, progresista y próspera.

Entre sus iniciativas de relaciones públicas se encuentra la campaña «Re-marca» [en inglés Re-Brand]. Israel invita premeditadamente a artistas internacionales a sitios tan fashion como Tel Aviv para ocultar la cara fea de la ocupación, el apartheid, el desplazamiento y la desposesión. Si hacemos que los artistas rindan cuentas por elegir los lugares en que actúan y por sus fuentes de ingresos -que, de hecho debemos hacerlo- tenemos que hacerles rendir cuentas por igual cuando sean cómplices en la normalización del apartheid que cuando actúan para dictadores.

En un importante artículo aparecido en The Grio, Lori Adelman se pregunta también «por qué las estrellas negras del pop actúan para dictadores» antes de hacer una comparación con la Sun City, el extravagante complejo de entretenimiento sólo para blancos de la Sudáfrica del apartheid. Asimismo, recuerda a sus lectores el impacto del proyecto Artistas Unidos contra el Apartheid que contribuyó con un millón de dólares a la lucha contra el apartheid y, lo que es más importante, aumentó la conciencia sobre el poder internacional de los artistas para influir en el discurso político sobre cuestiones de derechos humanos («¿Por qué las estrellas del pop negro actúan para dictadores?», 24 de febrero de 2011).

Hoy en día existe una conciencia global acerca de los numerosos crímenes de Israel. Y existe un llamamiento a los artistas para que boicoteen a Israel hasta que este país respete el derecho internacional. El llamamiento lo emitió en 2005 la Campaña palestina para el Boicot Académico y Cultural a Israel (www.pacbi.org). En Estados Unidos, donde vivimos, la campaña está coordinada por la Campaña estadounidense para el Boicot Académico y Cultural de Israel. Cuando nos enteramos de que un artista tiene previsto actuar en Tel Aviv, nos ponemos en contacto con él, le informamos de la realidad sobre el terreno (en caso de que requiera de tal información) y le pedimos que reconsidere y cancele los conciertos que haya programado. Muchos ya lo han hecho, incluidos importantes nombres de la industria como Carlos Santana, Bono, The Pixies, Elvis Costello y Gil Scott Heron. Pete Seeger, la leyenda del folk, también ha anunciado recientemente su apoyo a boicotear a Israel.

En unas declaraciones de las más elocuentes emitidas hasta la fecha, Costello escribió: «Uno vive en la esperanza de que la música sea algo más que mero ruido para llenar el tiempo ocioso con regocijo o con lamentos. De pronto, hay ocasiones en que el simple hecho de agregar tu nombre a una agenda de conciertos puede interpretarse como un acto político que resuena más que cualquier cosa que uno pueda cantar y puede interpretarse que uno no piensa en el sufrimiento de los inocentes. […] Algunos considerarán que todo esto no se puede conocer sin experiencia personal pero si esos temas son realmente tan graves y complejos como para abordarlos en un concierto, resulta imposible también, simplemente, mirar hacia otro lado» («It is after a considerable contemplation…», 15 de mayo 2010).

Hoy en día, los Artistas contra el Apartheid todavía existen y promueven activamente el boicot de un país que practica el apartheid en el siglo XXI, o sea, Israel. Así que, la pregunta debería ser: si los artistas boicoteaban la Sun City, ¿no deberían también boicotear Tel Aviv?, ¿por qué produce indignación que Beyonce actúe para Gadafi pero no que Madonna, Lady Gaga, Rihanna, y tantos otros lo hagan para el apartheid en Israel?

Nota del editor: En un principio, este artículo afirmaba incorrectamente que Mariah Carey y Usher habían actuado en Israel, pero no lo han hecho. Esta versión refleja la corrección.

Fuente: http://electronicintifada.net/v2/article11840.shtml