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VII Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos

Es tiempo de despegue

Fuentes: Juventud Rebeld

La cultura es un término que va más allá de las artes y las letras, pues encarna una herencia espiritual y también, por supuesto, material, aseguró Graziella Pogolotti, en la sesión inaugural del VII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de cuyo Comité Organizador es vicepresidenta. Ante un plenario presidido […]

La cultura es un término que va más allá de las artes y las letras, pues encarna una herencia espiritual y también, por supuesto, material, aseguró Graziella Pogolotti, en la sesión inaugural del VII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de cuyo Comité Organizador es vicepresidenta.

Ante un plenario presidido por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro, la destacada intelectual recordó que este país ha ido formando una cultura de resistencia que engendra una memoria, «una memoria que tiene, como todo, lo bueno y lo malo, y esos valores negativos volvieron a emerger entre nosotros en la década de 1990, fundamentalmente por razones de orden económico, lo que produjo una crisis de la certidumbre», puntualizó.

Entre los problemas que hoy enfrenta la sociedad, la Pogolotti destacó el papel de la escuela. «Hace unos días escuché en la Televisión que en estos momentos el maestro no es el protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino el estudiante. En esa expresión, si no hay un error de concepto, hay, por lo menos, una confusión en el modo de decirlo: el maestro es el puntal de todo sistema de enseñanza. Él, además de facilitar los conocimientos, contribuye decisivamente a preservar valores.

«En los días que corren tenemos dificultades con nuestros maestros, y quizá una de las causas sea el componente salarial. Pero los seres humanos no nos movemos en una sola dirección ni por un solo estímulo. Por tanto, creo imprescindible considerar el tratamiento del maestro, darle el reconocimiento social que merece, y que alguna vez tuvo. Tenemos una tradición pedagógica que forma parte de nuestra cultura, y que hay que rescatar».

Por su parte, el Premio Nacional de Literatura, Reynaldo González, preciso: «Hay problemas que inciden en esa pedagogía un poco deteriorada que tenemos hoy, como la falta de preparación o la precipitada preparación de los maestros. Y todo esto tiene que ver con la educación formal, con la conducción social.

«Vemos como el hijo, o el sobrino, viene enfermo de mala conducta del aula, y hay que estar enmendándole la actuación en la casa. A mí me preocupa muchísimo la violencia verbal; de lo que se dice a la forma en que se dice; la imposición del grito, una forma de violencia que genera otra violencia.

«Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez tenían una preocupación similar: la pérdida acelerada de la educación formal, del léxico y del respeto a los valores, a las categorías, a las edades. Yo creo, sin dramatizar mucho, que ya hemos tocado fondo. Se está perdiendo el humor criollo que nos hizo, que nos conformó y lo hemos trocado por un humor grosero, chabacano, burlón, agresivo, y yo creo que ahí también hay violencia; violencia de conducta. Esa agresividad que se respira, explota. Se va sembrando en la psiquis individual y colectiva. Hay que procurar que esto comience a limarse».

Una sola política cultural

En el mundo contemporáneo, cultura y sociedad es un tema indisolublemente ligado a la importancia de los medios masivos de comunicación, considera la escritora y periodista Marilyn Bobes. «Resulta imposible hablar de formación de valores y de la influencia de la cultura en ese propósito, sin referirnos a la creciente fuerza que ejerce sobre nosotros la llamada industria del entretenimiento, fundamentalmente a través de la televisión.

«Son innegables los esfuerzos del ICRT para entregar a nuestro pueblo una programación que contribuya a una cultura general integral. Sin embargo, este objetivo encuentra obstáculos en un medio que no acaba de asumir todos los postulados de la política cultural de nuestra Revolución, hasta el punto de que, en ocasiones, existe otra interpretación de la misma en ese medio de difusión.

«Percibo en la Televisión cubana exceso de frivolidad y mucho aburrimiento. Sin duda, falta una vinculación más estrecha con los organismos rectores de la cultura nacional. Entretenimiento y profundidad no tienen que estar reñidos. Tal parece que se confunde esparcimiento con banalidad, y aprendizaje con didactismo y superficialidad».

El popular actor Enrique Molina, por su parte, insistió en la necesidad de preservar la Televisión como un medio de comunicación muy necesario para educar, informar y entretener. «Recordamos, con gran satisfacción, las décadas del 70 y 80, que fueron prodigiosas para la Televisión cubana, en parte por el flujo de actores y actrices que se formaron en la escuela de actuación del ICRT, bajo la dirección de Alejandro Lugo, y que con un grupo excelente de profesores nos transmitieron sus experiencias. Esta escuela formó a profesionales con sólidos conocimientos sobre los secretos de la radio y la televisión, pero además nos enseñó el alto nivel de disciplina, ética y rigor profesional que requieren los mismos.

«Trabajar en la Televisión en aquellos tiempos era un disfrute estético. Han pasado los años y con mucha tristeza vemos cómo todo aquello se ha ido deteriorando. Es cierto que la falta de recursos ha perjudicado mucho, pero tenemos que ser capaces de recuperar ese respeto a nuestro trabajo. No obstante, la Televisión no se hace con poco dinero, se necesita, además de personas con talentos, recursos materiales».

El poeta Alpidio Alonso, vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, llamó la atención sobre la presencia entre nosotros de expresiones estandarizadas de la cultura, y de la reproducción acrítica en nuestros medios del modelo de vida yanqui. «No es difícil advertir nuestra falta de intencionalidad en la construcción de una alternativa mediática a la propuesta cultural, y con ella al modelo de felicidad establecido como patrón en el mundo.

«Siguiendo lo coyuntural perdemos de vista lo estratégico, y descuidamos las sutilezas a través de las cuales se expresa lo banal. ¿Qué expectativas estamos creando, qué referentes ofrecemos a nuestros niños y jóvenes para formar en ellos mejores virtudes? ¿Cuál modelo de éxito estamos promoviendo? No son los medios los únicos responsables de construir un imaginario colectivo en que se corporicen los valores socialistas que nos interesan cultivar, pero seríamos muy ingenuos si no consideramos el peso positivo que tiene, sobre todo la Televisión, en el diseño y fijación de ese imaginario.

«¿En qué hemos estado distraídos para que en nuestros niños y jóvenes se generalice cada vez más la frivolidad y la cultura de las marcas, exhibidas como credenciales de modernidad y distinción social? Me niego a demonizar a la juventud per se, vayamos a la raíz de los problemas, tenemos que desterrar los caminos trillados, el paternalismo, la mojigatería y el exceso de ceremonia y solemnidad en nuestra forma de relacionarnos con los jóvenes.

«No podemos perder de vista que, a pesar de todo lo que se hecho después del VIII Congreso de la UJC, en materia de recreación, persisten insatisfacciones en la juventud en lo relacionado con las facilidades de acceso a espacios cuyos servicios se cobran en pesos cubanos, específicamente en los pueblos y los bateyes, que padecen de mayor olvido al estar alejados de las ciudades.

«Las opciones se reducen, por lo general, al consabido audio que amplifica música por la noche. Llamarle recreación a la bulla y al molote es una de nuestras chapucerías habituales, que habla de la falta de rigor con que asumimos una de las principales demandas de los jóvenes, y al propio tiempo es la demostración del modo en que desconocemos los resortes profundos de la cultura para, indirectamente, mediante acciones que pudieran asumir los más diversos matices, sembrar hábitos, formas de conductas y valores en quienes participan de ellas».

Males de la improvisación

Para el intelectual Alfredo Guevara, es tiempo de despegue, porque las condiciones del país están dadas, pero recalca que «jamás podrá construirse con solidez una sociedad a partir de dogmas, empecinamientos y desconocimiento de la realidad.

«Esa permanente urgencia de acudir a la urgencia, improvisando sin tregua, debe ser sometida a investigación para arrasar con ese método empobrecedor. ¿Por qué tanta improvisación? La respuesta es muy simple: carencia de diseño.

«Por eso, no podemos permitir que la torpeza de algunos esterilice un proyecto tan valioso como la Batalla de Ideas; uno de los grandes proyectos del Comandante en Jefe. Salvarlo y llevarlo a su máxima expresión es tarea de la intelectualidad, de las instituciones y organizaciones; es tarea de todo el pueblo. Salvarlo es el mejor homenaje a quien lo conceptualizó, priorizó y lo hizo vivir».