Filósofa, historiadora, profesora de la Universidad de Zulia (Maracaibo), durante años pieza clave del Ministerio de Cultura de Venezuela y coordinadora de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, Carmen Bohórquez, miembro de la comisión presidencial para la Celebración del Bicentenario de la Independencia de Venezuela, no tiene pelos en la […]
Filósofa, historiadora, profesora de la Universidad de Zulia (Maracaibo), durante años pieza clave del Ministerio de Cultura de Venezuela y coordinadora de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, Carmen Bohórquez, miembro de la comisión presidencial para la Celebración del Bicentenario de la Independencia de Venezuela, no tiene pelos en la lengua a la hora de denunciar cómo el Estado español intenta siempre capitalizar para sí cualquier iniciativa significativa regional que se produzca en América Latina en el ámbito cultural. A su paso por Madrid habló con DIAGONAL.
«España pretende dar vuelta a la historia de tal manera que pueda aparecer como si en realidad hubiera sido la verdadera inspiradora de nuestras independencias. Ya lo hizo con la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América en 1992 y lo repite ahora», sostiene Carmen Bohórquez.
«Hemos desterrado, aquí en Venezuela, y en varios países de la región, el concepto de Día de la Raza que se le daba tradicionalmente al 12 de octubre, para recordarlo como Día de la Resistencia Indígena frente al genocidio colonial español -dice Bohórquez-. Pero España, gobierne quien gobierne, persiste en su intento de dulcificar la historia para cobijarnos a todos, interesadamente, claro, como polluelos bajo sus alas». Carmen Bohórquez refuta la tesis del Estado español sobre su relación con los procesos independentistas latinoamericanos.
La versión española
«Para España, hubo una sola revolución iberoamericana, que se dio en ambos lados del Atlántico. Según esta tesis, cuando Francia ocupa España y las distintas provincias reaccionan contra ella, creando Juntas de Gobierno para cubrir el vacío de poder, ya que el rey estaba preso, esas juntas se proyectan también a las colonias». Bohórquez recuerda que el propio Juan Carlos I reivindicó en mayo pasado que la Constitución de Cádiz influyó en los procesos independentistas en las colonias americanas. «Esto es un anacronismo, se está trastocando el tiempo, porque la Constitución de Cádiz es del 19 de marzo de 1812, y desde años antes ya varios países latinoamericanos habían alcanzado su independencia, y Venezuela era la primera en promulgar su Constitución como república independiente en diciembre de 1811, siguiéndola la de Quito en febrero de 1812».
Bohórquez aclara que «España defiende la idea de que se pasó de un ordenamiento anterior a un ordenamiento nuevo, ése es el lenguaje que usa, sin reconocer que ese ordenamiento anterior del que habla no era otra cosa que tres siglos de colonización imperial. Cualquier otro imperio entonces podría borrar su pasado colonial de la misma manera, diluyéndolo en el concepto de ordenamiento anterior. Es una forma evidente de silenciamiento, de negación de las guerras de independencia, se niega así que un pueblo se levantó y derrotó a su opresor, y se presenta simplemente como un cam- bio de ordenamiento, como algo que simplemente ocurrió, como ocurre un terremoto».
La filósofa e historiadora venezolana hace hincapié en que la postura española no obedece simplemente a una discusión histórica, sino que tiene relación directa con los fuertes intereses económicos que sigue teniendo el estado español en sus ex colonias. «Durante el foro de mayo pasado, cuando el rey y Rodríguez Zapatero anunciaron la organización de los eventos para celebrar los bicentenarios, se vio claramente qué había detrás de eso. En las mesas redondas que se organizaron estaban representantes de Repsol y de otras importantes compañías españolas que tienen fuerte presencia en casi toda América Latina y que obtienen indudablemente allí buena parte de sus beneficios».
Carmen Bohórquez explica que a partir de esa tesis surge la concepción de una comunidad iberoamericana de naciones. «España ha logrado participar y financiar buena parte de las actividades previstas en América Latina para el bicentenario de las independencias, incluyendo en ellos el de la Constitución de Cádiz, como si todo fuera el mismo proceso, un mismo fenómeno revolucionario paralelo».
En coherencia con esa postura, explica esta historiadora venezolana a su paso por Madrid: «España se reivindica como puente de América Latina con Europa, y se siente con derecho y autoridad para tutelar a nuestros países, sin reconocer que son pueblos maduros, que no necesitan intermediarios para hacerse oír y valer. En el pasado de nuestro continente, lamentablemente, ha habido países que buscaban ese tutelaje, como otros buscaban o buscan aún hoy día el de Washington».
«HASTA EL PAPA HA PEDIDO PERDÓN A LOS INDÍGENAS, PERO EL ESTADO ESPAÑOL NUNCA»
Bohórquez recuerda cómo «España fue logrando poner el sello de ‘íbero’ a una cantidad de organismos, como la propia Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), con sede en Madrid, organizadora de las Cumbres Iberoamericanas anuales, que sólo subsisten por razones diplomáticas, o a Ibermedia, organismo relacionado con todos los temas audiovisuales. El cine en América Latina está teniendo una gran fuerza, ¿por qué tiene que llamarse iber? Lo mismo pasa con el teatro. Se ha creado un organismo para fomentar y coordinar los espectáculos teatrales; son 24 los países que participan y pagan una cuota, pero se lo ha dado en llamar Iberescena tiene su sede en Madrid, por lo que genera puestos de trabajo allí, y los países participantes tienen que acudir a esa central para pedirle presupuesto para tal o cual proyecto, cuando son ellos mismos los que han colaborado a ese fondo común». Y así también existe la Iberorquesta y tantos otros iber».
Carmen Bohórquez aclara que no está en contra de que haya proyectos iberoamericanos, «o ameríberos, ¿por qué no llamarlos así, no?», dice, «pero sobre otras bases de respeto mutuo, como existen con otros países europeos, países africanos o asiáticos». Esta investigadora rechaza la argumentación de quienes dicen que «son cosas que sucedieron siglos atrás, ahora no tienen importancia». «No se puede borrar el pasado y ningún pueblo tiene derecho a hipotecar la memoria de otro pueblo, no tiene derecho a decirle a otro cómo debe recordar la historia». «España reivindica la lengua común y es verdad, hoy es así, el castellano es mayoritario en nuestros pueblos, pero antes no era así, era la lengua y la cultura del colonizador, no la de los pueblos autóctonos, fue impuesta a sangre y fuego, como se impuso la religión católica. Los indígenas no entendían lo que les decían en castellano como no entendían las misas en latín que les imponían los sacerdotes católicos españoles».
«¿Acaso la Unión Europea no es una muestra clara de una unión entre pueblos que hablan distintos idiomas? Pero lo triste es ver que España no reconoce el papel que jugó, lo que supuso su invasión y colonización por la fuerza de las decenas de millones de personas que habitaban América Latina. Es increíble que no diga que fue un error histórico, que se reconozca el genocidio, el etnocidio. Hasta el Papa ha pedido perdón a los indígenas, pero el Estado español nunca».
Roberto Montoya es periodista, autor, entre otros, de los libros El imperio global y La impunidad imperial.
Fuente: Periódico Diagonal, nº113, del 12 al 25 de noviembre de 2009