Los recursos son finitos. Somos más de 7.000 millones de personas en el planeta utilizando continuamente recursos cada día. Agua y suelo para la agricultura. Metales para procesos industriales. Combustibles fósiles para transportarnos, calentarnos y trabajar. Atmósfera para alojar las emisiones que producimos. Según los últimos datos de 2013, actualmente necesitamos el equivalente a […]
Los recursos son finitos. Somos más de 7.000 millones de personas en el planeta utilizando continuamente recursos cada día. Agua y suelo para la agricultura. Metales para procesos industriales. Combustibles fósiles para transportarnos, calentarnos y trabajar. Atmósfera para alojar las emisiones que producimos. Según los últimos datos de 2013, actualmente necesitamos el equivalente a más de 1,5 planetas para satisfacer nuestras necesidades y, de seguir este ritmo, en 2050 necesitaremos tres. La insostenibilidad es palmaria: usamos más recursos naturales de los que la Tierra puede generar y producimos más dióxido de carbono del que la tierra puede absorber.
¿Qué responsabilidad sobre el agotamiento de recursos tiene cada país? Para contestar esta pregunta generalmente se contabilizan las emisiones de las industrias nacionales y de los vehículos que circulan por el país o la extracción minera que ocurre dentro de las fronteras. El cálculo se centra en la producción que tiene lugar en un territorio. Y así, resulta que algunos de los Estados más desarrollados parecen estar cumpliendo sus compromisos climáticos, alcanzan los objetivos de reducción de emisiones.
Muchas veces tiene trampa. Muchos de esos países que parecen hacer los deberes ambientales, en realidad están exportando el problema. Consumen lo que se produce en otros países y son, por tanto, responsables de emisiones y usos de recursos mucho mayores. Han externalizado así su huella ecológica a estos países-fábrica del mundo, donde tienen lugar los procesos más intensivos en materia y energía. Estos países producen una huella que no responde al consumo real de recursos por parte de sus habitantes.
La responsabilidad en el agotamiento de recursos viene, por tanto determinada por el consumo y no tanto por la producción. Los cálculos cambian radicalmente al introducir esta variable.
Si tomamos la Unión Europea en su conjunto, su huella de carbono aumenta un 25% al incluir las importaciones. Su huella hídrica aumenta un 81% si se considera el agua incorporada en los productos importados; su huella de materiales un 41%; y su huella de suelo, se duplica.
La UE importa una tercera parte de los materiales que consume, lo que contribuye a convertirla en el mayor importador global de recursos naturales, por delante de EE.UU.
Por el contrario, la responsabilidad disminuye en el caso de otros países. Es el caso de China, a la que habría que restarle una quinta parte de las emisiones que habitualmente se le imputan, porque corresponden a la fabricación de productos para la exportación.
Estos datos se extraen de un estudio publicado este año y dirigido por el instituto de investigación holandés TNO. Se centra en 200 productos de 160 sectores industriales, cubre 43 países que representan el 95% del PIB mundial, y desarrolla matrices atendiendo a qué producto de qué sector industrial exportado por un país es importado por otro sector en otro país. Se sigue así la ruta de los recursos desde la extracción y la producción hasta el consumo. Con toda esta información se calcula la huella ambiental agregada de suelo, agua, materiales y emisiones de cada uno de estos países.
Además de hacer un análisis por países, el estudio también identifica el consumo de recursos per capita. Así, y tomando los materiales como ejemplo, el consumo de materiales de un ciudadano europeo es de 21 toneladas al año. En territorio europeo solo se producen 13 toneladas per capita, con lo que las ocho restantes han de ser importadas. En China, por seguir con el mismo ejemplo, se consumen 13 toneladas de materiales per capita, y se obtiene prácticamente la misma cantidad dentro del país, lo que arroja un balance neto cercano a cero.
La huella nacional
España tiene una población de cerca de 47 millones de personas. Esto supone menos del 0,07% de la población del planeta. Sin embargo consumimos el 1,6% del agua total mundial. Si atendemos al consumo per capita, ocupamos el sexto puesto del mundo, una vez que se nos carga en el debe el agua importada. Cada ciudadano español consume casi 600 metros cúbicos de agua al año, frente a una media mundial de 250 metros cúbicos. O sea, más del doble. Una situación claramente insostenible en un país con estrés hídrico que, sin embargo, ha sembrado la costa mediterránea de urbanizaciones con campos de golf.
Los países ricos necesitamos consumir menos recursos; solo así otros habitantes del planeta podrán aumentar su consumo hasta llevar una vida digna
También en los otros recursos analizados estamos muy por encima de la media mundial. En consumo de materiales, el ciudadano español se sitúa en el puesto 16 del mundo; en uso del suelo en el puesto 21; y en emisiones de carbono en el puesto 24.
Por sectores, el consumo de productos relacionados con la industria química fue el mayor responsable de consumo de agua y suelo importados por nuestro país, mientras que el sector del petróleo fue el mayor responsable de la importación tanto de materiales, como de emisiones de efecto invernadero.
¿Y el futuro?
El Panel Internacional de Recursos, dependiente de Naciones Unidas, planteaba hace unos años tres escenarios en relación al uso futuro de recursos. El escenario más radical, llamado de «fuerte contracción y convergencia», planteaba que la extracción global de recursos en 2050 volviera a los niveles globales de 2000 pero con un reparto planetario donde todo el mundo consumiera lo mismo, lo que obligaría a los países ricos a reducir su consumo per capita alrededor de un 66-80%, pero también obliga a los países que en 2000 se clasificaban con «en desarrollo» a reducciones que rondarían el 10-20%. Este escenario sería, en términos de huella de carbono per capita, consistente con las recomendaciones del IPPC de mantener el incremento de la temperatura del planeta por debajo de los 2ºC.
Es difícil imaginar que semejante escenario drástico, que aún así apenas implica reducir el uso de recursos sobre lo que consumimos hoy en términos globales, pueda conseguirse solo mediante mejoras en la eficiencia. De forma clamorosa, los países ricos necesitamos consumir menos recursos y no solo hacerlo más eficientemente. Solo así otros habitantes del planeta podrán aumentar su consumo hasta llevar una vida digna. La sobreexplotación de los recursos es por tanto un asunto no solo de sostenibilidad, sino también de justicia social.
El crecimiento económico es la causa subyacente al aumento del consumo de recursos y a su distribución desigual. Se necesita una base material para que la economía crezca, y como hemos dicho, los recursos se acaban, con lo que el crecimiento también tendrá que hacerlo. Pero parece que nos cuesta entenderlo.
Samuel Martín-Sosa Rodríguez es responsable del área de Internacional de Ecologistas en Acción
Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/09/18/planeta_futuro/1411039141_997064.html