Recomiendo:
0

Sobre Farenheit 9/11

«Espero que no elijan a ese tonto»

Fuentes: Rebelión

La frase que da título al artículo la escribía el sargento estadounidense Michael Pedersen en una carta remitida pocos días antes de morir en Irak y la lee su madre en «Farenheit 9/11», la última película de Michel Moore. Se refiere, naturalmente, a George W. Bush, un presidente todopoderoso pero que efectivamente aparece como un […]

La frase que da título al artículo la escribía el sargento estadounidense Michael Pedersen en una carta remitida pocos días antes de morir en Irak y la lee su madre en «Farenheit 9/11», la última película de Michel Moore.

Se refiere, naturalmente, a George W. Bush, un presidente todopoderoso pero que efectivamente aparece como un tonto inmisericorde, y mucho más, a lo largo del documental que Disney se había negado a distribuir.

La película refleja a un no electo presidente incapaz y bobalicón, a un tonto en el puesto de mando más poderoso del mundo. Lo presenta como un personaje inútil y paralizado justo cuando su país está siendo atacado de forma brutal. Las imágenes de Bush mirando a ningún sitio y tratando de leer la historia infantil de un cabrito mientras pasa el tiempo después de que le comuniquen que un segundo avión ha impactado en el World Trade Center pasarían a formar parte, si es que se registrasen, de los momentos más patéticos de la humanidad.

Uno no puede dejar de preguntarse cómo eso que se está viendo puede haber ocurrido, cómo puede ser posible que un presidente no deje la visita a una escuela cuando están atacando a su país, que permanezca impertérrito como un estúpido sin reaccionar de ninguna manera.

Y uno se tiene que preguntar en qué mundo vivimos cuando, además, eso se graba y a nadie se le ocurre preguntar en qué estaba pensando, señor Presidente, en qué estaba usted pensando cuando negociaba con la familia de Bin Laden, cuando recibió a los talibanes siendo gobernador o cuando trata como amigos a los representantes de un país terrorista y que financia a los enemigos del suyo. Aunque, por otro lado, nada es de extrañar cuando todo un Subsecretario de Defensa de la primera potencia militar del planeta es capaz de chupetear varias veces el peine para fijarse el pelo con su propia saliva y encima reirse delante de las cámaras.

La verdad es que el documental de Moore más bien viene a ratificar lo que otros testimonios habían puesto ya de relieve sobre la torpeza de un presidente capaz de indicar hace un par de años que «la gran mayoría de nuestras importaciones vienen de fuera del país», de afirmar que «es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar» o de preguntarle en Sao Paulo al anterior presidente de Brasil, Fernando Cardoso, si «¿ustedes también tienen negros?».

Lo sorprendente de este documental no es ni siquiera descubrir que Bush es un tonto que además actúa con un denodado cinismo. Que al mismo tiempo que desembucha ríos de verborrea patriotera y halaga a los militares reduce el sueldo y el retiro de los soldados o sus ya de por sí escasas ventajas sociales.

Puede que Moore, como le critican sus adversarios, haya manipulado algunas imágenes para reflejar de forma aún mucho más palpable lo que quiere mostrar, como cuando Bush hace un alegato furibundo y dramático contra el terrorismo y sin solución de continuidad se dirige a la cámara diciendo «y ahora miren este drive». Pero ¿acaso ha sido Moore y no la propia Casa Blanca quien ha manipulado el historial militar del presidente?, ¿o acaso están manipuladas las declaraciones de los industriales a la espera de chorros de dinero «cuando en Irak vuelva a fluir el petróleo», o cuando Bush reconoce ingenuamente que los millonarios a quienes ha beneficiado con una escandalosa e inmunda reforma fiscal son «sus bases», o las formas de reclutar soldados en los barrios más bajos, o la reacción de los congresistas cuando Moore les pide que sus hijos se alisten para ir a Irak?

En todo caso, me parece que incluso todo eso no deja de ser sino la anécdota más inocua del documental. Lo tremendo es la farsa que delata, la gran mentira que se pone al descubierto y la sangre con la que están llenas las manos de quienes aparecen luego tan acicalados en las convenciones de industriales, congresistas y gobernantes.

Lo dramático del documental de Moore es que deja en completa y desvergonzada evidencia que el mundo está siendo gobernado por un poder imperial que miente y que esconde, que mata y que tergiversa y falsea la realidad con tal de ganar dinero y de seguir gobernando. Y, lo peor del caso, que puede hacer todo eso porque sus dirigentes están íntimamente convencidos de que les corresponde la mesiánica misión de liberar al mundo del mal. Un mal que el pastor evangelista y predicador televisivo Jerry Falwell concretó claramente nada menos que en la ceremonia religiosa del 13 de septiembre de 2001 en memoria de las víctimas del día once: «Yo creo que los paganos, los abortistas, los feministas, los homosexuales y lesbianas, quienes están tratando de hacer de sus prácticas un estilo de vida alternativo, además de la gente de la Unión de Libertades Civiles de América, y todos aquellos que han tratado de secularizar a Estados Unidos, yo los señalo a la cara y les digo que ellos han ayudado a que todo esto suceda».

Quien lea el libro Poder y debilidad. Europa y EE.UU en el nuevo orden mundial (Taurus, Barcelona 2003) de Robert Kagan puede comprobar hasta qué punto el documental de Moore es un simple avance, muy poca cosa en relación a lo que en realidad significa el gobierno de la extrema derecha ideológica norteamericana en connivencia con los grandes industriales y financieros. Allí se explica con detalle lo que significa la Nueva Doctrina de Seguridad Nacional, por si no quedara claro en el propio documento: que es Estados Unidos quién se arroga el derecho a calificar a cualquier otro como terrorista sin contemplar lo que ellos mismos hacen, que es el único país con derecho a tener armas de máxima destrucción y que cualquier otro que osara disponer de ellas se consideraría terrorista, que se condenará a los demás en función del juicio que se haga de sus intenciones o que se acatarán las resoluciones internacionales en función solamente de que estén de acuerdo con los intereses norteamericanos.

Lo que Bush significa para el mundo es todo eso, la unilaterialidad y el totalitarismo escrito por quienes no han hecho sino dar un cómodo salto desde las industrias militares o petroleras al Pentágono o la administración civil. Lo peor que demuestra Moore no es que Bush sea tonto, sino que es francamente malo.

www.juantorreslopez.com