¿Cuánto trabaja realmente una mujer? ¿Qué aporte hace a la economía de un país un ama de casa? ¿Crece la proporción de jefas de hogares? ¿Cuántas mujeres y niñas son maltratadas cada día en el planeta? Debatidas a menudo en entornos académicos y de investigación, las respuestas a esas y otras preguntas similares pasan por […]
¿Cuánto trabaja realmente una mujer? ¿Qué aporte hace a la economía de un país un ama de casa? ¿Crece la proporción de jefas de hogares? ¿Cuántas mujeres y niñas son maltratadas cada día en el planeta? Debatidas a menudo en entornos académicos y de investigación, las respuestas a esas y otras preguntas similares pasan por una carencia acuciante: se necesitan estadísticas con enfoque de género.
«Al ser contados nos hacemos visibles», afirmó el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, en su mensaje a propósito del pasado 11 de julio, Día Mundial de la Población, dedicado este año a los censos.
Aplicada al entorno de las mujeres, la afirmación del Secretario General de la ONU no deja muchas dudas acerca de la validez de esa demanda reconocida cada vez más por especialistas de diversos campos.
Para la economista Teresa Lara Junco, pionera en la producción de estadísticas de género en Cuba y durante varios años vice directora de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), la urgencia de producir ‘números con sexo’ fue cobrando cuerpo, respaldada por inquietudes profesionales pero también por su experiencia personal cotidiana. «Me atrajo la posibilidad de reflejar, a través de los números, realidades de la cotidianidad de las mujeres cubanas que no siempre eran visibles» manifestó.
«Esas tres o cuatro jornadas de trabajo que puede tener una mujer no se entienden hasta que no se realizan. No se entiende incluso hasta por las mismas mujeres», agregó.
Adentrada ya en la búsqueda de indicadores que permitieran evaluar toda esa problemática, Lara confirmó la necesidad de metodologías comparables, que ubicaran a las mujeres en el contexto social de sus países y regiones. «Hace unos años lo que se buscaba eran datos que estuvieran relacionados con las mujeres: mortalidad materna, embarazo adolescente, fecundidad adolescente y abortos», precisó.
En busca de la cifra perdida
Fue en 1975, durante la Conferencia Internacional por el Año Internacional de la Mujer, realizada en México, donde se logró por primera vez el apoyo de los gobiernos a la necesidad de contar no solo con estadísticas sobre asuntos de mujeres, sino con cifras que mostraran las diferencias entre la población femenina y masculina.
Veinte años después, el plan de acción de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing urgió a los servicios de estadísticas nacionales, regionales e internacionales a asegurarse de que los datos fueran recopilados, analizados y presentados por sexo y edad.
Sin embargo, el desglose de las estadísticas entre mujeres y hombres sigue siendo una asignatura pendiente en la mayor parte del planeta, a juzgar por las reiteradas demandas y gestiones realizadas por organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales.
Un informe presentado en 2006 por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) de la ONU, confirmó esa certeza.
«No han sido muchos más los países que, en los últimos treinta años, hayan recopilado y presentado información periódicamente sobre el número de nacimientos y defunciones por sexo y edad. En realidad, la mayoría de los países no lo hace», aseguraba el texto titulado Las mujeres del mundo 2005: Progreso en estadísticas.
La investigación que le dio origen examinó los sistemas estadísticos de 204 países, y datos básicos sobre nacimientos y muertes por sexo y edad, que pueden aclarar cuestiones como la discriminación sexual en el acceso a la atención de la salud, los problemas del aborto selectivo en función del sexo o el parto prematuro.
El texto atribuyó la carencia de estadísticas de género y la marcada diferencia entre regiones a la inadecuada capacidad de llevar las cuentas, la ausencia de entrenamiento en la aplicación de la perspectiva de género y la aplicación de conceptos y métodos erróneos en estos sistemas.
La peor situación se reportaba en África y Oceanía. Entre 1995 y 2003, apenas 14 de 55 países africanos reportaron los nacimientos por sexo y en Oceanía lo hicieron sólo seis de 17 naciones.
Europa, en general, contaba con el registro más elevado de datos precisos. «Las regiones más desarrolladas registran los datos más altos y los (50) países menos desarrollados los menores», precisó el estudio.
El informe advertía que la falta de estadísticas desagregadas por sexo en materia de población, salud, educación y trabajo distorsionaba la imagen del rol social y económico de las mujeres en todo el mundo y limitaba la información sobre la violencia de género, la pobreza, el acceso al poder y los derechos humanos.
En el entorno latinoamericano, con resultados intermedios entre África y Europa, según la investigación del DAES, otros organismos e instituciones han venido caminando, poco a poco, en pos de conseguir números con sexo.
Así, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) cuenta con un grupo de trabajo de estadísticas de género, coordinado por México, y del cual Cuba forma parte, que busca hacer comparables las metodologías para medir esas estadísticas en el área.
«He trabajado con UNIFEM en la región latinoamericana en la construcción de indicadores de este tipo; también en el 2007 participé de una consultoría con una agencia española de cooperación en Colombia, buscando la información necesaria para construir indicadores que midieran el tema de genero en tres municipios de ese país» confirmó Lara a SEMlac.
Recurrente desde hace varios años, la demanda de conteos efectivos vinculados al universo femenino vuelve a ser noticia por estos meses.
Actualmente transcurre la Ronda Mundial de Censos 2010, aprobada por la Comisión de Estadísticas de las Naciones Unidas, donde unos 60 países recaban datos y cuentan a sus habitantes desde 2005, año de inicio de la ronda, hasta el próximo 2014.
Tal coyuntura se convierte en una oportunidad de lujo para introducir, en los cuestionarios censales, preguntas que permitan elaborar indicadores de género en el procesamiento posterior al levantamiento de la información censal.
Así, entre septiembre y octubre de 2008, se llevó a cabo el noveno Encuentro Internacional de Estadísticas de Género en México, con la participación especial del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), división de Población de la CEPAL.
El tema principal del encuentro fue la actual ronda censal y se destacó la relevancia de esos ejercicios investigativos como ejes articuladores de las estadísticas sociodemográficas, fuentes sustantivas para los análisis de género.
«Los resultados de la actual serie de censos se utilizarán durante muchos años en los sistemas estadísticos y en las políticas y programas» de los países, aseguró Thoraya Obaid, directora ejecutiva del Fondo de Población de las Naciones (UNFPA), en su mensaje del pasado 11 de julio.
Cuba, que también será parte de la ronda, acaba de anunciar la realización de su próximo Censo Nacional de Población y Viviendas para septiembre de 2012 y ya ratificó su intención de profundizar en la búsqueda de estadísticas que den luz sobre la situación de las mujeres.
Tras las huellas del tiempo
Una de las primeras experiencias en la isla, con resultados concretos en este camino, fue un trabajo conjunto de la ONE con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), a fines de la década del ochenta, que evaluó el cumplimiento de las estrategias de la Conferencia Mundial de la Mujer de Nairobi, de 1985.
Ya entre 1997 y 1999 se comenzaron a elaborar estadísticas más completas que incluían el tema de género dentro de los indicadores, a raíz de un acuerdo logrado en Beijing, que señaló la necesidad de indicadores medibles para hacer visible toda la problemática de la mujer comparada con la del hombre.
«Nosotros nos incorporamos a ese tipo de medición que realmente fue super interesante porque a la vez que tienes información puedes proyectarte en políticas, evaluarlas, monitorearlas; puedes hacer estrategias porque sabes hasta dónde te quieres dirigir», relató Lara.
La ONE y la FMC también han venido trabajando conjuntamente en la reconstrucción de indicadores de las mujeres, y se han logrado comparaciones válidas con relación al empleo y a la educación, entre otros terrenos, a partir de la comparación de los resultados del censo de población realizado en 1953 y los emprendidos tras el triunfo de la Revolución, en enero de 1959.
Pero probablemente la Encuesta sobre el Uso del Tiempo sea uno de los resultados más trascendentes en materia de estadísticas de género en Cuba.
Realizada por la ONE en 2001, la investigación develó, entre otras cifras relevantes, que si bien los hombres dedican más horas que las mujeres al trabajo remunerado, cuando se contabilizan las labores domésticas no pagadas, las mujeres trabajan más que los congéneres masculinos.
En conclusión, por cada cien horas que labora un hombre en Cuba, una mujer suma más de 120, según esa indagación de la ONE, coordinada por Teresa Lara.
La investigación también constató los comportamientos de mujeres y hombres de acuerdo con su situación ante el empleo, nivel educacional y estado civil.
«El estudio permitió, entre otros logros, medir el empleo de las horas en hombres y mujeres y compararlos, contribuir a la justa medición del aporte de la mujer al proceso económico y social, y medir la intensidad del trabajo doméstico no remunerado».
La metodología, empleada luego en un estudio similar en México, ha quedado como referente para futuros estudios, cada vez más urgentes.
«Es un tema novedoso. Hoy en América Latina se está tratando de conciliar y buscar consensos en la medición de este trabajo doméstico que no se paga, en busca de evaluar cómo se convierte en un aporte social; cómo el estado se ahorra recursos cuando una mujer cuida a sus hijos o a sus enfermos», reflexionó Lara.
Al interior de la isla, la experta ha emprendido un nuevo reto en coordinación con la Cátedra de la Mujer de la Universidad de la Habana.
«Estamos impartiendo cursos, no tanto para enseñar los cálculos, sino para interpretar los indicadores y saberlos utilizar. Es importante aprender cómo usar un indicador estadístico para que dé información, pero también para cuestionársela», aseguró.