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Estados Unidos y Cuba

Fuentes: Rebelión

Simposio Internacional «Cuba en la Historia», celebrado en Lima los días 4, 5 y 6 de febrero de 2016

«El gobierno americano no puede consentir cambio alguno en la situación política de Cuba que no sea aquel que la coloque bajo la jurisdicción de los Estados Unidos»

Palabras de John Quincy Adams -Ministro de los Estados Unidos en España- p. 30 de noviembre de 1825

De modo general se considera que la política que el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica desarrolla contra Cuba tiene su origen en la Revolución Cubana, el fenómeno histórico que diera al traste con la dictadura de Batista y abriera cauce a una experiencia inédita en nuestro continente: la construcción del socialismo.

Así, se afirma la idea que lo que el régimen de Washington no tolera, son tres cosas: La Revolución de enero de 1959, la construcción del socialismo en la patria de Martí y el gobierno de Fidel y Raúl Castro, figuras contra las que descargó una inmensa campaña de odio durante más de cincuenta años en América y el mundo.

1.- Recordando la historia.

La realidad no es ésa. Prácticamente desde su inicio como nación, Estados Unidos mostró una obsesiva voluntad por expandir su dominio. Lo que en 1776 apareció como el gobierno de las Trece Colonias de migrantes ingleses e irlandeses radicados en la costa este de los Estados Unidos; buscó extender su influencia asegurando el control de todo el territorio hasta el Mar Pacífico, y luego miró hacia abajo, lo que llevó al gobierno de La Unión a iniciar la conquista de México en 1847, a través de una guerra que se prolongó hasta las primeras décadas del siglo XX.

Después, vendrían tiempos de conquista y extermino. Los indios Siux y las poblaciones originarias sufrirían el efecto de la invasión del «hombre blanco», sediento de Poder y de riqueza. Eran los años -para decirlo en la sugerente y deliciosa pluma de Jorge Luis Borges- en los que asomaba «la imagen de las tierras de Arizona, antes que ninguna otra imagen: la imagen de las tierras de Arizona y de Nuevo México, tierras con un ilustre fundamento de oro y de plata, tierras vertiginosas y aéreas, tierras de la meseta monumental y de los delicados colores»

Una mirada a la política norteamericana hacia Cuba en la segunda parte del siglo XIX nos ayudará a comprender el fenómeno que hoy buscamos analizar, y que se expresa tanto a través los voceros de la administración central como mediante los órganos de prensa al servicio de los concentrados intereses de los monopolios. Veamos manifestaciones de ello.

Cuando en 1826 se celebró, por iniciativa de Bolívar, el Congreso de Anfictiónico de Panamá, Estados Unidos bloqueó la idea del Libertador de extender la campaña independentista hasta liberar a Cuba y Puerto Rico del dominio hispánico. Incluso, Washington solicitó formalmente al gobierno de Colombia no enviar soldados para ese misión.

En 1848 el diplomático estadounidense Martin Van Buren justificando el interés de los Estados Unidos por Cuba arguyó razones no de orden ideológico ni político, sino más bien geográfico. Su ubicación -decía- «la coloca casi a la vista de nuestras costas sureñas».

2.- La política de El Destino Manifiesto»

James Buchanan, tomando la misma base, y argumentando también la proximidad de Cuba a la costa de La Florida, sostenía que «el destino de la isla, debe ser siempre del mayor interés para el pueblo de los Estados Unidos». En 1859 John Crittenden, Senador por Kentucky aseguraba: «Cuba nos pertenece geográficamente. Debe venir a nosotros. Debe ser nuestra antes de mucho tiempo».

Esa idea era tan fuerte y tenía tanta consistencia en USA que incluso alguien que no tenía intereses imperiales y se caracterizaba más bien por sustentar puntos de vista avanzados para la sociedad de entonces, el poeta Walt Whitman, aseguraba que por su ubicación hemisférica Cuba sería «gradualmente absorbida por los Estados Unidos». Aludiendo al «Destino Manifiesto», que resultaba algo así como la política oficial de su país veía como un hecho natural, e inevitable, «la rápida anexión de Cuba por los Estados Unidos». Y es que ya en aquellos años, se veía a la isla como «El Gibraltar del Golfo de México», según palabras textuales del Senador por Ohio, George Pugh.

En aquellos años, el socialismo no había llegado a América y en Cuba no había ninguna Revolución. El gobierno, no estaba siquiera estaba en manos de los habitantes de la isla Y solo más tarde, en 1868 se habría iniciar en esa isla la lucha por liberarla del dominio español.

La guerra de la Independencia, esa que libró el pueblo de Cuba contra el dominio español, fue larga, cruenta y difícil. Iniciada con el célebre Grito de Yara, y la carga de la caballería Mambí, concitó el respaldo y la adhesión de miles de combatientes que, en todos los confines de la isla, tomaron las armas para alcanzar la victoria. Hombres y mujeres de gran valía personal se sumaron a las acciones desde Bayamo hasta la ciudad capital.

Desde esos años, y por varias décadas, Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, el dominicano Máximo Gómez, José Ignacio Agramonte, Mariana Grajales, Calixto García y sobre todo José Martí, clavaron su nombre en la historia de lo que fue realmente una epopeya. Ella dio lugar a un hecho de innegable valor: a fines del siglo XIX Cuba había logrado romper el dominio colonial y alcanzado su Independencia.

Esta realidad, fue distorsionada en el imaginario popular de los Estados Unidos. De hecho, en todo ese periodo la prensa norteamericana se ocupó insistentemente de la iniquidad del dominio hispánico en esas tierras. Pero no lo hizo para solidarizarse con la prédica independentista, ni respetarla una vez triunfante. Actuó, desde inicio, con la idea de usarla a fin de justificar su intervención en la guerra cubana y apoderarse del país. Reeditó su voluntad de anexar a Cuba considerándola «propiedad natural» de los Estados Unidos.

En 1895, cuando los patriotas cubanos volvieron a las armas en la lucha por la Independencia, en Estados Unidos juzgaron indispensable «intervenir» en la guerra contra España. Y a ese año William Sulzer, representante por Nueva York en la Cámara, sostuvo: «Cuba se encuentra en nuestras propias puertas, y es parte natural de nuestro dominio geográfico». Esa era la razón -según él- por lo que Washington debía intervenir militarmente en la isla.

Tanto la consideraron parte de ellos mismos que, con el espíritu mercantilista que caracterizó a la administración USA, durante todo el siglo XIX la Casa Blanca se mostró empeñada en comprar a España la isla de Cuba. Comprarla, claro, con todo: Territorio, aguas y ríos; belleza ambiental, producción agrícola, y su población incluida. En 1975, en el informe que presentara Fidel Castro ante el I Congreso del Partido Comunista de Cuba, el Comandante diría que si algo bueno hizo España en aquellos años, eso, fue negarse a venderle Cuba a los Estados Unidos. ¡Y vaya si estuvo en lo cierto!

En un instante de lucidez, el 31 de diciembre de 1896, el Comité de Asuntos Exteriores de los Estados Unidos aceptó por unanimidad una Declaración a favor de Cuba. Ella decía: «Que la Independencia de la República de Cuba, sea un hecho, y que ésta sea reconocida por los Estados Unidos de América». La resolución propuesta por el senador Camerón, fue bloqueada: el Secretario del Senado, apellidado Olney hizo saber que el Congreso «no tenía derecho, ni Poder, para hacer ese reconocimiento».

Para el gobierno de los Estados Unidos el tema de la población cubana constituía un reto adicional. Imperaban en esos años, duros criterios racistas. Y los Estados del sur de los Estados Unidos, no sólo mantenían incólume la discriminación y la segregación de los negros, sino también la esclavitud. Y la población cubana, en buena parte, era negra o mulata, es decir, «inferior» según el talante del Imperio. Fue ese, otro argumento.

«La independencia de Cuba es absolutamente imposible como una solución permanente de las dificultades existentes, ya que la independencia sólo puede tener como consecuencia una continuada guerra entre las razas. Y esto significa que Cuba independiente resultaría ser un segundo Santo Domingo», vale decir, otro Haití; aseguraba en 1898 Stewart Woodford, ministro de los Estados Unidos ante España, procurando garantizar al trono de Madrid que la intervención norteamericana en la isla no se orientaría hacia su independencia, sino más bien a su anexión al país del norte.

Cuando el 1 de enero de 1899 la bandera de los Estados Unidos fue izada en Cuba como expresión de dominio, se reanudó una historia de larga data y que se concretó, con diversas variables, a lo largo de medio siglo.

3.- La lucha por la Independencia aportó nuevos elementos

Por la experiencia vivida, por estas consideraciones y muchas más, los cubanos afirmaron su voluntad independentista y su decisión de alejarse del dominio yanqui. Enrique Collazos, una destacada figura de aquellos tiempos, dejó el concepto bastante en claro: «El pueblo débil, que confía la defensa de su libertad y su derecho a un pueblo vecino, poderoso y fuerte, merece ser esclavo y lo será. Aprendamos, en la historia de nuestro pasado, a desconfiar de nuestros humanitarios protectores».

Las regularidades impuestas, alcanzaron una connotación particularmente significativa en la primera parte del nuevo siglo. Expresión gráfica de ello fue la «Enmienda Platt», aprobada por el Congreso de Estados Unidos, y adscrita como parte del texto de la primera Constitución de la República de Cuba, elaborada por la Asamblea de la Isla en 1901. En el artículo tercero de esa disposición, se establecía el derecho de intervención de Estados Unidos, en el caso de que peligraran la vida y las propiedades de sus ciudadanos en la Isla. Esa Enmienda se mantuvo vigente hasta 1934 y fue modificada mediante un nuevo convenio que disponía la permanencia de la base naval de Guantánamo.

Como resultado ese acuerdo, hoy se habla de Guantánamo y el escandaloso uso que el gobierno de los Estados Unidos hace de ese territorio, al que ha convirtió, primero, en una base naval; y luego en centro clandestino de reclusión, que aún subsiste.

En los primeros 59 años del siglo XX, la administración norteamericana reguló a su antojo la vida cubana. Puso y cambió gobernantes y funcionarios y se apoderó de las riquezas del país. En uno u otro momento alentó -o toleró- gobiernos formalmente democráticos -como el de Grau San Martín o Prìo Socarras- con la sola condición que cumplieran su designio. En otras circunstancias, apoyó a dictaduras siniestras que martirizaron alevosamente al pueblo. Fue el caso de Gerardo Machado y Batista. Pero nunca renunció a mantener a Cuba bajo su férula

En este largo periodo, la administración norteamericana usó el suelo cubano, expolió a su población y convirtió a Cuba en una inmensa Casa de Juego, y en un sofisticado prostíbulo. A su sombra, actuaron bandas delictivas, mafias de distinto corte y agentes secretos de diversos países. Cuba dejó de ser, un país y soberano y se convirtió en un garito con los peores efectos.

Louis Pérez, Profesor de Historia en la Universidad de Carolina del Norte, dice en acertadas palabras: «Cuando se suman los medios utilizados por los Estados Unidos en Cuba, observamos un microcosmos de la experiencia imperial en América: intervención armada y ocupación militar, construcción de una nación y elaboración de una Constitución; penetración del capital y saturación cultural; instalación de regímenes títeres, formación de clases políticas en calidad de clientes y organización de ejércitos para que actúen en su nombre: imposición de tratados vinculantes; establecimiento de una base militar permanente; asistencia económica -o su negación- y reconocimiento diplomático -o su negación- según lo requieran las circunstancias…»

Cuando la Revolución de 1959 resolvió acabar con todo eso y restaurar la soberanía mellada, entonces el gobierno de los Estados Unidos emprendió una nueva ofensiva contra Cuba. Ella, en nuevas condiciones, ha cumplido ya 55 años y se ha expresado en los más diversos episodios.

Para entender la naturaleza del asunto que nos ocupa, cabe citar un Informe Secreto de la administración norteamericana publicado por el New York Time en 1992 -el así llamado «Informe Wolfowitz»-. Contenía un párrafo que en su momento reveló el sentido de la política norteamericana en el mundo contemporáneo: «Debemos desalentar -decía- que otras naciones industrializadas desafíen el liderazgo norteamericano, y debemos cuestionar el orden político y económico establecido. Debemos conservar una supremacía militar tal que disuada a los rivales potenciales, de aspirar a un mayor papel global o regional».

James Petras, que cita la frase en su reciente libro «Imperio con imperialismo» alude también al Proyecto de un Nuevo Siglo Norteamericano en el que se sostiene que «La Pax Americana debe mantenerse durante todo el siglo XXI» y «El orden mundial debe fundarse con firmeza en una indiscutible superioridad militar norteamericana».

Dos conceptos estrechamente vinculados entre sí. Por un lado, la idea de afirmar la superioridad mundial de Estados Unidos. Y por otro, la noción clara de asegurar que ella se exprese a partir de un poderío militar inigualado por otras potencias.

Sería extenderse en demasía enumerar los hechos que ocurrieron desde enero del 59, y que marcaron la distancia entre la administración americana y el nuevo gobierno de Cuba. Valdría sin embargo, recordar que algunos acontecimientos tuvieron lugar en suelo cubano. Otros, ocurrieron en los Estados Unidos y unos terceros en la arena internacional. Y es que, a partir de la instauración de un régimen nuevo en La Habana, Cuba pasó a convertirse en centro de interés mundial.

4.- La ofensiva imperial contra la Revolución Cubana

Las primeras acciones de la Revolución cubana, afectaron intereses de empresas norteamericanas. No perjudicaron a Estados Unidos, a su gobierno ni a su pueblo; sino más bien a empresas privadas cuyas inversiones fueron cauteladas o protegidas por el Poder Imperial. Así ocurrió cuando fueron intervenidas las empresas de telecomunicaciones, o las centrales azucareras. Lo mismo, cuando se dictó la ley de reforma agraria las disposiciones referidas a la vivienda. En todos los casos, los intereses afectados, correspondieron a entes privados.

No obstante, desde enero de 1959 y hasta hoy, con distintas variantes, la agresión imperialista contra Cuba se ha expresado de manera constante. Ella ha quedado en evidencia ante los ojos de los pueblos y ha recibido condena desde entonces hasta nuestros días. Lo Veremos.

a.- El bloqueo

El bloqueo fue impuesto en octubre de 1960. Se concibió como una respuesta a las expropiaciones decretadas por el gobierno de Cuba y referidas a propiedades de ciudadanos y compañías estadounidenses. Aunque inicialmente consideró liberadas del mismo a alimentos y medicinas, en febrero del 62, se extendió a ellas, convirtiéndose en una acción total. Se le denominó «embargo», por el hecho que el término «bloqueo» estaba constreñido a una actividad bélica admisible temporalmente y sólo en guerra, por la Conferencia Naval de Londres de 1909.

Si bien formalmente el bloqueo se implanta solo en febrero de 1962, ya desde 1959 Washington aplicaba medidas orientadas a socavar puntos vitales de la defensa y la economía cubanas. Dictó la supresión de la cuota azucarera, principal y casi el único soporte de la economía y finanzas de la isla, y decretó el no suministro y refinación de petróleo por parte de las empresas norteamericanas que monopolizaban la actividad energética. Buscaban paralizar al país, para lo que añadieron el boicot a la compra de piezas de repuesto para la industria cubana, toda ella de factura norteamericana. Fue Kennedy quien, cumpliendo el mandato encomendado por el Congreso en septiembre de 1961, declaró el bloqueo a partir de las 12.01 AM del 7 de febrero de 1962

Tres décadas después, en 1992, la medida asumió la categoría de ley dictada formalmente por el Congreso de los Estados Unidos con la idea de provocar la caída del régimen socialista en la isla. Ya en esa fecha se había desmoronado el socialismo en Europa del Este y colapsado el Poder Soviético. A la administración norteamericana le parecía lógico que Cuba, siguiera la misma ruta de derrota y capitulación. Sólo era preciso, para ello ajustar el cuello de Cuba y quebrar su resistencia. Cuatro años más tarde, en 1996, el Congreso USA dictó la ley Helms-Burton Ac. Ella eliminó la posibilidad de hacer negocios dentro de la isla o con el gobierno de Cuba por parte de ciudadanos estadounidenses. Adicionalmente dictó medidas alusivas al otorgamiento de ayudas públicas o privadas al Gobierno de Cuba o a sus sucesores, si los hubiera, hasta que los «pendientes» -los que generaron el bloqueo- no fuera atendidos..

Fue el Presidente Clinton   quien, en 1999, amplió el embargo comercial prohibiendo a las filiales extranjeras de compañías estadounidenses comerciar con Cuba por valores superiores a 700 millones de dólares anuales, siendo por ello la primera ley transnacional en el mundo. El 2000, el mismo mandatario autorizó la venta de ciertos productos humanitarios a Cuba.

El bloqueo a Cuba en un hecho singular en el planeta. Nunca en la historia humana se ha dado el caso que un país más poderoso que otro, disponga contra su adversario, una sanción de esa magnitud y duración. Tampoco ha existido jamás una medida administrativa que haya generado tanto daño a la vida humana y a la economía de un Estado, como lo que ha ocurrido en este caso. Tampoco, por cierto, una medida punitiva ha despertado más indignación y condena que el bloqueo. Este, ha sido rechazado en 24 oportunidades por la Asamblea General de Naciones Unidas. En la votación más reciente -octubre del 2015- apenas Israel y los Estados Unidos votaron a favor de la medida, en tanto que 191 países la repudiaron.

No es propósito de esta ponencia analizar las consecuencias económicas de esta criminal acción del Imperio. Baste señalar que ha insumido a Cuba daños por valor de 116 mil millones de dólares en tanto que la suma cuantificada por efectos de multas aplicadas a diversos países por el llamado «incumplimiento» del bloqueo, ascienden a 11 mil 500 millones de dólares. A esto, hay que añadir la pérdida de vidas humanas y otros daños.

La llamada «ley de ajuste cubano», fue el complemento que sirvió en el marco del bloqueo. Porque así como se trataba de destruir a Cuba y a su pueblo; también se pretendía alentar la traición, la deserción, y la fuga de Cuba por parte de las llamadas «partes blandas» de la sociedad, que se mostraban dispuestas a rendirse.

b.- La agresión armada

La hostilidad norteamericana contra Cuba se expresó en ataques armados contra la Isla. Bien podemos referirnos aquí a algunas experiencias concretas.

Desde los primeros años de la Revolución, y bajo el pretexto de combatir el denominado «giro socialista» de la insurgencia cubana iniciada en Sierra Maestra, asomaron en algunos lugares de Cuba acciones armadas. Una de las más publicitadas fue la llamada «guerrilla del Escambray», alentada por Hubert Matos y otros supuestos «disidentes» que trabajaron estrechamente vinculados a los servicios secretos de los Estados Unidos, que les proporcionaron armas y dinero. Ellas fueron rápidamente derrotadas por el pueblo organizado. No obstante, tanto en el interior de Cuba, por iniciativa de pequeños grupos, como en el exterior por la acción de exiliados batistianos y otros; se desplegaron actividades orientadas a realizar acciones armadas, y promover una agresión exterior.

En cumplimiento del primer objetivo, fueron urdidos numerosos ataques armados en distintos puntos de la isla, desembarcos e incursiones de acción rápida preparadas en el Estado de La Florida, destinadas a crear condiciones para un desembarco en gran escala, el mismo que se produjo en abril de 1961 y que se conoce en la historia como la invasión de Playa Girón.

Hoy podría considerarse que los sucesos de Girón fueron un hecho poco significativo y casi aislado, y que no tuvieron incidencia mayor en el proceso cubano. Hay que verlos, sin embargo, en el escenario concreto y en la circunstancia en el que tuvieron lugar. No hay que olvidar que apenas siete años antes ocurrió un operativo similar a Girón. Fue la incursión armada liderada por Castillo Armas y cuyo propósito fue derrocar al Gobierno Constitucional de Jacobo Arbenz, en Guatemala

En ese circunstancia, el gobierno de los Estados Unidos, por iniciativa del entonces Secretario de Estado, John Foster Dulles organizó un llamado «Ejército Liberador» a fin de invadir el país centroamericano y acabar con un régimen que había dictado una Ley agraria que perjudicaba a

la United Fruit Company, la principal empresa yanqui que allí operaba. Para efectos prácticos, organizó, en colusión con gobiernos cómplices «campos de entrenamiento militar» en Honduras y El Salvador y ejecutó la acción en junio de 1954. La prensa internacional y la clase dominante la saludaron como una victoria democrática contra «el comunismo internacional».

La incursión de Guatemala se consumó en pocos días. El país no estuvo en condiciones de ofrecer resistencia y el Presidente Arbenz se vio forzado a renunciar y salir al exterior. El nuevo régimen se impuso y dio inicio a una prolongada guerra de exterminio que aún no concluye. Más de 200 mil indígenas han sido asesinados en el marco de una verdadera guerra de exterminio contra las poblaciones originarias. En Guatemala, por lo demás, hasta hoy funcionan escuelas yanquis en las que se adiestran a los perros de la guerra para soltarlos luego en el combate contra los pueblos.

Cuando el 15 de abril de 1961 se inició a ofensiva de Playa Girón, la estrategia contra revolucionaria era simple. Partía de la idea que, como en Guatemala, la victoria estaría cerca. Y se orientaba a tomar por asalto una porción de territorio, «liberarlo», proclamar allí la integración de un gobierno «democrático» haciendo que éste pidiera ayuda militar a Estados Unidos. Todo en unas 48 horas. Nada les resultó. La victoria de Cuba en Girón, fue la consecuencia del nivel de combate alcanzado ya en ese entonces por su pueblo, y el genio militar de Fidel. La inmensa mayoría de los «atacantes» se rindieron y finalmente fueron canjeados, en negociación directa con el gobierno de los Estados Unidos, por compota para niños y medicinas. El hecho que la Casa Blanca haya intervenido en esa «negociación» no hizo sino confirmar la autoría yanqui en esa aventura.

El tercer paso en el plano militar de la agresión contra Cuba ocurrió en octubre de 1962 y estuvo vinculado a la crisis de los Misiles. La administración Kennedy, que había avanzado en la ofensiva armada contra Cuba, se topó de pronto con la información referida a la existencia de misiles soviéticos en suelo cubano. Fue lo que puso al mundo al borde de la guerra.

Hoy se puede analizar en toda su magnitud la crisis de los misiles y extraer enseñanzas y lecciones de ella. Pero lo que aquí debe subrayarse es el hecho que marcó un desenlace: Estados Unidos debió aceptar la idea de no invadir más a Cuba. Y tuvo que cumplir su compromiso. La agresión armada contra Cuba tomó otro carácter.

c.- El terrorismo

El terrorismo fue una práctica constante, usada por el gobierno de los Estados Unidos y por las mafias que operan en Miami bajo el amparo de los servicios secretos norteamericanos. Desde el inicio de la Revolución, asomó el accionar terrorista de las bandas armadas contra el Poder Revolucionario. El 4 de marzo de l960, el barco «La Coubre», anclado en el muelle de la Habana, y que portaba cargas de granada para fusiles de guerra de fabricación belga, estalló. Se trató de un operativo ejecutado por la CIA que generó la muerte de más d 100 personas, a más de 200 heridos. Ya en ese momento, como lo confirmó Lyman Kirpatrick a través del Nueho Herald el 2 de marzo de 1998, ya «el proyecto de derrocar a Castro se había convertido en una importante actividad de la Agencia, con la más alta aprobación política».

El incendio de los almacenes comerciales El Encanto, en el centro mismo de la ciudad de La Habana y la muerte de la vendedora Fe del Valle; el atentado contra el cine «Riesgo» en Pinar del Rio; el asesinato que costara la vida al joven alfabetizador Conrado Benítez y el campesino Heliodoro Rodríguez; la muerte de la familia Romero en la Finca San José de Altamira, en el Escambray; el vil asesinato de niños de 11 y 13 años en Bolondrón, y muchísimos otros actos terroristas, dejaron una dolorosa estela de muerte y destrucción en toda la isla; pero no abatieron al pueblo.

Cuando el 28 de septiembre de 1960, luego de graves atentados ocurridos en la capital, la jefatura de la Revolución dispuso la formación de Comités de Defensa de la Revolución, dio un paso seguro para enfrentar el terrorismo, pero no pudo evitar los ataques externos. Incursiones en lanchas piratas y embarcaciones rápidas procedentes de Miami y otros lugares, portando bidones de gasolina, explosivos y otras armas, arribaban a las costas cubanas y causaban muerte y destrozos. Así sucedió, entre otros muchos lugares, en Boca de Samá, en octubre de 1971. Estos ataques se multiplicaron en todo la isla por acción de los grupos terroristas financiados por la CIA.

Pero estos grupos accionaron también contra legaciones diplomáticas de Cuba en el exterior. Asesinaron a un funcionario acreditado ante Naciones Unidas -Félix García Rodríguez- en Nueva York. Incluso enviaron una carga explosiva contra la embajada de Cuba en Lima, en febrero de 1974, hiriendo a Pilar Ramírez, empleada cubana en la misión. En Buenos Aires, en agosto del 76, fueron secuestrados, torturados y asesinados los funcionarios de la embajada de Cuba Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández, como parte de las acciones de la «Operación Cóndor». Pero el más horrendo de los crímenes fue, sin duda, el consumado contra el vuelo de Cubana de Aviación, que estalló en Barbados. Muchos libros podrían escribirse recopilando la trágica historia de crímenes, atentados, y otras acciones terroristas consumadas contra Cuba. El asesinato del «Che», debe ser sumado a este expediente. Luis Posada Carriles, Mas Canosa, Orlando Bosch, Freddy Lugo, Hernán Ricardo y muchos otros, fueron los autores materiales o intelectuales de estos operativos siniestros que sublevan la conciencia humana. Como parte de ellos, la «operación Peter Pan», ideada para llevarse los niños cubanos a Miami, el secuestro del niño Elián González. Y también la colocación de explosivos en hoteles de La Habana, lo que costara la vida al joven italiano Fabio Di Celmo.

Es un hecho conocido que para enfrentar esta ola de atentados terroristas y salvar la vida de cubanos y extranjeros, fueron enviados a Miami René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Gerardo Hernández y Fernando González, los 5 héroes que, capturados en 1998, sufrieron un juicio infame y penas inicuas. Ellos, liberados por la justa política de Cuba y la fuerza solidaria de los pueblos, son prueba viva de la agresividad norteamericana contra Cuba.

d.- La presión internacional

Desde un inicio, el gobierno de los Estados Unidos se valió de su representación diplomática en Cuba para ejercer presiones sobre el gobierno del país. Pero desde un inicio también, la sede diplomática de esa potencia fue el reducto desde donde se planificaron y financiaron las campañas y acciones terroristas contra Cuba.

Una larga lista de contra revolucionarios cubanos vivió a expensas de las migajas que los funcionarios yanquis les hacían caer a cambio de informaciones, o acciones lesivas al pueblo de Cuba. La triste historia de las llamadas «damas de blanco», lo acredita.

En todos estos años, la campaña internacional contra Cuba, ha sido incesante y se ha ejercitado en todos los niveles. Sobre todo desde 1960 y hasta inicios del nuevo siglo, Cuba vivía aislada por casi todos los gobiernos. Y en cada país -en todos los continentes- la ofensiva publicitaria contra la Isla, no tenía fin.

La Organización de Estados Americanos, la OEA, fue en América, el instrumento preferido de los Estados Unidos. Por eso Cuba fue expulsada de su seno por gobiernos serviles sometidos al dictado del Imperio. Pero incluso, durante varios años, la Unión Europea se prestó al sucio juego anticubano. Y así ocurrió con otros foros regionales e internacionales. Numerosos gobiernos, en distintos países afilaron la puntería contra Cuba cuando deseaban alcanzar algún beneficio de los Estados Unidos en su provecho.

De este modo, no había evento que se celebrara en cualquier confín del planeta en el que el gobierno USA y sus sirvientes, no aludieran a Cuba señalándola como blanco de sus apetitos morbosos. En el extremo durante muchos años, el gobierno norteamericano tuvo a Cuba en la lista de países «patrocinadores del terrorismo», lo que ciertamente implicaba sanciones mayores contra la Patria de Martí.

A la sombra de esta ofensiva Imperial, los medios de comunicación liderados por la Sociedad Interamericana de Prensa» -la SIP-; los gobiernos sumisos a la voluntad de los Estados Unidos, la Clase Dominante de la mayoría de los países y los partidos conservadores y reaccionarios, así como los políticos corruptos de uno u otro signo, se prestaron gozosos al mismo juego.

5.- Los pueblos siempre fueron solidarios con Cuba

Cuando en 1954 Foster Dulles informó de las acciones que la Casa Blanca había adoptado para agredir a Guatemala, fue interrogado por un periodista que le preguntó si no creía que esas acciones podían herir la sensibilidad de los amigos de los Estados Unidos en el mundo; respondió de manera concluyente: «Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses».

Bien podría ocurrir que Cuba invirtiera el sentido de esa respuesta. En el mundo, Cuba no tiene «intereses», sino más bien amigos.

Y eso, que fue verdad desde los años de la Sierra Maestra se ha mantenido y ha crecido hasta nuestros días. Los pueblos, en efecto, han sido y seguirán siempre solidarios con Cuba porque ella encarna los más alto valores por los que lucha la humanidad entera: la justicia, la dignidad, la libertad, el heroísmo y la paz.

Este evento, de alguna manera, constituye un granito de arena en la lucha por tan altos ideales.

Bibliografía

 «Los americanos en Cuba». Enrique Collazo

«Cuba en el imaginario de los Estados Unidos». Louis A. Pérez Jr.

«La Historia Universal de la Infamia». Jorge Luis Borges

«El Partido Revolucionario Cubano». José Martí

«La Revolución de Yara» Fernando Figuerero

«Contra Batista, Memorias de un estudiante cubano». Julio A. García Oliveras

«IInforme presentado ante el I Congreso del PCC. 1975. Fidel Castro Ruz

«Fidel. Días de Girón». Eugenio Suárez Pérez y Acela Cáner Román

«Imperio con imperialismo». James Petras

«Cuba., la historia no contada». Edit. Capitán San Luis. La Habana. Cuba. 2003  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.