La importancia de que en medio de la pandemia causada por el COVID19 se esté dando este declive en la ya decadente industria del petróleo y, al mismo tiempo, se esté alcanzando ese pico en la demanda del crudo, la cual se predijo hace ya algunos años, plantea la necesidad de volver a la realidad y poner los pies sobre la tierra.
Se dijo que la era del petróleo no terminaría porque este faltara sino porque habría un cambio tecnológico enorme ligado precisamente a la preocupación por el cambio climático. El ecologista y biólogo costarricense Gabriel Rivas-Ducca, integrante de CoecoCEIBA-Amigos de la Tierra Internacional, habla sobre el cambio que se avecina, mucho más rápido y radical, y comparte ideas de hacia dónde vamos en esta década de transición que empieza.
Para este viernes 1 de mayo, Arabia Saudita, Rusia y el resto de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) empezarán el recorte de su producción en un 23%, según lo acordado, lo cual se calcula en 9.7 millones de barriles al día. Sin embargo, se ha advertido que no será suficiente ya que cada semana se están almacenando y acumulando unos 50 millones de barriles de crudo -lo suficiente como para abastecer Alemania, Francia, Italia, España y Gran Bretaña juntos-. Por eso se estima que el mundo se quedará sin lugares donde almacenar petróleo en tierra firme para fines de mayo o principios de junio.
Uno de los mejores indicadores de cómo está reaccionando la industria, es el súbito colapso en el número de pozos operando. Antes de la crisis del coronavirus, las compañías petroleras manejaban alrededor de 650 pozos en Estados Unidos. Para el viernes pasado, más del 40% de ellas habían dejado de funcionar, reportó la agencia Bloomberg.
Unos de los primeros efectos de la crisis del coronavirus en la industria fue esta reducción drástica de la demanda (de entre un 20% y un 30%) y una enorme incapacidad de almacenaje del crudo, afirma Rivas-Ducca. “Ahora más bien los productores están pagando para que se lleven ese excedente. Uno puede decir que cierren los pozos y los vuelvan a abrir cuando haya demanda; pero eso no es tan fácil desde el punto de vista de producción y tecnológico, además de que la producción de gas siempre está asociada al petróleo”.
Por esta razón es que se prevé que si no hay un acuerdo entre Gobiernos para producir menos o mucho menos petróleo, no se podrán mantener los precios altos que había antes de que estallara la crisis. “Por lo tanto la tendencia es a la caída de los precios del petróleo por la llegada a un pico de demanda. Vamos a ver que los precios van a tender a la baja en esta década”, agrega el militante del movimiento ecologista social costarricense.
A pocas semanas de alcanzar un “pico en la demanda”
Rivas-Ducca asevera que en realidad se está llegando a un pico de la demanda, la cual seguirá en descenso de ahora en adelante, pronostica.
“Hace mucho tiempo ya, y esto se volvió famoso, un ministro de petróleo de Arabia Saudita dijo que la era del petróleo no se iba a terminar porque faltara petróleo, tal como la edad de piedra no se acabó porque faltaran piedras, sino que sería básicamente porque habría un cambio tecnológico enorme, ligado precisamente a la preocupación por el cambio climático, al impacto negativo tan fuerte que han recibido todas las empresas petroleras”, comenta.
De hecho los mismos gigantes de “commodities” (comercio de materias primas) ya hablan del final del juego y creen que el pico de la demanda de petróleo se alcanzará a mediados de mayo porque el precio marginal del petróleo ya no estará determinado por los acuerdos de reducir la producción o la oferta, sino por la demanda, o más bien, la falta de ella.
Desde los años noventas, el movimiento ecologista ha exigido a gobiernos y corporaciones que dejen de ampliar la frontera petrolera, gasífera y de carbón, usando dineros públicos o privados; y ha exigido que se vaya hacia un mundo de energías alternativas.
“Nosotros consideramos como ecologistas, que ese momento ya llegó por diversas razones. Entonces esta década de 2020 a 2030, la vemos precisamente como esa década de transición, donde va a haber una reducción efectiva de la demanda”, declara Rivas-Ducca.
Desde finales del siglo pasado y amparados en estudios de la misma industria petrolera, los ecologistas advirtieron que se había llegado a un pico de producción del petróleo convencional. Desde entonces las industrias del petróleo y los gobiernos han invertido en fuentes no convencionales de petróleo, debido al incremento de la escasez de reservas de petróleo convencional. Estamos hablando de la lutita, crudos sintéticos basados en arenas de petróleo, combustibles líquidos basados en carbón, el esquisto y el “fracking” (fracturación hidráulica para extraer gas y petróleo del subsuelo) entre otros.
“Cuando se dijo que ya se estaban agotando las fuentes de petróleo convencional, dijimos como ecologistas que, en vez de invertir en fuentes no convencionales de combustibles fósiles, se usara ese dinero en la transición. Eso no se hizo por supuesto, porque no había interés de la industria petrolera ni de los grandes complejos industriales militares; pero en algún momento se va a tener que dar”, enfatiza el ecologista, quien considera que pronto se verá el colapso también de estas fuentes de petróleo no convencionales, pues no son rentables.
El próximo capítulo en la crisis del petróleo ya es inevitable y se pronostica que dentro de poco cerrará toda la industria; no porque quiera, sino porque no tiene opción. En Estados Unidos, ConocoPhillips y Continental Resources ya anunciaron cierres. En Dakota del Norte, las compañías productoras ya han cerrado más de 6.000 pozos, reduciendo la producción en 405.000 barriles al día (el 30% de la producción total del estado), registró la agencia Bloomberg. Estos cierres también están ocurriendo en Chad (África), Vietnam y Brasil.
Una de las más grandes refinerías de Estados Unidos, Marathon Petroleum, detendrá su producción en una planta cerca de San Francisco. Royal Dutch Shell ha desocupado varias unidades en refinerías en Alabama y Louisiana. Muchas refinerías están operando a la mitad de su capacidad en Europa y Asia. Las refinerías estadounidenses procesaron solo 12.4 millones de barriles por día la semana pasada, la cifra más baja en 30 años, excepto cuando han estado cerradas por huracanes.
¿Hacia dónde vamos?
En la era “DC” o “después coronavirus” como le llama Rivas-Ducca, él cree que el cambio será mucho más rápido y radical de lo que se pensaba, porque tiene que ver con la realidad mundial.
Él prevé una transición hacia un menor consumo de petróleo para el sector transporte, aunque no se terminará de todo, ya que a partir de este producto se fabrican plásticos, fertilizantes, asfalto, detergentes.
“Vamos hacia una nueva realidad, a un decrecimiento que, no solo es necesario en el sentido de emisión de gases de efecto invernadero, sino que es inevitable por la realidad de esta producción petrolera; nos da enormes posibilidades”, recalca.
Para Rivas-Ducca sí hay una generación más consciente sobre el impacto enorme de la producción de petróleo en el cambio climático y una tendencia cultural y social hacia otras formas de transporte más públicas y colectivas.
En Costa Rica, gran parte del movimiento ecologista no promueve que las personas cambien su automóvil tradicional por uno eléctrico, pues consideran que el costo ambiental de fabricar este tipo de vehículos también es enorme. Asimismo, consideran que el etanol o el biodiésel tampoco son opciones sino eufemismos pues se fabrican a partir del cultivos extensivos y extractivos de caña de azúcar y de palma africana
“Son absurdos; es un mundo al revés que, como ecologistas sociales, queremos ponerlo, por decirlo así, al derecho”, dijo.
En este momento en que en varios países se debaten las medidas de la reactivación económica postcoronavirus, hay todo tipo de reconsideraciones, opina Rivas-Ducca; pero para él, al igual que para muchas personas y grupos, la más importante es “asegurar el control ciudadano sobre el agua y sobre los alimentos, o sea sobre las semillas y sobre un proceso productivo que tiene que ser ante todo agroecológico y de economía social solidaria”.
“Espero que en Costa Rica también se de eso, porque es absolutamente absurda y peligrosa la situación: importamos el 53% del arroz que consumimos y el 80% de los frijoles de China, Argentina e inclusive Nicaragua. Traemos mermeladas de mora o de fresa de Francia cuando aquí se producen moras y fresas en las zonas montañosas. ¿Cuál es el costo ecológico no interiorizado en el precio de las emisiones de gases de efecto de invernadero de esas importaciones?”, cuestionó.
Este momento importante es una enorme posibilidad para el cambio. “Desde el movimiento ecologista hemos dado aportes desde hace muchísimos años de como debería ser una sociedad ecologista, sustentable, en equilibrio dinámico, lo cual pasa indudablemente también por una redistribución radical de la riqueza, por un modo de vida de muchísimo menor impacto ambiental”, recordó Rivas-Ducca.
Fabiola Pomareda García. Periodista, radicada en Costa Rica. Reportera en el Semanario UNIVERSIDAD.