Se prefirió una España única e indivisible a una España múltiple y unida; pero hoy no existe, en verdad, ninguna de las dos» Castelao «Sempre en Galiza» En estas horas, en las que los estatutos están a la orden del día, y en las que el conflicto vasco se halla más cerca […]
Se prefirió una España única e indivisible
a una España múltiple y unida;
pero hoy no existe, en verdad, ninguna de las dos»
Castelao «Sempre en Galiza»
En estas horas, en las que los estatutos están a la orden del día, y en las que el conflicto vasco se halla más cerca que nunca de su resolución, resurge, como no podía ser de otra forma, el debate sobre la cuestión nacional.
El arriba firmante, que lleva 27 primaveras viviendo en Euskal Herria, justo desde el día en vio la luz, no olvida sin embargo sus orígenes ubicados en tierras gallegas. Gallego era también Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, padre del galleguismo, diputado a Cortes durante la República, escritor y artista. Una de sus obras políticas más importantes es «Sempre en Galiza» (Siempre en Galicia) escrita durante la guerra y en el exilio. Considero que es una obra que debería estar en la biblioteca de toda persona interesada en la estructuración del Estado y la solución al problema nacional. Sirva este artículo (que en gran parte ha escrito él) como homenaje a Castelao, en este año 2006 cuando se cumplen 120 años de su nacimiento.
ESTATUTOS
Decía Castelao al respecto:
«Las autonomías, tal como se conceden, pueden cambiarse en privilegios, y solamente el federalismo aseguraría un equilibrio práctico entre los diferentes pueblos del Estado, para que ninguno de ellos pesara con exceso en la economía o en la política general».
Los estatutos que ya se han negociado y/o pactado (País Valenciano, Andalucía, Catalunya) y los que se irán a renovar (Galicia), no suponen más que el reparto de poder entre las distintas fracciones de la burguesía. El hecho de tener más competencias no asegura un mejor nivel de vida a las clases populares. Que una autonomía tenga plenas competencias en materia de educación no asegura que la educación sea gratuita y de calidad, ni que llegue a todos los ciudadanos, por poner un ejemplo. La aspiración de las burguesías locales es sumar mayores competencias, no para acercar la gestión de las mismas al pueblo, sino para hacerse más fuertes frente a otras burguesías, ya sean centralistas o periféricas. Lo que en la práctica siembra, aún en mayor medida, mayores desigualdades entre pueblos, habiendo autonomías de primera y de segunda.
De todas formas los estatutos en poco, o más bien en nada, ayudan a resolver la cuestión nacional. Lo dejaba claro Castelao:
«Los estatutos autonómicos fueron considerados como recursos terapéuticos y no como solución liberal para soldar los diferentes pueblos que integran España».
AUTODETERMINACIÓN
Decía Marx: «un pueblo que oprime a otro nunca podrá ser libre» Años más tarde, haciendo referencia al periodo de los Reyes Católicos, Castelao añadía:
«No era posible la emancipación del pueblo gallego – del proletariado, diríamos hoy – cuando Galicia caía en esclavitud, gobernada y explotada por extranjeros».
Le pese a quien le pese, España no es una nación. Es la suma de varias naciones y pueblos que han convivido muchos años a lo largo de la historia.
«En el caso de España no se trata de juntar los pedazos de una nación rota cuando propugnamos por una unión con Portugal, ni se trata de desmembrar la «nación» española cuando propugnamos un régimen federal, puesto que tal «nación» no existe. De lo que se trata es de abolir los propósitos absorbentes de Castilla y de declararlos fracasados, reconociendo la existencia de varias Españas y dándoles la oportunidad de que se junten para cumplir con la unión y el destino que a la Península Ibérica le corresponde».
Y añadía posteriormente:
«Despreciar la variedad nacional española equivale a despreciar el auténtico ser de España, porque allí la variedad es tan natural, tan rica, tan admirable, que de pueblo a pueblo hasta el pan cambia de forma, de sustancia y de sabor, y como el pan varía la carne y el espíritu de los hombres. No es cierto, no, que España sea única e indivisible y de ahí vienen los peligros de desintegración cuando el poder se concentra en una provincia, en una ciudad o en un hombre. El separatismo en España es consecuencia de la política absorbente, uniforme, totalitaria. ¿Qué, acaso no es lícito que yo me sienta separatista de Franco? Ah, si yo pudiera en estos momentos separar a Galicia de la España totalitaria lo haría sin vacilar, aunque no fuera mas que para decirle a los españoles expatriados: «Aquí tenéis una España donde se puede vivir en libertad». Pero de un República legalmente constituida por la voluntad del pueblo y mentada sobre las realidades españolas jamás podríamos sentirnos separatistas».
Los pueblos que integran España y que llevan siglos de convivencia, ¿lo han hecho libremente? El derecho de autodeterminación, es el derecho democrático en el que se ha de basar la libre convivencia de los pueblos. La autodeterminación es la capacidad de decidir si se quiere formar o no un Estado independiente. La unidad de las naciones y pueblos españoles debe estar basada en el innegable derecho de autodeterminación y no en el beligerante artículo octavo de la Constitución de 1978, que «garantiza la unidad» a punta de pistola.
«Para nosotros no hay más que una República viable: la que se basa en el libre consentimiento de las nacionalidades que integran España. Nosotros damos por bien muertas la primera y la segunda Repúblicas y aguardamos por la tercera. Esta tercera República será federal, si es que quiere ser definitiva».
La autodeterminación es un derecho. El independentismo una opción. Lo que fomenta el separatismo es la imposición. Negar la pluralidad nacional española fomenta ese separatismo, que de llevarse a cabo alejaría a las clases populares de otros objetivos (léase socialismo). Castelao no era marxista y su partido, el partido galleguista, era una formación interclasista. Pero tampoco era separatista. Castelao anhelaba una España plural basada en la libre decisión de sus pueblos como paso a una verdadera democracia.
«Para que nadie nos trate ligeramente de separatistas, es necesario afirmar que nos sentimos bien españoles, pero que no queremos ser castellanos; que deseamos una España grande, formada por el libre consentimiento de las nacionalidades que la integran, unidas, o, por lo menos, aliadas con Portugal; que el federalismo que nosotros propugnamos no coincide con la concepción estadounidense, ni con el regionalismo pi-margalliano, ni con el régimen de estatutos establecido por la Constitución del 31; en fin, que no nos dejaremos engañar por los políticos españoles que sigan hablando de España como nación única. Nosotros somos españoles de una España plurinacional, organizada en Estado único y capaz de regir los destinos de la Península Ibérica».
FEDERALISMO
«Una nación necesita un solo Estado (recordemos a Polonia); pero un Estado no necesita una nación única (recordemos a Suiza) (…) Los gallegos anhelamos vivir con Castilla dentro de un mismo Estado, pero eso sí, reclamamos para nuestra nacionalidad una soberanía máxima, la soberanía de su habla, de su cultura, de su espíritu, de sus costumbres».
Autodeterminación para decidir. Federalismo para convivir.
«La solución justa está en que los pueblos se sometan voluntariamente a un plan económico; pero conservando cada uno de ellos su soberanía política (esto se llama federalismo). El hecho de que una nación tenga frontera políticas para encuadrar una cierta manera de vivir, una cierta legislación, unas ciertas tradiciones y una cierta cultura, eso es tan normal como fijar los límites de un municipio. Pero que una nación se empeñe en ser una unidad política y económica al mismo tiempo, levantando una barrera entre sus habitantes y lo que estos habitantes necesitan para vivir, eso es inconcebible para un hombre sencillo de nuestra época. La independencia absoluta de los pueblos era natural cuando cada país producía lo que sus habitantes necesitaban; pero esta independencia es imposible cuando las necesidades de los hombres desbordan a diario los límites de su nación».
La cuestión nacional es un problema que lleva años y años arrastrando España. El reconocimiento del derecho de autodeterminación y la libre unidad en una República federal son pasos indispensables para la consecución de la buena armonía entre naciones. Pero para ello es necesario una ruptura con el régimen monárquico de 1978. Y en esa lucha se tienen que encontrar la izquierda de ámbito estatal con las izquierdas nacionales. Si no no habrá proceso rupturista, o en el mejor de los casos esa III República estará abocada al fracaso.
Sólo con esa unidad basada en la buena armonía entre pueblos podremos avanzar en la lucha por el socialismo, el cual no busca suprimir las patrias, sino superarlas.
«Nosotros que confraternizamos con los partidos de clase de Galicia, para reclamar democráticamente el derecho de nuestra tierra a vivir en régimen de libertad, no encontramos contradicción alguna de fondo entre el autonomismo gallego y el verdadero internacionalismo, porque ambos persiguen un hecho que les es común: la concordia de todas las patrias».