En los últimos dias, la izquierda abertzale ha lamentado públicamente las «dolorosas consecuencias derivadas de la acción armada de ETA» y sus propios actos, si han podido dar «una imagen de falta de sensibilidad frente al dolor causado» por las acciones etarras. Es, sin duda, un nuevo paso hacia la superación del conflicto vasco, un […]
En los últimos dias, la izquierda abertzale ha lamentado públicamente las «dolorosas consecuencias derivadas de la acción armada de ETA» y sus propios actos, si han podido dar «una imagen de falta de sensibilidad frente al dolor causado» por las acciones etarras. Es, sin duda, un nuevo paso hacia la superación del conflicto vasco, un conflicto cuya resolución depende de ETA y de las fuerzas políticas de Euskadi, entre ellas los sectores independentistas, pero también de la actitud del estado español, desde el gobierno y el parlamento al poder judicial.
El nacimiento de Euskadi ta Askatasuna (Euskadi y Libertad), más conocida por su sigla (ETA), se produce en 1959 a partir de un grupo de jóvenes vinculados al Partido Nacionalista Vasco, que trabajaban agrupados en torno al boletín «Ekin», y que representaban la ruptura con el nacionalista moderado que veian impotente para enfrentarse a la dictadura franquista. El año 1961 aparece la revista «Zutik», que será durante mucho tiempo su órgano de expresión. Poco después, la organización se define como «movimiento revolucionario vasco de liberación nacional», si bien su programa no propone exclusivamente la independencia pura y simple ni habla aún de socialismo. Entre 1963 y 1966, bajo las influencias de las revoluciones cubana o argelina, entre otras, se asumen tesis antiimperialistas y se empieza a priorizar la lucha armada y a hablar simultáneamente de lucha por la liberación nacional, de lucha de clases y de socialismo. A partir de ese momento se inician las acciones armadas de importancia, pero también los primeros conflictos internos. Como consecuencia de las tensiones existentes entre los sectores más puramente abertzales y los sectores marxistas, en el año 1968 nace el grupo «ETA-berri» (Nueva ETA) que dará pie a lo que posteriormente será el Movimiento Comunista (MC-EMK) en Euskadi y también en el resto del estado.
El mismo año 1968 muere en un control de la Guardia Civil Txabi Etxebarrieta, el primer etarra caído, y cuyos funerales comportaran importantes movilizaciones y enfrentamientos con las fuerzas de orden público. Es entonces cuando ETA lleva a cabo los primeros atentados mortales, entre ellos el asesinato del jefe de la policía secreta en San Sebastián. La teoría de la espiral «acción – represión – acción», según la cual el activismo armado produciría un apoyo creciente por parte del pueblo vasco en la luchas contra la dictadura, llevará también numerosas detenciones, así como tres estados de excepción entre 1968 y 1969. El proceso de Burgos contra quince de Ios más destacados dirigentes etarras (1969-70), comportará las más grandes movilizaciones de masas desde la guerra civil, además de una considerable solidaridad internacional con el movimiento antifranquista en su conjunto, incluida la de destacadas personalidades de todo del mundo, lo cual lograría detener las penas de muerte dictadas por el tribunal militar.
Sin embargo, el grado de desorganización producido por la desarticulación de buena parte de la dirección, unida a la permanencia de tensiones internas, dará lugar a dos nuevas escisiones. Mientras, por un lado, abandona la organización el sector nacionalista más puro, agrupado en torno a la revista «Branka», en 1970 nace un nuevo grupo marxista revolucionario con fuertes influencias trotskistas (ETA VI) que se unirá a la Liga Comunista Revolucionaria (LCR-LKI), con implantación a nivel estatal.
En el año 1973, alcanzada una cierta reorganización, se produce la acción de mayor impacto en la historia etarra, una acción que habría de ser decisiva para el futuro de la dictadura: El almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno, será víctima de una descomunal explosión en pleno centro de Madrid, lo que llevaría a la declaración de un nuevo estado de excepción y a un fuerte endurecimiento de la política represiva del régimen. Si en marzo de 1974 habían sido ejecutados el anarquista Puig Antich y el preso común Heinz Chez, el mes de septiembre de 1975 serían fusilados los etarras Txiki y Otaegui y los miembros del FRAP Baena, García Sanz y Sánchez Bravo, de un total de once personas condenadas a muerte. Unos y otros estaban acusados de participar en atentados en los que habían muerto miembros de las fuerzas de orden público. La reacción internacional, tras una intensa campaña contra las penas de muerte, fue contundente, pero no pudo evitar buena parte de las ejecuciones. Como reacción, numerosas embajadas y consulados españoles en Europa fueron asaltadas por los manifestantes, resultando en algún caso completamente destruidas, como en Lisboa. Apenas dos meses después moría el «Generalisimo», dejando el posfranquismo en un futuro más que incierto.
En esta última etapa de la dictadura se producía una nueva división en la organización, con el surgimiento de ETA político-militar (ETA pm), que intentaria combinar la acción política y el activismo armado, mientras el núcleo duro de la organización mantendria una postura más intransigente y militarista. Durante los años 1976-77, con la declaración de una primera tregua, la amnistía general y el inicio oficial de la democracia, se perdió una gran oportunidad para conseguir la paz en Euskadi. Algunos de los más graves atentados de ETA se producen a partir de entonces, como la muerte de 12 guardias civiles en 1986 en Madrid, de 21 personas en el centro comercial Hipercor de Barcelona en 1987, el secuestro y asesinato anunciado del concejal del PP Miguel Angel Blanco (1997), o el atentado mortal contra el ex ministro y ex dirigente socialista Ernest Lluch en Barcelona (2000).
También podemos hablar de disidencias muy significativas, entre ellas la de María Dolores González Catarain, Yoyes, asesinada en 1986, y de otros importantes miembros de la organización, expulsados por apostar públicamente por el abandono de la violencia. Bajo la influencia de ETA-pm, que acabará desapareciendo, nacerán grupos políticos como EIA o Euskadiko Ezquerra (EE, 1977), que años más tarde acabó unificándose con el Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE). Y bajo la influencia de ETA militar surgiran grupos como HASI o Laia, miembros de la Koordinadora Abertzale Socialista (KAS), que en 1978 formarian Herri Batasuna, organización que con este o los posteriores nombres de Euskal Herritarrok y Batasuna ha llegado a conseguir un apoyo parlamentario muy significativo. Batasuna fue ilegalizada en 2002, tras la reforma de la ley de partidos políticos consensuada por PP y PSOE pero, de la mano de grupos minoritarios aunque comprometidos a defender el programa de Batasuna, ha continuando alcanzado un amplio apoyo institucional, tanto en los ayuntamientos y juntas generales como en los parlamento vasco y navarro y en las Cortes generales. Es el caso del Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK) o Acción Nacionalista Vasca (EAE-ANV), y más tarde de las nuevas marcas electorales de Bildu o Amaiur, de las que también forman parte Eusko Alkartasuna, Aralar y otros grupos tradicionalmente más críticos con las posturas violentas.
Treguas temporales como las anunciadas por ETA en marzo de 2006 o enero de 2011, no sirvieron para avanzar por la via de la negociación. Sin embargo, el 20 de octubre de 2011, tres dias después de la Conferencia Internacional de Paz celebrada en San Sebastián con la participación, entre otros mediadores, del exsecretario general de la ONU, Kofi Annan , ETA anunció el fin definitivo de la actividad armada. Detrás han quedado cerca de un millar de víctimas mortales, entre civiles, miembros de los cuerpos y las fuerzas de seguridad y activistas de ETA. Lamentablemente, ni las diferentes treguas ni el fin definitivo de las acciones violentas, no han logrado hasta ahora abrir vías de negociación suficientemente claras para llegar a un proceso de paz. Las reivindicaciones etarras, y entre ellas la liberación de todos los presos políticos, o el reconocimiento del derecho a la autodeterminación y a la independencia, no parece que puedan llegar a ser, ni a corto ni a medio plazo, negociables para el gobierno español, ya sea del PP, ya sea del PSOE.
Sin embargo hoy, en pleno 2012, como la izquierda abertzale ha acabado asumiendo, no puede haber otro camino que la negociación, a partir de una tregua o del abandono idefinido y suficientemente creíble de la lucha armada. En la Europa del siglo XXI no hay ninguna razón que justifique la violencia, porque la violencia, evidentemente también la violencia de estado, sólo acaba generando más violencia. Pero hay que reconocer que el derecho a la autodeterminación, que no es de ETA ni de la izquierda abertzale, sino del pueblo vasco en su conjunto, como lo es de Catalunya, Escocia, Flandes o cualquier otra minoria nacional, es un derecho inalienable y profundamente democrático que ninguna Constitución, instrumentalizada como patrimonio del nacionalismo español, puede de ninguna manera bloquear eternamente.
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