Los expertos consideran el turismo como una locomotora económica en el estado español, una gran industria que genera riqueza y empleo. Entre enero y julio de 2016 visitaron España 42,4 millones de turistas extranjeros, lo que supone un aumento del 11% respecto a los primeros siete meses de 2011. En julio la cifra de visitantes […]
Los expertos consideran el turismo como una locomotora económica en el estado español, una gran industria que genera riqueza y empleo. Entre enero y julio de 2016 visitaron España 42,4 millones de turistas extranjeros, lo que supone un aumento del 11% respecto a los primeros siete meses de 2011. En julio la cifra de visitantes se situó en 9,6 millones, según la Encuesta de Movimientos Turísticos en Frontera (Frontur) hecha pública por el INE. Esta cifra implica un incremento del 9,3% en comparación con julio de 2015. La procedencia principal de los turistas, que en su mayoría llegaron en avión, fue Reino Unido (10,14 millones entre enero y julio), Alemania (6,27 millones) y Francia (6,11 millones). En cuanto a los destinos preferidos, destacan Cataluña (más de 10 millones), Canarias (7,5 millones) y Baleares (7,4 millones). Se mantiene, así pues, boyante el sector, después que entre enero y junio se batiera el registro de 32,8 millones de visitas.
Ante el brillo de los números, la Federación de Servicios de Comisiones Obreras ha recordado que la precariedad laboral en el sector turístico también alcanza cifras de récord. El crecimiento del empleo -resalta el sindicato- es muy inferior al aumento de turistas y pernoctaciones. Se constata, en consecuencia, un incremento de las cargas laborales con las que han de pechar los empleados del sector. El 44% de los contratos son temporales, y el 41% de estos lo son a tiempo parcial, critica Comisiones Obreras. A ello se agrega el fenómeno de los trabajadores obligados a darse de alta como autónomos para que abonen ellos mismos la cuota de la seguridad social («falsas autónomos»); también son frecuentes los contratos de formación, utilizados de manera que se incurre en fraude de ley: cubren en muchas ocasiones empleos habituales, por lo que el empresario se ahorra el salario del trabajador contratado; otra circunstancia criticada es la de las «externalizaciones» de servicios, como el de las camareras de piso que laboran en las habitaciones de los hoteles. Con estas subcontrataciones, «deja de aplicarse el convenio sectorial, lo que precariza aún más el empleo y rebaja los salarios en cerca del 40%», señala el sindicato en un comunicado.
Abogados laboralistas consultados confirman que se trata de un sector «muy irregular» respecto al cumplimiento de la legislación laboral. «En muchas ocasiones el empresario no cumple con su primera obligación, dar de alta al trabajador en la seguridad social», explican. Una de las consecuencias es que el empleado se encuentra con grandes dificultades para probar la relación laboral con la empresa, por ejemplo, si interpone una denuncia ante la inspección de trabajo o una demanda ante los juzgados. Otra irregularidad frecuente es la remuneración por debajo de lo estipulado en el convenio colectivo, o por una categoría diferente a la desempeñada (pagar a un cocinero como pinche o a un camarero como ayudante). Tampoco resulta extraño que se formalicen contratos a tiempo parcial, cuando el operario trabaja realmente a jornada completa. Los abogados apuntan asimismo la existencia de largas jornadas laborales u horas «extra» no remuneradas por los empresarios. Al tratarse de empleos muchas veces «estacionales», se perpetúa en la práctica el carácter coyuntural de los puestos de trabajo, agregan los entrevistados. «Deberían realizarse contratos de carácter fijo-discontinuo cuando a un trabajador se le contrata durante diferentes campañas».
En las empresas de la hostelería se constata una falta de poder contractual y de negociación por parte del trabajador. De hecho, se trata de un sector poco sindicalizado, por factores como la «estacionalidad» del empleo y por el tamaño -generalmente pequeño- de las empresas. En bares, hoteles o restaurantes, señalan los abogados, se produce la rotación de empleados en una misma función, o la falta de cualificación profesional. Proliferan también los casos de personal que trabaja para obtener ciertos ingresos, pero sin el objetivo último de permanecer en la empresa. Algunos hechos del día a día activan las alertas: «Los trabajos en la hostelería tienen un carácter tan irregular y precarizado, que no permiten a un empleado causar baja; en muchas circunstancias el empresario responde con el despido». ¿Qué respuesta cabe plantear? Los abogados laboralistas indican que se dibuja un ámbito «enorme» para la actuación de la inspección de trabajo, el de la economía «sumergida». Apuntan ejemplos de personal al que se da de alta durante dos horas en una empresa, sólo para justificar la contratación ante los inspectores. Después realizan una jornada laboral mucho más larga. La reflexión concluye con una pregunta: «¿Qué está ocurriendo para que un empresario pueda continuar, año tras año, manteniendo esta precariedad tan evidente, para que se perpetúen las irregularidades?
Un informe sobre la actividad turística y el empleo publicado por Comisiones Obreras (febrero de 2016) radiografía el sector. Destaca que uno de cada siete puestos de trabajo creados en España durante 2015 corresponde al sector turístico. Ello implica 73.343 nuevas ocupaciones (un 5,5% por encima del año anterior) y más de 1,4 millones de afiliados a la seguridad social en la hostelería. Tampoco fueron negativos los números y la rentabilidad del negocio hotelero en 2015; de hecho, la facturación media diaria de los hoteles por cada habitación ocupada ascendió a 76,9 euros, lo que implica un aumento del 5,4% respecto a 2014, apunta el informe. La otra cara del esplendor es que el empleo generado fue «precario», «parcial» y «sin derechos»; además, aumentó en el sector hotelero a un ritmo inferior al que lo hizo en el resto de indicadores turísticos. Así, mientras en 2015 se batieron todos los registros en pernoctaciones (308.186.523, un 4,3% más que el año anterior) y en visitantes (un 6% más que en 2014), los trabajadores empleados en los hoteles (189.915 personas) aumentaron sólo en un 2,9%. En un sector afectado por la precariedad, Comisiones Obreras llama la atención sobre la circunstancia de los jóvenes: en la franja entre 16 y 19 años, el porcentaje de temporalidad en los contratos oscila entre el 80 y el 90%; ésta desciende al 60% en los jóvenes entre 20 y 24 años.
Una perspectiva más a largo plazo puede observarse en la «Cuenta Satélite del Turismo de España» (2010-2014), que consiste en estimaciones estadísticas basadas en el método de la Contabilidad Nacional, difundidas por el INE en junio de 2016. En 2014 el turismo representó el 10,9% del PIB en el estado español, pero lo fundamental es la tendencia al incremento constante: 10,2% en 2010 y 10,7% en 2013. Además, las «ramas características del turismo» generaron 2,36 millones de empleos en 2014, lo que supuso el 12,7% de los puestos de trabajo de la economía española ese año. Desde 2010 el aumento registrado fue del 1,1%. En un artículo publicado en la página Web de la Regional Latinoamericana Rel-UITA («¿Más PIB turístico con menos empleo?»), el analista sociolaboral Rafael Borràs señala la tipología excesivamente amplia que se asigna a las «ramas características del turismo» en la estadística oficial, que incluye servicios culturales y deportivos, industria cultural o actividades inmobiliarias, y pone reparos asimismo a la «adoración neoliberal» por un indicador como el PIB.
Un análisis atento de la estadística oficial revela detalles de fondo: «En el periodo 2010-2014 el porcentaje de puestos de trabajo asalariados ha perdido en torno a un punto sobre el total del empleo agregado en el sector turístico», subraya Borràs. En otros términos, aumentan los «falsos autónomos» o «autónomos forzados». Otro punto de interés es la importancia creciente del negocio turístico-hotelero para los fondos de inversión internacionales. El analista lo califica como «financiarización turística» y pone el ejemplo de Mallorca. «Los inversores se lanzan a la caza de hoteles», titulaba el Diario de Mallorca el 10 de enero de 2016. «Fondos de inversión, grandes empresas nacionales y las cadenas de la isla están en plena batalla por adquirir establecimientos en la isla», agregaba el subtítulo. Más allá del día a día periodístico, el libro «Capitalismo y turismo en España. Del ‘milagro económico’ a la ‘gran crisis'» (alba sud), del geógrafo Ivan Murray, propone una reflexión de largo aliento y recuerda que desde los inicios del turismo de masas durante el franquismo, la flota hotelera no ha dejado de crecer: de las 78.711 plazas en 1951 a algo más de un millón de plazas en 1975. Además, desde mediados de los años 90 hasta que reventó la «burbuja» inmobiliaria en 2008, «el boom constructor tuvo su correlato en el mundo turístico», destaca el autor. Pese a que se venía señalando el exceso en la oferta de alojamiento, entre 1990 y 2007 se registró un aumento de la «planta productiva» del 63%, lo que suponía alcanzar casi las tres millones de plazas.
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